viernes, 1 de agosto de 2014

CAPITULO 68



La habitación de Pedro estaba al lado de la principal, con vista a la piscina y a la bahía de Mecox tenía el techo artesonado como el resto de las estancias de la mansión y la decoración era sobria en tonos Azules y cremas, los muebles oscuros de estilo inglés combinaban muy bien el arte del viejo mundo con la simplicidad de la modernidad de los sofás, con los almohadones y con los puff que había en la habitación.
Entre medio de dos ventanales que daban al lateral derecho de la casa, estaba dispuesta la cama de cabecero inglés.


Paula entró primero, luego lo hizo él y trabó la puerta, se quedó viéndola mientras ella se alejaba dirigiéndose hacia al baño, admiró una vez más su cuerpo envuelto en ese magnífico modelo que había elegido ponerse esa noche.
Cuando ella regresó traía el vestido colgado en el brazo y lo dejó acomodado sobre el sillón que estaba en la pared opuesta a la cama.
Pedro se había sacado la chaqueta y el chaleco y los había colgado en el solterón, no le quitaba el ojo de encima, la seguía con la vista mientras ella se contoneaba al vaivén de sus caderas, era tan sexy, Paula había ido hasta la mesa de noche y se había sacado el reloj y los pendientes.


- Ven acá, dame un beso — le extendió una mano.
Paula se acercó y se aferró a su cuello y le dio entrada a su boca con sabor a menta, pues recién acababa de lavarse los dientes con un cepillo que había encontrado en el baño.
Su lengua fresca se enredó en la de él y se perdió en todos los resquicios de su cavidad.


Sus labios siempre eran suaves y su lengua era ágil y húmeda, los besos que Pedro le daba eran simplemente perfectos, ella sentía que nunca se cansaría de besarlo.
Pedro por su lado, no podía saciar esa necesidad de poseerla con su boca, nunca iban a ser suficientes los besos para atiborrar su deseo por ella.
La tenía contra su cuerpo, sus manos le cubrían toda la espalda y la sujetaban con fuerza aprisionándola contra su pecho en medio de la habitación, bajó uno de sus brazos y le acarició los muslos, luego bajó el otro y llevó ambas manos a sus glúteos, enterró sus dedos en el trasero, apretándolo con fuerza, separándole las nalgas para saciar sus ganas, esas que habían quedado al pendiente el día que ella llegó a New York y él la vio llegar con esos leggings de jeans. Necesitaba oprimirla, necesitaba calmar esos sentimientos de posesión que surgían en él cuando estaba en contacto con su cuerpo después de haberlo deseado por tanto tiempo.
Paula desenredó sus manos del cuello de Pedro y comenzó a desabrocharle la camisa, las metió por la abertura y acarició su pecho, necesitaba desesperadamente sentir el contacto de la piel, ansiaba volver a apreciarlo.
Sus manos ardían sobre él, transportó sus labios hasta su piel y lo besó en sus pectorales mayores, lo olió embriagándose con su perfume, con Clive Christian Nº1, apoyó su rostro en él, lo había extrañado tanto a ese contacto, no había lugar en el mundo donde se sintiera más cobijada que en su pecho, pero entonces se sintió frágil y no pudiendo evitarlo y se puso a llorar.


- Ey, mi amor, no llores, hoy es un día muy feliz, estamos juntos otra vez — Pedro le besaba la coronilla de la cabeza mientras acariciaba su espalda, ahora era su turno debía consolarla.
- Lo sé, por eso lloro, porque estoy feliz, porque no hay mejor lugar que tu pecho para sentirme segura y buscar consuelo, y también porque tengo miedo que no sea siempre así, no quiero volver a sentir como cuando no te tuve.
- Nunca más nos vamos a separar, no llores por favor — Pedro le levantó la cara tomándola de la barbilla y le habló fijando sus ojos en los de ella, secó lentamente las lágrimas con sus dedos y la besó en los labios — ven.


Paula caminó a su lado, cuando llegaron al lado de la cama, ella corrió el edredón y las sábanas para abrirla.
Pedro estaba con un mando a distancia subiendo la temperatura del hogar a gas. Cuando concluyó, terminó de sacarse su camisa y la dejó sobre la banqueta que estaba en los pies de la cama.
Ella lo esperaba sentada pacientemente sobre el colchón, entonces él recorrió los pasos que lo separaban de ella y se agachó para sacarle los Louboutin.


- ¿Parece que hemos hecho una inversión acá?
- Me he dado un gusto.
- Te voy a comprar todos los que quieras, voy a hacerte muchos regalos.
- Vos sos mi regalo, no necesito nada más.
- Pero yo quiero hacerte muchos regalos — le besaba las piernas con panty — el tiempo que estuvimos separados me angustié mucho de saber que no te había obsequiado nada, nada que te recordase a mí.
- Te equivocás, me habías regalado tus caricias, todas se habían quedado en mi cuerpo y tus besos en mis labios.


Pedro se tendió sobre ella, le corrió el pelo y lo puso tras su oreja y la besó mientras bebía de su boca, bajó las manos hasta sus piernas y le desabrochó los ligueros.


- Estás hermosa con este bustier y estos ligueros — le dijo sobre su boca.
- Me los compré pensando en vos.
- Te voy a comprar muchos de estos, me gusta como te quedan.


Pedro sacó sus pechos por encima del bustier y se apoderó de ellos, los lamió, los sopló para que sus pezones asomaran y entonces los tomó entre sus dientes y luego los succionó.
Después de un rato de lamerlos y apretarlos con frenesí, abandonó sus pechos y le sacó la diminuta bombacha.
Ella entonces metió sus manos entre ellos dos y le desprendió la bragueta, para bajarle el pantalón junto con el bóxer.



- Quitate todo por favor.



Pedro rodó a su lado y se sentó junto a ella, se quitó los zapatos, las medias y se deshizo de su pantalón y su boxer. Ella se arrastró con sus codos hacia atrás y puso su cabeza sobre la almohada, luego se sentó ligeramente en la cama y se desabrochó el bustier, solo quedó en panty mientras veía como él se deshacía de todas su ropa. Pedro se arrodilló junto a Paula y le quitó las medias.


- Quiero sentir toda tu piel sobre mi piel — le explicó él.
- Quiero lo mismo mi amor.


Se fundieron en un abrazo y en un beso, entrelazaron las piernas, Pedro le besó el cuello, le mordió el hombro.
Luego ella lo apartó de encima de su cuerpo y le pidió que se ponga boca abajo, quería mimarlo mucho.
Le besó la espalda, mientras pasaba su lengua por los omóplatos, y luego recorriendo el centro de la columna vertebral, también se la pasó por los músculos dorsales, y se detuvo en la cresta ilíaca dorsal, le besó los glúteos, consideró que eran perfectos, luego bajó a los muslos, recorrió sus musculosas piernas y llegó a los gemelos. Lo recorrió de arriba a abajo y de abajo hacia arriba.
Pedro escondía sus ronquidos entre las almohadas, Paula estaba volviéndolo loco.
Luego lo hizo dar vuelta y comenzó un camino de besos por sus pectorales mayores, siguió con sus oblicuos, lo besó en el diafragma que subía y bajaba a un ritmo desacompasado por sus caricias, siguió recorriéndolo y bajó a sus crestas iliacas, él cuerpo de Pedro estaba tan marcado que con él, se podía dar una clase de anatomía.
Finalmente se apoderó de su pene, lo metió en su boca, ya estaba tieso, duro como una roca.
Cuando lo engulló, un gemido profundo salió de la garganta de él. Pedro bajó sus manos que descansaban bajo su nuca y enredó sus dedos en el cabello de ella.


- Paula, mi amor…



Ella levantó la cabeza sin dejar de saborearlo y lo miró maliciosamente, luego resbaló su lengua por la punta, rodeándole el glande y lo succionó otra vez, su ataque despiadado, estaba llevándolo al límite, se sentía muy sólido en su agarre y ella lo acariciaba con su mano y con su boca.
Paula lo extasiaba, su felación era perfecta, era abrumadora.



- Esperá mi amor, no quiero terminar en tu boca.



Paula se arrastró por encima de él y se apoderó de sus labios, Pedro la abrazó y la besó con desesperación, luego rodó para quedar encima de ella y apresarla con el peso de su cuerpo, mientras seguía apoderándose de su boca.
Se apartó y entonces fue él quien comenzó un sendero de besos, le pasó la lengua por la separación de sus senos hasta llegar a su abdomen, donde se entretuvo dejando dulces y húmedos besos, enterró su lengua en el ombligo y siguió bajando hasta llegar a su clítoris, lo lamió, lo rodeó con su lengua, lo sopló y finalmente lo mordió, estaba hinchado, listo para su boca, que despiadadamente repitió la caricia. Mientras la saboreaba, le metió dos dedos en la vagina, estaba tan mojada, que sus dedos salieron empapados, se los pasó por los pezones y se estiró para lamerlos, luego regresó al clítoris y siguió torturándola con su lengua y sus dientes, mientras sus dedos entraban y salían de la vagina acompasados, ella era exquisita, no se cansaba de lamerla, de tocarla.



- Por favor Pedro, por favor…
- ¿Por favor qué? ¿Qué querés?
- A vos, te quiero a vos,
- ¿Qué querés de mí?
- Te quiero adentro mío.
- Estoy adentro tuyo…
- No, pero no con tus dedos, dame tu pija.
- Decilo otra vez…
- Dame tu pija…



Pedro se arrastró sobre ella y la penetró, se enterró en Paula y ahí se quedó disfrutando de su profundidad, como era su costumbre cada vez que la penetraba se quedaba allí por unos momentos enterrado sin moverse y viéndola a los ojos.
Su vagina lo envolvía, lo acariciaba, lo perdía.
Se tomó su tiempo para que ella sienta lo profundo que él llegaba con su longitud.
Entonces Paula no pudo creer estar sintiendo esas sensaciones que solo él podía darle, y con desesperación se aferró a su espalda, luego bajó sus manos hasta su trasero, y lo aprisionó más, contra su pelvis, le apretó los glúteos.



- ¿Así mi amor?... ¿así me querés?
- Sí, así, todo para mí, todo adentro de mí.
- Sí, mi vida, todo adentro tuyo.



Él empezó a moverse, salía despacio y entraba fuerte, emergía lentamente e ingresaba con una estocada. Luego empezó a moverse más fuerte, después, paraba y cambiaba el ritmo, se miraron en todo momento, ella empezó a apretar su vagina.



- Esperá Paula, esperá… aún no quiero que termines.



Él se quedó quieto adentro de ella, luego salió y la dio vuelta, la puso en cuatro patas.
Su vagina quedó expuesta para él y su trasero también.
Le acarició la vulva, primero introdujo un dedo, luego otro y lo entró y lo sacó, luego quitó sus dedos mojados por los fluidos preseminales de Paula y los chupó.



- Hmm, sabes riquísima.



Paula se rebullía con sus caricias y sus palabras, volvió a meter sus dedos en la vagina y luego la sorprendió enterrando su dedo meñique en su ano.



Pedro



Ella contrajo los glúteos por instinto y dio vuelta su cabeza para verlo a los ojos.



- ¿Te duele?
- No.
- Relajate, solo esto haré hoy, tranquila, relajate y disfrutá de mi caricia… ¿te gusta?
- Sí Pedro, sí mi amor.
- Te quiero toda para mí, lo iremos preparando, quiero tu culo Paula, quiero hacerte el trasero, quiero metértela en el culo.



Pedro sacó su dedo luego de enterrarlo varias veces más en ella que gemía excitada por la intrusión, en ese momento, él tomó su pija como ella dijo y volvió a perderse en su vagina.
Paula estaba extraviada, parecía que nada le bastaba, Pedro la había enloquecido.


- Cogeme Pedro, cogeme fuerte, fuerte por favor.



Le pedía, le ordenaba, y se movía hacia atrás para encontrarlo cuando él se enterraba en ella, Pedro le hizo caso y empezó a moverse duramente, ella ahogaba sus gritos en la almohada, él en su espalda.
Terminaron juntos Pedro se movía con ferocidad mientras vaciaba todo su semen en ella y entonces se dejó caer en su espalda.



- Te amo Paula, te amo mi vida.



Sin salir de ella le corrió el pelo que estaba desparramado sobre su cara y la besó en la mejilla.


- También te amo mi amor — le dijo Paula sin aliento.


Se corrió de encima de ella, porque sabía que la estaba oprimiendo con su cuerpo, estiró la mano y juntó las mantas y los tapó a ambos, quedando de lado viéndola a los ojos.
Se acariciaron los rostros en silencio, se delimitaron los labios, la nariz, los ojos, se admiraron profundamente después de tanto tiempo, ella le acarició la frente.



- Quiero estar siempre acá, adentro de tus pensamientos — no había nada que Paula ansiase más.
- Y yo en los tuyos — Paula tomó aire y le preguntó.
- ¿Por qué mi amor, por qué no me gritaste la verdad de cualquier forma? — él cerró los ojos y tomó una profunda bocanada de aire.
- Porque me enojó mucho tu desconfianza, esos últimos días ya no sabía cómo hacerte entender que te quería, no sabía de qué forma demostrártelo y porque creí…



Él se quedó callado y volvió a cerrar los ojos.



- ¿Qué creíste Pedro? decime todo, todo… es el momento — Paula le acarició los labios y él le besó los dedos que delimitaban su boca.
- Creí que ese era mi castigo, que vos no creyeras en mí era mi castigo.
- Castigo ¿por qué? No te entiendo mi amor.
- Porque yo le hice mucho daño a Julieta, yo no la amé, no la hice feliz y ella se murió sin serlo. Lo único que hice por ella fue casarme en una cama de hospital tres meses antes que muriera, ya sé que sabes que murió de cáncer.
- Si lo sé… pero entonces, ella murió feliz siendo tu esposa, Pedro mi amor, me decís que no la amabas, ¿te parece que hiciste poco? la acompañaste y estuviste hasta lo último a su lado.
- Es lo que me dicen todos… pero no fue suficiente.
Fue espantoso verla morir cada día, cuando empezó a despedirse porque se daba cuenta que se moría, se me desgarraba el alma.
- Pero no lo podés cambiar, vos estás vivo mi amor, vivo para sentir cuanto te amo.
No quiero sonar egoísta, pero te necesito, necesito de tu amor, de tus caricias, necesito tu paciencia, tu sonrisa, necesito todo de vos.
- Y yo te necesito a vos, y te amo tanto… que ahora me doy cuenta que a ella nunca la amé, sé que la quise, que por ella sentí un cariño producto de tantos años de conocernos, pero nunca la amé con la desesperación que te amo a vos y por eso estoy intentando entender que no pude darle más porque uno solo le da más a la persona que ama.
A vos quiero darte todo, todo… el cielo, las estrellas, lo que me pidas mi amor, quiero poner el universo a tus pies.
- A vos, solo te necesito a vos, vos sos mi cielo, mi estrella, mi universo.
- Y vos sos el mío, nunca pensé que se podía extrañar tanto a una persona… ¡como te extrañé Paula! no te das una idea lo mucho que me hiciste falta.



Se besaron.



- Reconozco que tuve mucha culpa también para que reaccionaras así, te cansé con mi desconfianza, lo entiendo y te prometo que nunca más voy a desconfiar de vos.
Los dos no quisimos ver más allá de nuestro dolor.
Yo debí haberte creído, tendría que haberme dado cuenta que eras sincero, pero me cegué y te comparé con Guillermo.
Quiero decirte algo, quiero que lo sepas… cuando te dije eso fue porque estaba muy enojada, después me di cuenta que vos no sos igual a él, aún antes de saber la verdad lo supe.
Como también supe que por él nunca sentí un amor verdadero, creo que él en mi vida era el pasaje a la familia que yo siempre había soñado formar, pero cuando pasó lo que pasó solo sentía enojo, humillación, vergüenza, y después fastidio, odio, rencor me sentía traicionada.
Por vos mi amor, nunca sentí eso.
Sentía desesperación, angustia, vacío, dolor, sabía que nadie me podría besar como me besas vos, que nadie me iba a hacer vibrar como me haces sentir vos, y eso es lo que me enojaba, que a pesar de saber que eras casado yo seguía amándote, y no podía odiarte, solo podía amarte y desearte.
Voy a confesarte algo que me da mucha vergüenza, pero… cerrá los ojos, no me veas, me da timidez si me mirás.
- Está bien… — Pedro cerró los ojos, ella se los besó.
- Me masturbaba pensando en vos — Paula se tapó la cara con la mano — ya está ya te lo dije.
- No te tapes la cara…
- Sí… seguro que te estás riendo.
- No me río — ella lo espió por entre los dedos.
- Ves que te estás riendo, con esa cara de vanidoso que tenés.
- No me rió mirá que serio estoy — pero no podía, su sonrisa se escapaba, se rieron ambos…
- Yo también lo hice, también lo hice en tu honor, me imaginaba que estaba dentro de ti y se sentía tan bien… después también me enojaba, porque quería olvidarte y no podía. ¿No estuviste con nadie Paula?
- Con nadie, no hubiese podido, solo quería estar con vos… — ella hizo una pausa…
- ¿Qué?
- No quiero mentirte — él se puso alerta — espero que no te enojes pero… en realidad… le di un beso a alguien.




La cara de Pedro se transfiguró y sin darse cuenta la aprisionó contra su cuerpo, ella era de él de nadie más.
- No me digas que al idiota ese del Broker.
- Como sabés que es un Broker.


Pedro se sentó enfurruñado en la cama y se pasó la mano por el pelo.


- Porque saqué sus datos por la chapa del auto ¿Le diste un beso Paula? ¿Cuándo le diste un beso? ¿De dónde lo conocés? — su tono era rudo.
- Éramos compañeros de colegio, en las vacaciones nos encontramos en Mendoza, él fue a ver a sus padres, pero en realidad no fue un beso, fue un medio beso.
- Los medios besos no existen… no me vengas con eso.
- No te enojes, ves yo quiero ser sincera y mirá como te ponés…
- Y como querés que me ponga si sé que mi novia se anda besuqueando con otro.
- No me anduve besuqueando, podés escucharme — ella le tomó la cara y lo obligó a mirarla — él me besó y yo lo dejé que avanzara.
- ¿Y decís que no fue un beso?… — Pedro gritó y abrió los ojos bien grande.
- Esperá no te imagines que fue como los besos que nos damos nosotros.
- ¿Ah no y cómo fue?
- Fue un beso casto, cuando él quiso buscar mi lengua — Pedro la miraba odiándola — no me mires así, dejame terminar, cuando él quiso buscar mi lengua yo primero la corrí, después…
- ¿Después qué?
- Ves vos lo hacés difícil si me mirás así.
- Y que querés que esté contento mientras me contás como fue el beso con otro.
- Sí, porque cuando le di mi lengua me dio asco, y lo aparté. Yo solo quería saber si podía besar a otro y sentir como siento con vos, pero me di cuenta que no, que nunca sería así. Vos sos él único que me besa, el único que me tiene en cuerpo y alma.
¿Estás conforme ahora?
- Un poco — tardó en contestarle — pero igual lo besaste.
Prometeme que no lo vas a ver nunca más.
- Te lo prometo, nunca más.
- Mirá que si me entero que lo volviste a ver no te lo voy a perdonar.
- No lo voy a ver más, te lo juro por nuestro amor.



Paula se sentó a horcajadas sobre él y Pedro la abrazó y le cubrió la espalda con la manta, la temperatura había bajado, por más que la calefacción estaba al máximo.
La besó y le mordió el labio hasta que le hizo doler.


- Esta boca es mía me oíste.
- Sí mi amor es tuya.



Se quedaron viéndose en silencio, hasta que Paula lo rompió.



- ¿Y vos? ¿no estuviste con nadie?
- Con nadie…
- ¿Seguro? ¿Ni un beso? –— Paula lo miró calculando su respuesta.
- Seguro… — pensó que no podía decirle de Rachel, ellas trabajarían juntas era mejor que no supiera.
- ¿Puedo preguntarte algo?
- Por supuesto…
- ¿Por qué llegaste con Rachel? Me cae mal, y presiento que yo a ella también, siempre me mira con desprecio.
- Porque no le arrancaba el auto y mi tío que no es mi tío, pero es como si lo fuese, me llamó y como yo estaba saliendo recién para acá me pidió si la podía traer y le hice un favor a él y a ella que es como si fuese mi prima, nos criamos juntos Paula, Rachel es como una prima para mí.
- Pero no lo es…
- Pero yo así lo siento — mierda las mujeres tienen siempre un sexto sentido pensó.



Pedro la engatusó con otro beso y volvieron a hacer el amor…



Paula se durmió antes que él, que estaba destruido, pero aún tenía que hacer algo más antes de dormirse.
Cuando ella se recogió en el sueño se levantó a hurtadillas y buscó en su bolso.
Sacó un estuche color turquesa de Tiffany & Co, lo abrió y volvió a admirarlo, dentro de él había un anillo de compromiso.
Pedro pretendía ponérselo a Paula mientras ella dormía para que cuando se despierte se encuentre con él en su dedo, entonces le pediría matrimonio, quizá la forma parecía un poco estúpida, pero no quería caer en nada trillado, ni cena a la luz de la velas, ni pasacalle, ni esconderlo en ningún alimento, esa le pareció una bonita forma, sorprenderla con el anillo en su mano como por arte de magia y ver su expresión de asombro cuando lo descubra.
Tomó suavemente su mano que descansaba sobre la almohada y le colocó el anillo, lo admiró, se veía tan bien en ella, era perfecto y cuando se lo vean puesto, todos sabrían que ella tenía dueño, que era de él.
Se acurrucó a su lado y se obligó a dormir además lo necesitaba.

CAPITULO 67



Habían terminado de comer el segundo plato, Pedro se llevó la mano a su cabeza y se apretó la sien también se masajeó la frente, Paula que estaba atenta a él lo advirtió de inmediato.


- ¿Qué te pasa mi amor?


- No doy más del dolor de cabeza.


- Es el Jet-Lag vamos a mi habitación, tengo un analgésico para la migraña, se te va a pasar en un rato, además quiero ir al baño.


Se pusieron de pie, ella lo tomó de la mano y se fueron.


Subieron las escaleras y entraron en la habitación de Paula, Pedro no pudo resistir la tentación y la tendió de espaldas en la cama para besarla.


Su boca se había apoderado de la de ella, su lengua se metía sin permiso y chocaba con la de Paula, le faltaba la respiración, ansiaba tanto besarla, acariciarla... bajó a su cuello, se perdió en el aroma de J’adore mientras pasó su lengua y siguió por su escote, llegó al nacimiento de sus pechos.


- Esperá mi amor, también lo quiero, pero debemos regresar a la fiesta.


- Después Paula, no me pidas que me detenga, mirá como estoy — le dijo mientras empujaba su erección en ella y la miraba suplicante — necesito aliviarme, te deseo demasiado.


Ella le corrió el pelo de la cara y tomó su rostro entre sus manos y lo besó, luego se apartó para pedirle.


- Cerrá la puerta.


Él se levantó he hizo lo que ella le había pedido, luego se quitó la chaqueta y la dejó apoyada sobre un sillón que estaba al costado de la cama, también se deshizo del chaleco y de la pajarita y se desabrochó el primer botón de la camisa, le extendió la mano para que se levantara y entonces Paula se puso de pie y él la dio vuelta para ocuparse del cierre de su vestido.


Bajó el zipper y luego llevó sus manos hacia los tirantes para deslizarle el vestido, mientras mordisqueaba su cuello.


La ayudó a salir de él, todo era rápido, no tenían mucho tiempo. Pedro casi se quedó boquiabierto cuando le sacó la prenda, no esperaba encontrarse con lo que se encontró.


Ella llevaba una lencería infartante, tenía puesto un bustier de encaje transparente en color caramelo, una diminuta bombacha y portaligas que sostenían sus medias.


- Paula, mi imaginación quiere hacerte tantas cosas… pero no tenemos tiempo mi amor, tenemos que regresar para cortar la torta con mi madre.


Ella se rió.


- Sé que tu imaginación es muy grande, pero guardá esas ideas en tu mente para después, ahora que sea rápido.


Él se acercó, la besó y volvió a tirarla sobre la cama, se deshizo de su bragueta bajó su pantalón y su boxer hasta la rodilla dejando salir su erección, prontamente le quitó la bombacha y luego de tocarla y comprobar que Paula estaba lista para recibirlo la penetró sin pensarlo.


Se hundió en ella, Paula estaba tan mojada que su pene se deslizó perdiéndose en su vagina, levantó la cabeza para mirarla, y cerró los ojos mientras emitía un suspiro y se quedaba enterrado quieto como siempre, disfrutando de su profundidad.


- Se siente maravilloso, mejor que como lo recordaba.


- Mucho mejor — le dijo ella.


Pedro comenzó a moverse despacio, luego fue subiendo la intensidad de sus movimientos mientras sorbía uno de sus pechos que había sacado por encima del bustier.


- ¿Te gusta mi amor?


- Me encanta — le dijo ella — te extrañé tanto mi vida.


- Ya nunca más, nunca más vas a extrañarme.


Pedro la embistió con fuerza para afirmarle lo que estaba diciéndole, y así siguió, quería que lo sintiera, que realmente supiera que él estaba dentro de ella.


- Vos sos mía Paula, mía y de nadie más.
Me pertenecés, solo yo puedo tenerte así, solo yo puedo enterrarme en vos, tu cuerpo es mío, no quiero que lo desee nadie ni con el pensamiento.


- Shh, mi amor, solo vos, solo vos, te lo juro.


Le susurró sobre sus labios calmándolo, él parecía muy angustiado.


Pedro siguió moviéndose, sus embestidas eran despiadadas, a Paula le dolía pero ella entendía que lo había hecho sufrir tanto, que era la forma que él tenía de castigarla y entonces disfrutaba de ese castigo, ese que solo él podía darle.


Ella empezó a apretar su vagina, su orgasmo estaba muy próximo.


- Te siento nena, siento como me comprimes, dejate ir por favor, quiero ver tu cara en el momento en que te provoco un orgasmo, lo soñé muchas veces, haz que mis sueños se hagan realidad.


Paula no lo hizo esperar más, sus palabras detonaron todas sus sensaciones en ella, su boca como una O mayúscula dejó escapar el aliento que estaba conteniendo, arqueó su espalda para encontrarlo con su vagina mientras se corría, cerró sus ojos extasiada por unos instantes, luego los abrió y los clavó en los de él, para que el viese en su mirada cuanto lo amaba por hacerla sentir así, su manos también se clavaron en los bíceps de él, entonces en ese momento, maravillado del placer que ella sentía, Pedro también se dejó ir.


Un ronquido sonó en el fondo de su garganta y vació todo su simiente en ella, tembló, se le erizó la piel, y llenó su vagina con su semen, lo depositó todo en ella, en el único lugar donde quería dejarlo y se quebró, porque entonces supo que solo con ella él sentía así, se puso a llorar como un chico, de pronto se sintió vulnerable.


- No me dejes más Paula, nunca más te alejes de mí.


- No mi amor, te juro que nunca más nos vamos a separar, no llores por favor, no lo hagas, no quiero que te sientas así, ya estamos juntos, unidos, mirá como estamos unidos, siempre va a ser así. — Ella también lloraba, comenzó a besarlo en todo el rostro, en los ojos, en la nariz, en la boca, tenía sus piernas enredadas en la cintura de él e intentaba calmarlo, mientras lo besaba secaba con los besos sus lágrimas, él seguía dentro de ella con los pantalones por las rodillas — tenemos que volver mi amor, tenemos que calmarnos.


Él sorbió su nariz y asintió con la cabeza. Salió de adentro de ella a regañadientes y ambos se fueron al baño a higienizarse.


Luego Pedro le ayudó con el cierre del vestido, pero a ella se le había corrido el maquillaje, tenía que retocarlo.


- Tú cabeza Pedro, ¿aún te duele?


- Es una coctelera.


- Hace un rato no te acordabas — bromeó Paula.


- Hace un rato estaba perdido en vos, ahora regresé a la realidad — le dio una palmada en el trasero y estampó un beso en su congestionada boca producto de sus despiadados besos.


Ella buscó un migral y se lo dio para que lo tomase.


Pedro hace más de cuarenta minutos que nos desaparecimos, bajá vos, yo me quedo arreglando el maquillaje, ya voy.


- Bueno, pero no tardes.


Bajó las escaleras, estaba feliz, iba arreglándose la pajarita y abrochándose la chaqueta.


En el hall principal se encontró con Rachel.


- ¿Estuvo entretenido? — La miró al pasar pero no le contestó


— Hijo de puta — ella le gritó e intentó darle con el bolso de fiesta cuando pasaba junto a ella.


Pedro se volvió y la agarró de un brazo zamarreándola.


- ¿Estás loca, qué te pasa?


- Conmigo te tomaste solo diez minutos, con esa perra oportunista del tercer mundo hace más de cuarenta minutos que están encerrados. Yo te amo Pedro, te amo… me trataste como se trata a una prostituta, ni siquiera te preocupaste por saber si había tenido un orgasmo, ¡sos un hijo de puta!
Yo soy de tu misma clase social, por qué siempre te atraen las más bastardas — se lo dijo todo gritando.


- Me parece que bebiste demasiado.
No quiero escándalos, tampoco que hables así de Paula, me oíste — Pedro le habló enérgicamente pero conteniendo el tono de voz, lo hizo apretando los dientes — cuando pasó lo que pasó entre nosotros, pudiste parar si no era lo que querías, te di la oportunidad ¿lo recuerdas?
Ese día te di lo que fuiste a buscar, un polvo, nada más.


- Qué tal si le digo a esa, que llegamos juntos porque veníamos de revolcarnos en mi casa, que te fui a buscar al aeropuerto y nos cogimos toda la tarde hasta que se hizo la hora de venir…
¿a quién crees que le creería? Hacemos la prueba o prefieres apostar…


Pedro le estaba apretando con fuerza el brazo, quería partírselo…


- Hazlo, no ganarás nada, de todas formas no me tendrás… — Pedro le contestó cínicamente.


El miraba para arriba, no quería que Paula lo encontrase ahí y Rachel en el estado en que estaba era capaz de cualquier cosa, así que la agarró del brazo y la sacó para afuera, pero para el frente de la casa.


Cuando se la folló él supo en ese instante que no tendría que haberlo hecho, porque esa loca le iba a traer problemas.


Sacó su teléfono del bolsillo y llamó a Luciana.


- Ven para el frente de la casa, te necesito, ven sola, y que no te vea Paula, hazlo por atrás porque ella en cualquier momento baja las escaleras.


- ¿Qué mierda pasa?


- Vení carajo, te estoy pidiendo un favor.


Luciana llegó y se encontró con Pedro que estaba sosteniendo a Rachel que no paraba de vomitar.


- ¿Está borracha?


- Sí, pero por suerte ya está demasiado inconsciente, así que no hablará. Voy a buscar a Bob para que se la lleve, quédate con ella y cuando venga le decís que vos la encontraste.


- Hazlo pronto, por Dios que asco, no para de lanzar, me va a salpicar el vestido, mierda Pedro, apúrate.


Pedro llegó a la mesa, Paula ya estaba ahí, se acercó y le dijo al oído.


- Ya vuelvo mi vida, espérame — La besó y se fue al lado de Bob y lo levantó de la mesa.


- Bob, Luciana encontró a Rachel descompuesta, cree que bebió mucho, me parece que mejor te la llevas.


- ¿Rachel bebida?


- Sí Bob, está con Luciana al frente de la casa, acaba de avisarme para que te dijese ¿querés que te acompañe?


- No, no hace falta ya demasiadas molestias te tomaste hoy en ir a buscarla, quédate con tu chica.


- Ok, lo siento.


Él no quería regresar, temía que si Rachel lo viese, estalle y empiece a abrir la boca para decir puras estupideces, era una cobardía de su parte por supuesto, pero solo pensaba en Paula, el resto no le importaba.


Bob llamó a su esposa y Horacio se dio cuenta que algo pasaba, por la enajenación de la cara de su amigo.
Intentando disimular, Pedro regresó a su asiento, le tomó la mano a Paula y se la besó.


- ¿Dónde está Luciana Pedro? — preguntó Horacio — ahora llegas tú y se desaparece ella, después de esta tanda de baile cortaremos el pastel.


- Ahí viene, mira.


Luciana llegó a la mesa y le dijo a Pedro.


- Vamos a bailar Heaven hermanito… Lo tomó de la mano y lo arrastró a la pista.


Pedro ¿me vas a explicar por qué me dejaste con ese muerto encima y por qué Paula no tenía que verme?


- ¿Se la llevaron?


- Sí, estoy esperando el cuento.


- No hay ningún cuento, solo fue un favor que te pedí.


- ¡¡Ah no!! — Luciana se paró en el medio de la pista con los brazos en la cintura.


- ¿Qué haces?


- Estoy esperando que me digas.


Pedro, la agarró otra vez y la obligó a bailar, todos los miraban.


- Se puso pesada eso es todo.


- No me vengas con que eso es todo.
Pedro, no me digas que te coges a esa zorra porque te juro que te agarro a palos acá mismo.


- No me la cojo, me la follé una sola vez, y maldita la hora, fue un polvo de mierda y no me la puedo sacar de encima.


- Yo te mato… si siempre estuvo caliente con vos, obvio que no te la vas a sacar de encima, ahora va a querer más. ¿Qué pasó hoy?


- Empezó a los gritos, y menos mal que bajé solo, porque la muy perra sabía que yo estaba con Paula arriba y nos estaba esperando. Me amenazó con decirle que hoy me fue a buscar al aeropuerto y que llegamos juntos porque estuvimos en la casa de ella, no hace falta que te diga haciendo que ¿verdad?


- ¿Y estuviste con ella?


- ¡¡¡No!!! lo que pasó con ella fue una sola vez y hace más de un mes.


- ¿Cómo la vas a frenar?


- Sobria es manejable.


- Si querés seguir con Paula mejor que así sea, porque una mujer despechada puede ser muy peligrosa y ésta encima se cree con derecho a mirar a todos por sobre su hombro, y no sé por qué, pero ya te aviso que Paula no la traga, Rachel no se va a conformar tan pronto con que no te puede tener.


- Gracias no me ayudes tanto.


- Te digo la verdad para que te cuides las espaldas. ¿Cómo pudiste Pedro, cómo?


- Lo mismo me pregunté en el instante mismo que salí de encima de ella.


- No si Federico tiene razón, vos vivís con la bragueta baja.


- Eso era antes de Paula.


- ¡Antes de Paula! — Luciana se expresó incrédula y un tanto ofuscada — si me estás diciendo que fue hace un mes, ya la conocías a Paula.


- Estaba enojado con ella y Rachel cayó como anillo al dedo.


- No me cuentes más, ustedes solo piensan con la verga cuando están enojados y así se mandan las peores cagadas.


Ruben se acercó a ellos cuando terminó la canción.


- ¿Puedo bailar con mi esposa?


- Toda tuya cuñado.


Pedro fue con Paula, la besó en el pelo y se sentó junto a ella.


- ¿Estás aburrida?


- No mi amor, estaba viéndote embobada mientras bailabas con tu hermana y acá charlando con tu abuela y Ofelia, pobre tu abuelo ya está cansado, se está durmiendo.


- Es que él se acuesta temprano.


- Eso mismo me dijo Helena ¿te pasó el dolor de cabeza?
- Sí, no me había dado cuenta, pero me pasó — Pedro sirvió champagne para él, y para ella, bebieron y luego él se puso de pie y le dijo mientras le guiñaba un ojo — bailemos mi amor.


Sonaba Something Stupid, luego empezó Stranger in the Night.


- Mi amor, la letra de esta canción parece nuestra historia, es la forma en que nos conocimos — ella se quedó escuchando.


- Tenés razón es nuestra historia Pedro.
A veces me pregunto si es normal amar tanto como te amo.


- Hmm ¿mucho me amás?


- Muchísimo, aun cuando sabía que no tenía derecho seguía haciéndolo.


Horacio vino por ellos cuando empezó a sonar Fever


- Vamos Pedro, cuando termine esta canción entramos con el pastel.


Paula le dio un beso en la mejilla y se sonrió por el detalle que preparaban para Ana, hizo un paso para ir para la mesa.


- Vos también mi amor, vamos.


- ¿Yo?


- Sí, todos, Lorena ya fue por los mellizos, vamos la animó Horario.


Pedro le besó la mano. Paula no podía creer tanta felicidad.
La tanda de música acabó, se prendieron las luces para que los que estaban bailando se acomodasen, y cuando todos estuvieron en sus lugares, las luces volvieron a apagarse, y una luminaria enfocó la entrada.


Entonces los acordes empezaron a sonar y se escuchó una pista de Frank Sinatra cantando Happy Birthday, en ese preciso instante y al unísono con la música se abrió la puerta y tras ella aparecieron los cuatro hijos de Ana y su esposo, empujado una mesa con un enorme pastel de cinco pisos con bengalas chispeantes y lleno de flores en los mismos tonos que los de la decoración.


A ellos los seguían Helena y Horacio Alfonso padre, Ofelia, Alison, Lorena con los niños en brazos, Ruben y Paula.


Se había decidido que no tocara la orquesta por los niños, para no asustarlos.


Ana no paraba de llorar, su marido fue y la buscó, entonces Ana tomó a sus nietos para alzarlos, luego les dio un beso a cada uno de los que estaban en la pista agasajándola.


Cuando le tocó el turno a Paula ella le dijo.


- Bienvenida a nuestra familia.


- Gracias Ana, me siento muy feliz de poder compartir este momento con vos.


Pedro las abrazó a ambas.


Se sacaron las fotos familiares, y luego la niñera vino por los niños y una vez que se llevaron a los bebés, la orquesta comenzó a tocar otra vez, sonaron los acordes de New York, New York, y todos salieron a la pista a bailar nuevamente.
Alrededor de las cuatro de la mañana ya se habían ido todos y en el salón montado en la carpa solo quedaban los cuatro hermanos con sus parejas.


Bebían la última copa de Champagne y conversaban. A su alrededor todo se desmantelaba, la fiesta había terminado.


Federico había puesto en la consola del Dj una selección de lentos de los 80’y 90’.


Pedro se había desatado la pajarita, y desabotonado su camisa, tenía el trasero apoyado en una silla y las piernas apoyadas en otra, y estaba recostado con su cuerpo sobre el torso de Paula que lo tenía abrazado contra su pecho, él la tenía de la mano y con su dedo pulgar le acariciaba los nudillos mientras sorbía de su copa, mientras ella jugaba con su pelo, enredaba sus dedos en los mechones de su nuca y esa caricia a él lo relajaba, lo perdía.


Luciana hablaba recostada desde la falda de Ruben con su cuerpo en dos sillas, ya casi inteligiblemente, el sueño estaba venciéndola. Lorena permanecía sentada en la falda de su esposo y Federico y Alison abrazados muy juntos, ya todos estaban exhaustos pero el que peor se veía era Pedro.


-Hermanito estás destruido — le dijo Federico.


- No doy más, estoy pasado de todo, hace treinta horas que estoy despierto, con Jet-Lag incluido. Me duele todo.


- Luciana, vamos, te quedaste dormida, vámonos — le pidió Ruben, pero estaba agotada, así que la tomó en sus brazos y se la llevó.


- ¿Cómo van los preparativos de la boda? la próxima fiesta es la de ustedes, ¡¡estamos a nada!! — dijo Lorena.


- Solo dos semanas, nada tienes razón — confirmó Alison mientras besaba a Federico en los labios — y aún faltan tantas cosas...


- ¿Dónde hacen la boda? — se interesó Paula.


- En el Four Season.


- Debes tener todo más o menos solucionado ahí.


- También con lo que sale —Federico se quejó — espero que pongan un lacayo apantallando a cada lado de cada mesa.


- No seas malo amor, se supone que uno se casa una sola vez.


- Sí obvio, que una sola vez, uno tendría que ser muy estúpido para gastar dos veces la misma cantidad de dinero — dijo Hernan y todos rieron, menos Alison.


- Las reuniones con la Wedding planner fueron muchas — Alison explicaba — ella es un amor, y nos atendió hasta que nos pusimos de acuerdo en todo…


- ¿La ceremonia también la hacen ahí?


- Sí Paula, solo la religiosa con un intérprete católico, pero luego tenemos que pasar por la iglesia para que los votos valgan, ya que para la iglesia católica solo son válidos los matrimonios dentro de la iglesia — Alison le acarició el rostro a Federico y volvió a besarlo.


- Sí esa es una regla muy estricta de la iglesia católica, salvo por casos extremos como que estés postrado en una cama.
¿Ustedes donde se casaron? — Paula interrogó ahora a Lorena y a Hernan.


- Ah Paula, la nuestra fue una boda más sencilla, nosotros hicimos la boda acá, vino una jueza y solo nos casamos por lo civil, la mansión estaba recién comprada, fue la primer fiesta que se hizo en ella ¿verdad mi amor?


- Sí así es, además nuestra boda fue bastante intima, muchos menos de los que estábamos hoy acá, el lugar era más que suficiente.


- Y Luciana se casó en Miami — dijo Pedro y empezó a reírse despabilándose de golpe — hizo la ceremonia en la playa — todos lo siguieron con la risa porque ya sabían lo que venía — teníamos arena hasta en el trasero.


- Hablábamos y mordíamos arena dijo Federico — todos estaban descostillados de risa, a Lorena se le caían las lágrimas recordando.


- Sí — a puras carcajadas aseveró Hernan — yo me restregué todo el tiempo los ojos, no pude ver nada de la ceremonia.


- Yo fui una de las damas de honor — le contaba Alison — ese día había un viento de locos pero ella se empecinó igual, en hacer la boda en la playa, hasta último momento la planeadora estuvo tratando de convencerla para hacerla adentro en otro de los salones del hotel, pero no pudo.


- Mamá tenía puesta una capelina, terminó sosteniéndosela con las dos manos porque se le volaba — contó Pedro desternillado y le faltaba el aliento — y la abuela que rezongaba y no la podíamos hacer callar, no sabes lo que fue eso, parecíamos los Beverly Ricos, todo lujoso pero totalmente desubicado.


- Sí cierto, cierto — Federico se agarraba la barriga y lloraba de tanta risa, Paula se había contagiado y se reía con ellos imaginando la escena. — Las telas y las flores se volaban. El presbítero que ofició la ceremonia no podía hablar, no sabes era una escena dantesca.


- Pobre, yo me muero si me pasa una cosa así el día de mi casamiento.


- No te preocupes Paula, Luciana ni se enteró hasta que se lo contamos y no dio el brazo a torcer hasta que vimos la ceremonia en video, ella lo único que quería era su boda en la playa por Dios, paren no puedo más de risa — dijo Hernan — qué pena que se haya ido, para hacerla cabrear.


- En realidad el que se salvó fue Ruben, señaló Federico, porque después termina atacada con él.


- No me digan que son los típicos torturadores de hermanas mujeres.


- No Paula, ellos cuando se juntan siempre torturan a alguien no importa a quien, inclusive entre ellos, ve preparándote, porque cuando entren en confianza con vos, también te va a tocar, y mejor no demuestres tu enojo, porque no tienen fin — hoy Luciana se salvó porque no estaba — le contó Lorena.


- Mejor nos vamos a dormir, dijo Pedro, me duermo sentado y acá ya estorbamos a esta gente que también quiere irse.


Todos se levantaron, se fueron hacia el interior de la mansión, seguían riéndose mientras subían las escaleras, estaban tentados.