domingo, 27 de julio de 2014
CAPITULO 51
Me echó…
Me corrió de su despacho sin un hilo de remordimiento.
Me humilló, me pisoteó de todas las formas que uno puede esperar que lo pisoteen, me hizo sentir el ser más insignificante de la tierra, además de sentirme mancillada en mi buena fe.
Otra vez se habían burlado de mis sentimientos otra vez mis felices para siempre se había evaporado.
Aún me quedaba un atisbo de dignidad, no iba a quedarme ahí, así que salí de la oficina, agarré mi cartera y me fui del edificio, Mati quiso detenerme, pero no lo logró, supongo que como estaba muy cerca había escuchado todo.
Me subí al auto, y manejé sin sentido por la ciudad, no sabia siquiera a donde iba. El teléfono sonaba dentro de mi bolso pero no me interesaba hablar con nadie, no paraba de llorar, no entendía de donde me salían tantas lágrimas, pero emanaban a borbotones de mis ojos y corrían por mis mejillas.
Me aferraba con fuerza al volante, manejaba por instinto, porque mis sentidos estaban todos bloqueados.
Lo que esa mujer me dijo, era lo que yo había sospechado desde un primer momento, recuerdo en Los Castores cuando se lo pregunté, tuvo la oportunidad de ser sincero y me mintió, obviamente, como iba a arriesgarse a que lo mande a pasear por un tubo y perderse de cogerme unas cuantas veces más.
Me dolía el pecho, me faltaba el aire, tenía la cabeza embotada y el alma sencillamente la sentía congelada, pensé si era posible sentir más dolor y me dije que no, verdaderamente es imposible sentirse peor de lo que me siento.
Me detuve, aparqué mi auto en una dársena junto al murallón sobre la Avenida Costanera, miré a lo lejos estaba cayendo la tarde, el sol empezaba a esconderse y como un hechizo colisionaba con el río tintando de rojos, amarillos y escarlatas sus aguas, en otro momento hubiera sido una postal romántica, hoy hasta la soledad de ver ese espectáculo en que el día le da paso a la noche dolía, quemaba hiriente en mi cuerpo, jamás volveré a ver un amanecer a su lado...
Le entregué a Pedro mi corazón maltrecho, se lo dí para que lo cuidara, y lo sanara y él solo terminó de destrozarlo.
Me maldecía a mí misma por permitir que las cosas avanzaran, por dejarme engañar otra vez, por creer que el amor existe y también los buenos sentimientos.
“Cuando vas a aprender Paula, cuando te vas a convencer que los hombres son solo una mierda que te usan y te tiran”…
Volví a mirar a la inmensidad del río, allá donde parecía que todo terminaba, allá a donde mis ojos no alcanzaban a ver y donde no había nada, solo agua, una gran maza de agua, quizá debería dejar engullirme por esa inmensidad y que todo se termine de una buena vez, quizá debería terminar con esta vida de mierda que me tocaba vivir.
Venían a mi mente una y otra vez los momentos que habíamos vivido, momentos que yo creía felices y sinceros, pero ahora entendía que eran falsos, que nunca nada fue verdadero y auténtico.
Pedro era una gran mentira y solo había aprovechado la oportunidad de echarse una gran caña al aire.
Lo peor de todo y lo que más me dolía, era saber que nunca más podría estar entre sus brazos, sentir sus caricias, sus besos.
Dios, ya lo estaba extrañando, como haría para poder vivir sin él, si se entrometió en mi alma sin pedir permiso y de prepo.
No volvería a oírlo susurrando en mi oído, no volvería a verlo extasiado de placer, ni me volvería a despertar junto a él, todo lo que teníamos se había ido, aunque en realidad y pensándolo bien creo que nunca habíamos tenido nada verdadero.
¿Sería su esposa la que me llamaba a diario?
No, no lo creo, él hubiese reconocido su voz, aunque bien pudo fingir, después de todo, era bueno para decir mentiras y lo más estúpido de todo es que yo me dejé convencer por ellas.
Tal vez la que llamaba era una de sus amantes ¿cuantas tendrá? ¿a cuantas habrá engañado como me engañó a mí?
Volví a mirar a la inmensidad del río, volví a no ver nada más allá de lo que mis ojos podían ver.
Nada, solo agua, y si no hay nada ni nadie, allá tampoco habrá algo que pueda lastimarme, me subí en las rendijas del murallón de piedra asomando la mitad de mi cuerpo.
Seguí llorando sin consuelo, no había parado ni un momento de llorar.
- No vale la pena — me dijo y me sacó de mi pesadilla — nada de lo que estés pensando ahora, vale la pena, porque solo dejarás dolor en los que verdaderamente te aman, y que de seguro deben ser muchos.
Me habló una señora que pasaba por ahí, creo que fue visionaria y adivinó mis intenciones, se acercó a mi lado.
No le dije nada, pero sus palabras me habían traído a la realidad, al aquí y ahora, solo la miré y en ese momento me acordé de mi mamá, de mi hermano, de mis sobrinos, de mi cuñada, de Matias, de Ezequiel, ellos me quieren de verdad, no puedo causarles tanto dolor pensé de inmediato, no se lo merecen, siempre han estado a mi lado, siempre me han protegido.
Terminar con todo significa entre otras cosas no ver crecer a mis sobrinos, ¿sería capaz de perderme eso?
La señora tenía mi mano aferrada a la suya, no sé en que momento me la había tomado, pero allá estaba sosteniéndome, acompañándome, una perfecta extraña estaba a mi lado preocupándose por mi bienestar y me aferraba con fuerza, con determinación, creo que estaba preparada para tirar de mí en el caso que decida saltar.
Volvió a hablarme, creo que intentaba distraerme, arrancarme de mis pensamientos y sacarme de ahí.
- Hace rato que te observo, no sé lo que te ha ocurrido, pero vivir es lo que verdaderamente vale la pena, no importa de que forma nos haya tocado hacerlo, no siempre es como queremos que sea, pero es lo que nos tocó en suerte y debemos de aceptarlo. Mañana no puede ser peor que el día de hoy, quizá mañana encuentres otro motivo por el que vivir, si te privas del mañana, nunca sabrás lo que habrías podido descubrir.
Seguía atónita escuchándola, había logrado captar mi atención, y sacarme de mis oscuros pensamientos.
Su voz repiqueteaba en mis oídos y me decía que tenía razón, me ayudó a bajar de donde estaba trepada.
Continué mirándola, intentando creer que mañana sería mejor que hoy, pero yo sabía que no era así, nunca sería mejor si no era con Pedro y con Pedro simplemente no sería nunca más.
Quién iba a pensar que esa mañana era el último adiós.
- Me llamo Monica ¿Cómo es tu nombre?
- Paula.
Me hablaba calmadamente, su voz era melodiosa, me tranquilizaba escucharla.
- Paula, ¿sabes porque estoy acá? — negué con mi cabeza — vengo cada viernes de cada semana, en un viernes mi hija se quitó la vida, se arrojó a éstas aguas, vengo a rezar por su alma para que haya conseguido la paz que anhelaba y a pedirle que me dé fuerzas para levantarme mañana.
Mirá, si no tengo motivos para saltar yo también… pero no lo hago, simplemente, porque sería muy egoísta dejar a mis seres queridos con el mismo dolor que ella me dejó a mí, y porque nada remediaría.
No seas tan cómoda de pensar solo en tu dolor.
Tenía razón, solo estaba pensando en mí, solo en mí y en nadie más.
- Gracias, por acercarse — le tomé la mano con mis dos manos. — gracias.
- ¿Quieres que llame a alguien que pueda venir a buscarte?
- No está bien, ya ha hecho más que suficiente, estoy con mi auto, regreso sola.
- ¿Seguro que estás bien para manejar?
- Sí estoy bien, usted me ha hecho bien.
- Me alegra tesoro — me acarició la barbilla.
- ¿Puedo darle un beso? — le pregunté tímidamente.
- Por supuesto, y dejame abrazarte también, mi hija no tuvo tu suerte, nadie se dio cuenta de lo que estaba por hacer.
- Gracias Monica, gracias por reparar en mí.
Subí a mi auto, antes de darle marcha, recordé que cuando estaba en viaje mi celular había sonado varias veces.
Lo busqué en mi cartera y me fijé quien había llamado, como me lo suponía Ezequiel y Matias.
Conecté mi iPhone al sistema del auto, luego puse el encendido del motor y salí da ahí, con el mismo dolor que cuando llegué, pero con la convicción de que no valía la pena hacer nada estúpido.
Llamé a Mati.
- ¡¡¡Por fin!!! ¿dónde estás? — soltó un suspiro al escucharme.
- Estoy bien, no importa donde estoy, necesitaba estar sola, no te aflijas estoy bien, voy de regreso a casa.
- Voy para allá.
- No Mati, quiero estar sola, por favor, quiero llegar y acostarme.
- ¿Seguro qué no querés que vaya?
- No, debo resolver esto sola, no puedo pretender que mis amigos dejen todas sus cosas por mí.
- No desaparezcas más, anduvimos con Ezequiel como locos buscándote por toda la ciudad.
- Perdón, les pido perdón.
- Seguro que no querés que hablemos.
- No, ya escuchaste todo, no hay nada para contar. Te dejo Mati porque estoy manejando y no estoy con todas las luces, no quiero provocar un accidente.
- Ok, entiendo, prometeme que te vas a cuidar, y que a la hora que sea me vas a llamar a mí o Ezequiel.
- Prometido, avisale que estoy bien por favor.
- Quedate tranquila, yo le aviso.
Llegué a mi departamento, entré y sin pensarlo me fui a la cama, me quité toda la ropa y me acosté.
Irremediablemente comencé a llorar, la última vez que Pedro y yo hicimos el amor fue acá en esta cama, me lo hizo de mil maneras, me besó hasta la sombra como en la canción de Arjona, porque era tan malditamente imposible dejar de pensar en él.
Mi amor,Pedro mi vida, ¿cómo voy a hacer para olvidarte? ¿cómo voy a hacer para sacarte de mi piel y de mi mente?
Cierro los ojos y siento tus caricias, tus besos. Sé que nadie va besarme como lo hacías vos, otra vez voy a sentirme tan sola, otra vez mi vida no tendrá sentido.
Lo peor de todo es que no existe solución posible para esto, solo tengo la completa y total seguridad que todo entre vos y yo se terminó.
Esto no es una discusión tonta que luego podemos arreglarla arrepintiéndonos.
Acá no hay marcha atrás, no sos libre, tengo que olvidarte, tengo que arrancarte de mí.
No creo poder soportar más dolor, la esperanza de tu amor es lo único que yo tenía, me dejaste vacía Pedro, me dejaste rota.
Mi teléfono sonó y lo tomé suponiendo que eran Mati o Ezequiel pero no, era él, que me estaba llamando… ¿para qué pensé? que otra mentira va a inventarme.
Llamaba y cortaba porque lo dejaba ir al contestador sin atenderlo, me dejaba mensajes en el contestador que me atormentaban.
- Necesitamos hablar Paula, por favor atendeme.
Al rato volvía a intentarlo pero no le contestaba, probó con mensajes de texto, también por whatsapp.
Pero tampoco así le contesté.
Alrededor de las diez de la noche empezó a sonar el timbre, me levanté de la cama hecha una piltrafa y atendí el portero.
- Paula mi amor, dejame entrar.
Sin contestarle lo dejé fuera. Siguió insistiendo una media hora más, pero no lo atendí.
Finalmente me envió un texto que decía:
- Te vas a arrepentir, te lo aseguro.
“¿De que me voy a arrepentir, de no seguir viviendo en una gran mentira?”
No le contesté, sencillamente seguí llorando, llevaba horas así en este estado ya no tenía más fuerzas, sentía que simplemente me abandonaban, creo que finalmente cuando estaba amaneciendo el cansancio se apoderó de mí, y me dormí, estaba agotada.
Por la mañana me despertó sobresaltada el sonido del teléfono, era mamá pero no podía atenderla en este estado, no estaba preparada para aceptar que Pedro y yo ya no seríamos más Pedro y yo.
Ella seguro me preguntaría por él, y me largaría a llorar como loca angustiándola y desesperándola, la dejé ir al buzón de voz.
De fondo de pantalla tenía su foto, la que él había puesto, ahí estaba Pedro, lo miré por un rato, luego dejé el celular sobre la mesa de noche.
Me levanté y fui al baño, caminaba como una autómata, me senté en el inodoro para hacer pis, luego me acerqué al lavatorio y cuando miré al de al lado, como una utopía imaginé a Pedro parado frente al espejo, afeitándose como lo hacía tantas mañana cuando se quedaba conmigo, como lo había hecho la mañana anterior, se ponía tan serio para hacerlo, fruncía el entrecejo, hasta que se daba cuenta que yo lo observaba y entonces me sonreía, con esa mirada tan maliciosa y traviesa que me derretía y me hacía caer hasta la bombacha, luego miré el vasito que estaba sobre el mármol y vi su cepillo de dientes, motivo por el cual comencé a llorar otra vez.
Como duele, Dios mío, como duele saber que nunca más podrá ser con él, odio quererlo así como lo quiero.
Tomé su cepillo de dientes y me lavé los dientes con él, era una forma de tenerlo en mi boca, luego me fui al dormitorio y me dejé caer en la cama nuevamente, y lloré hasta que volví a quedarme dormida.
Me desperté porque la cama se movió a mi alrededor, cuando abrí los ojos estaban Ezequiel y Matias sentados a mi lado, me restregué los ojos.
- Ey dormilona aún no te levantaste, son las ocho de la noche.
- ¿Qué día es? — pregunté aturdida.
- Sábado, aún es sábado — me contestó Ezequiel — vamos, levantate, andá a ducharte que pedimos pizza y empanadas para las nueve.
- No, no quiero — me negué.
- Ah… ni lo sueñes — dijo Matias— te levantás o te meto yo en la ducha.
- Está bien, está bien, que hincha pelotas que son.
Me di una ducha rápida, me dolía todo el cuerpo como si hubiese corrido una maratón, me envolví en una toalla y salí hacia el vestidor a buscar que ponerme.
Como un demonio, parecía realmente imposible no acordarme de Pedro a cada momento, ahí estaba su ropa en mi closet.
Acaricié sus prendas, aún estaba colgado el traje que usó cuando fuimos a Chila, tomé la manga y me la pasé por la mejilla descansando en ella, sobre una silla hecha un bollo había una remera que había usado el día anterior, la que se había sacado el jueves por la noche cuando estábamos desvistiéndonos para ir a dormir pero terminamos en el piso enredados devorándonos, aún no la había lavado, la tomé en mis manos y me nutrí de su olor, la aspiré con fuerza y comprobé que aún conservaba su perfume, olía a Clive Christian Nº1 sin pensarlo fui y la metí bajo mi almohada como si fuera un tesoro, quizá poniéndola ahí siga guardando el aroma de él.
Fui al baño y tomé la botella de perfume que él había dejado ahí, Regresé al vestidor y rocié toda mi ropa con su perfume, luego busqué ropa para cambiarme, de pronto recordé que Ezequiel y Matias me estaban esperando.
Me recogí el pelo con un broche, no tenía ni ganas de peinarme.
Salí a la sala de mi departamento, mis amigos estaban en la cocina preparando para que cenemos, ya había venido el delivery, estaba tan ensimismada en mis pensamientos que ni siquiera había escuchado el timbre.
Me alimenté porque debía hacerlo, y para que Mati y Ezequiel no me sermoneen, pero no me pasaba bocado, corté la mitad de una porción de pizza porque creo que es lo único que podía llegar a comer, la mordí y dí vueltas el alimento en mi boca de un lado al otro, parecía como si se me hubiera cerrado la garganta y no pudiese tragar.
Por fin conseguí engullirla. Con gran esfuerzo la terminé.
Ezequiel y Mati me instaban a que coma más, pero francamente no podía, me tomé varios vasos de agua sin parar, otra cosa no me pasaba, supongo que tengo tanta sed porque mi cuerpo eliminó tantas lágrimas, la verdad no sé si será por eso, tal vez es una estupidez pensarlo, pero no sé a que atribuírselo sino.
Mis amigos intentaban animarme, hacían bromas entre ellos, pero yo simplemente estaba en el lugar físicamente, pero no mentalmente.
Mis pensamientos tienen un único destinatario, Pedro, ese nombre que me atormenta el alma y los sentidos.
Al ver que no les prestaba atención pues creo que están hablándome, Ezequiel me tomó de la barbilla y por último me dijo…
- Ey Paula, querés que hablemos de Pedro…
Lo miré sin comprender, de que quería hablar… ¿acaso hay algo más que decir? Negué con la cabeza sin pronunciar palabra.
- No te encierres Paula, estamos acá para escucharte gritar, putear, llorar ó simplemente para lo que quieras hacer.
- No quiero nada Ezequiel, no sé para que vinieron, le dije ayer a Mati que quería estar sola.
- Sí claro, como creés que te íbamos a dejar tirada en la cama todo el fin de semana — me increpó Matias.
- Necesito hacer mi duelo — les expliqué — me siento como si se me hubiese muerto un ser querido — y en parte es lo que ocurrió, Pedro para mí murió ayer, cuando me enteré que es casado.
En definitiva, tengo que enterrarlo en mis pensamientos y en mi alma.
- Te puse a cargar el celular — me indicó Ezequiel — se había muerto, te llamamos toda la tarde y nos mandaba directo al contestador.
- Sí creo que desde el jueves a la noche que no lo cargo — traté de hacer memoria.
- Necesitamos saber que estás bien, necesitamos que te acuerdes de cargarlo, para poder llamarte.
- Lo sé, lo siento Ezequiel, no quise ser desconsiderada, sé que se preocupan por mí — respiré hondo de manera muy audible.
- Por supuesto que nos preocupamos por vos… dijo Mati.
- Debo tenerlos aburridos con mis fracasos.
Mi vida es un continuo fracaso, no los culparía si se olvidasen de mí, sé que soy una persona totalmente indeseable como compañía.
- Yo no creo que seas una fracasada, tu vida personal tiene muchos logros — consideró Matias.
- ¡Ja! no me hagas reír que no tengo ganas.
- ¿Te vas a sentar a compadecerte y no vas a hacer nada?
- Que querés que haga Ezequiel, si lo único que quiero hacer no puedo.
El muy hijo de puta está casado, me usó todo este tiempo para coger, me dijo millones de frases de ensueño, me entregó promesas que jamás podría cumplir, me enamoró como una pelotuda y ahora me dejó sin sentido, adormecida en el dolor — me quedé viéndolo a los ojos — ¿tan hija de puta soy que merezco todo esto?
- Sabés que no es así — afirmó Mati.
- ¿Y entonces por que me pasa esto?
- No hay una razón Paula, a veces las relaciones son complicadas, la vida es complicada — me explicó Matias sin saber que decir exactamente y es que sencillamente no había explicación posible.
- Pero yo no veo que la vida de ustedes sea como la mía. ¿Qué es lo que hago mal?
- Nada, no haces nada mal, creo que solo tenés la maldita mala suerte de toparte con todos hijos de puta — concluyó Ezequiel.
Mientras ellos levantaban los trastos, me recosté en el sofá, hacía más de tres horas que mis amigos me estaban teniendo la vela, los insté a irse, no querían hacerlo, pero insistí tanto, que finalmente accedieron.
Ellos tenían sus vidas, no podía permitir que solo se acomodasen a la mía.
Les prometí que atendería el teléfono y que mantendría la batería con carga.
Me quedé sola, en mi gran sepulcro, porque considerando el estado en que me sentía, eso es lo que mi departamento era, una gran tumba.
Estaba sonando mi teléfono, a regañadientes me puse de pie y fui por él, número desconocido, solo esto me faltaba pensé.
- Hola… hable… — nadie contestaba pero sabía que alguien había del otro lado y sabía también quien era — no me llames más estúpida, todo se terminó con Pedro no tenés de que preocuparte — corté — basta, basta, no puedo soportar más dolor — grité con todas mis fuerzas — que voy a hacer con este amor que siento, con este amor que no puedo evitar, con este amor que se cuela hasta los huesos ¿Qué me hiciste Pedro? ¿Por qué el amor tiene que doler tanto?
Volví a llorar, estaba en un sube y baja continuo y nada ayudaba. No sabía que hacer para no pensar más, para no sentir más este vacío.
Me quedé dormida nuevamente entre sollozos y espasmos.
El domingo me la pasé de la misma manera que el sábado, llorando, maldiciendo, de la cama al sofá y del sofá a la cama.
Mi madre volvió a llamar, tampoco la atendí, inventé una pequeña mentira, le envíe un texto diciéndole que donde estaba no tenía señal que se iba constantemente y que aprovechaba a escribirle ahora que tenía.
Como siempre mamá muy comprensiva, devolvió el texto y me dijo que disfrute que no me preocupara, que me enviaba muchos cariños a mí y a Pedro.
Dios otra vez ese nombre, otra vez los recuerdos, que hacían aflorar los miedos a la soledad, y esta angustia que no pensaba abandonarme.
Por la tarde llamó primero Matias y luego lo hizo Ezequiel. También les mentí, les dije que había comido una ensalada y una empanada de las que habían quedado de ayer para que se queden tranquilos y no se les ocurra venir, traté de sonar con mejor ánimo, no se si verdaderamente lo había conseguido, pero al menos a nadie se le ocurrió decir que venía.
Lunes otra vez, mi despertador estaba programado par sonar a las siete para ir a la oficina, estuve tentada de no levantarme, pero no le iba a dar el gusto a Pedro que vea lo mal que estaba.
A regañadientes me levanté, por más que intenté esmerarme para arreglarme, creo que no lo había conseguido, puesto que después de tres días seguidos de llanto, milagros tampoco podían hacerse con el maquillaje.
Cuando estaba llegando a la oficina, rogué a todos los santos no encontrarme con Pedro en la entrada.
Por suerte no tuve que cruzarme con él, cosa que no podría seguir evitando por demasiado tiempo ya que su oficina estaba pegada a la mía.
Me dí cuenta cuando él llegó, puesto que escuché que Carolina lo saludaba, cerré mis ojos y tomé aire mientras fijaba mi vista en la pantalla de mi ordenador, para no mirar hacia el costado.
Por el rabillo del ojo, lo vi pasar pero para mi sorpresa, se detuvo frente a mi box.
No, no, que siga no quiero verlo, continué ignorándolo, simulé que estaba trabajando, pero entró, se paró frente a mi escritorio y no me quedó otra opción más que levantar la vista.
Clavé mis ojos desafiantes en los suyos, me estudió hasta que finalmente dijo en un tono de voz lo suficientemente bajo para que solo yo pudiese escucharlo…
- Oscar pasará esta tarde por tu casa a recoger mis cosas, ¿puede ser posible que me las tengas preparadas?
Intenté sosegar mi corazón y contestarle lo más calmada que pude, tragué saliva y sin quitar mi vista de sus ojos le confirmé.
- Sí, por supuesto, no hay problema — luego bajé mi mirada nuevamente al ordenador, le contesté con toda la frialdad posible. Pero Pedro seguía parado frente a mí. Volví a levantar mi vista — ¿algo más, necesitás algo más?
Me estaba fulminando con la vista, pero no iba a permitir que me intimide.
Seguí en mis trece, me mantuve firme enfundada en mi aparente frialdad.
- Me voy mañana, adelanté mi viaje — no voy a llorar, no voy a llorar, recité mi mantra de forma rítmica una y otra vez hasta convencerme.
- Que tengas un buen viaje, no puedo decirte que ha sido un placer conocerte, desde luego que no — cerró los ojos y suspiró hondo.
- Hay cosas tuyas en mi hotel, Oscar te llevará todo esta tarde.
- Perfecto — tenía un nudo en la garganta, no sé cuánto tiempo más iba poder aguantar sin derramar una lágrima. Pedro dio media vuelta y salió de mi escritorio.
Cuando desapareció de mi vista, me tomé la cabeza, me sentía aturdida, indefensa, inmediatamente salí de allí, sentía que las lágrimas estaban por apoderarse de mí y no quería dar que hablar.
Por otra parte, él estaba tan cerca que no quería correr el riesgo de que me oyese.
Me refugié en el baño, bajé la tapa y me senté en uno de los inodoros donde en silencio ahogué mi llanto, finalmente tomé en cuenta en donde estaba y me dije a mi misma que no podía seguir en este estado, que era necesario contener mis emociones.
Cuando dejé de gimotear, salí del baño y me fui delante del espejo, mi nariz estaba colorada, creo que no hacía falta ser muy perspicaz para darse cuenta que había estado llorando.
Intenté recomponerme, me volví a maquillar y después de eso pasé por el escritorio de Mati a quien aún no había visto.
Como me lo supuse él se dio cuenta enseguida.
- Estuviste llorando…
- Shh hablá despacio, hace un rato se me acercó Pedro, me dijo que mañana se va.
- Mejor, que se regrese con su esposa.
- Vasta Matias, no hace falta que me lo recuerdes.
- Si, obvio que hace falta, no sea cosa que se te ocurra una brillante idea.
- Jamás, nunca podría consentir ser la otra sabiéndolo.
- Me alegro, porque sufrirías mucho más aún.
- Lo sé, no quiero hablar más. Me voy a seguir trabajando.
- Perfecto, pronto Pedro será un mal recuerdo, ya verás, al menos te enteraste antes que pueda hacerte más promesas.
- Me voy, no quiero seguir hablando.
Salí del escritorio de Matias, cuando fui a cruzar frente a la oficina de Noelia ella justo salía de allí.
- Paula, que suerte que te encuentro, Carolina estaba buscándote, necesito mostrarte algunas cosas, archivos confidenciales y datos relevantes de la compañía, quiero enseñarte como se accede a ellos y que hablemos unos temas de suma importancia que necesito resolver y que me gustaría que ya empezaras a tomar conocimiento, para que luego puedas tomar las riendas como mejor te parezca.
Tenemos que considerar que solo nos queda una semana para transferirte todo, luego saldrás de vacaciones y a tu regreso, ya no nos veremos.
Deja todo lo que estás haciendo por favor, pasalo a tus compañeros te necesito el resto de la semana conmigo para ponerte al corriente de todo, buscá tu Mac y espérame en el despacho, ya regreso.
- Sí, por supuesto, lo que necesites.
Hice lo que me pidió, cuando entré para mi sorpresa Pedro estaba en el despacho de Noelia sentado en el sofá que oficiaba de living en la oficina.
Mierda, esto es una pesadilla…
No carajo, no quiero estar sola con él, pero no me quedó otra opción que entrar y sacar fuerzas de donde fuese y demostrar ante todo mi profesionalismo.
Me senté en uno de los sillones de un cuerpo que allí había, Pedro estaba sentado en el sillón grande, frente a su Mac que estaba apoyada en la mesa baja, cuando me vió llegar, creo que él también se sintió incómodo.
Apoyé mi ordenador también en la mesa baja e intenté no mirarlo.
- Lo siento Paula, se que te incomodo, pero es imperioso que tratemos algunos temas.
- No te preocupes — intentaba evitar sus ojos, alisaba mi falda desde que me había sentado y sacaba pelusas que creo que solo yo podía ver — entiendo, acá estamos para trabajar, puedo separar las cosas.
- Pues que bueno, porque a mí realmente me cuesta.
Levanté mi vista y lo miré.
- Con lo cínico que sos, realmente me cuesta mucho creerlo — le dije con la voz muy afilada y punzante.
En ese momento entró Noelia, el aire podía cortarse entre nosotros, le ofrecí una mirada impasible, quería que entendiera todo el resentimiento que sentía por él, casi tanto como el amor que alguna vez le había confesado.
Trabajamos toda la mañana los tres juntos, mi cabeza estaba llena de información que por suerte y a pesar de todo estaba asimilando muy bien.
Noelia en ese momento se apartó para atender un llamado de teléfono.
Pedro se había puesto de pie, y estiraba su cuerpo, estaba de espaldas a mí y en silencio lo admiraba, Dios, las veces que me rodeó con sus brazos, las veces que me cobijó en su pecho, las veces que me hizo el amor… como haré para borrar sus huellas, cuando en realidad lo único que deseo es que queden ahí para toda la vida.
Se dio vuelta y me sorprendió, ensimismada en mis pensamientos mientras lo miraba de punta a punta, me miró a los ojos y sentí que me desnudaba con la mirada, pero no podía permitirlo.
Volvió su vista a Noelia, yo me encontraba de espaldas a ella por lo que no podía verla, al menos que me diera vuelta, pero podía escuchar que aún hablaba al teléfono.
- ¿Por que la vida es tan difícil? ¿Por qué ser feliz cuesta tanto?
Formuló en voz baja, casi para que solamente yo lo escuchara.
Me descolocó ese comentario. ¿Por qué me decía eso?
Noelia concluyó su llamada, se disculpó, era su wedding planner a quien había tenido que atender.
- Lo siento, ni se imaginan lo que cuesta organizar una boda, a diario surgen baches, por suerte uno se casa solo una vez.
- Mi hermana se casó hace dos meses y medio y nos tuvo enloquecidos a toda la familia durante un año mientras planeó todo el evento — hipócrita, hablás de la boda de tu hermana, porque mejor no hablás de la tuya…
- Pedro no sabía que hacía tan poco que tu hermana se había casado…
- Sí, se nos casó la consentida de la familia, uff, a mi padre aún le cuesta asumirlo, intentó por todos los medios que se quedaran a vivir con ellos, pero Luciana se opuso rotundamente, igual se mudó a un apartamento muy cercano al de mis padres, así que se ven a diario.
- Recuerdo la vez que cenamos todos juntos en la casa de tus padres, tu mamá lo regañó varias veces por inmiscuirse entre tu hermana y su novio — Un momento, Noelia cenó en casa de los Alfonso, entonces es obvio que conoce a la mujer de Pedro, por Dios que vergüenza…
- Sí, papá, siempre fue muy posesivo con Luciana. Recuerdo esa cena a la que haces referencia, es que hacía muy poco que ellos estaban saliendo, a papá le costaba mucho asimilarlo.
- Me encanta que tus padres no sean de esos que les importa las clases sociales por sobre todo, son personas muy agradables y sencillas, la verdad, que las dos semanas que estuve en New York me hicieron sentir muy a gusto, tu mamá es una señora increíble.
- Papá y mamá, jamás se han fijado en ese sentido, sino jamás le hubiesen permitido a Luciana casarse con el chofer — vaya, Noelia parecía saber mucho de los Alfonso. Yo permanecía en silencio, creo que Noelia hablaba de la familia de Pedro delante de mí porque asumía que él y yo aún teníamos una relación.
- Uff ya verás Paula, cuando viajes a New York te encantará conocer a la familia de Pedro.
Mierda, que le pasa a Noelia, ¿es que ella no conoció a la mujer de Pedro? me quedé muda sin saber que decir.
- Perdón, no quise incomodarte, creo que asumí que como ustedes, bueno en fin, sé que no es de mi incumbencia y que aún están conociéndose, pero hacen una buena pareja y ojalá sigan adelante, cuando hay sentimientos sinceros las distancias no son impedimento — me tomó de la mano, dándome ánimo, solo pude sonreírle.
- Seguramente cuando Paula vaya a New York mis padres quedaran encantados con ella — afirmó Pedro ¿pero acaso se había vuelto loco? ¿o pensaba presentarles a su amante? idiota, creo que solo estaba simulando frente a Noelia, sí obviamente no había otra explicación, lo miré fulminándolo, por qué no cerraba simplemente el pico de una buena vez — y a ti también te gustará conocerlos, estoy seguro, el encantamiento será recíproco — me dijo burlándose de mí — ay pero mejor que se calle, porque me levanto y le doy un revés delante de Noelia y que todo se vaya al carajo, que no siga buscándome ¿quién se cree para jugar así con mis sentimientos? ¿hasta cuando me va a humillar? — aunque Paula está un poco reticente a conocerlos aún.
- Por supuesto, creo que aún es muy pronto — confirmé siguiendo su estúpido juego.
- ¿Se van de vacaciones juntos? — preguntó Noelia
- NO — dije muy convencida.
- SI — dijo Pedro y contestamos los dos al unísono — bueno, en realidad aún no nos ponemos de acuerdo — explicó descaradamente.
- Pedro tendría que postergar varios compromisos si quisiera ir conmigo — parece que extrañas tu hipocresía… bien, yo también puedo ser muy hipócrita, ya verás — y no pretendo que descuide sus obligaciones, además ya suspendí mi viaje, solo me quedaré en casa de mi madre, disfrutando de la familia.
- Ay pero te ibas a Puerto Vallarta y a Aruba ¿verdad? — quería contestarle que en realidad tenía el corazón destrozado y que por eso me quedaría refugiada con mi familia.
- Dejaré ese viaje pendiente para otra oportunidad, además iba con Mati y con su novia, y de entrada no me gustaba demasiado la idea de ser un mal tercio.
- Entiendo, como no pueden ir juntos…
- Claro, es por eso — dijo el muy cínico — aunque creo que tendría que ir de todas formas, por más que yo no logre hacerme el tiempo para estar con ella, son lugares paradisíacos, que no faltará oportunidad que podamos visitar en otro momento —ni en cien años luz eso podría ser posible fabulista.
- Sí Pedro, pero en compañía siempre se disfruta mucho más – refutó Noelia — la entiendo.
- Es que en realidad mamá este año me echó mucho de menos, quiero de alguna forma compensarle el tiempo que le resto a lo largo del año — sonó mi teléfono.
Mierda, si algo me faltaba era recibir una llamada de la idiota esa que me acosaba.
- Es para vos cariño, creo que se equivocaron y llamaron a mi número — le dije con verdadera sorna y le pasé el teléfono para que él atendiese la llamada — a ver si solucionas esto Pedro mi amor, ya les expliqué pero no dejan de llamarme.
- ¡¡¡Hola!!! — Pedro tomó el iPhone y contestó con voz firme pero obviamente cuando escucharon que era él no contestaron.
- Creo que hay que solucionar eso ¿no te parece Pedro?
- Estoy ocupándome, no te preocupes — Noelia nos miraba sin entender de que hablábamos.
- De todas formas, mañana, o mejor dicho pasado cuando regreses a NYC podrás ocuparte personalmente ¿verdad?
- Seguramente, será lo primero que haga.
- Imagino, que estás ansioso por ocuparte de ese asunto.
- Voy a pedirle a Carolina que nos traiga café — dijo Noelia poniéndose de pie para hablar por el intercomunicador, sintiéndose descolocada de nuestra conversación.
- A ver si te ocupás de tu amante, y le explicás que vos y yo ya no tenemos nada que ver y que me deje de molestar — le exigí entre dientes antes que Noelia regresara.
- No te preocupes, creo que solo está impaciente por mi viaje, tal vez no fue buena idea que atendiera, pero el miércoles le daré lo que espera y seguro se tranquilizará, tengo mi bragueta muy preparada para cogérmela de todas las maneras que me pida.
- Idiota, sos un hijo de puta — me levanté y me fui sin importarme nada, que él piense la manera de disculparme.
Pedro y Noelia salieron a almorzar obviamente me invitaron, pero aduje que tenía un trámite personal que hacer en el horario del almuerzo, y esa fue la excusa que se me ocurrió para no tener que ir con ellos.
Es más ni siquiera me preocupé por conseguir algo para almorzar, tenía el estómago cerrado.
Cuando llegaron de la calle, Noelia me dijo que me esperaba en su despacho para seguir trabajando juntas, por suerte ya él no se unió a nosotras… alrededor de las cuatro y media, Alex se asomó en la oficina de Noelia.
- Permiso, espero no interrumpir nada importante.
- Pasa Alex , pasa — lo invitó a entrar Natalia muy cordialmente.
- Como mañana ya no vengo, quería despedirme de vos Noelia.
- Alex te echaremos de menos en la oficina — Noelia se pudo de pie y se abrazaron — fue un placer haberte tenido con nosotros, sin duda, ahora que estás con Paula, te verán más seguido por acá.
- Solo lo necesario, no quiero agobiar a mis empleados y por otra parte tu lugar queda en buenas manos, con los informes que Paula envíe seguro serán suficientes.
- Bueno, pero si vas a viajar bastante seguido a Buenos Aires… — Noelia me miró.
- A eso seguro — cínico con que naturalidad mentía — con Paula hemos programado que viajaremos con habitualidad, tanto ella como yo, ¿verdad?
- Sí por supuesto — asentí de muy mala gana, no me divertía este juego perverso, pero parecía que a él sí.
- ¿A que hora viajas mañana? — Noelia se interesó en saber.
- 9:25 PM.
- Ah un horario fabuloso para un viaje largo, así dormís toda la noche.
- Sí, eso espero, que sea un vuelo tranquilo, para poder dormir.
Se dieron un beso en la mejilla y seguidamente Pedro le deseó muchísima suerte en su matrimonio por si no se veían.
- Gracias por tus buenos deseos, pero les enviaré la invitación de la boda, espero verlos en la fiesta ¿irán no?
- Si por supuesto — contestamos los dos a la misma vez.
- Paula visto que Pedro ya se va — se estaba dirigiendo a mí — te libero de todo, seguimos el miércoles, supongo que mañana querrán pasar el día juntos.
- No, yo mañana vengo — le aseveré decididamente — lo mismo ahora puedo quedarme hasta la hora de salida para adelantar.
- Como tu superior te doy el día y te digo que el trabajo por hoy terminó, no creo que Pedro se oponga a mi decisión ¿verdad?
- Por supuesto que no, encantado de la vida — ellos dos rieron, yo solo emití una media sonrisa, no podía creer lo hipócrita que era Pedro, pero al menos, ya mi angustia se había disipado y cada vez tenía más bronca con él, como podía estar burlándose de lo que una vez tuvimos, tenía ganas de patearle las pelotas.
Salimos de la oficina de Noelia, cuando cerró la puerta me preguntó a que hora Oscar podía pasar por mi apartamento,
- Que pase seis y media.
Luego me fui a mi escritorio tomé todas mis cosas y me marché de la oficina, oprimí el botón de llamada del ascensor, estaba realmente agobiada, el día de hoy no podía haber sido más de mierda y parecía no tener fin, mientras esperaba, Pedro llegó y se paró a mi lado, él también bajaba claro.
Las puertas del elevador se abrieron, e ingresé en él, Pedro hizo lo propio y oprimió el botón para bajar.
La caja de metal, fue testigo una vez más de nuestra presencia, la última juntos.
- Siento toda la sarta de estupideces que dije durante todo el día, pero no me pareció justo, que todos se enteren que nuestra relación duró tan poco tiempo.
No quiero que nadie hable estupideces de vos ahora que me voy.
“¿A quién querés hacerle creer que te importa?”
- Realmente no creo que te haya causado demasiado esfuerzo… después de todo solo asumiste el papel que venias ocupando desde que me conociste, mentira tras mentira, por cierto, hoy desplegaste una muestra muy clara de tus dotes para falsear, lo tuyo sencillamente es para un oscar.
- No seas cruel Paula, te lo pido por lo que tuvimos, por lo que sé que significó para vos, y por lo que también significó para mí, aunque no te interese saberlo.
- Sos un hipócrita Pedro, no quiero escucharte más por favor, ya basta por el día de hoy.
- Voy a extrañarte Paula, aunque no lo creas así será.
- Pues seguramente tu mujer o tu otra amante, la que me llama a diario sabrán ayudarte para que me olvides — me miraba fijamente y negaba con la cabeza.
Levantó su mano y me acarició la mejilla con suavidad con el reverso de la mano, a pesar que fue la caricia más delicada que jamás me haya hecho, para mí fue una daga que se clavó en mi pecho, que lo atravesó de lado a lado y lo dejó totalmente indefenso y desvalido — Que seas muy feliz… te lo deseo de corazón. Ojalá puedas… — me dijo sin dejar de clavar sus maravillosos ojos azules en mí.
No voy a llorar, no voy a hacerlo, no debo hacerlo, no tengo que derramar ni una sola lágrima., no lo merece, repetía una y otra vez por si acaso a alguna se le ocurría salir de mis ojos, ¿por qué me toca? ¿por qué me dice todo esto?
Dios, la última caricia, la más inocente de todas las que me dió.
Siempre son tan tristes las despedidas, que diferente es la realidad, jamás imaginé este final para nosotros, siempre tuve esperanzas que nuestro amor se levantaría contra todos los obstáculos, pero finalmente es cierto que en la vida hay algunos que no se pueden sortear, por más que uno lo desee con todas sus ansias.
Días atrás Pedro y yo parecíamos inseparables, parecía que estábamos hechos el uno para el otro, en completa sinergía, a diferencia hoy nos estábamos despidiendo para siempre.
Llegamos a la planta baja, Oscar ya estaba frente a la entrada esperándolo. Pedro se subió al automóvil y se marchó.
Caminé hasta mi coche, me monté en él, mientras me colocaba el cinturón de seguridad en la intimidad del automóvil comencé a llorar sin consuelo.
Atormentados espasmos se apoderaron de mí, las lágrimas que corrían por mi mejilla parecían cuchillas afiladas, que me rasgaban la piel.
- Pedro mi amor, como voy a hacer para olvidarte.... como voy a hacer para borrar cada una de tus caricias, cada uno de tus besos. Como voy a hacer para olvidar cada palabra que me susurraste al oído.
Te llevas mi alma Pedro, te llevas mi vida.
Oprimí el botón de encendido y coloqué la marcha del automóvil, salí del estacionamiento y me metí en el tránsito de la ciudad, zigzagueé entre los autos, manejé por intuición, pues mis sentidos estaban todos adormecidos por tanto dolor, fue verdaderamente un milagro no provocar un accidente en el estado en que manejaba.
Llegué a mi casa, ni bien entré me despojé de mis zapatos, me puse un short y una remera y luego de eso, fui en busca del bolso de Pedro para poner todas sus pertenencias, besé cada una de las cosas que guardé como si de ese manera yo me fuese con ellas para acompañarlo siempre, a cada una las tuve por minutos en mis manos hasta guardarlas, no había parado de llorar desde que salí del estacionamiento del holding.
El timbre del portero eléctrico sonó…
- ¿Quién es?
- Soy Oscar Señorita.
- Suba por favor — le dí paso, tan solo unos minutos después sonó el timbre de mi departamento.
Abrí y ahí estaba Oscar tras la puerta, creo que debo haber tenido una cara realmente horrible pues sin meditarlo demasiado me preguntó y realmente me extrañó pues él jamás se entrometía en nada, ni mucho menos hacía ningún comentario fuera de lugar, pero creo que realmente me debe haber notado muy mal.
- ¿Se siente usted bien Señorita? — mientras tanto extendía su mano para pasarme un bolso con mis cosas.
Por mi mejilla una vez más comenzaron a correr una gran cantidad de incontrolables lágrimas que sequé apresuradamente con el anverso de mi mano.
- No se preocupe, no es nada — le dije mientras gimoteaba.
- Tome — me ofreció su pañuelo, se lo agradecí pero no lo tomé, le flanqueé la entrada y entonces Oscarr se hizo del bolso, a la vez que en su otra mano, le colgué las perchas con los trajes de Pedro.
- Eso es todo Oscar.
- Ok señorita un gusto haberla conocido.
- Igualmente — le dije mientras sorbía mi nariz.
- ¿No quiere que envíe ningún recado? — me ofreció la posibilidad de trasmitirle a Pedro de mi parte lo que quisiera decirle. No había nada más que decirse, nada entre nosotros tenía razón de ser — no quiero parecer entrometido, pero no la veo bien, de todas maneras por si le interesa saber, el Sr. Alfonso tampoco se ve muy bien que digamos y discúlpeme una vez más por realizar estos comentarios, sé que no es de mi incumbencia.
- Gracias Oscar por su preocupación. Pero entre el Sr. Alfonso y yo todo terminó.
- Lo siento, de verdad… adiós Señorita Chaves.
- Adiós Oscar que mañana tenga un buen viaje.
- Eso esperamos, a las seis y cuarto PM iremos al Aeropuerto para el check-in, nueve y veinticinco parte el vuelo 954 de American Airlines es un vuelo directo a NYC.
- Gracias Oscar aprecio realmente sus palabras, se lo que intenta hacer, pero todo está en su justo lugar. Adiós.
- Adiós Señorita.
Cerré la puerta, Oscar con premeditada intención me había dado los datos del vuelo, a caso no se daba cuenta que entre Pedro y yo era todo imposible.
Su matrimonio con Julieta hacía simplemente que nada entre nosotros pueda tener algún sentido.
Me puse mi pijama y me acosté, de debajo de la almohada, saqué la remera de Pedro, esa que guardaba como un tesoro invaluable, la que premeditadamente no le devolví y la que rocié con intención con Clive Christian Nº1 antes de meter el frasco en el bolso.
Aspirar esa esencia hacía que pueda imaginar que Pedro estaba conmigo.
Lo que daría por quedarme cerca de ti… lo que daría porque tuviésemos otra oportunidad, por que fueras libre mi amor, lo que daría por estar entre tus brazos y huir de todo mal.
Lloré aferrada a la remera hasta que me venció el sueño.
Cerca del mediodía el embotamiento de la cabeza me despertó. Me levanté de la cama, miré a mi alrededor parecía que las paredes de mi habitación se cerraban sobre mí, me levanté y me tambaleé, entonces recordé que hacía tres días que no probaba bocado.
Fui hasta la cocina y puse la tetera a calentar con agua creo que me tomaría un té bien dulce.
Mientras el agua se calentaba al fuego, me acerqué al ventanal, Buenos Aires combinaba perfectamente con mi estado de ánimo, el día estaba gris y lluvioso.
Apoyé la frente en el cristal, el frío del vidrio me calmaba el dolor de cabeza, fui al cajón del mueble del baño donde guardaba los medicamentos y me hice de dos ibuprofenos que tomaría con el té.
El sonido de la pava me indicaba que el agua estaba lista.
El resto del día no fue muy diferente de la mañana, me había quedado todo el tiempo tirada en la cama, evocando a Pedro, recordando sus ojos azules, sus manos de largos dedos y uñas muy cuidadas y pulcras, su boca perfecta, su nuez de Adán que subía y bajaba cuando gemía y que me encantaba besar, su voz tan varonil, y su sonrisa que paralizaba.
Los hombres con los que generalmente había tenido que ver a lo largo de mi vida no se caracterizaban exactamente por ser muy apuestos, nunca me interesaba demasiado el aspecto exterior de las personas, pero con Pedro era diferente, era imposible no mirarlo y admirarlo, era perfecto, alto, de muy buen porte, su cuerpo armonioso combinaba con su cara que era más perfecta aún.
Recordé el día que lo conocí, cuando entró en el Bistró decidido, con un perfecto manejo de su agraciado cuerpo, caminando y haciendo notar su presencia mientras ingresaba en el lugar, recordé que lo que más me impactó de él, fue su mirada, entre pícara e inocente que me había intimidado desde el momento que nos presentaron.
Miré la hora en mi teléfono, eran las cinco de la tarde, de pronto un profundo dolor volvió a punzarme el pecho, faltaba tan poco para que Pedro partiera, recordé las últimas palabras de Oscar mencionando los datos del vuelo.
Cuando quise acordar me encontré manejando por Gral. Paz camino al Aeropuerto Internacional Ministro Pistarini, en Ezeiza.
Llegué minutos antes de las seis realmente había manejado a gran velocidad para llegar a la hora que lo hice, Oscar había dicho que a esa hora estarían allá.
Busqué información del vuelo y supe que el check–in lo tendrían que hacer en la terminal A del aeropuerto, así que me trasladé hacia allá.
Ezeiza a esa hora era un gran colapso, por la cantidad de vuelos a Estados Unidos y a diversos destinos en aviones muy grandes.
Me camuflé entre la gente, en una ubicación privilegiada frente al mostrador de first class de American Airlines.
Pasados minutos de las seis y cuarto, divisé a Pedro y a Michel que entraban en la terminal, unos pasos más atrás venía Oscar llevando un carrito que transportaba las maletas de todos.
Pedro iba leyendo los carteles con las indicaciones, antes de llegar, finalmente se detuvo con una empleada del aeropuerto, por las lo deduje vestiduras y vi que algo le consultó, la empleada le señaló en dirección a donde me encontraba, por lo que me dí vuelta, tuve miedo que pudiera verme. Creo que estaba averiguando donde estaba el mostrador del check-in.
Se apersonaron en la fila, que era la más vacía de todas, solo había unas diez personas delante de ellos. Hicieron la hilera.
Lo observé todo el tiempo, estaba muy callado, llevaba puesta una remera con cuello polo negra y unos jeans oscuros con zapatillas Nike, en el brazo tenía colgada una americana negra supongo para ponerse cuando bajara en NY llevaba un look casual, cómodo, para viajar, lucía tan atractivo, varias veces se dio vuelta y miraba a todas partes como si buscara a alguien entre la gente, inclusive miró en más de una oportunidad hacia la puerta de entrada, mi corazón latía desbocado, estaba tan cerca de él, pero a la vez tan lejos, seguí estudiando todos sus movimientos.
Sacó su teléfono marcó algún número y luego de hablar breves palabras colgó ¿a quien habría llamado? a ella para avisarle que ya estaba en el aeropuerto, no quería entrar en esos derroteros, alejé esos pensamientos tortuosos de mi mente y me dispuse a disfrutar los últimos instantes que podría observarlo.
Luego que pasaran por el mostrador se fueron a despachar las valijas, y a migraciones, después de eso los perdí de vista, pues se fueron a esperar la llamada del vuelo al salón VIP de AA.
Permanecí en la terminal, busqué un sitio privilegiado en donde veía perfectamente la manga cuatro, desde donde accederían al avión de American Airlines que ya estaba en la pista.
Veinte y cincuenta y cinco empezaron a llamar para embarcar. Fijé mi vista en la manga, había pasado gran cantidad del pasaje pero aún no ingresaba Pedro, de pronto cuando faltaba quince minutos para que el avión despegase, veo entrar en la manga a Mikel, por detrás iba él y más rezagado vi a Oscar.
Fijé mí vista en mi amor, sentía que estaba por morirme, mis lágrimas caían a borbotones por mi rostro, pero no me importaba, ni me molesté en secarlas, Pedro se iba de mi vida para siempre
“Mi vida lo que daría por estar en tus brazos y huir de todo mal”
Increíblemente, Mikel miró hacia donde yo estaba y me vió, se paró en seco frente a Pedro y le señaló hacia donde yo estaba, y no atiné a nada, permanecí inmóvil, agotada, Pedro me miró por unos instantes, y luego puso su mano en el hombro de Mikel y le indicó que continuaran. Pegué mi cara al cristal de la pared para seguirlo con la mirada hasta que él desapareció dentro del avión, no se dio vuelta ni una sola vez al verme, ni siquiera para ver si yo aún permanecía ahí, entonces dí media vuelta y me fui.
Salí corriendo del aeropuerto estaba tan turbada que tardé en encontrar mi automóvil en el estacionamiento, finalmente dí con él.
Me metí en el auto, y esperé hasta ver despegar el avión que se llevaba a mi amor, a mi vida, a mis esperanzas de ser feliz.
Finalmente lo divisé en el aire cuando despegaba…
“Adiós amor mío, te llevaste un pedazo de mi vida”… adiós ojitos.
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