sábado, 9 de agosto de 2014
CAPITULO 93
Era de madrugada. Dormían velados por la oscuridad y la calma de la noche. Paula estaba boca arriba; él, de lado y aferrado a su mano, ansiaba abrazarla, pero temía hacerle daño. De pronto, la aparente tranquilidad del sueño de
ambos fue interrumpida por los gritos de ella.
—Estás soñando, Paula. Tranquila, es sólo un sueño, mi
amor. —Ella se aferró a su cuello.
—Abrazame fuerte, por favor, abrazame. —No paraba de llorar.
Pedro, por supuesto, la contuvo.
—Chis, tranquila, sólo fue una pesadilla, estamos en casa. —Le besó el pelo.
—¿Va todo bien, hija? Paula, ¿estás bien? Te oí gritar. —Su
madre preguntaba desde fuera de la habitación.
—Ale, tranquila, era sólo una pesadilla. Paula está bien.
—Sí, estoy bien —contestó ella entre sollozos—. Andá a
dormir, mamá, y perdoname que te haya despertado. —Alejandra apenada regresó a su habitación y los dejó solos.
— ¿Querés tomar agua?
—No —respondió Paula e hizo un puchero—. Era tan real... — continuó explicando—, la veía a los pies de la cama y me apuntaba con el arma.
—No pienses más, estás acá conmigo, fue un sueño.
—Pero parecía muy real. Tuve la misma sensación que cuando lo hizo. No tenía piedad, Rachel me miraba y me odiaba.
—Estás sensible porque hoy tuviste que relatarlo todo dos veces, pero ya pasó. Tranquila, mi amor, acá estoy con vos, cuidándote y protegiéndote.
—No quiero que salga de la cárcel, Pedro, no lo permitas. Por favor, no lo permitas.
—Mi vida, no llores más. Me hace mucho daño verte así. Haré todo lo posible para que eso no ocurra y el abogado y el fiscal también lo harán, pero no te angusties más. —Pedro le acariciaba la espalda y no paraba de besarla; estaban sentados en la cama—. Chis, calmate, respirá hondo. De tanto llorar, te va a acabar doliendo
la herida y mañana tenemos que ir a que te quiten los puntos y luego... tengo una sorpresa para vos.
—¿Qué sorpresa? —preguntó ella lloriqueando todavía.
—Si te lo digo ahora, dejará de serlo.
—Pero quiero saber, soy muy ansiosa, Pedro.
—Por eso no te había dicho nada todavía.
—Sabés cómo distraerme, Pedro Alfonso, sos un
tramposo. —Él se rió y le besó la nariz enrojecida de tanto llorar, y después se apoderó de sus labios.
—Dejaré la luz encendida hasta que te duermas, ahora acostate otra vez, intentemos dormir, por favor
Él se puso de costado y, con la mano, le delimitó el contorno de la cara y los labios; le acarició el puente de la nariz y el cejo, intentando que relajara el rictus.
—Te amo, estoy acá, dormí —le susurró muy cerca del oído.
Al final, Paula consiguió dormirse. Entonces, él se dio media
vuelta, sin mover demasiado la cama, y apagó la luz; volvió a su posición y se acomodó muy cerca de ella.—
«Mi amor, ansío tanto que todo esto pase muy rápido. No soporto que estés así de angustiada,se me parte el alma cuando te veo llorar.»
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