martes, 26 de agosto de 2014

CAPITULO 148



Cuando llegaron al consultorio de Luciana, Hernan estaba sentado de espaldas, relajado, bebiendo agua mientras esperaba. Al oír el ruido de la puerta, se giró de golpe y se encontró, no sólo con Luciana, sino también con Pedro y Paula; los tres traían una sonrisa de oreja a oreja. De inmediato frunció el cejo y no tuvo que esperar a que nadie le dijera nada.


—¿No me digáis que estáis acá en la clínica porque voy a ser tío?


Pedro lo estrechó entre sus brazos, mientras le corroboraba sus sospechas.


—Así es, estamos embarazados. —Se palmearon varias veces la espalda y luego Hernan soltó a Pedro para felicitar a su cuñada.


—Felicidades a los dos, ¡qué notición! ¡Vaya! ¡No habéis perdido el tiempo! Pero ¿cómo ha sido? — Los cuatro se rieron por la espontánea muletilla lanzada por Hernan


—. Hablando en serio, ¿está todo bien?


—Perfectamente bien... — empezó a explicarle Paula y, de
pronto, se calló porque le asaltaron unas tremendas ganas de llorar.


—¡Uf, mi amor, estás sensible!


—Es que no puedo creerlo — le dijo a Pedro haciendo un puchero y luego prosiguió hablando con su cuñado—: Hernan... —sorbió su nariz—, estamos esperando mellizos.


—¿Qué? ¡Enhorabuena! —Los abrazó a ambos—. Recuerdo vivamente cuando nos enteramos de Lucas y Teo, ¡fue tan bonito cuando supimos que ambos implantes habían sobrevivido! A nosotros la noticia no nos pilló por
sorpresa, pero supongo que para vosotros debe de haber sido un tsunami.


—Son tantas emociones juntas que aún no me doy cuenta del todo —le confesó Pedro.




Salieron de la clínica y se subieron al Alfa-Competizione para regresar al apartamento.


—¡Estoy tan contenta que tengo ganas de sacar la cabeza por la ventanilla y gritar para contárselo a todo el mundo!


Pedro extendió su mano y con el pulgar le delimitó los labios.


—Te infinito, mi vida.


—Yo también,Pedro, es inexplicable lo que estoy sintiendo—Hizo una pausa y, de pronto, le espetó—: ¡Tengo una idea!


—¿Qué idea?


—Vamos a la empresa, les contamos a Federico y a Alison, y luego nos vamos a Los Hamptons para explicárselo a Horacio, Ana y Ofelia.


—Dale, hermosa, hagamos eso.






Cuando llegaron a la casa de campo, los encontraron a punto de sentarse a comer. Los tres se pusieron muy contentos al verlos llegar, pero considerando que era lunes, también les extrañó que no estuvieran en la empresa.


—¿Pasa algo? —preguntó Horacio.


— No, papá, simplemente queríamos venir a pasar el día con ustedes. ¿Nos invitan a comer?


—Por supuesto, tesoro, ¡qué cosas dices! —lo regañó Ana.


—Yo voy a por platos, siéntense —les dijo Ofelia.


—Realmente, es extraño que vengan un lunes por acá —comentó Ana.


—La verdad es que, durante todo el camino, estuvimos
imaginando con Paula cómo decírselo, pero ahora no nos sale nada de lo que habíamos planeado. —Ofelia se tapó la boca y se echó a llorar, y Ana, se puso de pie, cogió a Paula por los hombros y, casi en una exhortación, le preguntó:


—¿Me harán abuela?


Paula sonrió y asintió levemente con la cabeza. Horacio se
levantó disparado de la silla y puso Pedro en pie para abrazarlo con fuerza. Ana apretujaba a Paula y la besaba sin parar. Cuando su padre lo soltó, Pedro se percató de que Ofelia seguía muy emocionada.


—¿Qué pasa, viejita linda?


—¿Qué va a pasar, Pedro? ¡Estoy vieja y sensiblera, y vos nos das esta noticia sin anestesia!
¿Sabés lo que siento al saber que podré aupar a un hijo tuyo? ¡Sos mi preferido, querido! —Pedro le besó el cuello.


—Bueno, en ese caso, andá preparando ambas piernas, porque tendrás que aupar a dos bebés.


—¡¿Qué?! —exclamó Ana.


—Sí, mamá, estamos embarazados de mellizos. —Y hasta ahí llegó su contención. Él y su madre se fundieron en un abrazo y empezaron a llorar. Horacio, mientras tanto, aprovechaba para felicitar a Paula.


—¿Estás bien? ¿Está todo bien?


—Sí, Horacio, hoy fuimos a la consulta y, al parecer, va todo bien.


—¡Mi niña! Yo supe, desde el primer momento en que te vi entrar en el Belaire, que serías una bendición —exclamó Ofelia—. ¡Cómo consentiré a esos niños! Aunque no me lo permitas, lo haré igual.


—Despreocupate, Ofelia,¡estaré encantada de que los
consientan! —le aseguró Paula, mientras se acercaba para
abrazarla.

CAPITULO 147



Pedro grabó la ecografía y todo cuanto acontecía en el consultorio con su móvil, mientras le sostenía la mano a Paula.


La doctora giró la cabeza y miró a Luciana.


—¿Lo ves?


—Sí, lo veo perfectamente — contestó Luciana mientras se
acercaba al monitor.


—¿Qué pasa? —preguntaron Pedro y Paula a la vez, mientras se cogían con fuerza de las manos.


—¿Lo dices tú o lo digo yo?


—No decilo vos, Noelia, sos la doctora de Paula y Pedro.


—Vale, tranquilos, no pasa nada, relajaos. Voy a explicaros
todo lo que estamos viendo. Esto de aquí —dijo señalando a la imagen — es la terminación de la vagina; esto otro que observáis aquí es el cuello del útero y esto con forma de corazón es el útero. Lo que está ahí es el saco gestacional y el saco vitelino, pero si miráis con un poco de atención, al lado se ve otro saco gestacional.


—¿Eso qué quiere decir? — preguntó Paula. La ginecóloga miró a Luciana y asintió con la cabeza.


—Son mellizos. ¡Pedro, Paula, van a tener mellizos! —gritó
Luciana mientras gimoteaba de emoción.


Ellos tampoco pudieron contenerse y se echaron a llorar
mientras se besaban sin parar.


Luciana le arrebató el móvil a su hermano para grabar ese beso que estaban dándose. Tras unos momentos y superada en parte la sorpresa, intentaron recomponerse para que la doctora siguiera con la prueba, sorbieron sus narices y Luciana les alcanzó unos pañuelos de papel.


—¿Están bien? ¿Los bebés están bien?—preguntó Paula.


—Vale, a ver, por el tamaño,podemos saber que estás de 5,3 semanas gestacionales. Ambos sacos están dentro del útero; esto que se ve aquí es lo que luego será la placenta. Todo se ve perfecto. Como los dos embriones tienen un
buen tamaño, pondré el sonido. — Al oír los latidos de sus corazones volvieron a escurrírseles lágrimas de emoción. La ecografía había terminado y la doctora Noelia le entregó un DVD a Pedro con la grabación—. Muy bien, Paula, no te
levantes aún, sólo me queda sacar una muestra para analizarla. No te asustes, todo esto forma parte del protocolo. —Le colocó el espéculo y sacó una muestra del cuello del útero—. Todo se ha visto normal, así que no creo que tengamos que preocuparnos de nada. Ya hemos terminado, sólo te pediré que te bajes la bata un poco, para poder explorarte las mamas. ¿A ver? Levanta tu brazo y ponlo por detrás de la nuca. Listo, todo bien, ve a vestirte para que te dé las recetas.


Luciana y Pedro no paraban de abrazarse. Entretanto, sonó el teléfono de la doctora Martín Toribio y, cuando atendió, le pasó la llamada a Luciana.


—¿Qué haces ahí, acaso te encuentras mal?


—No, Hernan, tranquilo, estoy bien. Espérame en el
consultorio, ya bajo y te cuento.


Paula volvió vestida, la médica ya le había extendido las
recetas.


—Bueno, esto es para que te hagas análisis de sangre y orina, y esto es lo que debes tomarte por ahora: un comprimido diario de ácido fólico. Cuando tengáis los
resultados del laboratorio, me venís a ver para determinar si necesitas alguna otra vitamina. Esto es una crema para que comiences a hidratar tu piel, ya que debes prepararla para que se ponga elástica; durante el último trimestre lo necesitarás. De esa forma, evitaremos la formación de estrías, comenzarás con dos aplicaciones diarias y, a medida que vaya creciéndote la barriga, irás aumentando las dosis. Puedes utilizar también algún aceite. En fin, cuanto más hidratada tengas la piel, mejor. No olvidemos que son dos bebés y tu barriga crecerá bastante—Paula y Pedro asentían con la cabeza—. Es posible que aparezcan estrías en tus pechos por el aumento de tamaño, así que deberás hidratar esa zona también.


—Perfecto, no quiero que me queden marcas.


—Trataremos de evitarlas.
¿Queréis preguntarme alguna cosa?


—Al ser dos bebés, ¿es un embarazo de riesgo? —preguntó
Pedro.


—No, por ahora nada indica eso, pero, claro, tendremos que
hacer más controles que si fuera uno solo. Ahora, dejadme deciros algo que no todos se atreven a preguntar. Tranquilos, sé de sobra que son las dudas naturales que siempre surgen. En cuanto a vuestras relaciones sexuales, os pido que sean con más cuidado, pero que el embarazo no afecte a la conexión que hay entre vosotros.
Estás preñada, no enferma, Paula.
Os digo esto porque sé que es un temor habitual de todos los padres primerizos y no quiero que os enfrasquéis en temores absurdos; todo es normal, así que no hay restricciones para que sigáis con una vida sexual activa. No le haréis daño a los bebés, puesto que el cuello del útero está sellado por una gruesa membrana mucosa que lo protege contra infecciones. Por otra parte, dejadme que os cuente que, durante el acto sexual, la oxigenación del bebé es mayor, por lo que es una sensación bastante placentera para él. Por último, a medida que vaya creciendo la barriga, Paula misma irá viendo cuál es la posición más cómoda, ya
que a veces, con el transcurso de los meses, algunas no lo son tanto.
Si todo sigue como hasta ahora,podréis hacerlo hasta el último día.
Ambos asintieron con la cabeza.


 —Gracias por aclararlo — dijo Pedro—, seguramente son
preguntas que tarde o temprano nos habrían surgido.


—¡Si no le has causado ningún daño hasta ahora tampoco se lo harás! Haremos controles periódicos para estar tranquilos y ver si todo va bien.
»Otra cosa, Paula, es posible que tus pechos se pongan hipersensibles y te duelan con el roce, especialmente durante el primer trimestre. Por lo general, disminuye con el paso de los meses, pero es normal. Aunque ahora no las hayas tenido, también es posible que aparezcan náuseas matutinas muy fuertes, ya que como tienes dos placentas se generarán muchas más hormonas que con una sola, y esas náuseas son producidas, principalmente, por las hormonas placentarias. ¿Hay algo más que queráis saber y que no os haya dicho?


— Sí —añadió Paula—, me pregunto si siendo dos bebés es
posible tener un parto vaginal.


—Vale, Paula, es difícil, pero no imposible. Eso no lo podemos saber todavía, lo iremos determinando con el paso de los meses, todo dependerá de la posición en que se encuentren los bebés. También es posible que, siendo dos, no lleguemos a término, pero todo eso lo iremos viendo con el avance del embarazo. De todas formas, iremos tomando precauciones. No os olvidéis que estamos en una clínica donde los procedimientos que se llevan a cabo con técnicas de fertilización, por lo general, nos hacen trabajar a menudo con embarazos múltiples, así que estamos habituados a estos partos. Tenemos ventaja en cuanto a cuidados, cosa que, desde luego, debe daros tranquilidad a vosotros
también.


Luciana se mostró orgullosa y Pedro le guiñó un ojo.


—Lo preguntaba porque ellos dos son mellizos y mi suegra me explicó que su parto había sido natural, pero los de Hernan nacieron por cesárea.


—¡Ah, vaya! ¡No sabía que vosotros sois mellizos! —exclamó la doctora mirando a Luciana y a Pedro—. Veo que hay varios casos de mellizos en la familia.


—Los de Hernan son por fertilización, Noelia, pero nosotros
no. Y sí, es cierto, mamá nos tuvo por parto natural, mi hermanito es el más pequeño de los dos —le contó Luciana.


—¡Ah, vale, vale!


—¿En qué mes se comenzarán a sentir sus movimientos? — preguntó Pedro y Luciana lo miró con gran ternura. Ella no intervenía, aunque bien le podría haber contestado, pero en ese momento se encontraba en calidad de tía.


—Bueno, no os lo puedo contestar con exactitud. Serán
evidentes seguro hacia el cuarto mes, pero siendo un embarazo múltiple, muchas mujeres aseguran que los notan antes y en diferentes lugares a la vez. Es posible que, al principio, sólo pueda sentirlos Paula, ya que como son muy pequeñines flotarán en el vientre, se balancearán y girarán en el líquido amniótico y esas sensaciones sólo las percibirá ella.


—En mi caso, al principio notaba como palomitas de maíz
reventando en mi barriga, pero otras mujeres lo describen como un pez nadando de un lado a otro o una mariposa aleteando en su barriga — les contó Luciana, mientras Pedro y Paula la escuchaban con atención.


—Vale, espero que todo haya quedado claro y que os hayáis sentido cómodos.


—Muy cómodos, doctora, ¿verdad, mi amor? —dijo Pedro y
Paula lo miró.


—Sí, por supuesto, ha sido usted muy paciente y nos ha
despejado todas las dudas. Además, gracias por su tiempo, vinimos sin cita previa.


—Tranquilos, para mí también ha sido un placer. Cuando lo tengáis todo, avisáis a Luciana y ella me lo comunicará. Entonces, volveremos a hacer un hueco como hoy, no hace falta que pidáis hora.


Salieron de ahí sin terminar de caer en la cuenta de la realidad a la que se enfrentaban, cogidos con fuerza de la mano.

CAPITULO 146




Entre ambos, prepararon el desayuno y se lo comieron con
rapidez. Pedro no paraba de sonreír, de besarla y de acariciarle la barriga. Finalmente, fueron hacia la clínica. Subieron directamente al sexto piso y la secretaria de Luciana los atendió de inmediato.


—Hola, Grace, ¿está ocupada mi hermana?


—Buenos días, señor Pedro, la doctora Luciana está libre, aún no ha llegado su primera visita. ¿Desea que lo anuncie?


—No, muchas gracias,nosotros lo haremos. Por cierto, le
presento a mi esposa, Paula.


—¿Qué tal, señora? Ya nos conocíamos porque un día estuvo aquí con la señora Luciana.


—Así es Grace, ¿cómo está?


—Muy bien, muchas gracias, señora.


Pedro se asomó al consultorio de Luciana por una rendija de la puerta, con Paula cogida de la mano.— ¿Se puede, hermanita?


—¡Qué sorpresa, buen mozo, claro, entrá! —Pedro abrió la puerta del todo y entró risueño junto a Paula—. ¿Qué hacen ustedes dos acá tan temprano?


—¡Vinimos a verte!


Paula se acercó y le dio un beso en la mejilla y otro en la
barriga a su cuñada.


—¿Vinieron a verme? ¿Y para qué vinieron a verme? A esta hora,¿no deberían estar en la empresa? —los interrogó, mientras abrazaba a su hermano. Pedro sacó las dos pruebas de embarazo que traía en su bolsillo y las puso sobre el escritorio.


—Vinimos a verte para esto.


—Oh, my God! Oh, my God! Juro que lo supe en cuanto entraron.


—Luciana se levantó de su sillón y los abrazó a ambos; no paraba de gritar y de lloriquear: los tres estaban muy emocionados—. ¡Tendré un sobrino! ¡Pedro, serás papá! —Le besó el rostro a su hermano, acunándolo entre sus manos—. ¿Cómo te sentís, Paula?


—De maravilla, sólo que estamos un poco preocupados
porque esto ocurrió mientras tomaba anticonceptivos, ¿pueden hacerle daño al bebé, Luciana?


—Evidentemente no los tomaste muy bien; alguno o algunos debés de haberte salteado, pero eso no importa ahora. ¿Cuánto mal pueden hacerle al bebé? Eso depende del período en que lo hayas tomado hasta que te diste
cuenta del embarazo. Veo en el visor que estás de más de cuatro semanas, lo que es un tiempo bastante corto. Así que, a bote pronto, yo les diría que no se alarmasen. De todas formas, haremos algunas pruebas. El ginecólogo que te atendió la otra vez y te recetó los anticonceptivos no es obstetra, así que yo preferiría que te vea un obstetra ya para que te haga los exámenes de rutina del primer trimestre.


—Calmate, Luciana, me estás mareando. Es demasiada
información junta, aún estoy asimilando que Paula está
embarazada —exclamó Pedro.


—Siéntense y déjenme decirle a Grace que me comunique con la doctora que ya tengo en mente para vos.


—¿Dónde atiende?


—Acá, Paula, trabaja con nosotros, es una excelente obstetra y, además, habla español porque es madrileña. Creo que el hecho de que hable tu idioma te dará más confianza, puesto te podrás comunicar con más fluidez con ella.
Supongo que mi sobrino nacerá en mi clínica, ¿no?


—¿Por qué «sobrino»? Pedro está igual, ¡quizá sea una niña!


—Cierto, cierto, pero no sé por qué presiento que es un varón.


—Recién hablamos con Callinger. En realidad, tendríamos
que haber esperado diez meses para que Paula se quedara embarazada —le explicó Pedro.


—¡Error, empezamos mal!


—¡Ya sé, Luciana! No empieces a regañarnos ahora.
Sabemos que fue una imprudencia, pero el médico nos dijo que todo iría bien.


—¡Eso ya lo sé! Sé perfectamente que fue una imprudencia, pero ¿qué se puede hacer ahora? El bebé ya existe. A lo
que me refiero es a lo que dijiste antes, ¿cómo que «que Paula se quedara embarazada»? No es sólo ella la que está embarazada, ¡están embarazados los dos! —Pedro puso los ojos en blanco, pero el sonido del teléfono los interrumpió—. Esperá, voy a atender.


—Hola, Noelia, soy Luciana.
Quisiera saber si tenés un huequito en tu consulta para atender a mi cuñada y a mi hermano que están embarazados y están acá conmigo.


A Paula y a Pedro les gustó cómo lo dijo Luciana; se
arrebujaron en sus asientos y entrelazaron sus manos con fuerza.


—Pero ¿qué pregunta es ésa?
Si no tuviera un hueco, pues me lo hacía y los atendía de todas maneras. Vale, diles que suban ya que los espero. En seguida aviso a mi secretaria para que los haga pasar de inmediato.


—Gracias, Noelia, ahora subimos.
Luciana colgó.


—Vamos, la doctora nos espera.


Pero ¿no tenés pacientes? —le preguntó Paula.


—Tengo visitas a partir de las once, pero, en todo caso, que me esperen un rato. ¿O creen que voy a perderme la primera consulta?


Subieron hasta el piso diez, entraron en el consultorio y la
doctora los recibió con mucha amabilidad e infundiéndoles
muchísima confianza.


Pedro es mi hermano y Paula, mi cuñada. Les presento a la doctora Noelia Martín Toribio.


—Un placer... Adelante,poneos cómodos y relajados, que
aún no me he comido a nadie en mi consulta y nos quedan muchos meses por delante para vernos las caras. Luciana me ha explicado que estáis embarazados.


—Así es —confirmó Paula.


—Desde ya os digo que será un honor para mí traer al mundo a un Alfonso. Claro, eso siempre y cuando me elijáis a mí para hacerlo, pues ésta es vuestra primera consulta, así que si no os caigo en gracia estáis en todo
vuestro derecho de cambiar de obstetra.


—Luciana te recomendó — dijo Pedro—, además nos parece importante que hables español, ya que Paula se sentirá más cómoda en el parto si se puede comunicar en su idioma. —Paula asintió.


—Vale, eso es cierto, a mí también me lo parece. —La doctora sonrió—. Contadme, ¿qué tipo de prueba os habéis hecho para saber que estáis embarazados?


Pedro sacó rápidamente los dostest de embarazo que traía en el bolsillo.


—Veo que habéis hecho dos pruebas caseras.


—Estamos preocupados porque yo estaba tomando
anticonceptivos.


—Aquí dice que estás de más de cuatro semanas, así que no es mucho el tiempo durante el cual los has tomado. Por consiguiente, no debería ser un problema, pero será algo que tendremos en cuenta.
Controlaremos, por encima de todo, el crecimiento del bebé y te enviaré a hacer pruebas de laboratorio rutinarias. Si algo no va bien, lo sabremos por los valores.


—Hay algo más que debemos contarle —agregó Pedro—. Hace cinco meses, Paula recibió un balazo en el hígado en un intento de homicidio. Se suponía que debíamos esperar al menos diez meses para que ella se quedara embarazada, pero, bueno, ha sucedido ahora.


—Y es que seguramente te has saltado algunas píldoras, no creo que exista otra explicación — sentenció la doctora.


—Sí, asumo que fue así, porque todo el mundo me lo dice — contestó Paula mirando a Luciana, que le guiñó el ojo. Luego siguió hablando—: Lo comenté con mi cirujano y él cree que probablemente no exista riesgo.
Mañana nos espera para hacerme una ecografía del hígado y nos pidió que te lo comentásemos, sobre todo para que me diera hora para una consulta con un nutricionista y así poder seguir una dieta adecuada que no me permita aumentar demasiado de peso durante el primer trimestre. De ese modo, mi hígado tendrá unos meses más de margen para curarse


—Me parece perfecto, así lo haremos. Además, es lo primero que me ha venido en mente en cuanto me habéis contado lo de la herida. Ahora, Paula, te invito a que te quites la ropa tras el biombo y te pongas una bata para hacer algunas pruebas; quiero pesarte, tomarte la tensión sanguínea; te haré un test de Papanicolaou y te realizaremos una ecografía transvaginal para determinar con exactitud la edad gestacional del bebé y cerciorarnos de que todo está en orden. ¿Qué quiero decir con que «todo está en orden»? Me refiero a que el bebé esté dentro del útero, entre otras cosas.


— Bueno —contestó Paula bastante asustada.


—Mientras tanto, ¿Pedroverdad?


—Sí.


—Vale, Pedro, me ayudarás con algunos datos y lo que no sepamos, nos lo dices tú, Paula; así que mantente atenta a lo que pregunto, ¿de acuerdo?


—Bien —respondió ella.


—Pero ¡cambien esa cara, por Dios! ¡Parecen dos pollos mojados! —los regañó Luciana que, hasta el momento, se había mantenido en silencio—. Relajate, hermanito, y disfrutá del momento. ¡Y vos también, Pau! —Pedro sonrió y respiró hondo.


Paula salió cambiada y la doctora Martín Toribio, al verla
aparecer, se puso de pie y la llevó hasta la balanza para pesarla; luego la acompañó hasta la camilla e hizo que se recostara.


Pedro, ponte al otro lado de la camilla, junto a ella, y así los dos podéis mirar el monitor. ¿No habéis traído nada para sacar fotos o para filmar? —preguntó la ginecóloga.


—No —dijeron ambos afligidos mientras se miraban.


—No sabíamos que hoy mismo le harían una ecografía —contestó Pedro.


—Vale, no importa, seguro que tenéis un buen móvil, ¿no? Así que os aconsejo que lo utilicéis para que os quede un hermoso recuerdo de la primera ecografía. —Luciana le guiñó un ojo a su hermano—. ¿Luciana, tú quieres mirar en mi monitor?


—Será un gusto, Noelia, estoy superansiosa.
Todos sonrieron.


—Paula, relájate y pon los pies en los estribos, igual que
cuando te van a hacer un Papanicolaou. Así, el culo bien
adelante. ¿Te has hecho alguna vez una ecografía transvaginal?


—No.


—Vale, en ese caso te la explicaré. Te introduciré un
transductor, esta sonda con forma de huso. —Se la mostró—. Le pondré un preservativo y la meteré dentro de tu vagina. Esto lo presionaré contra las paredes vaginales próximas al útero y, entonces, se registrarán ondas de
sonido de alta frecuencia que se convertirán en imágenes. Es una prueba totalmente indolora.


—Perfecto.