miércoles, 6 de agosto de 2014

CAPITULO 85




Pedro estaba en el living junto a la ventana viendo hacia la calle, tenía una mano metida en el bolsillo del pantalón mientras hablaba por teléfono.


Él ya estaba listo, lucía guapérrimo enfundado en su traje de Armani que lo había combinado con una remera de seda fría negra, estaba esperando paciente a Paula que terminara de arreglarse, ella quería sorprenderlo, así que él se había cambiado en otra habitación para darle el gusto.


Por el equipo de sonido salía la voz de Maroon 5 que en aquel momento empezaba a cantar Crazy little thing called love.


En el mismo momento que los acordes empezaban, Paula apareció en el estar, Pedro de espaldas justo giró y la vio venir, su corazón latió muy fuerte, estaba despampanante, pero lo más significativo para él fue saber que esa belleza era su mujer.


Cortó rápidamente la llamada y salió a su encuentro, bajó el escalón del desnivel del living y se encontraron a medio camino.


La tomó de una mano y la hizo girar mientras se la devoraba con la mirada, la recorrió de punta a punta y en ese momento lo único que deseó fue tirarla sobre el sofá y hacerle el amor.


Paula enfundada en ese vestido negro de varias capas de gasa en la falda y escote strapless con un bordado de paillettes en todo el canesú, parecía una musa, estaba elegante pero también muy sexy, las finas medias negras la hacían lucir muy caliente, en los pies llevaba un modelo de plataforma de Louboutin, que ya se había convertido en su diseñador favorito, con unas correas cruzadas en el empeine y unos tacazos de venite centímetros.


Pedro se acercó a centímetros de su boca y sin importarle que le sacara el gloss le devoró los labios.


Aún permanecían aferrados de la mano y fue entonces cuando se sintió tentado de bailar con ella, así que la animó a seguirlo al ritmo del rock que sonaba, su chico era buen bailarín era sencillo seguirlo, y a ella se le daba muy bien ese ritmo, finalmente después de un giro la atrapó entre sus brazos y le cantó.



Crazy little thing called love There goes my baby
She knows how to Rock'n'Roll She drives my crazy
She gives me hot and cold fever Then she leaves me in a cool cool sweat
I gotta be cool relax get hip!


Pedro estaba exultante, sentía que nada podía ser mejor, estaba tranquilo, en parte que se haya aclarado lo de Rachel le daba un respiro, si algo lo molestaba en esta etapa de la relación era mentirle a Paula, así que ahora todo estaba en orden entre ellos.


Paula también estaba feliz, se sentía amada plenamente por el hombre que adoraba, segura de sí y de todo cuanto la rodeaba y no es que algo había cambiado demasiado, pero el solo hecho de haberse enterado de la zorra de Rachel, le daba tranquilidad, ahora sabía que ningún secreto rondaba entre ellos y que nada ni nadie podría separarlos.


Se volvieron a besar, su hombre era una máquina candorosa cuando la besaba, y ella siempre se mostraba muy receptiva cuando él lo hacía, si ese beso no paraba en ese momento terminarían descontrolados envueltos por esa necesidad que sentían el uno por el otro.


Pero ninguno parecía dispuesto a ponerle fin.


Pedro había levantado su falda y acariciaba el encaje de seda de las pantys eso era muy excitante, recorrió el contorno y halló el liguero, en ese momento pensó que tal vez un polvo rápido era buena opción, solo tenía que correrle la tanga, estaban junto al sofá, y la imaginó parada tras el respaldar y apoyada en él con sus pechos descansados ahí, siguió subiendo con sus manos y llegó al nacimiento de su trasero, y comprobó una vez más el culo redondo y mullido de su chica.


- Nena tu culo es perfecto — le habló sobre los labios.
Siguió ascendiendo con sus caricias, con el dedo cordial le recorrió la separación de las nalgas sobre la tanga que Paula llevaba puesta, estaba enterrada en su trasero, entonces su móvil vibró en su bolsillo rompiendo la magia inagotable que entre ellos había cada vez que sus bocas se unían haciéndose fuego.


Se apartó de ella y apresó el teléfono del bolsillo, miró la pantalla y levantando el dedo índice le indicó a Paula que lo esperase.


- Oscar.


- Sr. ya estoy abajo esperándolos, podemos irnos cuando lo desee.


Pedro miró la hora en su Vacheron, he hizo una mueca con la boca maldiciendo para sus adentros estar con el horario tan justo.


- En quince bajamos, gracias.


- Lo siento nena, tendremos que dejar nuestras caricias para cuando regresemos, no tenemos tiempo.


- Estaré esperando ansiosa la hora del regreso — la audacia de Paula en sus palabras lo pillaron y lo calentaron mucho más.


- Creeme mi amor, que de no tratarse de mí hermano, realmente no me importaría llegar tarde — resignados se dieron un último beso


De la mano la guió hasta la mesa baja del living donde tenía preparada una botella de Veuve Clicquot La Grande Dame, levantó la botella que estaba en la cubeta y se la enseñó a Paula, ella de inmediato la reconoció y se sonrió, a la vez que movía la cabeza incrédula, él mientras tanto servía una copa para cada uno.


- Para recordar el día que nos conocimos — juntó su copa a la de ella — el champagne que tomamos en esa oportunidad — le guiñó un ojo.


- Nunca dejás de sorprenderme, y yo en cambio lo hago tan poco… —Pedro abrió los ojos.


- ¿Y que acabas de hacer hace unos instantes? Esa aparición tuya vestida así — volvió a recorrerla con la mirada — casi se me para el corazón cuando te vi entrar, saber que elegiste este vestido para mí, es una gran sorpresa y un enorme orgullo que me hincha el pecho.


- Gracias por ser tan atento, y por ser tan… Pedro— él se sonrió con esa sonrisa de perdonavidas que a ella la mata.


- ¿Soy muy Pedro? — bromeó él.


- Si, muy Pedro.


- ¿Y eso cómo se traduce?


- Sos lindo por fuera y exquisito por dentro.


Ese beso que siguió le hacía caer las medias a cualquiera y menos mal que Paula llevaba ligueros.


Tomaron la rampa para incorporarse a Lincoln Tunnel Alex estaba aferrado a la mano de Paula, ella miraba el paisaje, él la comía con sus ojos, adoraba a esa mujer, y mientras más lo pensaba más regocijo sentía.


Al entrar al túnel Paula volvió la vista hacia él y se encontró con esa visión maravillosa y mucho mejor que cualquier paisaje, su hombre adorándola con la mirada.


Se sintió dichosa, alabada por su amor, e hipnotizada por ese sentimiento que cada día se hacía más fuerte en ellos.


- Te amo.


- Yo más, mucho más.


- Ya te dije varias veces, que no se puede amar más de lo que yo te amo — terció ella.


- Cierto, lo olvidé — rieron.


Como el viaje realmente era muy corto prontamente llegaron, y es que la distancia que separaba la casa de la familia de Alison estaba a tan solo quince minutos del loft.


En la 8 Hamilton Ave, de Weehawken, en Nueva Jersey, Oscar aparcó el automóvil en la entrada de la casa de paredes blancas y techo pizarra negro, emplazada a orillas del Hudson, luego bajó y le abrió la puerta a su jefe para que descendiera, Pedro se abrochó la chaqueta, cruzó unas breves palabras con su empleado y rodeó el Audi por detrás para ayudar a Paula a que se deslizara hacia el exterior, la invitó con su mano a que descendiera y cuando ya la tuvo a tiro, la asió de su cintura, siempre fiel a sus atenciones y sin poder contener ni por un instante sus deseos, le proveyó un beso en el carrillo y la guió hacia la entrada.


Un fotógrafo y un camarógrafo que estaban ahí apostados tomaron algunas imágenes de su llegada, y ellos gustosos posaron mostrándose muy felices.


Entraron en la exquisita casa de estilo Europeo.


- ¡Qué hermosa vivienda! — Paula no pudo evitar ponderar el lugar, y es que realmente era un sitio de muy buen gusto.
Personal de la planeadora de la boda que también habían organizado la ceremonia civil, los recibió en el lobby de la vivienda y les preguntó sus nombres, luego de chequearlos los hizo acompañar por otra persona asignada para tal motivo hasta la estancia donde se realizaría el ceremonial.
Desde que habían ingresado a la residencia jarrones con flores sobre pedestales los habían recibido dando la pauta que lo que allí se celebraba era una boda.


En la biblioteca se habían dispuesto banquetas en color dorado y estaban adornadas en el respaldar con un exquisito bouquet de rosas, ellos por ser familia directa ocupaban los primeros lugares, además Pedro era uno de los testigos.


Cuando ingresaron en el recinto, Ana y Horacio junto a los padres de Alison les dieron la bienvenida, por supuesto que la ceremonia era muy íntima, solamente para los que habían ido el día anterior a la cena pre-boda, pero todo preparado y organizado con un elegante gusto.


En una de las esquinas de la estancia y junto a los ventanales Marvin estaba dispuesto el distinguido escritorio de estilo francés marqueteado con bellas aplicaciones en bronce donde la jueza a cargo, llevaría a cabo la ceremonia, delante de él, se habían emplazado dos sillas para que las ocupasen los contrayentes.


Lentamente se fueron llenando los lugares y entonces cuando ya todos habían llegado, ingresó la magistrada precedida por los novios.


Una ceremonia corta pero muy emotiva fue la que se llevó a cabo en el lugar, finalmente los novios dieron el sí y ante las leyes de los Estados Unidos de América eran marido y mujer.


Vitoreados por todos sus familiares y amigos Alison y Federico se mostraban muy felices.


- ¿Emocionada?


- Sí mi amor, palpitando nuestra boda.


- Uff estaba imaginando lo mismo —Pedro le besó la mano.


Luego de las firmas de todos los testigos y de los contrayentes en el libro de actas la jueza dio por concluida la ceremonia y entonces los novios se besaron compartiendo con todos su felicidad.


La tarde había empezado a caer sobre el río Hudson y a través de los ventanales que ofrecían una exquisita vista de la ciudad de New York se podía observar el atardecer, se convidaron cocktails y tapeos para todos los presentes, el ánimo festivo en la casa era indescriptible, un Dj que habían contratado era el encargado de musicalizar el momento.


Pedro dejó por breves instantes a Paula con Hernan y Lorena pues Horacio lo llamaba.


- Ya regreso mi amor.


Minutos antes, los cuatro se estaban riendo a carcajadas recordando el día que Federico le pidió matrimonio a Alison en el Belaire y por los nervios confundió la caja del anillo y en su lugar sacó de su bolsillo una caja de preservativos, solo a él podía pasarle eso.


Cuando los tres quedaron solos a Hernan le sonó el teléfono, era la niñera que les avisaba que uno de los niños estaba con unas líneas de fiebre, así que se disculparon y él y Lorena se marcharon.


Paula estaba sola, se acercó a uno de los ventanales viendo las luces de la ciudad a lo lejos, sintió que alguien se paraba a su lado y creyó que era Pedro, pero a diferencia se encontró con Rachel, que disimuladamente miraba hacia el mismo lugar donde ella estaba viendo anteriormente.


- Se te ve muy feliz, parece que la vida te sonríe — Rachel le habló irónicamente, Paula la ignoró, no pensaba entrar en su juego, la zorra la estaba provocando, pero ella no iba a descontrolarse otra vez, miró a su alrededor para ver si veía a Pedro y entonces irse con él, pero no lo encontró — ¿te sientes triunfadora verdad? y con derecho a mirarme mofándote, pobre trepadora, pronto te voy a quitar esa sonrisa burlona, no sabés con quien te metiste, ¿o acaso creíste que con tu estúpida advertencia en el baño del hotel me habías asustado? mi querida, Pedro, tarde o temprano será mío es nuestro destino, siempre lo fue — Paula se quedó viéndola, mientras discernía si la cagaba a palos ahí mismo o la arrastraba de los pelos hasta fuera para hacerlo, la zorra sonreía sínicamente como si ellas fuesen mejores amigas y en realidad no estuviese amenazándola, contó hasta diez para contenerse de hacer un escándalo, cuando iba a contestarle, Rachel se giró hacia ella y la tomó de la mano sorprendiéndola — Gracias Paula por aceptar mis disculpas.


Pedro llegó justo a tiempo para escuchar ese falso arrepentimiento, y en realidad no era más de lo que la zorra pretendía que escuchase, Paula entonces, entendió lo sínica que esa mujer era, de no ser porque Pedro estaba con Ofelia, ella le hubiera cantado las cuarenta delante de él, pero decidió callarse y seguir su juego, le sonrió apenas y luego Rachel se marchó, después de todo, solo eran palabras de alguien resentido que no tenían importancia, que podía hacer, quitarle a Pedro como ella decía idiota, pensó, eso no era posible ni en sueños.


- ¿Pasaba algo? — Pedro la miró a los ojos, fue extraño encontrarlas hablando.


- No, nada mi amor, Lorena y Hernan se fueron,Lucas estaba con fiebre.


- Sí, acabo de enterarme, me estaba contando Ofelia.




Mi amor, ¿por qué me haces sufrir así? yo tendría que estar subiendo con vos, podríamos hacer el amor durante toda la noche… Pedro… ¿por qué siempre te gustan esas arteras sin estilo? — sorbió su nariz.
Pronto mi amor, pronto vamos a estar juntos otra vez, te lo prometo, yo voy a hacer que nuestros sueños se hagan realidad...


- Seguro no es nada, tampoco es que estaba volando de fiebre, solo tenía unas líneas, los críos son así, uno siempre se alarma más de la cuenta — explicó el ama de llaves.


Ya entrada la noche después de infinitos brindis por los recién casados, los invitados empezaron a retirarse, pues el día de mañana era el gran bodorrio en el Four Season y sí que sería un día de locos.


Oscar los trajo de regreso al loft, bajaron riéndose, abrazados y besándose.


Pedro abrió la puerta del edificio y se desaparecieron dentro.


En la acera de enfrente estaba Rachel estacionada casi en la esquina, nadie se advirtió de su presencia, ella los observaba, estaba furiosa aferrada al volante de su Mercedes, aunque quería ser fuerte las lágrimas le caían sin aviso, ver a Pedro con esa trepadora se estaba tornando insoportable, debía hacer algo pronto para separarlos, debía quitarla del camino.

CAPITULO 84




Aunque la primavera estaba muy próxima, el frío en New York aún se hacía sentir, Paula se puso unos jeans de estilo pitillo una camisa en color verde, que acompañó con unas botas de caña alta de cuero, en color marrón chocolate y la cartera del mismo tono que el calzado, con errajes en dorado. De abrigo llevaba una chaqueta larga de cachemir blanco con doble abotonadura. Pedro por su parte lucía impecable también, llevaba puesto unos jeans azul oscuro y una camisa blanca que acompañó con una americana de color negro y una bufanda gris.


Salieron tomados de la mano del edificio de la calle Greene, Pedro se calzó sus Ray-ban wayfarer y Paula también se puso unos lentes oscuros, el sol estaba muy fuerte.


- Te llevaré a que disfrutes de la más exquisita comida italiana de New York, es un lugar que queda muy cerca, así que iremos caminando.


- Genial mi amor, el día está precioso para hacerlo.


Anduvieron el corto camino tomados de la mano ya que efectivamente Pedro tenía razón, el restaurante quedaba a solo cinco cuadras, Paula estaba feliz, ir de la mano con él paseando por las calles de Manhattan era un sueño hecho realidad.


Llegaron al 170 de la calle Thompson, donde se encontraba Lupa, un restaurante italiano que era una auténtica trattoria romana en Greenwich Village, con un ambiente romántico festivo donde se capturan perfectamente los sabores y la atmósfera de la Toscana.


- Pasa — Pedro abrió la puerta y la empujó ligeramente de la cintura para invitarla a entrar, el encargado de la recepción lo saludó de inmediato.


- Como anda Sr. Alfonso, Sra — la saludó con una reverencia de cabeza — buenos días, adelante, su mesa ya está preparada, acompáñenme por acá por favor.


Cuando Paula estaba terminando de arreglarse para salir, Pedro había llamado al lugar para ver si tenían mesas libres, como él era un cliente conocido por ellos y justo habían tenido una cancelación, le informaron que se la reservaban para él.


Ya dentro del lugar se acomodaron donde les indicaron.
- Verás lo bien que se come acá —Pedro le tomó la mano y se la besó — dólar por dólar, probablemente aunque no sea el más lujoso, este es uno de mis restaurantes favoritos en el país — le explicó Pedro mientras acariciaba su mano.


El sommelier se acercó con la cartilla de vinos pero él se la rechazó, sabía muy bien lo que iba a pedir, así que se decantó por una botella de Veltliner Manni Nossing 2010 y también un agua con gas por si Paula apetecía beberla.
Cuando les trajeron el menú, Pedro le cedió la cartilla a Paula para que eligiera.


- Ordená vos por favor, seguramente sabrás muy bien con que sabor sorprenderme.


- Ok preciosa, si lo prefieres — le regaló una sonrisa muy de Pedro.


- Me pongo es tu manos, confío en vos.


- Gracias. Es muy importante lo que acabás de decirme.


- Tonto…


Pedro pidió como entrante un antipasti de escarola, nueces, cebolla roja y queso pecorino acompañado de prosciutto Di Parma.


Ah, estaba llanamente exquisito y como no habían desayunado, se lo devoraron.


- Hmm creo que después de una mañana de sexo, esto es lo que necesitaba, una buena comida con mi amor.


- Se me ilumina el alma oyéndote hablar así, ¿te pusiste a pensar que hasta hace poco más de dos semanas nada parecía posible entre nosotros y ahora estamos planeando una boda?


- Una gran boda, una inolvidable boda y tan grande como nuestro amor.


Pedro, mi amor gracias por hacerme tan feliz.


- ¿Aunque sea un pelotudo que te hace llorar?…


- Shh, no recordemos eso, miremos para adelante, siempre hacia delante.


- Si es junto a ti, miraré siempre hacia delante.


El camarero los interrumpió trayéndoles el siguiente plato, unos spaghetti a la carbonara que estaban para chuparse los dedos.


Pedro siempre era de muy buen apetito, pero hoy estaba devorando todo y es que el esfuerzo en la ducha parecía notarse, necesitaba reponer energías.


Pedro ¿puedo preguntarte algo?


- ¿Qué pregunta es esa? obvio que puedes… — fue extrañó pues entre ellos, había tanta intimidad que no podía entender porque le pedía permiso para hacerle una simple pregunta, motivo por el cual se puso alerta, ¿qué querría saber Paula que no se atrevió a preguntarlo así sin más? dejó su tenedor y le prestó atención, ella estaba muy seria.
- Pudiste alguna vez averiguar —hizo una pausa — quién hacía los llamados a mi teléfono — Pedro le tomó una mano mientras volvió a llenar las copas de ambos con vino — ella estaba esperando una respuesta.


- No Paula, lo siento, y eso es algo que me lo debo, pero más a ti preciosa, nunca pude enterarme, fueron siempre llamados desde teléfonos celulares descartables y se hacían desde diferentes puntos de la ciudad, y las celdas que arrojaban los llamados nunca me resultaron lugares conocidos que pudiera relacionar con nadie.


- Después que nos separamos llamaron algunas veces más, pero le he dicho hasta el cansancio que no me molestasen que no tenía nada más contigo y luego cesaron.


- ¿Tenés los números?


- No Pedro ni en ese momento ni me preocupé en guardarlos, en ese tiempo quería que todo lo que se relacionaba con vos desapareciera.


El hizo una mueca lamentando esos momentos también.


- Nena tengo gente que aún está encargándose de eso, no lo he dejado de lado, a mí más que a ti me interesa saber quién era.


- ¿No pudo haber sido Rachel?


- No empieces con Rachel Paula, sé que no es santo de tu devoción pero no la veo haciendo eso… además, en ese momento entre ella y yo nunca había pasado nada.


- Está bien, está bien, no quiero detalles que me hagan imaginar cosas… no después de lo de esta mañana.


Los ojos de Pedro de pronto se oscurecieron con su comentario… y ese deseo entre ellos que hace que no puedan estar sin tocarse había vuelto…


Él volvió a atrapar su mano, ella nerviosa por sus pensamientos y los suyos y por el lugar en que estaban se bebió de un tirón el vino.


- Tranquila con el vino, te juro que con los pensamientos que tengo en este momento como menos te prefiero es enajenada.— ambos se sonrieron, y ahí estaba otra vez esa magia entre ellos que aleja cualquier nubarrón — recuerda que aún tenemos un pendiente en el baño de un restaurante, yo aún espero que te animes…


Pedro… —lo amonestó, y se sonrojó más que la cebolla morada que habían comido en el antipasti.


- ¿Qué? me lo debes, sabes que soy muy testarudo, no pararé hasta conseguirlo.


- ¿Lo hiciste alguna vez en lugar así?


- ¿Te contesto con la verdad o te digo lo que te gustaría escuchar?


- ¡¡La verdad siempre!! — Paula le contestó con total seguridad — anoche nos prometimos eso. — Pedro se la quedó viendo.


- En un restaurante nunca, pero algún que otro baño semi público se podría decir que he visitado. Mis relaciones nunca
han sido duraderas como para compartir una comida en un restaurante.


“Vaya que gran revelación” — pensó Paula y amó su sinceridad, no le molestaba su pasado, al contrario, consideraba que le había dado experiencia para amarla como la amaba y para hacerla gozar de mil y un maneras diferentes, su hombre era un gran amante, uno de esos que dices ¡¡Wow, que hombre!!!


Era de esos de los que puedes saber al instante que jamás olvidarás, entonces sin poder evitarlo, mientras revolvió en sus spaghettis pensó que quizá entre una de esas a las que él había hecho gozar extremadamente, debería estar quien la había acosado por teléfono, alguien que no lo olvidaba y no era extraño, Pedro Alfonso era inolvidable.


Intentó alejar sus pensamientos, no quería imaginarlo en la cama con nadie, solo con ella y aunque no pretendía que no tuviese un pasado, tampoco le apetecía fantasear con eso.
Se llevó el tenedor a la boca e intentó seguir comiendo y también cambiar de tema.


Preguntó por la fiesta de la noche y en terreno seguro Paula consiguió distenderse, terminaron hablando de la boda de ellos, Paula le contó que su hermana la estaba ayudando con lo del maquillaje y que le había pasado algunos lugares para ver vestidos de novia, y que antes de concertar una cita donde había visto unos que le gustaban quería ponerse de acuerdo con su madre y su cuñada esperando que puedan venir para acompañarla en la elección.


- Mi amor, te prometo que la semana que viene viajamos a Mendoza, no quiero esperar más para conocer a tu hermano, y además estoy muy intrigado por echar de ver esos viñedos.


- Ay Pedro, te aseguro que te encantará San Rafael.


- No lo dudo, y más si voy contigo.


Como plato principal Pedro pidió Pez espada a la Palermitana que consistía en pescado con albahaca, alcaparras, aceitunas negras, anchoas y tomate y para el postre saborearon una tarta de manzana y castañas que acompañaron con un espumante Barone Pizzini brut nv~Lombardia


Pasaron un magnífico almuerzo disfrutando de la charla y la comida en aquel ambiente sencillo y animado que emulaba con muchísima precisión las hosterías que se pueden disfrutar cuando se viaja a pequeños pueblos en Italia.


- ¿Quieres tomar un café? el Macchiato de acá no tiene desperdicio.


- No Pedro, por Dios, no me entra nada más, por suerte que iremos caminando a casa para que me baje toda esta comida.— una risotada se escapó de la boca de él.


- ¿Lo pasaste bien?


- Exquisitamente bien, el almuerzo de hoy me recordó mucho a los que compartíamos en Buenos Aires, me encanta este lugar tan sencillo.


- Y a mí me encantas tú.


- Adulador… — Pedro se estiró por encima de la mesa y pescó sus labios.


- ¿Ya te quieres ir?


- Sí aprovechemos el sol para caminar un poco, ¿tienes ganas?


- Contigo al fin del mundo…


- Ojitos… dices cada cosa.


- Tengo que reconocer que me pones cursi… pero me encanta ser cursi contigo — volvió a estirarse y tomándole ambas manos volvió a besarla.


- Voy al baño ya vuelvo.


- Ok, yo me quedo pagando, así cuando regresas nos vamos.


Paula entró al baño estaba muy pulcro, era un lugar muy coqueto, y no había nadie en él, se acercó al espejo y se arregló un poco el pelo, y se pasó los dedos por debajo de los ojos para prolijar su maquillaje, cuando estaba por entrar al sanitario casi da un brinco al ver por el espejo a Pedro que se colaba por la puerta.


- ¿Pedro que haces acá?


- Cumpliendo mis fantasías.


La tomó de la cintura y la metió en uno de los sanitarios, trabó inmediatamente la puerta, como era un lugar muy vistoso, las puertas por suerte eran normales y llegaban hasta el piso, nada podía verse de quien estaba dentro.


- ¿Estás loco?


- Sí, loco por vos y no puedo esperar a llegar a casa.


Pedro saboreó su boca mientras le desabotonaba el pantalón y le bajaba el cierre.


Cuando introdujo la mano bajo la tanga Paula ya estaba tan mojada que eso lo puso más duro aún.
La respiración de ambos ya se oía entrecortada, la excitación fue casi inmediata.
Le bajó los pantalones hasta la rodilla y la hizo girar para que quede mirando hacia la pared, le acarició las nalgas, se agachó y le pasó la lengua por ellas, corrió su bombacha y le pasó el dedo corazón de arriba hacia abajo recorriendo su sexo, finalmente lo perdió dentro de su vagina, ella emitió un gritito, él en su oído la amonestó con un leve susurro.


- Shh mi amor, puede entrar alguien.


Paula que hasta instantes atrás se sentía insegura de lo que estaban haciendo, ahora estaba tan encendida que nada le importaba, aunque la amonestación de Pedro le causó cierto pudor.


Pedro entró y sacó su dedo varias veces moviéndolo y tentando, la respiración de ambos estaba muy acelerada debido al momento y por sobre todo debido al lugar donde se encontraban.


Ella de espaldas sintió el ruido de cuando Pedro se bajó el zipper de su pantalón y entonces se dio vuelta para ver sus ojos azules que casi estaban negros pues el iris del ojo se había expandido por la excitación que tenía.


Duro y preparado y sin mucho tiempo para preámbulos amorosos Pedro tomó su pene y se lo introdujo dentro de la vagina, se enterró profundo, sosegado, extasiado, ella dobló su cuerpo para atrapar su boca y entonces él comenzó a moverse con mucha precisión, recorriendo con toda su extensión el interior de su sexo pringoso, mullido y caliente.


Era tal la pasión que sentían, que después de unas cuantas penetraciones ambos estaban preparados para culminar en un orgasmo conmovedor, Pedro desocupó en ella una vertiente de semen que no paraba de emanar y Paula recibió su elixir mansamente mientras sus interminables sensaciones la cubrían con una oleada indescriptible de placer.


Acaecida al ahora después de ese fuego indomable que los había envuelto, Paula se sintió tímida, sofocada, se limpiaron con papel rápidamente y se acomodaron la ropa.


- Tranquila, te aseguro que nadie se ha dado cuenta, confía en mí, jamás te expondría a que nadie piense indecentemente de ti. Todo ha sido muy rápido — ella asintió con la cabeza mientras terminaba de arreglarse la ropa — ahora sal tú y te fijas que nadie venga así puedo irme.


Paula hizo lo que él le pidió, se fijó con rapidez y por suerte el pasillo estaba despejado, Pedro entonces se escurrió por la puerta mientras se pasaba la mano por el pelo, le indicó que esperase unos momentos y luego salga ella.


Llegó al salón y retiró su tarjeta del mostrador, se puso su abrigo y tomó el de Paula esperándola pacientemente, cuando ella llegó le ayudó a colocárselo.


- Que tengan un muy buen día Sr. Alfonso, Sra. los esperamos muy pronto — el recepcionista se despidió de ellos y Pedro y Paula salieron del local.


Ya en la calle, tomados de la mano caminaron unos metros hasta alejarse y entonces empezaron a descostillarse de risa, él la abrazó en el medio de la calle Thompson y la besó.


¡¡Uff como la besó!!


Fue un beso tan cargado de sentimiento que todos lo que pasaban junto a ellos no pudieron dejar de verlos.


- No puedo creerlo Pedro — ella se tapó la cara.


- ¿No te gustó?


- Por Dios estamos locoooos.


- De remate — dijo él.

CAPITULO 83





Estaban preparando el desayuno, Pedro se encargaba del café, del latte y el jugo de naranja y ella estaba preparando panqueques de banana con jarabe de arce, nutella, crema y frutillas.


Se habían levantado ambos con muy buen humor, y ni el llamado de Gabriel había interferido en ello.


Paula estaba dando vuelta en el aire los panqueques cuando él pasó y le hizo cosquillas, así que la masa fue a parar al piso.


A pesar del embadurne, ella no paraba de reírse y él tampoco, tomó una toalla de papel y juntó el regadero que había en el suelo.


Entre ambos untaban los panqueques, entonces Paula le puso jarabe de arce en la punta de la nariz a Pedro, que estaba distraído, pero él en vez de quejarse le embadurnó el carrillo con nutella, mancha va mancha viene, eso se convirtió finalmente en un desmadre, Pedro y Paula terminaron todos enchastrados y revolcados apasionadamente en ese pegote sobre el piso haciendo el amor.


Fueron quitándose toda la ropa hasta quedar desnudos, se untaron sus cuerpos con jarabe de arce, nutella y crema, lo que había comenzado como un tonteo, terminó como un juego afrodisíaco y excitante, luego de saborearse tentando con una travesura muy erótica.


Entregados a sus instintos primitivos y sobrepasados por una excitación desmedida, Pedro cubrió con su cuerpo el de ella y metiéndose en el hueco que Paula le hizo entre sus piernas dirigió su sexo sediento en el de ella y se enterró, descansó en su profundidad probando su holgura, y su longitud, ella era exquisita, Paula se aferró de sus nalgas y lo enterró más aún en ella, hasta que le dolió, entonces Pedro dejó escapar un sonido que salió de lo profundo de su garganta, un sonido salvaje, ronco, rudimentario.


- Te necesito así siempre…


Luego que él expresara su deseo siguió moviéndose, lento y profundo, agonizando de placer en cada embestida, probando y tentando su fuego indomable que solo podía apagar Paula.


Sus cuerpos pegoteados se frotaban desesperados, él entraba y salía con su sexo mientras le succionaba los pechos, y le apretaba las nalgas perdiéndose en ella.


Paula se arqueaba, movía su pelvis para encontrarlo en cada acometida, y gemía disfrutando del placer que sentía, percibió que iba a correrse, pero no quería que todo terminara tan pronto, aún quería disfrutar más de su hombre, así que lo apartó y lo puso de espaldas al piso y se subió sobre él, Pedro se aferró a sus caderas y Paula empezó con su bamboleo mientras se aferraba de sus bíceps, él mantenía su mirada clavada en la de ella, lujuriosa, ávida, hipnótica.


Paula anduvo así por un rato sobre él, luego se agachó y lo besó, se devoraron en un beso vehemente, él bajó sus manos a sus nalgas, sin dejar de moverse y de perderse dentro de ella, tenía las piernas ligeramente flexionadas y con duras estocadas se hundía dentro de su vagina que envolvía su pene arrebujándolo, arropándolo, ellos estaban pegados y pegoteados mientras se meneaban formándose entre ellos hilos de melaza, pero no les importaba, solo querían sentirse, amarse, adorarse, consumirse de pasión y llegar al alivio, al éxtasis ensordecedor que cada uno conseguía solamente en el cuerpo del otro…


Se corrieron juntos, ambos gritaron el nombre del otro como si se tratase de una palabra fantástica.


- Hmm demasiado empalagosa —Pedro le pasó la lengua por el cuello donde tenía todo nutella.


- Hmm muy indigestante también — Ella le chupó el hombro, donde chorreaba crema, ambos se rieron, se abrazaron muy fuerte.


- Te amo mi amor, no lo dudes nunca.


- También te amo, deseo que el tiempo pase muy pronto y convertirme en tu esposa.


- Hmm… sueño con ese día, muy pronto será una realidad —se besaron.


- Sabes Pedro que nos hemos quedado sin desayuno.


- Yo degusté todos los sabores, no me quejo — se echaron a reír — No quiero imaginar la cara de la Sra. Doreen si viese todo este enchastre, menos mal que le dije que hoy no viniera…


- Tendremos que limpiar un poco.


- Nosotros también tenemos que asearnos, esto es un pegote.


- Un delicioso emplaste. — él asintió con la cabeza.


- Luego te invito a almorzar fuera.


- Me parece perfecto. ¿por dónde empezamos?


- Creo que lo más lógico es empezar por nosotros, somos un desastre.


Abrazados entraron en el baño, y se metieron en la ducha, luego Paula le indicó que se tirara hacia atrás y le mojó el pelo para dedicarse a lavárselo, ella estaba en puntas de pie pues descalza su metro sesenta y tres era muy evidente junto al metro noventa que medía él.


Pedro no podía estarse quieto con sus manos que en todo momento buscaban los glúteos de Paula y los apretaba mientras tiraba de ella para pegarla a su cuerpo.


- No puedo lavarte así. — se quejó ella.


- Hmm es que sos irresistible.


- Si no te estás quieto te va a entrar jabón en los ojos.


- Ok los cierro bien fuerte.


- Tramposo, lo que se suponía que hagas era soltar mis nalgas


- Es que tengo un problema, mis manos no responden a las órdenes que le envía mi cerebro, solo buscan tu culo.


Se carcajearon.


Después de enjuagarle el pelo, Paula puso jabón en la esponja y se dedicó a bañar a Pedro.


- Hmm que exquisita, eres muy atenta dando un baño.


- Es que tu cuerpo me depara solo darle atenciones.


- ¿A sí? y aparte de darle un baño ¿qué otras atenciones quisieras darle? — ella hundió su vista en el piso y se dedicó a ver el agua que corría — ey ¿por qué esa timidez?


- No sé, decirlo es muy diferente a hacerlo.


- Ven acá —él la tomó de la barbilla y le dio un beso la sostuvo en sus brazos — no tienes que sentir timidez conmigo, esto que tenemos es lo que hace que nuestra relación sea única, además me encanta que te expreses en todo momento y no solo cuando estamos haciendo el amor — se acercó a su oído — me calienta mucho.


Volvieron a besarse.


- Ahora es mi turno, déjame retribuirte la atención y que te bañe. Pedro se dedicó primero al pelo, le enjabonó muy bien la larga cabellera morena y luego de darle unos masajes que hicieron escapar unos gemiditos a Paula la situó bajo la cascada de agua y la enjuagó, con expertas pasadas le aseó el cuerpo, terminando de sacarle el pegote del que ya casi no quedaba nada, pues el agua se había encargado bastante en disipar.


- ¿Qué me viste Pedro? soy insignificante a tu lado.


- ¿Qué? ¿Me estás hablando en serio? Sos la mujer más sexy y bella que he visto en mi vida y la más inteligente, es un chiste lo que me estás preguntando ¿verdad?


- No, ni en puntas de pie ni en tacones llego a tu altura… — Pedro se carcajeó


- Si serás, dices cada bobadas.


Paula se aferró a su cuello y le habló en el oído.


- Quiero tu pene nuevamente dentro de mí.


La erección de Pedro fue casi instantánea al escuchar las palabras que Paula pronunció, y entonces nuevamente su sexo estuvo listo y preparado al instante con la solidez de una roca, su mirada se oscureció y sus manos no pensaron en otra cosa que no sea recorrer el cuerpo de ella, su boca se apoderó con premura de la de Paula, primero le mordisqueó los labios, y entonces ella le ofreció su boca sedienta de sus besos, esos de los que nunca tendría demasiando, amaba su boca mullida y su lengua experta, los besos que Pedro le daba eran a su criterio perfectos y no se cansaba de pensarlo y de decirlo.


Pedro introdujo su lengua en la boca de Paula y la enredó con la suya, envolviéndola intrincadamente, jugó y retozó en ella, en el lugar donde más le gustaba estar. Con sus manos le abarcaba la espalda, la envolvía por completo con su cuerpo, se había pegado a ella.


La dio vuelta y le acarició los muslos, le recorrió las nalgas, admirándolas en sus manos, las apretó con fuerza y con posesión, mientras le besaba el cuello, luego dejó por un rato sus glúteos y levantó sus brazos para apoderarse de sus senos, para acunarlos en sus manos, y llenarlas con ellos, le pellizcó los pezones con los dedos hasta hacerle escapar un gemido, Paula se derretía en sus manos, se arqueaba con sus caricias, se dio vuelta y aferró su mano a la nuca de él para tomar su boca nuevamente, mientras Pedro le atormentaba los pezones, de improviso ella se soltó de sus caricias, y se apoyó en la pared opuesta mientras se mordía los labios y lo miraba extasiada, entonces fue cuando levantó la mano y atrapó la erección de Pedro, lo acarició con movimientos de idas y vueltas, una y otra vez, hasta que él la detuvo justo cuando estaba a punto de perder la cordura y correrse.
Pero Paula no estaba dispuesta a ceder, se agachó y tomó su pene con la boca y le rodeó el glande con la lengua, luego se la pasó de arriba abajo del tronco, lo lamió, lo saboreó, volvió al glande y metió su lengua en el orificio para atrapar el líquido preseminal que chorreaba de él, volvió a engullirlo y lo entró y lo sacó de ella, Pedro estaba preso de su felación y Paula con todo el poder lo bebió completo.
Sin poder soportar más su ataque, se corrió en su boca, mientras gritaba su nombre estremecido.


- Ven acá, preciosa — la hizo poner de pie y luego la besó probando el sabor de su semen también.


Sin despojarse de sus labios la levantó de las nalgas y la orientó sobre su sexo que estaba envainado nuevamente, Paula rodeó su cintura con sus piernas mientras se sostenía de su cuello y él se enterró sin más preámbulos muy profundo en ella, la bajó lentamente, dejó escapar un quejido dentro de su boca, ella también se quejó, entonces empezaron a moverse, Pedro la llevó hasta apoyarla contra la pared y ahí comenzó a embestirla cruelmente, sin pausa, ni descanso.


Pedro — gritó ella — voy a correrme.


- Hazlo preciosa, hazlo.


Siguió embistiéndola, siguió irrumpiendo con su sexo en su vagina, precipitadamente ahondándose en ella, Paula se corrió aferrada a su pelo, sin darse cuenta se lo estaba tironeando.


Pero Pedro aún quería brindarle más placer, quería que ella llegue a otro orgasmo más aplastante que el anterior.
Sin parar siguió ahondándose en ella, arremetiendo con su pija en su vagina, él era un excelente amante y Paula despertaba todos sus instintos más oscuros, de pronto, empezó a sentir que ella se volvía a contraer, que todos sus músculos se tensaban y que su cuerpo se preparaba para entregarse a otro orgasmo.


- Así nena, así, disfrutá de todo el placer que puedo darte.


- Te amo Pedro, te amo mi amor.


Como un avión a chorro en una pista de exhibición que cae en caída libre, así se entregaron al placer, descendiendo al infierno y ascendiendo al paraíso que sus cuerpos conectados les entregaban. Temblorosamente esta se vació en ella mientras se quedaba quieto y hundido en su profundidad…


La bajó lentamente, ella se quedó apoyada contra la pared y él contra su cuerpo mientras hundía la cara en su cuello.


Cuando se tranquilizó el resuello de sus respiraciones,Pedro la tomó en los brazos y la guió bajo el chorro del agua para aliviar el cansancio de sus cuerpos, luego salieron.


Después de haberse vestido y de limpiar un poco el desorden de la cocina, se fueron a almorzar.