miércoles, 30 de julio de 2014

CAPITULO 62



Paula enderezó sus hombros para conseguir una postura adecuada y segura.


A paso firme se encaminó hacia el despacho, respiró profundo e ingresó en él. Quedó apabullada con el tamaño del lugar y la suntuosidad.


Horacio salió a su encuentro y la saludó con un apretón de mano y un beso en ambas mejillas.


- ¡Bienvenida a Mindland Central y a USA Paula! es un gran placer conocerte — dijo con ímpetu.


- El placer es todo mío Sr. Alfonso.


Horacio por favor Paula, Horacio a secas. — Ella le sonrió asintiendo — pongámonos cómodos — con un ademán la invitó a sentarse en el estar de su oficina, desde donde había una vista imponente del Empire State Building.


- Hermosa vista Horacio.


- Inmejorable — corroboró él acordando con ella.


Ni bien la vio entrar, quedó apabullado con la elegancia y la belleza de Paula y entonces entendió porque su hijo menor estaba tan embobado con ella.


“Es perfecta conjeturó, inteligente, talentosa y hermosa también, Pedro no exageró cuando me dijo que ya iba a comprobarlo”.


Al principio hablaron del viaje, también del hotel donde se hospedaba, él se cercioró que estuviera cómoda. Luego hablaron de Argentina de la riqueza de sus tierras, de la economía del país y otras tantas banalidades, no quería intimidarla necesitaba que se relaje, que se sintiera a gusto con él.


Luego la llevó por el lado de Mindland Argentina, para entrar en clima de trabajo.


Entre charla y charla, Horacio se levantó y sirvió café para ambos de una cafetera expresso que había en su oficina.


Mientras más hablaba con ella y mientras más la estudiaba más se asombraba con su inteligencia, con su facilidad para pasar de un tema a otro y para explicarse, le gustaba sus conceptos, la consideró una mujer sumamente fascinante por sus pensamientos.


“Pedro, hijo querido, no la dejes escapar” — pensó Horacio que estaba totalmente seducido por Paula.


- ¿Lo tomas solo, o prefieres cortarlo con un poco de leche?


- Con un poco de leche por favor.


Paula mientras lo miraba, de a ratos creía ver en él la mirada de Pedro, estudió sus rasgos sus gestos, y llegó a la conclusión que sus ojos eran muy parecidos, solo que los de Pedro eran más azules aún.


- Bueno Paula, seguramente te preguntarás para que te he hecho venir, voy a contarte una historia muy larga, para la propuesta que quiero hacerte es necesario, e imposible de obviar. Así que prepara tus oídos porque tengo mucho para narrarte.


Ella se sonrió y se relajó en el sofá, dispuesta a escucharlo, le gustaba su voz, le pareció de entrada una persona muy amable y no tardó en sentirse muy cómoda.
Horacio comenzó a contarle la historia de Mindland desde sus comienzos hace treinta y tres años atrás.
Paula lo escuchaba atentamente, pero seguía sin entender nada.


- Bueno, a lo que quiero llegar es a que nuestra empresa siempre contó con gente de elite, y estos últimos años se sumaron a esa excelencia la confianza que tengo en mis hijos. Dado el tamaño
corporativo que tomó la empresa, Federico se encarga de todo el marco legal, cosa que es imprescindible dados los tiempos que corren y Pedro, a quien vos conoces — ni se imagina lo bien que lo conozco, pensó ella —se encarga de toda la parte internacional.
Y acá empieza el verdadero cuento, este año me quiero retirar.


- Pero usted es muy joven Horacio y se lo ve muy bien físicamente.


- Gracias a Dios de salud ando muy bien, eso es cierto, lo de joven te lo agradezco, pero ya tengo sesenta años y mi mente ya no tiene las mismas ideas que antes cuando era más joven.


- Pero ahora tiene la experiencia que antes no tenía.


- Muy buena observación, también es cierto, ahora tengo experiencia y cordura, quizá demasiada, y para que esto no se estanque se necesita de gente joven y además quiero disfrutar de tiempo de calidad con mi esposa, es hora que dé un paso al costado, ya no creo lograr más de lo que he logrado.
Es más, casi me atrevería a decir que los últimos logros son pura y exclusivamente de Pedro, yo solo he rubricado mi firma. Sé que te estarás preguntando a qué apunto diciéndote esto, y es que si yo me voy Pedro sería quien quede en mi lugar, ya que a Federico no le interesa, más que nada por su profesión, el prefiere quedarse abarcando el sector que ocupa, y salvaguardar las espaldas de su hermano, que sería de ahora en más quien se encargaría de todas las negociaciones.
Pero la estructura de Mindland en USA no acepta descuidos porque esto es lo que sostiene al resto de nuestra estructura internacional y eso significa que Pedro no podría seguir haciéndose cargo de Mindland International.
Como nuestra empresa solo cuenta con los mejores, he comenzado esa búsqueda, y en mi búsqueda de la excelencia para ese puesto creo haber encontrado a la persona adecuada.


— Paula cerró los ojos, casi sabía lo que ese hombre estaba a punto de decir, volvió a abrirlos y fijó sus ojos en los de él, tomó una gran bocanada de aire — Paula, sé que eres muy inteligente y que ya te has dado cuenta del final del cuento. Después de hacer un eximio y exhaustivo seguimiento, he llegado a la conclusión que vos sos la persona adecuada para tomar el mando de Mindland International.


- ¿Yo? Horacio si me disculpa, ¿está usted seguro de lo que dice?


- Sí, vos, no quiero que me contestes hoy, desde ya quiero decirte que tienes toda esta semana para pensarlo y no voy a aceptar una respuesta hoy sea cual fuere, ni tampoco antes de una semana, quiero que lo pienses bien, que te tomes tu tiempo, que analices todo. Sé que es un gran cambio de vida, lo que te ofrezco no es solo un puesto de trabajo, pero me encantaría que desmenuces bien todo antes de contestarme — Paula se quedó en silencio por un momento, estaba ordenando sus pensamientos — tómate el resto de la semana, para descansar, y para pensar a conciencia mi propuesta.


- Déjeme decirle que en primer lugar, le agradezco enormemente y me siento muy honrada con su apreciación de mi trabajo, en verdad no podría contestarle hoy aunque quisiera, no es mi estilo tomar decisiones a la ligera, aunque varias veces me dejo llevar por mi instinto, creo que su propuesta merece un análisis muy exhaustivo de mi parte, aceptar significaría un gran paso en mi carrera, creo que casi me siento tocando la cima con esta proposición, pero también significa dejar mi país, mi familia, que aunque no viven conmigo, están en mi tierra. También significaría cambiar de costumbres, hoy yo me siento una turista en New York, de hecho ayer recorrí la ciudad y tomé como trescientas fotos — Horacio largó una carcajada, ella también — y luego tendría que venir a trabajar acá… — hizo una pausa y dejó la frase inconclusa, pero Horacio la terminó.


- Con Federico y con Pedro codo a codo… con Pedro te entiendes muy bien, en Buenos Aires se entendieron de
maravillas, ustedes son muy parecidos, hasta me atrevería a decir que están en la misma sintonía, son negociadores agresivos, tienen talento, intuición y desenfreno, ese que da la juventud y la inexperiencia, porque para no estancarse también es buena la inexperiencia, a veces la experiencia hace que nos volvamos demasiado cautelosos, hasta miedosos de arriesgar. Paula, de todas formas, seguirán contando con mi conocimiento, no me iré del todo de un día para el otro, solo me iré el día que considere que el barco ya puede salir a navegar sin tripulación.


- ¿Pedro está de acuerdo?


- ¿Es importante para vos que él esté de acuerdo?


- Por supuesto, es su cargo el que ocuparé, y todo hablando en un supuesto que siempre y cuando yo acepte, sería con él con quien más de cerca trabajaré, para eso necesitamos mantener un ámbito de trabajo de plena cordialidad… — se quedó pensando en lo último que dijo, Horacio la estudiaba y ella solo pensaba en el último encuentro de ella y Pedro — de todas formas me gustaría saber también la opinión de su otro hijo.


- Mis dos hijos están de acuerdo que eres la indicada, pero te voy a confesar algo, Pedro me advirtió que no aceptarías, no sé porque tiene tanta convicción en sus dichos, pero espero, en realidad Paula, ansío que realmente mi hijo se haya equivocado.


“Idiota, que puede saber él, ahora se cree el dueño de mis pensamientos también.”


A Paula le molestó que Pedro pensara eso y hasta le dio ganas de decirle a Horacio que sí aceptaba, pero eso sí que realmente sería infantil.


La puerta se abrió y una hermosa, elegante e impecable mujer de pies a cabeza y de unos cincuenta años entró por el resquicio de la puerta, Paula al verla supo de inmediato quien era, la recordó por la foto que Pedro le había mostrado y además porque él era idéntico a ella, ahora que la veía en persona corroboraba que Pedro era un fiel retrato de la belleza de su madre.


- ¡¡¡Ana, que sorpresa!!!


- Espero no interrumpir nada.


- Tú nunca serías una interrupción, pasa querida mía.
Te presento a Paula Chaves. Ella es nuestra gerente en Argentina.


- ¡¡Oh, eres de Argentina!! yo soy argentina. — Ana le habló en perfecto español.


- Encantada Sra. Alfonso.


- Ana, dime Ana por favor. Ella se sentó en el estar junto a ellos.


- ¿Qué haces por acá querida? — Horacio interrogó a su esposa.


- Quedé en encontrarme para almorzar con Luciana, es que el sábado festejo mi cumpleaños — le explicó a Paula — y pensamos con tu hija en que nos podrías acompañar a almorzar, nosotros luego nos iremos de compras ¿Paula te gustaría venir con nosotros?


- Ah, me parece una excelente idea, por supuesto que Paula va con nosotros — Horacio no la dejó decir que no — déjenme reservar, le diré a Mandy.


Horacio llamó por el interphone pero nadie contestaba.


- Ya vuelvo — salió de la oficina dejando a ambas mujeres solas.


Ana no paró de hablar, ella era apabullante y parecía no quedarse nunca sin palabras, Paula la estudió a conciencia, le pareció una mujer encantadora y sumamente bella, se notaba que cuidaba mucho de su exterior, lucía pulcra y arreglada de pies a cabeza, estaba vestida con un traje hecho a medida que descubría que aún en sus años estaba en forma. Como era su costumbre Ana pasó de un tema a otro con gran histrionismo, después de unos minutos de hablar con ella, Paula llegó a la conclusión que la mamá de Pedro le agradaba.


Mientras la escuchaba también pensaba en todo lo que acababa de proponerle Horacio.


Él también le había agradado, le pareció un hombre muy inteligente y correcto, muy educado, y aunque estaba entrado en años, se notaba que había sido muy buen agraciado de joven, es un caballero igual que su hijo concluyó.


Necesitaba considerar la propuesta de él, entonces se puso a pensar si tenía sentido abandonar su vida en Buenos Aires por su carrera. Allá tampoco tengo nada, aseveró sin temor a equivocarse — “en realidad, donde vaya no tendré nada, mi vida está vacía, no tengo nada verdaderamente importante que me ate y que me impida tentar suerte en otra parte. Quizá si me radico en USA tenga la posibilidad de conocer mejor a Gabriel, él parece tan interesado en mí, a Gonzalo le cayó bien… pero a mí… a mí él no me produce nada, absolutamente nada, como puedo estar pensando en él si el otro día cuando intentó besarme en lo único que pensaba era en Pedro”.


“Pedro, mi amor, como voy a hacer para olvidarte, como voy a hacer si con solo pensarte siento que no podría estar con nadie más, aún me siento tan tuya”…


Cuando se separó de Guillermo, primero se sintió desdichada, pero luego la bronca se había instalado en ella y ese era el sentimiento que predominaba, sentía bronca del ridículo que había hecho suspendiendo su matrimonio, bronca de la fiesta armada que no se realizó, de tener que comunicar a los ciento cincuenta invitados que todo se suspendía, de haber perdido su empleo porque no tenía cara para regresar y que todos la señalen como la cornuda, de haber malgastado sus ahorros en un departamento del que él disponía para llevar a su amante, de haber permitido que la use como lo había hecho.
Pero para su asombro jamás se acordaba de sus besos de sus caricias, era como si nunca hubiesen existido.


Con Pedro eso era diferente, se instaba a odiarlo, pero ese era un sentimiento que solo surgía de a ratos cuando se lo imaginaba haciendo el amor con su mujer, esa que para ella no tenía rostro, pero que sabía que existía.
La mayor parte del tiempo que se acordaba de él solo pensaba en sus caricias, en cuanto las necesitaba, en cuanto las extrañaba y eso era lo que le producía bronca, sentir que a pesar de todo, ella seguía pensando en él como se piensa en su hombre, así lo sentía, para ella Pedro era su hombre, él único con derecho a tener sus besos, sus gemidos, el único que tenía su alma, y su cuerpo, porque a él le entregaría el alma… ella sentía que él era su vida y sin él no la tenía.
De pronto se dio cuenta que Ana le estaba hablando, le pareció una falta de respeto, no estar escuchándola, esperó que ella no se haya dado cuenta de su distracción.


- Paula, no me vas a creer, pero me haces acordar tanto a una amiga mía de la escuela secundaria, eres idéntica a ella.


- ¿De verdad? — a Paula le dio risa la ocurrencia de Ana.


- Sí, no puedo dejar de mirarte y acordarme de ella, solo para descartar, sé que es una locura, pero… ¿cómo se llama tu madre? — Paula rió divertida, la mamá de Pedro le caía muy bien tenía una forma de decir las cosas — de verdad niña, no te rías, sé que parece muy loco, pero no puedes ser tan igual a ella ¿Cómo se llama tu mamá? — volvió a terciar.


- Alejandra Terranova.


- Ah Dios mío, lo sabía, lo sabía — gritó y la tomó de los hombros — eres la hija de Ale — la abrazó y la besó, en ese momento entró Horacio que escuchó los gritos de Ana.


- ¿Pasó algo?


- ¡No puedo creerlo! Horacio cariño, desde que entré que no puedo apartar los ojos de esta preciosura porque me hacía acordar a una amiga de la secundaria y acaba de decirme el nombre de su madre y no me vas a creer, es la hija de Alejandra Terranova, de mi amiga de la adolescencia, la que perdí el rastro porque se fue de Buenos Aires cuando se casó.


- Cálmate Ana, creo que Paula no entiende nada.


- No, la verdad no entiendo nada, perdón, mi mamá vivía en Buenos Aires pero cuando se casó se fue a Mendoza donde aún vive.


- Dime ¿sabes a qué colegio fue tu madre? —Ana no quería que queden dudas.


- Al Cardenal Spínola de San Isidro, pero claro… —Paula se tocó la cabeza atando cabos — usted vivía en San Isidro… — Paula recordó de golpe.


- Sí, ¿cómo lo sabes?


- Se lo debe haber contado Pedro, ellos trabajaron juntos en Buenos Aires Ana.


- Ah… conoces a Pedro por supuesto, si él en diciembre anduvo por allá, no puedo creerlo, nuestros hijos juntos sin saber que nosotros fuimos mejores amigas


“¿Que loco no? pensó Paula, y si supiera lo juntos que estuvimos se asombraría aún más señora”… — en cambio dijo.


- Bueno, ahora que lo pienso, todo el mundo dice que me parezco a mi madre, pero nunca creí que el parecido era tanto.


- A mí me recordaste enseguida a ella, aunque tu mamá y si la memoria no me falla, tenía los ojos de un verde diferente, en cambio tú los tienes mezclados con marrón.


- Sí, tal cual, en realidad mis ojos se parecen a los de mi abuela paterna.


- ¿Dónde estás parando?


- En el Hotel Península.


- No, tesoro nada de hoteles, te vienes hoy mismo a mi casa.


- No Ana, ¿cómo cree? no es necesario estoy en una suite bellísima y muy cómoda, tan grande como mi casa, no se preocupe, estoy bien de verdad, además no podría incomodarlos.


- ¡¡¡Horacio!!! Paula es la hija de mi amiga y está de visita, tiene que venir a casa, dile por favor.


- Mi esposa puede ser muy insistente, no creo que puedas decirle que no, además Paula, nuestra casa es enorme y todos nuestros hijos se han ido, solo queda Federico con nosotros y Ofelia nuestra ama de llaves, para mí también sería un placer, además, me encanta consentir a mi esposa y ella así lo quiere, tengo debilidad por sus caprichos, considéralo así, como un capricho — Horacio le guiñó un ojo a Paula.


- Márcame a tu madre, quiero hablar con ella, no va a poder creerlo.


- Bueno — dijo resignada.


Paula llamó a su madre y le refirió la historia, Ale chillaba al otro lado del teléfono, tanto o más que Ana, así que le pasó el teléfono para que ellas se entiendan.


Mientras tanto Horacio sacó a Paula del despacho para ofrecerle una recorrida por las instalaciones, de paso también aprovechó y la llevó al despacho de Federico para que se conocieran.


Paula estaba azorada por la situación, no podía creer semejante coincidencia.


Horacio se asomó en el despacho de su hijo y le preguntó si estaba ocupado.


- Pasa papá.


- Quiero presentarte a alguien.


Por supuesto como todo caballero que es, Horacio le dio paso a Paula, cuando ella entró, el hermano de Pedro se puso de pie, y salió a su encuentro, pues estaba trabajando con la rubia que había salido del despacho de Horacio cuando ella llegó.


- Te presento a Paula Chaves hijo, nuestra gerente de Argentina.


- Encantado, bienvenida a New York, espero que tu estancia en mi país sea muy placentera, pasen, pasen — Federico le extendió su mano, y depositó un beso en ambas mejillas.


“El condenado de mi hermanito sí que tiene buen gusto pensó”.


- Muchas gracias, el placer es mío.


- Te presento a Rachel Evans, Paula ella es la segunda en el departamento de legales — prosiguió Horacio muy educadamente.


“Esta es la zorra que chatea con Pedro” — dedujo de inmediato Paula.


Ah ese nombre sí que lo guardaba muy bien en su memoria ¿habrá sido su amante también? Colega de trabajo había dicho él… Rachel le caía mal, y es que ella había sentido recelo de ella antes de conocerla, además su sexto sentido le decía que a Rachel ella tampoco le caía, sentía que la miraba con desprecio.


Rachel se acercó porque otra no le quedó, y le dio dos besos al aire, sin siguiera apoyar las mejillas en las suyas, a Paula le pareció de lo más falsa y además tenía un aire tan soberbio, que le producía rechazo y para colmo no disimuló en mirarla de arriba abajo.


“¡Ja! ¿Esta quién se cree? si se nota que es toda de plástico”


- Rachel es la estrecha colaboradora de Federico, ella también es abogada y la hija de mi mejor amigo.


- Encantada. — Paula en consideración a Horacio intentó parecer amable y le sonrió lo más sinceramente que pudo.


- Igual. — Dijo la rubia sin siquiera mirarla.


“Mujer más odiosa y pedante no he visto en mi vida”


- No sabes hijo, tu madre acaba de descubrir que Paula es hija de una compañera suya de la escuela secundaria, está al teléfono ahora con ella, no para de gritar, perece desquiciada — puso los ojos en blanco — vos sabés cuando de su terruño se trata como se pone, y no la culpo a los dieciocho años dejó todo y aún añora su patria — terminó explicándole a Paula para excusar a su esposa.


- Me imagino, como debe estar, tendremos una semana agitada, pero… ¡¡¡qué coincidencia Paula!!!


- Increíble — asintió ella y no podía salir de su asombro — él mundo últimamente me demuestra una y otra vez que es muy pequeño, aunque sea una frase muy cursi es así, créanme que es así — Horacio comprendió muy bien porque ella decía eso, Pedro le había contado como ellos se conocieron.


- Presumo que te vienes a casa, si algo conozco a mi madre no te dejará en un hotel.


- Bueno, creí que por ahí podía convencerla y que desista.


- Ni lo sueñes, con mi madre no hay quien pueda, no te aflijas, en casa hay lugar de sobra y ella estará chocha de tenerte ahí, nosotros también por supuesto.


“Y mi hermano mejor ni te cuento” — pensó Federico pero no se lo dijo claro que no.


- Por supuesto — dijo Horacio y Paula sonrió resignada.


Rachel luego de escuchar la conversación y sin participar en ella, se retiró del lugar, interpuso una excusa y se fue.


Paula, se sintió aliviada, esa mujer le causaba repugnancia.


- ¿Le pasa algo a Rachel? La noté extraña… — Horacio se interesó en saber.


- No, que yo sepa — dijo su hijo sin darle importancia.
Como habían quedado los tres solos Federico preguntó…
- ¿Ya hablaste con Paula?


- Sí, le di toda esta semana para que lo piense — dijo muy sonriente mientras la miraba — sin presiones — aclaró Horacio — todo esto que acaba de ocurrir, no cambia en nada tu decisión, eres dueña de tomar la que desees y es como quiero que te sientas — Paula sonrió asintiendo con la cabeza.


- Ojalá aceptes — intervino Federico — me gustaría que sepas que opino igual que mi padre, creo que eres la adecuada para el puesto, además aunque parezcamos una familia de locos, lo pasarás bien en New York.


- Gracias Federico, me parecen una familia muy agradable esa ha sido mi primera impresión.


- Hijo, nosotros nos vamos a almorzar, nos vemos más tarde en casa.


- Seguro, Bon appétit!!


Regresaron a la oficina de Horacio, Ana recién cortaba la comunicación telefónica con Ana.


- Todo arreglado, tu madre se viene para acá, viene para mi cumpleaños que lo festejo el sábado, tú también asistirás por supuesto, no sé cuándo tenías planeado irte pero ve sabiendo que tendrás que posponer tu viaje.


- ¿Cómo?


- Sí, surprise!! Tu madre ya se ponía a sacar su pasaje y en un rato nos llama para avisar cuando llega, estoy super feliz ven acá déjame darte otro abrazo.


Horacio puso los ojos en blanco.


- Tranquilízate mujer, pareces loca, y estás asustando a esta chica.


Paula estaba confundida, ahora también venía su madre, esto era un verdadero enredo, ella tenía que irse a la casa de los Alfonso, porque no había forma que la madre de Pedro desista de la idea, ellos no sabían que ella fue amante de su hijo y como si fuera poco Ana pretendía que vaya a su fiesta de cumpleaños donde sin duda se encontraría con Pedro y su esposa, era demasiado pensó, y para colmo el padre de Pedro que pretendía que ella se mudase a NYC y trabaje ahí a diario.


Su cabeza estaba por estallar y estaba por perder la poca razón que le quedaba. Tomó un profundo respiro.


El día no podía ir peor.


Todos eran muy agradables, eso tenía que reconocerlo, era una familia muy cálida, que la trataban con mucha sencillez, pero la situación que estaba viviendo era verdaderamente de locos, estaba por ponerse a llorar.


Ana había ido al baño y Horacio aprovechó para pedirle que no le dijese nada a su esposa de su retiro, le explicó que era una sorpresa que quería darle llegado el momento.


- Por supuesto cuenta con toda mi discreción.

CAPITULO 61




Pedro partió para Europa en un vuelo de Alitalia.


El vuelo AZ7603 salió puntualmente y era directo al Aeropuerto Malpensa en Milán, Italia.


El viaje se le hizo interminable, aunque no había sitio en donde se sintiese bien en realidad.


En su cabeza pasaba y repasaba los acontecimientos vividos con Paula durante la mañana, y no podía creer como había terminado ese encuentro, y pensar que él hasta se ilusionó en un momento en llevarla a su casa.


Todo estaba perdido, no había forma de que ella lo escuchase, lo había mirado con tanto odio.


¿Por qué no podía gritarle la verdad en la cara? Tal cual como le había dicho su padre ¿por qué seguía culpándose por seguir vivo mientras Julieta estaba muerta?
¿Porque no se sentía digno de ser feliz a pesar de desearlo con toda su alma?


Él se sabía tan enamorado de Paula, ella era el amor de su vida, nunca había sentido por nadie lo que sentía por ella, nunca ninguna mujer lo había hecho sentir tan pleno, tan hombre y aunque le dolía, debía reconocer que ni siquiera nunca se sintió así con Julieta.


¿Porque entonces no ponía fin a este sufrimiento? ¿Porque no le decía a Paula que Julieta era su esposa muerta?


Pero cuando lo consideraba volvía a enojarse, sentía verdadero fastidio que ella no confiara en él, y que crea más en una desconocida que en su propia palabra, era injusto, a sapiencia que él jamás había sido tan sincero y tan íntegro con una mujer.


¿Acaso ella no se había detenido a pensar en todas las cosas que él le había contado de su vida? ¿Por qué era tan ciega?


Ese amor le estaba haciendo mucho daño, una vez le dijeron que el amor duele cuando es verdadero, pero a él lo estaba matando.


Necesitaba alejar sus fantasmas, pero no solo él necesitaba eso, Paula también tenía que alejar los suyos y parecía que ninguno estuviese dispuesto a hacerlo.


Él le había robado un beso por obligación y ella se lo había seguido, luego se arrepintió, sí, eso fue lo que pasó, se decía constantemente y solo para convencerse que todo no estaba perdido.





Paula no se sentía bien, estaba terriblemente deprimida, cerca del mediodía recibió la llamada de Mandy la secretaria de Horacio Alfonso, para corroborar que había llegado bien y que estaba instalada sin inconvenientes, le confirmó que el lunes el Sr. Alfonso la esperaba a las 10 AM.


Por la tarde Gabriel la llamó y no tubo coraje para negarse a salir en la noche, él se había tomado tantas molestias en la mañana para ir a esperarla al aeropuerto, inclusive le había dicho que tenía reservaciones en un restaurante y luego en un Night Club, así que salir con él era lo menos que podía hacer.


Se arregló a desgano él pasaba a buscarla.


A las 9 PM puntualmente estuvo ahí por ella.


Gabriel era un hombre muy interesante, culto, talentoso y además de buen porte, pero ella no tenía ojos para nadie, los suyos hacía tiempo que habían encontrado en quien deleitarse, y aunque se resistía a sus sentimientos, éstos iban más allá de la razón misma, quizá ese era su destino amar toda la vida a un imposible.


Primero fueron a cenar y luego a un Night Club.


La noche le pareció interminable, aún a título de parecer grosera, en determinado momento mientras estaban en Kiss and Fly Paula comenzó a bostezar para que él se diera cuenta y la llevara al Hotel.


- ¿Te aburro?


No Gaby, como crees, solo que aún no me recupero del viaje, pero lo estoy pasando genial, este lugar es maravilloso y vos sos una excelente compañía, sos un gran amigo. — Gabriel se sonrió con pesar.


- Qué pena que solo soy un gran amigo y no soy todo lo que en verdad quiero ser para vos.
Me ilusioné mucho cuando me llamaste y me avisaste que venías, lo único que lamento que vengas por tan poco tiempo, quizá si nos viéramos más seguido podrías apreciar mis sentimientos para con vos y para colmo esta semana estaré tan liado, he conseguido unas cuentas nuevas y los inversionistas, quieren que sea muy rudo en las negociaciones.
Esto es lo que a veces odio de mi trabajo, que me absorbe todo el tiempo, pero sin esa adrenalina no podría vivir.


- Gaby, de verdad no te preocupes — ella le tomó la mano — yo también estaré ocupada, estaré con mucho trabajo también, recuerda que no vine de paseo, tendré reuniones interminables a lo largo de la semana, me la pasaré elaborando informes y andaré tapada de cálculos — Paula le mintió, en realidad no sabía cómo sería su semana, pero no quería alentarlo a que siga esperando que saliese con él, se sintió desconsiderada, pero no pudo evitarlo — solo quería verte, aún recuerdo lo bien que lo pasamos en Mendoza, apenas supe que vendría pensé en vos. Me siento muy halagada de saber que tenés tan buenos sentimientos hacia mí, no sabes cuánto quisiera poder corresponderlos, te lo dije antes, sos muy atractivo y con vos me siento muy cómoda pero…


Él le tomó las dos manos y se la llevó hasta sus labios interrumpiendo lo que Paula estaba diciendo.


- Pensé mucho en vos Paula, desde que vine de San Rafael varias veces estuve a punto de llamarte, pero sé que la distancia es un gran impedimento, soy consciente de eso, no obstante siempre podríamos buscar la forma, no me importaría tener que viajar para verte.


- Gaby no quiero mentirte, he pensado en vos también, pero como en un buen amigo — quería quitarle todos los pensamientos que la incluyan en su vida — aún no me repongo de las heridas, mi corazón aún está muy dolido y cerrado a otra relación.


Gabriel se quedó viéndola, estaba haciendo el papel de tonto pensó, no tenía posibilidades con Paula, pero ella le gustaba mucho, demasiado.
Se acercó y le dio un beso en la comisura del labio, luego tentó correr su cara y darle uno de lleno en la boca pero ella levantó la mano y se la apoyó en los labios de él.


- No Gabriel, por favor, no lo hagas — después del beso de esta mañana con Pedro sabía que no quería que nadie más poseyese sus labios, no quería que la huella que él les había impreso se borrara.


- Creo que por ahora tendré que conformarme con tu amistad, igual seguiré esperando por ti.


Ella no le contestó.


Terminaron de beber el champagne y se pusieron los abrigos, luego él la llevó hasta el hotel en su Honda Accord.
Se despidieron en la entrada, él tentó nuevamente para besarla, pero Paula no se lo permitió. Gabriel se sonrió y negó con la cabeza.


- Eres un hueso duro de roer Señorita Chaves… creo que por eso me tienes tan loco — ella le devolvió la sonrisa — te llamo en la semana, veo si puedo aliviarme un poco en el trabajo y por ahí podamos salir a cenar nuevamente.


- Me parece bien, Gabriel, será un placer.


Paula subió las escalinatas de la entrada y el botones le abrió la puerta para que ella desapareciera dentro del Hotel.


A las 6:50 AM hora local Pedro arribó a Milán, estaba agotado, había volado poco más de ocho horas y el jet lag realmente lo había afectado. Se sentía despojado de todas sus fuerzas, le dolía la cabeza, y se sentía muy desganado.
Luego de pasar por todos los trámites migratorios alquiló un automóvil en Elephant Car Hire y partió hacia el Hotel Armani, donde tenía hecha reservaciones, esta vez había viajado solo, Oscar se había quedado en New York para dedicarse a seguir a Paula junto con otro empleado y darle un reporte completo de todo cuanto ella hiciese durante los días que estuviese en la ciudad, aunque después de lo ocurrido en la mañana de ayer, había dudado en seguir adelante con la guardia, finalmente, y aunque lo creyó estúpido y descabellado no pudo resistir ante la angustia de saber si se encontraba con el moscardón del aeropuerto.


Después de recorrer por carretera 53 km llegó al hotel en Via Manzoni, ubicado en lo que se conoce como el cuadrilátero de la moda y a tan solo siete cuadras de la Galleria Vittorio Emanuele II, era la primera vez que se alojaría en ese lugar.


Arribó a la recepción, la primera impresión que tuvo al llegar fue un tanto rara, ya que esperaba encontrarse con una recepción hedonística, pero solo entró a un pequeño vestíbulo donde un hombre con su impecable traje Armani lo atendió muy cordialmente.


Pedro dio su nombre en la recepción para que chequen su reserva y una vez hecho el check-in le entregaron sus llaves y lo invitaron a subir al lobby del hotel en el séptimo piso, allí se encontró con un lugar con una decoración netamente minimalista, tonos neutros, mucho mármol y un lujo y una sofisticación exquisitos, que tenía unas vistas panorámicas de la ciudad enclavada en la región de Lombardía desde allí también se podía ver la Catedral de Milán, más conocida como Duomo, un paisaje increíble a los ojos.


Desde el lobby tuvo que tomar otro ascensor para ir a su habitación, la Suite Milano.


Pidió una mucama para que desempacase la ropa de sus maletas y la acomodase en el vestidor, le dio una propina a la mujer, y entretanto él se metió a asearse. Se dio un baño de inmersión, necesitaba relajarse, cuando salió, la empleada ya se había ido así que se introdujo en la cama, precisaba imperiosamente dormir, estaba exhausto, su mente y su cuerpo pedían descansar.





Durante el sábado, Paula no salió en todo el día del hotel, hasta pidió servicio de habitación para todas las comidas.
Solo por la tarde se animó un poco, pues tenía que deponer su actitud destructiva se conminó por su salud mental a seguir adelante con su vida.


Esperando sentir alivio se fue al spa del hotel para que le hagan un masaje, le dolía demasiado el cuello estaba demasiado tensionada


Ese día, aprovechando que estuvo en el hotel y con tiempo de sobra, se metió en Internet para solicitar su New York pass, una tarjeta que es un pase para ingresar a diferentes atracciones de la ciudad, así que el domingo se levantó temprano y se fue hasta Planet Hollywood de Times Square para ir a recogerla.


Estaba de mejor humor, y eso la hizo decidir que sería bueno salir a recorrer un poco las atracciones de New York.
Se abrigó muy bien, pues ese día hacía mucho frío y la mucama cuando vino a hacer el aseo de la habitación, así se lo recomendó tras su consulta.


Se calzó unos jeans, botas bajas tipo montura, cómodas y abrigadas para una buena caminata, camiseta manga larga, sweater cuello alto, campera de abrigo, gorro, bufanda y guantes y salió a recorrer la ciudad.


Después de recoger su New York Pass y su Metro Card, anduvo un poco por Time Square, la vez anterior que había ido a NYC la había recorrido de noche, obviamente de día no es lo mismo, sus luminarias de noche lucen mucho más, pero cualquier almacén o tienda que esté situado en Times Square tienen una iluminación especial y un ambiente dentro de la tienda a lo grande y muy americano.


Con mapa en mano que también había adquirido, caminó hacia Taco Bell donde se comió un Burrito y se tomó una soda de lima limón, hmm todo exquisito, lo disfrutó tanto como si se hubiese sentado en un lujoso restaurante.
Le pidió a una de las meseras si le hacía el favor de tomarle una foto mientras comía y se la envió por whatsapp a Matias, a Ezequiel y a su Madre, también les envió una de Toys R US una tienda de juguetes en Time Square, donde hay un carrusel dentro y donde también se había tomado una fotografía, pensó en su sobrina Clara, seguro le encantaría.


Luego de saciar su apetito y como estaba muy cerca, caminó hasta el Empire State, mientras iba llegando, sacó fotos a la majestuosa mole de 102 pisos, consiguió muy buenas tomas consideró.


En el hall del edificio se informó de las condiciones climáticas y la visibilidad que había ese día, así como también del tiempo de cola para acceder al observatorio y pacientemente esperó su turno.


Finalmente llegó, se sacó la foto que incluía su ticket de New York Pass y luego siguió al guía a quien mucha atención no le prestó, puesto que explicaba lo mismo que la vez anterior que había ido con su madre y su hermano, a ella lo que le interesaba era tener una vista majestuosa de toda la isla de Manhattan de día y parte de los alrededores, sacó infinidad de tomas y admiró enormemente el paisaje, cuando sintió que ya los huesos se le estaban helando bajó. Fue al piso 80 donde se encuentra la tienda de Gift, allí compró varios regalos y recuerdos.


Durante la mañana intentó relajarse y no atormentarse con Pedro, él se había convertido en eso para ella, en un dulce y añorado tormento, trató de disfrutar del paseo y del paisaje, y lo estaba consiguiendo.


En realidad New York obnubila y nubla la razón y es lo que ella sentía caminando por sus calles.


Cuando salió del Empiere Sate, se tomó el metro y se fue a recorrer las pintorescas calles del barrio SoHo, pasó por el edificio Singer, una maravillosa construcción en acero y terracota, recorrió las calles y sacó fotografías a los antiguos almacenes convertidos hoy en viviendas.


La calle más representativa de ese lugar era la Greene St. y aunque ella no lo sabía era la calle donde vivía Alex.
En conclusión dedujo que era un barrio misterioso, pues la arquitectura de las fachadas sin duda escondía el lujo y el esplendor de los remodelados interiores convertidos en lujosos hogares.
El barrio era muy tranquilo, las calzadas casi silenciosas y las famosas escaleras de hierro colado brillaban en las fachadas, además todo lucía muy limpio y muy cuidado.
Aprovechó y echó un vistazo a las tiendas del lugar, aunque menos lujosas que las que había dejado atrás, eran muy lindas igualmente y los precios mucho más accesibles.
Ávida por ver más, terminó dentro de una Galería de Arte en el 74 Grand St donde admiró el arte contemporáneo del lugar, y aunque había cosas realmente muy bellas y que le hubiese encantado comprar para llevarse y adornar su departamento, para ella era imposible adquirir ninguna obra, pues los precios eran cósmicos.


Cuando salió de ahí, notó que la temperatura había bajado considerablemente, el sol había comenzado a esconderse y el viento soplaba con fuerza, miró el firmamento y vio que oscuros nubarrones amenazaban el cielo neoyorquino, entonces, decidió concluir su paseo, además estaba cansada.


Se tomó el metro y se fue al The Peninsula.





Hacía rato que había regresado al Hotel, la inauguración de la tienda de Mindland había sido un éxito, mucho más de lo esperado, Pedro estaba muy satisfecho.


Aunque había intentado dormir, no lo conseguía, aún no se adaptaba a los cambios de horarios.


Miró la hora y calculó la que sería en NYC y decidió llamar a Oscar a ver que tenía para contarle.


- Sr. como le va, lo hacía durmiendo a esta hora.


- Buenas tardes para ti Oscar, ¿qué novedades me tienes?


- ¿Le cuento desde el viernes, o solo quiere saber desde hoy?


- No Oscar quiero saber desde el viernes — Oscar hizo una mueca de fastidio, hubiese querido poder evitar lo de ese día, intentó usar un tono neutro.


- Sr. por la noche la fue a buscar el hombre que la recogió en el aeropuerto, salieron a cenar a un Restaurante Mexicano en Lincoln Center en Columbus Avenue y la 62nd luego de ahí fueron a un Night Club en Meatpacking District en la 409 West y 13th Street Kiss and Fly se llama el lugar — Pedro estaba bordó de la bronca, Paula salía con el imbécil ese y con él no quería saber nada.


- Lo que me interesa saber es como fue la situación entre ellos, no me interesan las direcciones Oscar ¿qué te pasa? despiértate, soy yo el que tendría que estar adormilado por la hora que es acá.


- Sí Sr. claro, la cena fue muy normal, de amigos diría yo, él se mostró muy atento, se notaba que hacía bromas pero la Srta Paula siempre muy correcta y manteniendo distancia.
Luego en el Night Club ella parecía estar aburrida y se lo hizo notar, comenzó a bostezar — esa es mi chica pensó Pedro y el corazón le volvió al alma nuevamente — pero entonces el tipo apuró los trámites e intentó besarla.


- ¿Y se dejó? — Pedro rogaba que le dijese que no.


- No Sr. ella le corrió la cara y algo le dijo, luego se fueron y en la puerta del Hotel el tipo la abordó otra vez, pero tampoco lo consiguió, luego se despidieron — Aunque a Pedro no lo contentaba que Paula haya asentido salir con el idiota, por lo menos ahora sabía que con él no quería nada.


- ¿Ya averiguaste quien es el imbécil ese?


- Es un broker Sr.


- ¿Broker de mercancía o de bolsa?


- De bolsa Sr. trabaja para Finally Management Inc. por lo que pude averiguar es muy bueno en lo suyo, actualmente es el broker con más cuentas en la empresa para la que trabaja y su nombre es Gabriel Iturbe — Pedro pensó que el nombre era latino, podía ser argentino como ella, le pediría a Oscar luego que investigue más, quería saber de dónde se conocían, ahora lo que quería saber es del viernes.


- Ok ¿algo más del viernes?


- No Sr. ella entró en el hotel y él se fue.
El sábado no salió en todo el día y hoy lo hizo por la mañana, retiró un New York Pass y anduvo turisteando, sacó muchas fotos, caminó por Time Square, comió en Taco Bell, fue al Empire State Building y luego anduvo recorriendo las calles del Soho, transitó por su barrio, inclusive pasó por la puerta de su casa y hasta foto tomó de todas las fachadas de esa cuadra, creo que se interesaba en la arquitectura del barrio — Pedro tenía una sonrisa estúpida al enterarse donde había terminado Paula, maldito destino pensó, nos sigue cruzando, la puso en la puerta de mi casa sí que ella supiera — Luego entró en una galería de arte de la calle Grand St. y después de eso se tomó el metro y se regresó al Hotel. Eso es todo.


- Perfecto Oscar, buen trabajo, fíjate que más podes averiguar del broker, me interesa saber de dónde se conocen, buenas noches.


- Seguro señor, mañana la recogeré para llevarla a la oficina como usted me pidió, su padre la espera a las 10 AM.


- Ok muchas gracias.


- De nada Sr. que tenga buenas noches.




Si antes no tenía sueño después de toda esta información que había recibido mucho menos. Su celular vibró era un whatsapp de Rachel.


- Solo esto me faltaba… — no le contestó.




El lunes por la mañana Paula se levantó muy temprano, a las ocho sonó su teléfono y la secretaria del Sr. Alfonso le avisó que un automóvil la recogería 9:30 AM por el Hotel.


Se apuró a terminar de arreglarse.


Puntualmente, le avisaron de conserjería que la esperaban en recepción.


Cuando bajó, no tardó en reconocer a Oscar.


- Buenos días Oscar, no esperaba que sea usted quien me recogiera, lo hacía en Italia con su jefe.


- Buenos días Srta. Chaves, un placer verla nuevamente.
Acá me tiene, el Sr. Horacio Alfonso quiso que sea yo quien la recogiera.


- Muchas gracias, vamos o llegaremos tarde.


En diecisiete minutos por el estado del tránsito a esa hora, llegaron al 330 Madison Avenue donde estaban las oficinas centrales de Mindland, Oscar se bajó y le abrió la puerta a Paula.


- Gracias Oscar.


- De nada Srta. cuando desee regresar, le avisa a la Srta Mandy o a la Srta. Alison y ellas me llaman.


- Perfecto, hasta luego.


Paula entró en el imponente lobby del edificio realizado en mármol Paonazzo Marbel, miró en derredor estudiando el lugar y luego se anunció en la recepción donde indicó que la esperaba el Sr. Horacio Alfonso de Mindland.


Estaba nerviosa, ya que no sabía a ciencia cierta a que venía exactamente y eso la hacía sentir insegura.Luego de checar su entrevista el hombre de la recepción le sacó una foto, le pidieron una identificación y le entregaron una tarjeta de visitante con la que le indicaron que podría acceder.


Pasó por unos molinetes electrónicos que leyeron la tarjeta que le habían entregado y se dirigió a la zona de los elevadores que se dividían en tres tramos, cada uno estaba preparado para parar según el piso donde se necesitase ir.


El ascensor al fin se detuvo, salió de la caja de acero y acabados en madera, y se encontró con una entrada vidriada, donde nuevamente tuvo que utilizar la tarjeta de visitante para ingresar.


El vestíbulo del piso veintinueve era igual de suntuoso que el principal con columnas en acero, piso flotante y mármol Paonazzo Yellowstone y un enorme letrero en acero que indicaba que uno se encontraba en Mindland.Se anunció con la recepcionista, quien prontamente se comunicó por el interphone indicando que ella se encontraba allí.


Luego de hablar con esa persona la muchacha le indicó que pasara a la recepción que se encontraba detrás de ella y que aguardase cómodamente que enseguida la iban a recibir.


Pasó al recinto que se le había indicado y se encontró con una zona de sillones en color crema y una mesa baja de cristal, de frente a ella había dos oficinas vidriadas, en una de ellas pudo divisar de inmediato a Alison, quien estaba en plena comunicación telefónica, ella también la vio y le hizo un ademán dando cuenta que en seguida la saludaba.


- Acaba de entrar a la recepción, ella ya está acá.


- Ok gracias. No olvides mandarme por fax lo que te pedí.


- Corto contigo y te lo envío.


Oportunamente quien hablaba con Alison era Pedro, que había llamado por unos documentos que necesitaba, y que no pudo resistir la tentación de preguntar por ella.


Pegada a la oficina de Alison había otra idéntica, que indicaba en la puerta el nombre de Mandy Stuart, en ese momento y sin dilatar más el tiempo, de allí salió una mujer de unos cuarenta y tantos años, regordeta y con los labios pintados de rojo profundo, que se acercó a recibirla.


- Bienvenida a Mindland Central Bureau Srta. Chaves, mi nombre es Mandy Stuart, soy la asistente personal del señor Horacio Alfonso, permítame su abrigo por favor.


- Encantada.


- El gusto es todo mío Señorita.


Paula le extendió la mano y seguidamente se despojó de su trench de cuero en color natural, con cuello y puños de piel ecológica, se lo entregó a la encantadora mujer que la había recibido.


Quedó enfundada en un vestido en color natural, con escote volcado y falda cruzada que remataba con un cinturón que definía su estrechísima cintura. En los pies llevaba unas botas de tacones altísimos en gamuza marrón y herrajes y caña muy alta. Estaba deslumbrante.


- Póngase cómoda por favor, el Sr. Alfonso ya se desocupa y la recibe, ¿desea tomar algo? Té, café, cappuccino, latte, dígame por favor lo que prefiere.


- Solo un vaso de agua por el momento gracias.
Alison se desocupó al teléfono y salió a saludarla con un afectuoso beso y un cálido abrazo, luego elogió lo elegante que se veía, Paula agradeció la lisonja y también la ponderó a ella, cosa que en verdad era cierta.


- ¿Cómo van los preparativos de tu casamiento, falta poco verdad?


- Estoy enloqueciendo, esta es la última semana que trabajo, luego me tomo quince días para ultimar todo antes de la fecha.


- Imagino que los últimos días deben ser los peores.


- Ni te imaginas, por suerte uno se casa solo una vez, bueno no siempre, pero en mi caso espero que así sea. — ambas rieron.


Mandy volvió a acercarse trayendo una copa de agua.


- Esa es la oficina del Sr. Alfonso — le indicó a su derecha — cuando vea que la persona que está dentro sale, entre directamente, el Sr. ya está avisado.


- Ok, muchas gracias.


Paula bebió el agua y dejó apoyada la copa sobre la mesa baja. Cuando se disponía a seguir hablando con Alison, vio que del despacho salía una mujer alta, de cabello rubio con expresión soberbia y remilgada, esa fue su consideración a simple vista.


- Ah, Horacio ya se desocupó, ve que debe estar esperándote — la alentó Alison mientras le frotaba el brazo — tranquila, él es muy agradable.


- Gracias Alison, luego nos vemos.