El tiempo pasaba a toda velocidad. Ellos parecían no tener
descanso. Pedro había planeado una luna de miel en la que nada quedara al azar; cada día estaba proyectado a la perfección. Habían llegado ya a la mitad del viaje y se trasladaban hacia Mérida, un lugar con mucha historia.
—En breve aterrizaremos,Paula, éste será el único tramo de la luna de miel en que estaremos alejados de la playa, pero, habiendo venido a México, me parecía imposible obviarlo; los tesoros arqueológicos de esta ciudad son maravillosos.
—Tu decisión me parece perfecta, mi amor. Todo lo que vos
decidas sé, sin duda, que es lo mejor; confío plenamente en vos.
Llegaron a la hacienda Xcanatún, que estaba situada a tan
sólo cinco minutos de la ciudad de Mérida, en la carretera a Progreso, y a sólo diez kilómetros del centro histórico. Cerca de allí, había diversos atractivos turísticos: emplazamientos arqueológicos, playas y ciudades coloniales que también tenían pensado recorrer.
En la hacienda, los aguardaban con un recibimiento muy cálido y personalizado. Los invitaron con unos margaritas y, de inmediato, les mostraron las instalaciones. Tras un breve recorrido por el lugar, los acompañaron hasta la Master Suite para que pudieran acomodarse y refrescarse.
El encanto de lo antiguo y la comodidad de la modernidad
hacían de esa lujosa habitación, con acabados y materiales naturales y exquisitos, un lugar de ensueño que los transportó a principios del siglo XVIII. Pedro y Paula estaban fascinados con el lugar, que a ella le hacía recordar mucho a la vida en la plantación. La hacienda estaba emplazada en un enclave muy silencioso, rodeado de una espesa vegetación. En definitiva, aquél era un ambiente idóneo para desconectar de la vida cotidiana de la ciudad y disfrutar de la naturaleza; ideal para sumirse en su mundo propio, el que habían creado juntos y en el cual no les hacía falta más que su mutua compañía.
La primera noche, cenaron en el restaurante una combinación perfecta de comida francesa y caribeña que Pedro y Paula disfrutaron de pleno.
Mimosos,románticos y muy atentos el uno hacia el otro, intercambiaron tiernas cucharadas en la boca. Paula había pedido, como plato principal, frijoles con cerdo, una receta tradicional de Yucatán; Pedro, en cambio, probó los chiles en nogada, otra especialidad típica de la cocina mexicana.
Después de cenar,decidieron caminar por los jardines, abrazados y seducidos por la belleza del paisaje y la pasividad del lugar. Regresaron a la terraza privada de la habitación un poco más tarde y se recostaron en una de
las hamacas.
—Hum, me encanta el rumor de los insectos en la noche, me recuerda a Mendoza.
—Cuando hice la reserva en Xcanatún, me imaginé que te
gustaría, porque yo también lo relacioné con el ambiente de tu tierra. Sinceramente, eso fue lo que me hizo decidir; a punto estuve de reservar plaza en un hotel de la ciudad.
— Qué bien que no lo hicieras,porque me atrae mucho este lugar, me fascina el contacto con la naturaleza; además, ya estuvimos en muchos hoteles. —Se besaron acariciándose la espalda. Ambos tenían las manos metidas bajo la ropa del otro y sus palmas zigzagueaban con ternura sobre su
piel.—Blue eyes, no me sonrías así que estamos afuera. Mi amor, si metieras en este momento tu mano bajo mi tanga te aseguro que podrías saber el poder que tiene tu sonrisa. —Él se pegó a su cuerpo, y le apoyó su sexo para que ella lo
notara.
— Mirá lo que tu boca me provoca, nena, ¿sentís lo duro que me ponés?
—Pedro, quiero que siempre sea así entre nosotros, es lo que más me gusta de nuestra relación: esta atracción física. Además, quiero que el profundo amor que siento por vos nunca se acabe.
¿Sabés? Antes siempre hablaba con Mati, bueno, no es un secreto para vos que con él hablábamos de todo, incluso de sexo, y yo siempre le refutaba cuando él me argumentaba que el sexo es una de las cosas más importantes en una pareja. Uno puede sentir cariño hasta por su mascota, pero la atracción sólo sirve cuando la piel te llama. Ahora entiendo lo que él pretendía explicarme; tu piel me atrae, me estremecés tan sólo con rozarme, me excitás cuando te reís y lo que más me asombra es la manera en que puedo expresarte esto que siento.
»Transformaste mi vida en todos los sentidos, Pedro, a tu lado me desinhibí por completo; descubrí en mí a una persona que no sabía que existía. Al principio de nuestra relación, cuando pensaba en esto, la atracción física incluso me asustaba. En cambio ahora, deseo que todo sea siempre así, no quiero que sólo permanezca el afecto y que nos acostumbremos a estar al lado de la otra persona; no ansío eso para nosotros. Deseo que vivamos cada día como el primero, porque así es como me hacés sentir cuando estoy entre tus brazos. Para mí, cada vez es como la primera vez que me hiciste tuya.
—Mi amor, yo anhelo exactamente lo mismo. Cuando
estoy entre tus brazos me enamoro nuevamente de vos. Cuando te miro, dejo de razonar, me paralizás. Tu piel es como un bálsamo para mí, tenerte y poseerte es todo lo que necesito. No tomes a mal lo que voy a decirte, pero es imposible no comparar. Estuve con muchas mujeres, Paula, pero jamás sentí con nadie lo que siento con vos, lo nuestro va mucho más allá de todo.
¿Sabés? A veces pienso... ¿Cómo explicarte? Creo que el hombre es más carnal que la mujer; ustedes cuando conocen a alguien son más platónicas, pero el hombre lo único que espera, en un primer momento, es satisfacer sus instintos animales.
Con vos, eso se une al estremecimiento que me provoca el
solo hecho de que me mires, me hables o me dediques una sonrisa.
Yo tampoco quiero que nuestra relación cambie, me encanta cómo nos complementamos en todo, hasta en el trabajo. Y en la cama, ¡uf!, nena, cada vez que hacemos el amor encontrás una manera nueva de sorprenderme. Siempre lo noto diferente, cada día confirmo que podés hacerme sentir más y más intensamente. —Pedro la besó y Paula se perdió en la danza de sus lenguas. Después, Pedro añadió—:No veo la hora de que pasen esos diez meses que dijo Callinger que debíamos esperar para tener un bebecito.
—Yo también sueño con eso, ¿te imaginás? ¿Vos y yo papás?
¡Oh, Dios! Escuchar sus ruiditos y ponerlo a dormir en medio de ambos.
—Bueno, eso no sé. Después se acostumbran y, la verdad, es que en la cama sólo te deseo para mí.
No sé si eso estoy dispuesto a compartirlo.
—¡Celoso! —Pedro le mordió la barbilla—. ¿Serás un padre
consentidor, Pedro?
—Supongo que sí, pues creo que me enloquecerá tanto como vos; creo que tampoco podré decirle a nada que no.
—Pedro, quiero que lleguemos a viejitos juntos.
—Yo también lo deseo, mi amor.
—Prometeme que, cuando surjan inseguridades, siempre
vamos a intentar superarlas.
—¡Eso es obvio! ¿Qué ocurrencia es ésa?
—Es que seguro surgirán complicaciones, Pedro, porque,
aunque hace un tiempo que estamos muy bien, aflorarán conflictos. La vida no es siempre color de rosa, ésa es la realidad.
—Pero espero que, por ahora, no surja ninguno. Me gusta mucho estar así con vos y anhelo que los problemas sólo sean provocados por cosas cotidianas de convivencia que podamos superar con facilidad.
—Prometeme que si alguna vez se acaba nuestro amor, jamás nos engañaremos, que siempre nos diremos las cosas de frente —le pidió ella.
—¡Paula, recién acabamos de casarnos y estás pensando en que se puede acabar el amor! ¿Tan poco amada te sentís por mí? ¿Tan poco es el amor que sentís por tu esposo?
—No, mi amor, no es eso. Tu amor es tan enorme como el mío, sólo que no sabemos qué vueltas puede dar la vida. Yo me casé con vos para amarte por toda la eternidad, pero ¿cómo predecir el futuro? Sólo te pido que jamás me
engañes, no podría soportar un golpe tan bajo por tu parte.
—Paula, te amo y sé que así voy a sentirlo toda la vida. ¿Por qué esos miedos? Quiero que mi amor te dé seguridad.
—Así lo siento, Pedro. No hay lugar donde me encuentre más segura que junto a vos y entre tus brazos. Es más, mirándome como lo estás haciendo ahora, me siento la mujer más afortunada. Pero deseo ser realista y no descartar nada de lo que podría ocurrirnos.
—Jamás voy a engañarte, Paula. Jamás podría faltarte tanto al respeto, nunca más pasarás por esa humillación y, menos, por mi culpa. Mi vida, te lo prometo. —Puso los ojos en blanco y prosiguió—: Y no es porque vaya a creer que nos va a pasar, pero si alguna vez se termina nuestro amor, antes de estar con otra persona, te lo diré de frente.
—Gracias. Yo también... —Le tapó la boca con un beso.
—No me lo prometas, porque para mí no cabe la posibilidad de que nuestro amor se termine.
Se besaron con pasión y, en ese instante, desde otra habitación, empezaron a oírse los acordes de una canción que ambos se quedaron escuchando abrazados: Es poco decir que eres mi luz, mi cielo, mi otra mitad.
Es poco decir que daría la
vida por tu amor y aún más.
Ya no me alcanzan las
palabras, no, para explicarte
lo que siento yo.
Y todo lo que vas causando
en mí, lo blanco y negro se
vuelve color y todo es dulce
cuando está en tu vos y si
nace de ti.
Te voy a amar y hacerte
sentir que cada día yo te
vuelvo a elegir.
Porque me das tu amor sin
medir, quiero vivir la vida
entera junto a ti.
—¿Sabés quién canta? — preguntó Pedro.
—¿Te gusta?
—Me parece una letra muy emotiva y, además, creo que resume de forma increíble todo lo que acabo de decirte.
—¿Qué sorprendente, no, que después de la charla que acabamos de tener suene este tema? Quien la canta es Axel, un cantautor argentino, y la balada se llama Te voy a amar.
Se quedaron mirando mientras la letra seguía.
—Es poco decir que en un beso tuyo siempre encuentro mi paz —recitó Pedro; era la última estrofa de la canción.
Se acercó despacio para salvar la mínima distancia que los
separaba, le acarició el mentón, le delineó los labios con el dedo y, al final, le mordisqueó el labio inferior y le lamió la boca pidiéndole entrada. Su lengua pulposa la desarmó por completo y Paula accedió. Pedro se apartó ligeramente para admirarla en ese estado: estaba con los ojos cerrados y la boca entreabierta.
Entonces Paula abrió los ojos y lo miró; la respiración de ambos había cambiado y, sin poder dilatar más el momento, se entregaron a la caricia sanadora del beso, al lametón que sus lenguas se regalaban con pasión.
—Vamos a la habitación, haceme el amor, Pedro. Adorame
con tu cuerpo como hacés cada noche, dame todo lo que estoy deseando.
Él le volvió a atrapar los labios, se bajó de la hamaca y la
ayudó a levantarse. Cuando se tendieron en la cama, Pedro intentó serenarse, pero la desesperación que se apoderaba de él era difícil de contener. Le quitó la ropa, se quitó la suya y se enredaron en la cama con urgencia, acariciándose, besándose y rozándose. La cogió del pelo y tiró su cabeza ligeramente hacia atrás para poder chuparle el cuello. Perdido en su piel, la lamió y la enloqueció con la lengua; ella estaba aferrada a su musculosa espalda e intentaba, con la respiración entrecortada, tomar bocanadas de aire que le permitiesen nutrir de oxígeno los pulmones. Él trazó un camino con la boca hasta su pecho. Paula notaba el calor de su aliento en la piel y la ansiedad le carcomía el alma y hacía que su vientre palpitara.
—Te amo, mi amor; te amo, bonita —le decía Pedro mientras le daba chupetoncitos en los senos.
Cogió un pezón con la lengua y lo rodeó una y otra vez, lo atrapó entre los dientes y la observó. Paula se arqueaba abstraída.Pedro la aturdía y Paula comparaba sus sensaciones con lo que había experimentado entre otros brazos, pero no existían palabras suficientes para describir las vibraciones que Pedro le provocaba.
Antes de él, jamás se había sentido así. Rodó sobre él y se subió a horcajadas, inclinó su cuerpo y lo besó con lujuria y apremio mientras ondeaba su sexo sobre el de él.
Pedro la seguía, agarrada por la cintura, y la aprisionaba contra su piel. En aquel momento, invadido por el deseo, bajó su mano y cogió su sexo dirigiéndolo a la entrada de su vagina, tomó impulso y se enterró en ella. Paula tensó sus músculos y se conmovió ante la intrusión, apretó los ojos con fuerza porque no quería perderse ninguna de las sensaciones que su cuerpo experimentaba. Se sintió volar,
levitar, su cuerpo estaba más receptivo que nunca.
—Look at me, look at me always. I need you, I need to see it
in your eyes that you caused [Mírame, mírame siempre. Que
necesito, necesito ver en tus ojos lo que te provoco] —le pidió él.
—Pedro, you are my downfall! [¡Pedro, eres mi perdición!] —A Pedro le encantaba que ella le hablase en inglés cuando hacían el amor; lo hacía estallar—. Estoy muy caliente.
Pedro la empezó a embestir alocadamente, aferrado a
su cintura y totalmente descarriado.
—I need you, I love you too, baby, you’re my doom too! [Te
necesito, yo también te quiero, pequeña. Tú también eres mi
perdición.]
—No aguanto más, Pedro, voy a correrme.
—Dale, bonita, hacelo, dejame mirarte así perdida y entregada.
Paula llegó al orgasmo y su cuerpo se sacudió, tembló y la hizo bramar de pasión. Pedro seguía acometiéndola y castigándola con su sexo; movía su pelvis y se enterraba en ella una y otra vez.
Paula comenzó entonces a comprimirlo de nuevo, se apoyó en su pecho, le clavó las uñas y lo miró fascinada, se inclinó y le mordió el labio, mientras le decía:
—¡Gracias, mi amor, tengo otro orgasmo!
—Lo sé, nena, lo estoy sintiendo; me encanta verte así.
Pedro apretó los dientes, resopló y gruñó de forma ronca y
varonil; cerró los ojos con fuerza y se abandonó mientras eyaculaba. Se entregó a la pasión y luego abrió los ojos otra vez, para encontrarse con los de Paula, que lo miraban extasiada y orgullosa, a sabiendas de que era ella la causante de ese placer. Pedro contuvo la respiración mientras dejaba que las más brutales sensaciones se abrieran paso a través de su carne.
Se levantaron para ir al baño y luego se acurrucaron juntos en la cama. Pedro la abrazaba por detrás y le hablaba extenuado con un hilito de voz:
—Mañana nos espera un día largo, iremos a visitar Chichén Itzá.
—Hum, tengo entendido que hay muchísimas historias y mitos en esa zona. Pienso enviarle muchas fotos a Mati y a Ezequiel, para que envidien el lugar donde estoy.
—Dormí, porque necesitaremos estar energéticos para hacer todo el recorrido.
—Si no tengo fuerzas, vos serás el único culpable, me agotaste haciéndome el amor.
—Me encanta extenuarte de esa forma —dijo, y le besó la nuca