miércoles, 27 de agosto de 2014

CAPITULO 153




Había sido un día muy intenso.


Por la noche, Pedro y Paula se sentaron en la galería del fondo, en una tumbona. Mientras Pedro le acariciaba la barriga a Paula, llegó Gonzalo y se acomodó a su lado.
Traía una botella de vino y una copa para él y otra para Pedrolas llenó y le pasó una.


—Gracias.


—¿Disfrutando de la calma de la noche mendocina?


—Así es, hermanito.


—Parece que lo de mamá y el francés va en serio, salieron a
caminar.


—No seas celoso, Gonzalo; Luc es una buena persona.


—No, si no digo lo contrario. Simplemente, me resulta extraño ver a mamá con alguien.


—Pero parece contenta —comentó Pedro.


—Sí, mi madre está feliz, no puedo negarlo.


—Cuñado, creo que me voy a llevar unas cuantas botellas de este Chardonnay. Realmente me gusta mucho.


Ésta es una de nuestras mejores cosechas de este vino.
Mañana temprano te hago preparar unas cuantas para que se lleven.


—Gracias.


—Voy al baño, ya vuelvo — dijo Paula y desapareció dentro de la casa.


Se quedaron en silencio hasta que Pedro decidió romperlo.


—No confiás en mí, ¿verdad? ¿No me creés digno para tu
hermana?


—¿Por qué tendría que pensar eso?


—Me gustaría que me lo explicaras vos, porque realmente
amo a tu hermana más que a mi vida. —Pedro se sentó en la tumbona, se giró y quedó de frente a Gonzalo mientras buscaba sus ojos.


Había decidido hablarle sin tapujos y decirle todo lo que pensaba de una vez. Bebió de su copa y continuó hablando—: ¿Qué es exactamente lo que te dijo Iturbe de mí para que tengas tan mal concepto de mi persona?


—No sé por qué creés que Gabriel tiene algo que ver con lo
que yo pienso sobre vos. —Pedro se rió con sorna.


—Sé que me ha investigado.—Se hizo un silencio entre ellos—.Gonzalo, antes de conocer a tu hermana, mi vida sólo se limitaba a trabajar y a acumular millones y conquistas. Nadie me interesaba más que para echarme un buen polvo y, por suerte, nunca me costó conseguir una mujer para llevarme a la cama. —Gonzalo hizo un rictus con la boca demostrando asombro —. Lo siento, quizá te suene
presumido, pero así era yo, sólo usaba a las mujeres para saciar mi placer. Espero que no te ofendas por lo que voy a decirte, porque te hablaré de nuestra intimidad y quizá te choque. —Gonzalo lo escuchaba con atención—. Cuando conocí a Paula, ella no era diferente a las demás, no me costó llevármela a la cama. La llevé a la habitación del hotel donde estaba alojado y lo único que quería con ella era un buen revolcón y lo tuve. No se negó a nada, hice con ella todo lo que me apeteció. —Gonzalo lo miró con desprecio—. Lo sé, dicho así duele, pero te estoy hablando como te hubiera hablado el Pedro Alfonso que llegó a Argentina por aquel entonces. Increíblemente, ninguno de mis trucos de seductor resultaron; tu hermana me puso patas arriba, rompió toda la estructura de mi vida; me dejó tambaleando desde el primer momento que estuve con ella y, cuando la volví a ver, supe que no iba a poder olvidarla. Ahora me doy cuenta de que tampoco quería hacerlo, pero entonces me sentía tan omnipotente e irresistible que quería convencerme de que lo único que buscaba con ella era volver a revolcarme porque el sexo había sido muy bueno. Pero ¿sabés qué? Ya me había enamorado. Sí, el presuntuoso Pedro Alfonso había sucumbido a la inteligencia, la sencillez, la belleza y los buenos sentimientos de su empleada. Me costó reconocerlo, porque mi esencia quería luchar contra eso. Además, por esos días, aún me castigaba por no haber hecho feliz a mi exesposa, su muerte era un saco de piedras que cargaba sobre mis hombros y sentía que no era merecedor de dar amor a otra persona, ni de que me lo dieran.
Sólo buscaba alivio sexual y pretendía vivir mi vida sin
involucrarme sentimentalmente con nadie. Me creía tan macho, follándome a una mujer diferente cada vez, que estaba convencido de que lo lograría. Por eso, cuando hubo ese malentendido entre nosotros y Paula no quiso que le
explicara lo de mi esposa, no la saqué de su equivocación y me fui, y le rompí el corazón sin importarme nada. Estaba asustado, en parte, por lo que ya vislumbraba que sentía por ella. —Tomó un sorbo de su copa—. ¡Idiota de mí! La dejé destrozada acá y yo también me estaba destrozando por no tenerla. Lloré noches enteras recordándola y no me avergüenzo de decírtelo, ¿sabés lo que hice?
Me compré su perfume y, por las noches, rociaba mi almohada para creer que la tenía a mi lado. Por eso, cuando la recuperé, ese mismo día le entregué un anillo de compromiso, porque ya no concebía mi vida sin ella. Tu hermana es la persona con la que quiero vivir y compartir el resto de mis días. Mi mundo empieza y termina en Paula.
Me duermo haciendo esfuerzos para no hacerlo, porque la amo tanto que temo no despertar y dejar de verla. —Respiró hondo y miró al cielo antes de continuar—: Cuando Paula recibió ese disparo, creí que me moriría, y no es solamente una frase hecha, te juro que me sentí morir y me asusta este estado, porque a veces entiendo que dependo mucho de ella. El otro día, cuando hicimos el test de embarazo y dio positivo, volví a morirme de miedo. Si el médico no me hubiese garantizado que ella estaría bien con este embarazo, no hubiese permitido que continuara con él.
»Gonzalo, me acuesto pensando en su bienestar y me levanto con ello en mi mente. Tuve una vida sexual muy activa antes de estar con ella, pero eso se ha terminado,porque sólo la necesito a ella. Tu hermana me complementa y es todo para mí.


Paula llegó de forma inoportuna cuando Gonzalo estaba a
punto de hablar.


—¿Charla entre cuñados?


—Una muy buena charla entre cuñados —sentenció Gonzalo.


Paula se sentó en las piernas de Pedro, le retiró el pelo de la frente y se la besó.


—¿Saben que ustedes dos son los hombres más importantes de mi vida?


—¡Uf, menudo rival me tocó!—bromeó su hermano.


—No, Gonzalito, rivales nunca.
Cada uno ocupa un lugar muy importante e irremplazable en mi corazón. —Ella estiró su mano y la enlazó a la suya.


—Estás cambiada, Pau, te veo afianzada.


—Soy feliz, Gonzalo. La felicidad nos hace diferentes, el
amor cambia a las personas.


Miró a Pedro y le besó la punta de la nariz

CAPITULO 152




Todos estaban sentados a la mesa mientras Patricio servía el asado.


Guille, ¿y los platos de ustedes?


—Patricio y yo vamos a comer en la cocina, Alejandra.


—¡Ni lo sueñes, mujer, te traés los platos y comemos juntos,
como todos los días!


—¿Cómo es eso, Guille, vengo a visitarlos y no querés compartir la comida conmigo? —le preguntó Paula. 



—¡Ay, niña! ¿Cómo va a ser por eso? Sólo que mi viejo y yo
queremos que coman en familia.



—Traé los platos y dejate de bobadas, Guille. ¿O pretendés que todos nos traslademos a la cocina? La mesa de allá no es tan extensa — le dijo Gonzalo mientras destapaba el Malbec y hacía ademán para servirle a Paula antes que a nadie, pero su hermana lo detuvo, puso la mano sobre la copa y le dijo:
—Gracias, Gonzalo, no voy a tomar vino.


—Pero es el que a vos te gusta, el de la última cosecha de
papá.


—Lo sé, pero no puedo beber alcohol.


—¿Acaso han surgido complicaciones en tu salud por el
disparo?


—No, tranquilo, estoy perfectamente, no se trata de eso.—Paula cogió de la mano a Pedro y se dieron un beso, luego ella siguió hablando—: Estoy embarazada.


—¡Ay, no puedo creerlo! ¡Mi nena va a ser mamá! —Ale se
levantó de su lugar y fue hasta donde estaba su hija para abrazarla con verdadero sentimiento. Gonzalo también se puso en pie y se acercó Pedro; le dio un abrazo afectuoso, le palmeó la espalda con fuerza y, luego, fue a buscar a su madre y a su hermana y las cobijó a ambas en un sentido abrazo.


—¡Felicidades, pendeja!


Todos se acercaron a saludarlos, incluso Luc y Chloé.


—¡Felicitaciones! Un bebé siempre es una bendición.


—Gracias, Chloé, realmente me siento muy bendecida.


Guillermina y Patricio se mostraban también muy
conmovidos. La que no parecía estar muy contenta era Clara, pues otro bebé significaba menos protagonismo para ella. De todas formas, se acercó para darle un beso a su tía, incitada por su madre.


—Déjenme llenar las copas y brindemos —dijo Gonzalo y se ocupó de servir el vino para todos, menos para Paula—. ¡Brindo por mi primer sobrino!


—Hagamos un brindis doble —dijo Pedro muy feliz—, porque esperamos dos bebés: estamos embarazados de mellizos.


—¡Dos! ¡Mierda, no saben lo que los espera! No es que quiera desilusionarlos, pero si uno no te deja dormir, ¡imagínense dos a la vez! —exclamó Gonzalo y la mesa
estalló en festejos otra vez.


—Hija, ¿está todo bien? ¿Ya fuiste al médico?


—Sí, va todo perfecto. Me hicieron los primeros exámenes y
todos salieron bien.


—No puedo creerlo, pero si hace poquito más de un mes
estábamos con los preparativos para la boda.


—Para nosotros también fue una sorpresa. Paula estaba tomando anticonceptivos y se suponía que debíamos esperar unos meses más por la herida —añadió Pedro.


—¿Y no hay riesgo para Paula? —preguntó Gonzalo alarmado.


—No, tranquilo, Gonza, ya fuimos a la consulta del cirujano y todo está en óptimas condiciones.
Sólo debo cuidarme durante los primeros meses para no aumentar demasiado de peso, algo que, siendo dos bebés, va a ser más difícil, pero todo está perfecto. No tienen que preocuparse por nada, de verdad.

CAPITULO 151




Volvieron a la casa. Los ánimos no estaban como para unirse al recorrido con los demás. Paula se dio un baño mientras Pedro le hacía compañía a Patricio, que estaba preparando un costillar en el asador. Habían decidido darse un espacio, para que a ambos se le pasara el enfado.


—Don Pedro, sé que recién vienen de ahí, pero ¿no me
acompañaría a la bodega? Me gustaría bajarle un vinito de la última cosecha de mi señor Chaves a la niña Paula; ella siempre toma ese Malbec cuando viene y la verdad es que están tan altos que yo no me animo ya a trepar hasta ellos.


—Con gusto lo acompaño, pero le voy a contar un secreto que aún no sabe nadie: Paula esta vez no va a beber vino.


—¿Ah, no? —Patricio se mostró apenado y no entendió
mucho lo que decía Pedro.


—Está embarazada.


—¡Oh, don Pedro, qué gran noticia! —El viejo le palmeó la
espalda y hasta lagrimeó un poquito —. Felicidades a usted también, quédese tranquilo que no voy a decir nada, tengo mi boca con siete candados, pero con más razón vayamos a por ese vino: la familia querrá brindar de manera especial
cuando sepa la noticia.


—Vayamos, entonces.


—¡Ahora entiendo por qué vinieron sin aviso! —Pedro le guiñó un ojo mientras subían a la camioneta—, en cuanto se entere mi mujer, se pondrá a tejer patucos.




A la hora de comer, todos habían regresado ya del recorrido y Pedro fue a buscar a Paula, que estaba con su sobrina en la habitación de Clara. Cuando entró, casi se desternilla de risa, porque estaban jugando a la peluquería y la niña había hecho estragos en el aspecto de su tía, que parecía el león de la Metro Goldwyn Mayer y estaba pintada como un payaso.


Pedro intentó contener su risa,pues como las relaciones con la niña no eran muy buenas no quiso que pensara que se burlaba de ella.


—Permiso, ¿les falta mucho? Porque ya vamos a comer. Mi amor, ¡qué hermosa estás! Creo que deberías dejar que Clara te maquillase y te peinase más seguido.


—¿Cierto que está hermosa, Pedro?


—Sí, Clari, realmente la dejaste más hermosa de lo que tu tía ya es. —Pedro le guiñó un ojo.


—Pero yo aún no pude verme al espejo, Clara no me deja hasta que no termine.


—Te juro que vas a quedar impactada cuando te veas.


—¿Estoy linda?


—Muy linda.


—¿Viste, tía? A Pedro le ha gustado. Te lo dije, tenés que
peinarte así para ir a la oficina.


—Sí, mi amor, creo que tenés que hacerle caso a Clara y adoptar ese look. —Paula se acercó a Pedro y le habló entre dientes.


—Suficiente, no la incites más que no me va a dejar sacar el
maquillaje ni el peinado y voy a tener que ir a comer así.


—¡Oh! Yo creo, Clara, que tu tía debe salir así y que todos vean lo bonita que la dejaste, ¿qué crees?


—Sí, tía, quiero que mi mamá te vea.


—Te mato. —Paula pellizcó la cintura de Pedro mientras le
hablaba en tono bajo.


—¡Ay, eso ha dolido!


En eso entró Mariana y fue la salvación para Paula.


—¡Ah, pero que le hiciste a tu tía! Parece el Joker de Batman.


—¿Verdad que está hermosa, mami? A Pedro le gustó cómo le queda.


 —Sí, hermosa, para suplir al payaso del circo del pueblo.
Vayamos a lavarte las manos y la cara, que ya vamos a comer.
Aprovechá, cuñada, y andá a hacer lo mismo.



Pedro y Paula fueron hasta la habitación que siempre ocupaba ella cuando vivía ahí.


—¿Se te pasó el enfado? —le preguntó él abrazándola por detrás, mientras ella, frente al espejo,intentaba sacarse con una toalla desmaquilladora el emplaste que Clara le había puesto en el rostro.
Paula lo miró a través del espejo,pero no le contestó. Siguió con su tarea mientras Pedro le besaba el cuello—. No me contestaste, ¿seguís enojada?


—Un poco.


—¿Y cuánto es «un poco»? —Le dio vuelta y la cogió por la
cintura.


Un poco es un poco.


—Depongamos esa actitud, Pau, no deseo seguir peleando.
¿Puedo decirte algo sin que te enojes aún más?


—Por supuesto.


—A ver, entiendo perfectamente lo que sentís por Chloé, porque siento lo mismo por Iturbe. —Ella quiso hablar—. Chis, en la cava yo te escuché y, cuando tuve que pedirte disculpas, lo hice. Ahora es mi turno. —Ella asintió
levemente con una bajada de ojos —. Nena, sé que estás haciendo un gran esfuerzo por tu mamá y por el negocio, y creeme que yo también, pues desde que ocurrió lo de París, no deseo tener ningún tipo de relación con Chloé. Vos estás por encima de todo para mí y quien se meta con vos también se mete conmigo. Cuando recuerdo que pudo ser la causa de nuestra separación, me encolerizo. Ahora, dame un motivo por el cual tenga yo que aguantar a Iturbe y te juro que lo hago. ¿Qué pasaría si un día llegamos a casa de mis padres y resulta que mi madre y Luciana están de lo más felices con una de mis ex? O, mejor, no digamos «una
de mis ex», porque el idiota ese nunca fue algo tuyo, ya lo sé —se corrigió antes de que ella lo hiciera —. Digamos, entonces, que llegamos a mi casa y está Audrey, ¿te gustaría encontrarla ahí sabiendo que me tiene ganas?
¿Cómo te sentirías si mi familia la tratase con pompa como si vos no existieras?


—Lo siento, pero mi familia no sabía que nosotros veníamos.


—No se trata de si veníamos o no. ¿Sabés qué? No soy estúpido, sé que tu hermano lo hubiera preferido a él a tu lado y no a mí, sé que no me perdona lo del disparo y me culpa por cada una de tus lágrimas y, en el fondo, lo entiendo.Pero lo que me da más rabia es que, en realidad, no sé si son sus propios pensamientos o los que Iturbe le mete en la cabeza.


—Paula, Pedro —Alejandra golpeó la puerta interrumpiendo la conversación.


—¿Sí, mamá?


—Permiso. —Asomó la cabeza por una rendija de la puerta
antes de entrar.


—Pasá, mami. —Ella entró y los abrazó por la cintura.


Pedro, no quiero que te sientas incómodo en mi casa por
ningún motivo. Me encanta que estén acá y ya le pedí a Gabriel que se fuera.


—No era necesario, Ale, no quiero que Gonzalo se disguste.


—Primero, sí era necesario;segundo, ésta es mi casa; y tercero, por más que mi hijo haya cargado a cuestas a esta familia, no puede arrogarse derechos que no le corresponden. Ahora, dejame decirte algo más: vos sos el esposo de mi hija y, por lo tanto, acá tenés los mismos derechos que Mariana.



Pedro besó en la cabeza a su suegra.— Gracias, Ale.


—No hay nada que agradecer.Ahora vamos a comer. Y vos —sentenció mientras miraba a Paula fijamente—, luego me vas a explicar por qué esa tirantez con Chloé, cosa que presiento desde que fuimos a París.


—No sé a qué te referís; será porque hemos tenido algunos
encontronazos en los negocios, mamá. Tuvimos un par de
intercambios de opiniones, pero, tranquila, nada que no pueda subsanarse. Me encanta que Luc esté acá, pero me pregunto una cosa, mami: ¿será que dentro de poco voy a tener que viajar a París cuando quiera verte?


—No sé, Paula, dicho así me da un poco de vergüenza, pero seguí tu consejo y lo estoy conociendo.


—¡Tonta! —Paula besó a su madre.



— Muy bien, suegra, déjeme decirle, como hombre, que usted todavía es muy apetecible. Ahora no se sonroje más y vayamos a comer ese costillar, que estoy muerto de hambre.


—Vayamos.


Salieron los tres abrazados.