sábado, 2 de agosto de 2014

CAPITULO 71



Estaban en la cocina, ambos estaban en bata preparando algo para cenar, los dos se mostraban de muy buen humor y con muchísimo apetito.


Paula estaba preparando la cena, había hecho un antipasto de aceitunas negras, aceitunas rellenas, rodajas de salami, queso manchego, tomates cortados, huevos duros y pan de corteza.


Por otra parte había puesto a hervir unos tagliatelle, que los acompañaría con un salmón que ya había cocido y tenía reservado, pero ahora abría y cerraba puertas de los armarios y le preguntaba a Pedro donde encontrar las cosas para poner la mesa.


Simultáneamente que atendía a las búsquedas de ella, él destapaba un vino y servía para ambos.


Entonces sorbió de su copa y fue por su Mac para buscar en la web los hoteles más lujosos de la ciudad.


- Buscaré en internet teléfonos de hoteles para pedir cita, quiero definir esta semana la fecha de nuestra boda para que comencemos con los preparativos.


- Estás muy ansioso amor…


- Mucho, ¿vos no?


- También, no veo las horas de saber cuál será el día que me convertiré en tu esposa — Pedro se volvió y la besó, finalmente fue por su ordenador portátil.


Instalado en la mesa del comedor, tenía abierta como veinte ventanas en su computador, se mostraba entusiasta y eufórico con los planes.


- Ah no es justo que yo cocine y vos estés haciendo eso, también quiero ver, no cierres ninguna página — Paula se quejó y Pedro emitió una risotada.


- No cierro nada, ahora vemos todo esto juntos.


Había encontrado diferentes espacios posibles donde hacer la boda, Pedro leía los detalles que remarcaban en cada página, pero en lo que más se interesaba era en ver la capacidad de invitados que tenían los ballrooms de los mejores hoteles, luego formulaba su propia opinión, pero a Paula lo que le interesaba realmente era ver los lugares.
Por fin terminó de servir y trajo los platos a la mesa para sentarse junto a él, pusieron la Mac entre medio de ambos, dispuesta a ver lo que Pedro le enseñaba.


- Ya estoy acá, muéstrame mientras comemos.


Para el tipo de boda que ya se daba cuenta que Pedro quería, había varios lugares que le gustaban, algunos le parecían demasiado suntuosos, pero uno de esos era el que le gustaba a él y conociéndolo, veía muy difícil hacerlo desistir de la idea.


- No me gustan los balcones de ese lugar.


- El Grand Ballroom está inspirado en los salones de la Corte de Viena de Paris — Pedro le explicaba mientras tomaba su mano con la suya y le daba un beso en ella — este es uno de los hoteles más emblemáticos de la ciudad y uno de los dos considerados monumentos nacionales.


- Lo sé mi vida, pero todo esto debe ser muy costoso.


- Entonces… ¿No te gustan los balcones o es porque es muy costoso?


- Las dos cosas, no se me hace un salón para una boda, parece que voy a ver un concierto de ópera con esos balcones, el resto del hotel me parece alucinante. En cuanto a los costos, no te olvides que tenemos que traer invitados desde Argentina.


- Amor podemos costear una fiesta así, no te preocupes por eso.


- Pero veo excesivo un gasto de esa magnitud Pedro.


- Ey, yo solo quiero que me digas lo que te gusta y lo que no, en cuanto a los gastos, de esa parte olvidate.


- Imposible lo que me estás pidiendo, va contra mi índole y contra mi profesión — Se carcajearon.


- Sigamos mirando…


Encontraron otros hoteles que Paula miró con mejor tino, eran igual de glamorosos e igual de costosos, también con acabados de estilo francés-renacentista, en cierto momento se empecinó en uno que tenía sus vistas a los rascacielos de New York.


- Paula, ese hotel es bellísimo, pero nada tiene que ver con los otros que estábamos viendo, es más modernoso.
No dudo que una boda acá puede ser igual de inolvidable que en los otros pero yo prefiero algo más formal — Paula hizo un mohín — Si vos estás pensando en la mirada de tus invitados, les pagamos una excursión al Empiere State o los invitamos a ver las vistas desde el penthouse de mis viejos — Pedro se rió y es que se refería al hotel en cuestión, más precisamente hacía alusión a los ventanales que van del suelo al techo y que ofrecían vistas hacia Manhattan o hacia el Central Park, vistas inmejorables por cierto, pero que no era lo que él quería, aunque de todas formas, no se impuso, le explicó su punto de vista y que ella decidiera — Mi amor tenés que pensar que la mayoría de nuestros invitados son neoyorkinos y están acostumbrados a ese paisaje. Igual no descartemos ninguno, iremos a verlos a todos.


Finalmente Paula terminó reconociendo que Pedro tenía un poco de razón. Quizá, para una boda más informal el lugar iba perfecto ya que suntuoso sí que lo era, pero así y todo le dijo que guarde la página para pedir cita e ir a verlo.


Pedro guardó en favoritos las páginas de los hoteles para mañana llamar y pedir entrevista.


Levantaron los trastos y los metieron en el lavabo de la cocina y se fueron a dormir.


En la cama con la luz apagada y abrazados siguieron hablando y haciendo planes para la boda hasta que el sueño los venció.


Se despertaron con el ruido de la alarma, estaban durmiendo en perfecta simbiosis entrelazados con los brazos y las piernas trabadas, mientras que sus respiraciones rumoreaban al unísono.


Por lo general Paula siempre era la que remoloneaba, pero desde que Pedro había llegado de Europa había dormido tan pocas horas que su cuerpo empezaba a pasarle factura.
Ella se levantó y se dio una ducha rápida, cuando salió envuelta en la toalla, se encontró con que él aún permanecía en la cama.


- Vamos remolón, es hora de levantarse, dale Pedro, date una ducha que yo preparo el desayuno — le dijo mientras se inclinaba y le besaba la frente.


Entonces él la arrastró a la cama y ella perdió la toalla en el camino, el roce con la piel desnuda de Paula ¡sí que verdaderamente lo despertó!


Paula terminó perdida sobre él, montando en su pene, él permanecía con la espalda inerte sobre el colchón y aferrado por momentos a sus pechos y por otros a su trasero.


Finalmente llegaron a ese instante donde no existe el tiempo, donde el mundo es solo un eco que se escucha a lo lejos... donde todo se olvida y solo existen las sensaciones que ambos consiguen con la ayuda del otro, temblores, escalofríos, sonrojamiento y el rostro del ser amado en un éxtasis total.


Como dice la canción de Miguel Bose: "Si esto no es felicidad, que baje Dios y lo vea, y aunque no se lo crea, esto es gloria!"...


- Solo deseo que me ames toda la vida —– Paula estaba abrazada a él y le hablaba sobre su pecho.


- Así será mi amor y voy a demostrártelo —Pedro comenzó a explicarle un juego con las manos. — Cada dedo de nuestra mano representa algo.
El pulgar es el que sostiene todo, el índice representa a nuestros padres, el medio a uno mismo, el meñique a nuestros hijos y el anular a nuestra pareja, ahora mira esto.
Se sentó en la cama y puso sus manos a la altura de su rostro, hizo coincidir las yemas de los cinco dedos, con los otros cinco y dejó un espacio como de diez centímetros entre las palmas.


- Ahora ya que el dedo medio me representa a mi voy a hacer que solo las falanges de estos dedos se junten, prestá atención porque llegó el momento de la demostración… — Paula lo miraba y lo escuchaba muy atenta, estaba muy intrigada — voy a separar mis dedos índices, ¿ves que se puede?


- Sí, — contestó ella y seguía sin entender.


- Bueno esto es posible porque como estos representan a nuestros padres quiere decir que algún día nos vamos a separar de ellos, ahora es el turno de separar los meñiques — Paula estaba embelesada oyéndolo — también es posible porque también nos vamos a separar de nuestros hijos. Por último voy a intentar separar mis dedos anulares, ves que no se puede, porque nunca me voy a separar de vos y nunca es poco, porque mi amor por vos es para toda la eternidad.De ahí que en este dedo es donde se pone el anillo de boda, porque representa la eternidad, y además va en el izquierdo porque se dice que en él se encuentra una vena que se conecta directo al corazón.


- Mi amor, que hermosa historia. Sos tan dulce Pedro, haces que cada día me enamore más, aunque en realidad creo que más amor no se puede sentir del que ya siento, tomó sus manos y le besó los dedos anulares.


Se dieron un beso tan mágico como la historia que Pedro acababa de contarle.


Llegaron en el Alf -Competizione a Mindland Central.
Como se les había hecho tarde y no habían podido desayunar, decidieron comprar un latte, un café y dos porciones de Apple crumble para llevar en el Starbucks que estaba a una cuadra.


Paula esa mañana estaba radiante con su vestido negro al cuerpo, llevaba de abrigo un tuxedo de un botón, en blanco con solapas de seda negra en pico que había combinado con una bijouterie de pedrería blanca, zapatos de tacón blanco y adorno de moño y plataformas en negro.
Su cartera al igual que el resto de la vestimenta también era blanca y negra. Pedro caminaba orgulloso de la mano de su chica por las calles de Madison Avenue.
Entraron al lujoso lobby del edificio muy sonrientes, y haciendo bromas.


Se acercaron al mostrador del portero, a quien Pedro le solicitó un pase definitivo para Paula, por fin sortearon los molinetes del vestíbulo y estaban esperando el ascensor. Paula había pasado su mano por debajo de la chaqueta de Pedro y lo tenía aferrado de la cintura mientras aguardaban, entonces Pedro le besó la coronilla de la cabeza y fue justo cuando miró de refilón hacia la entrada y vio que Rachel venía caminando — “¡maldición!” —en aquel momento, su mal humor se hizo casi imposible de ocultar, el último encuentro con ella no había sido muy ameno, solo esperaba que hoy sobria no se desubique, pero en aquel instante y muy convenientemente el elevador llegó, entonces se apuró a indicarle a Paula que entrara, cuando Pedro estaba por hacerlo para evitar a Rachel, ella se encargó de romper sus planes.


Pedro, detén el ascensor por favor cariño — Rachel elevó su voz y se apuró para no quedar fuera.
“Es una garrapata” — pensó.


- ¡Buen día hermoso! — intervino Rachel dándole un beso en la mejilla a Pedro, beso que casi va a parar a la comisura del labio si él no hubiese adivinado la intención, pero como lo hizo corrió disimuladamente la cara.


Cuando saludó a Paula lo hizo de manera despectiva, ofreciéndole su mejilla, pero Paula no estaba dispuesta a ser menos que ella y se mostró falsa y desinteresada también en su saludo, así que de igual modo ella puso su mejilla también.


“Qué mujer tan desagradable — pensó — esta zorra no le quita los ojos de encima a Pedro, y encima él por más que quiere disimular se pone incómodo ¿pero quién se cree para referirse así a él y encima mirarme con desprecio? ¿Con qué derecho? ¿Por qué tienen tanta confianza? Me molesta, me resulta una ofrecida” — Paula cavilaba mientras Pedro le sonreía nervioso a Rachel que intentaba buscarle tema de conversación que él solo contestaba con monosílabos.
El celular de Paula comenzó a sonar en la cartera, cosa que detuvo los pensamientos odiosos que Rachel le producía. Le entregó su maletín con la Mac a Pedro y aprovechó para marcar territorio.


- ¿Podes sostenerme mi amor? — le pidió a Pedro mientras se aprontaba para buscar el teléfono en su cartera.
Él le hizo un guiño y la ayudó con presteza y se puso de manera tal que quedó casi dándole la espalda a Rachel, que a estas alturas estaba que explotaba, pues había visto en la mano de Paula la sortija de compromiso — Era Horacio, dice que te llama a tu celular y le da el contestador, quería saber dónde estábamos, nos espera en la sala de juntas — Paula le explicó a Pedro mientras guardaba su teléfono y volvía a tomar su maletín de la mano de él.
Como él llevaba las bolsas de papel con el desayuno de ambos, no podía fijarse donde tenía el celular, aunque bien le podría haber dado a ella para que libere sus manos…


- Paula, por favor fijate en el bolsillo del pantalón si tengo el teléfono no sea cosa que me lo haya olvidado en el auto.


Ella obedientemente metió la mano en el bolsillo y hurgó en el fondillo, lo que le recordó al día que volvieron de cenar en Chila y le quitó los gemelos y los guardó allí… Uff recordó la caricia a través de la tela sobre su erección. Tuvo la tentación de hacerlo, pero justo el elevador paró. Se sonrió por sus pensamientos, Pedro también, pues había alimentado los mismos.


Paula pescó el iPhone, lo tenía en sus manos, pero estaba apagado, se había olvidado de ponerlo a cargar en la noche anterior.


Dejaron que Rachel saliese primero, luego Pedro, dejó pasar a Paula y por detrás salió él, apurándose para hablarle al oído.


- ¿De qué te reías, acaso te acordaste de algo?


Ella le hizo una mueca para que se callara, Rachel estaba muy cerca y podía escucharlos, volvió a sonreírse pícaramente.


Pasaron toda la mañana en reunión, Paula había sido presentada a los demás miembros del directorio y luego se trataron algunos puntos cruciales que necesitaban atención, como una posible inversión de un grupo canadiense.


Cerca del mediodía se desocuparon, Paula y Pedro se instalaron en la oficina de él, por ahora la compartirían hasta que Horacio libere la suya.


- Esta noche se va mamá.


- Sí lo recordaba, no te preocupes la llevaremos al aeropuerto.


- Gracias mi amor.


Pedro estaba pasándole los últimos contratos adquiridos y poniéndola al corriente de temas puntuales de Mindland International.


Mientras que él la enteraba de ciertos manejos, Paula aprovechaba para revisar su correo electrónico, así que estaba sentada en el escritorio de Pedro haciéndolo.
Se encontró con uno de Matias donde le había enviado todo lo que debía autorizar, también había recibido un email de Ezequiel en el que le indicaba que el viernes a las 11 AM era la firma de la escritura con Guillermo.
Su cara mientras leía se transformó, sabía que Pedro no iba a estar muy contento con la noticia.


- ¿Pasa algo? parecés preocupada.


- Es que voy a tener que viajar a Buenos Aires sí o sí.


- ¿Problemas en la empresa?


- No Pedro,Ezequiel me avisa que el viernes tengo que estar a las once en una escribanía para firmar lo de la escritura del departamento de Guillermo, finalmente llegó a un arreglo.


La cara de Pedro estaba descentrada.


- No puedo viajar esta semana para acompañarte, y no quiero que vayas sola — fue rotundo al decirlo — ¿Tenés problemas de dinero, acaso necesitas lo del departamento? te lo doy yo.


Pedro, no se trata de dinero, se trata de dejar todo en orden, además necesito ir a buscar ropa, solo traje para una semana.


- Eso es lo de menos, compramos ropa acá y listo.


- Quiero mis cosas Pedro, cerrar mí casa, y dejar todo en orden en la empresa. ¿Cuál es el problema que viaje a Buenos Aires?


- No quiero que nos separemos.


- ¿Amor, y cuando tenga que viajar por cuestiones de Mindland International?


Pedro se puso de pie, rodeó el escritorio, y la tomó de una mano haciéndola poner de pie a su lado.


- Paula recién hace dos días que nosotros estamos otra vez juntos, de eso se trata, no me quiero separar ahora de vos, no tan pronto, te desee por tanto tiempo.


- Yo tampoco quiero irme Pedro, pero cuanto antes deje todo en orden allá, mejor, así ya nada se interpondrá entre nosotros y podré instalarme definitivamente acá, necesito mudar mis cosas — se abrazaron y luego se besaron. La puerta de la oficina se abrió sin que nadie golpeara antes, y los interrumpió.


- Hermoso tenés un minuto… Ah lo siento Pedro — dijo Rachel después de entrar sin llamar.Pedro la miró aniquilándola.


- ¡Podrías llamar cuando entras! POR FAVOR — le espetó muy molesto.


- Dije que lo siento, ya me disculpé.


- ¿Qué necesitás? — Le preguntó malhumorado. Paula volvió a sentarse frente a su Mac y Pedro se volvió a su asiento. Rachel se dio la vuelta y se apoyó en el hombro de Pedro mientras se inclinaba y le ponía frente a él unos papeles, por supuesto que a Paula le molestó la confianza y la proximidad, ella estaba casi apoyándole los pechos en el hombro, se rebulló en su silla, no quería que se dé cuenta, porque presentía que la zorra esa lo hacía a propósito.


- Tengo las modificaciones en los contratos de Francia que me pediste, cariño.


Pedro, tomó la mano de Rachel que ella apoyaba en él, la apartó y se echó en su asiento hacia atrás para alejarse de ella y decirle.


- Eso ahora se lo tenés que pasar a Paula, ella es la nueva directora de Mindland International.


- ¿Qué dices? — Rachel aún no sabía nada, y es que en realidad nadie tenía obligación de comunicárselo, ella solo era una colaboradora de Federico. Se mostró muy extrañada — ese es tu puesto tesoro.


- Lo que escuchaste, Paula es la nueva directora de Mindland International. Así que ahora tendrás que trabajar con ella — Paula levantó la vista de su ordenador para para ver la reacción de Rachel estaba estudiando la conversación de ellos — yo pasaré a ocupar el puesto de mi padre de ahora en más.


- Felicidades corazón, quien mejor que tú para ocupar el puesto de Horacio — se acercó y le dio un abrazo y un beso. Pedro se sintió incómodo y la apartó en seguida.
Rachel verdaderamente lo estaba fastidiando y además había notado la forma en que Paula los observaba, pero entonces, Paula ni corta ni perezosa se sintió tentada de picarla y demostrarle quien tenía el control de las cosas ahí.


- Dejemos a Pedro que trabaje, él está ocupado con otros asuntos, tú y yo nos podemos sentar acá en el estar y puedes explicarme lo de esos contratos, tengo tiempo.
Rachel la miró desafiante…


- Por supuesto como gustes — le contestó sin más remedio.


Pedro las miraba desde su escritorio, sí que Paula la estaba haciendo cabrear a Rachel, no sabía lo que estaba haciendo en realidad, pensó en la ira que estaba desatando en ella y en que esas dos mujeres estaban rivalizando por él, no le gustó la situación. Paula lucía en desventaja ante sus ojos porque no sabía que él y Rachel se habían acostado, pero prefería que no lo supiera, él no quería nada con ella y Paula podía mal interpretar todo y a este punto no quería arriesgar la relación con su chica…
La estaba acribillando a preguntas y le estaba haciendo explicar cosas tan estúpidas que hasta un niño las sabría y conociéndola como la conocía, Pedro sabía que era a propósito y Rachel también, no era ninguna tonta.


- ¿Necesitás saber algo más Paula? — le preguntó fastidiada, Paula estuvo tentada de hacerla perder más tiempo, pero en realidad prefería que se marche.


- No Rachel muchas gracias, creo que eso es todo.


- Bueno en ese caso me voy a almorzar.


- Buen provecho — dijeron Pedro y Paula. Rachel estaba saliendo, Paula la llamó.


- ¡¡Rachel!!


- Si — ella se volvió a desgano.


- La próxima vez… golpea, no lo olvides.


Llena de odio se fue sin contestarle, solo pegó un portazo.


- Me parece que la hiciste enojar — dijo Pedro.


- Me parece que tiene demasiada confianza con vos ojitos.


- Ya te expliqué, nuestras familias son muy amigas, nos conocemos desde pequeños.


- Sí, claro y yo me chupo el dedo… C A R I Ñ O — Paula hizo alusión a como Rachel le decía — llevame a almorzar, me muero de hambre — sí que se veía cabreada sonó muy arrogante con su pedido — y también llevá tu Mac, así buscamos los teléfonos de los hoteles y llamamos pidiendo cita, además tengo que sacar un pasaje a Buenos Aires.


- Por favor…
- POR FAVOR Sr. modales. Ponele un freno a esa tipa y mis modales regresarán.


- Estás siendo necia Paula, no hay motivos.


- Ponele un freno ojitos y dejá de reírte. Por hoy ya soporté demasiado los lances de esa rubia desabrida.

CAPITULO 70




En el viaje siguieron hablando de la boda, Pedro estaba muy ansioso, quería ir a ver hoteles cuanto antes, para poder fijar la fecha de la boda, deseaba con ímpetu definir eso.
Estaban cruzando al tunel Quenns Mindtown y entonces decidieron hacer un pequeño desvío hacia el Belaire, para que Paula pueda recoger ropa y también su Mac.
Finalmente llegaron al loft de la Greene St. Al cual se podía acceder tanto por escalera como por elevador.



Pedro nunca imaginé que vivías en este barrio, me parece un lugar tan misterioso...
- Misterioso... ¿por qué?
- Porque detrás de estas fachadas antiguas se esconde un lujo inimaginable.
- Es la parte más bohemia de New York, es un lugar muy tranquilo, espero que te guste mi casa y que te sientas cómoda.
- No podría no gustarme si ahí es donde vives, además donde quiera que estés ese es el único lugar donde quiero estar — él la abrazó muy fuerte antes de bajar del auto.


Pedro y Paula subieron por delante y Oscar se quedó bajando el equipaje de ambos que luego subió hasta el lobby del loft del 4to. piso.



- ¿Sr. lo vengo a buscar mañana para ir a la oficina?
- No, Oscar solo encárgate de traer mi automóvil.
- Muy bien Sr. que tengan buenas noches.



Pedro cerró la puerta y quedaron en la intimidad del apartamento, por fin la tenía donde deseaba tenerla, toda para él, sin tener que compartirla con nadie.
Paula ya estaba dentro escrutando el departamento. El lugar se encontraba sobre una de las calles más deseables del barrio del SoHo, el interior combinaba madera y diferentes texturas en las terminaciones, era un piso entero remodelado a los estándares de vida de los más exigentes.
Paula estaba parada frente a la biblioteca que oficiaba de escritorio, había abierto la puerta vidriada de doble hoja para entrar, se veía abstraída mirándolo todo.
Deslizó su mano sobre los sillones de cuero de la oficina que ahí estaba montada y que estaban frente a los dos escritorios en los cuales descansaban sendos ordenadores, la pared frontal se encontraba toda revestida por estanterías de libros y lugares de guardado. Se acercó hasta la extensa biblioteca para comprobar los títulos que allí se atesoraban, pasó su dedo acariciando el lomo de los libros, había algunos clásicos de la literatura, pero en su mayoría eran libros de finanzas y gestión empresarial.
Luego, se aproximó a ver las fotografías que descansaban sobre la repisa de la pared lateral, eran todas familiares, ninguna de Julieta.



“¿Las habrá quitado previendo que yo venía?”… — no quiso entrar en ese rumbo, si lo había hecho era un gran gesto para no incomodarla.



Pedro se aproximó sigilosamente por detrás, la abrazó y le dio un beso en el cuello.



- Es muy funcional tu departamento, veo que tenés montada una oficina.
- Sí mi amor, desde acá puedo manejar todo lo de la empresa, uno de los ordenadores es una terminal de Mindland y el otro es personal.
Ven que termino de mostrarte el loft.



La llevó a recorrer las otras estancias, primero entraron en un dormitorio en suite que contaba con un baño con vistas y acabados suntuosos, luego, la llevó a otro de menor tamaño, cuyos acabados recordaban el interior de un yate de lujo.
Por último, ingresaron al dormitorio principal en el que había un baño y un vestidor integrado.
El baño era una mezcla armoniosa de mármol y losa, con una ducha con mampara vidriada y una bañera empotrada en carpintería de nogal e instalaciones de grifería de primera.
El vestidor repetía los acabados en madera y combinaba con la perfección y el estilo de la ropa que en él había.



Paula halagó cada lugar y es que realmente el loft estaba diseñado y ambientado con un gusto exquisito y con todas las comodidades imaginables.




- ¿Nos damos una ducha? — él la tentó.
- Hmm, ¿solo una ducha?


Pedro la tenía abrazada, echó la cabeza hacia atrás y se sonrió.



- ¿Se te ocurre alguna otra cosa que podamos hacer en la ducha?
- En realidad se me ocurren muchas cosas, pero estoy segura que a vos se te ocurrirán muchas más…


Pedro la recorrió con una mirada muy oscura, el iris de sus ojos se había ennegrecido, sin mediar palabras le indicó con aquella mirada todo lo que tenía ganas de hacerle, sus instintos más oscuros se habían despertado y ambicionaba poseerla, con lujuria, con desesperación.


Se apoderó de sus labios, los poseyó con propiedad, con el solo deseo de pertenencia, ese del que no podía deshacerse aun cuando estaba lejos de ella.
Paula era suya, siempre la había sentido así, aún en los días en que se obligaba a olvidarla.
Mientras la besaba con sus manos abarcó toda su escápula y la aprisionó contra su pecho sin dejar de entrelazar su lengua a la suya, la bebió con su boca y la saboreó por completo, hasta hurgar en todos los intersticios de ella. Su beso imperioso era exigente y le reclamaba una entrega completa, desmedida.
Paula era bellamente exquisita y despertaba todos sus sentidos. Tenerla entre sus brazos se sentía maravilloso.
A su lado se consideraba íntegro, viril, pero a la vez se desintegraba, cuando estaba con ella, se sentía el ser más indefenso, porque ella se apoderaba de toda su razón.


Paula sucumbía a sus besos, eran el elixir perfecto que quería beber sin parar.
Eran húmedos, mullidos y experimentados, nadie la había besado nunca como él lo hacía.
Cuando él se acercaba, su cuerpo se estremecía al más simple roce, sus sentidos y sus deseos afloraban a flor de piel y una necesidad arrogante de ser suya la poseía.
Pedro la hacía sentir mujer, la hacía sentir deseada, viva, pero por sobre todo, con él se sentía amada y protegida.



Se desprendió el cinto que llevaba sobre el jersey y lo dejó caer en el suelo, luego levantó sus brazos para que Pedro le quitara el sweater, él prontamente se deshizo de la prenda y la dejó caer mientras admiraba la protuberancia y la sinuosidad de sus perfectos senos, se aferró a ellos mientras mordisqueaba sus hombros y corría los tirantes del corpiño.


Con sus manos ansiosas tomó el elástico del jersey de Pedro y él levantó sus brazos para que ella se lo quitara.
Al quedar su torso expuesto Paula no resistió la tentación y le acarició el bello, acercó sus labios y depositó suaves y pequeños besos, luego levantó la cabeza y se encontró con un Pedro de ojos cerrados entregado a sus caricias, y le encantó lo que vio, él parecía expuesto, se veía manso, confiado. Resolvió subir con besos por su cuello y se aferró a él, le mordisqueó el lóbulo de la oreja, y enredó sus dedos en la nuca acariciándole esa zona que a él tanto lo enloquecía, en aquel momento Pedro dejó escapar un gemido, Paula lo desarticulaba.


Intentando tomar el control y el equilibrio abrió los ojos y llevó sus manos a la abotonadura de los jeans de ella.
Desprendió el botón, y luego bajó el zipper, por último enganchando los pulgares en las presillas deslizó el pantalón por sus caderas, ella se meneó para ayudarlo, ya que se había atascado a la altura de su trasero.
Paula se sentó en la cama y él la ayudó con las botas y terminó de quitarle los jeans.
Mientras tanto ella permanecía sentada y tenerlo en frente era una tentación, así que llevó las manos a su cintura y le desabotonó el jean y se apoderó del cierre.
Cuando lo bajó metió su mano en la abertura y le acarició el pene sobre la tela del boxer, Pedro estaba duro como una roca, sólido, preparado para fundirse en su cuerpo, ella se sentía húmeda y preparada también.


Él se agachó y se desembarazó de sus Nike, se quitó las medias y terminó de sacarse el pantalón. La tomó de una mano y volvió a ponerla de pié.
Con su brazo izquierdo rodeó su cintura, y la sujetó contra él, le corrió el pelo despejándole la cara y volvió a apoderarse de sus labios, ellos eran una droga, Paula entera era una droga para él.
Bajó sus manos y dominó con su agarre el trasero de ella, lo estrujó entre sus dedos y le habló sobre los labios que por momentos besaba y por momentos mordisqueaba.



- Sos mía Paula, mía, te necesito como necesito el aire para respirar. Quiero poseerte toda, integra, quiero que tu cuerpo sea mío por completo.
- Es tuyo mi amor, podés hacer lo que quieras con él, te pertenece.


Pedro le quitó el corpiño y luego le deslizó la colaless por los muslos, la tomó de una mano y la llevó hacia la zona de la ducha, allí abrió la mampara y rápidamente giró el grifo para que comience a salir el agua, la templó tocándola con su mano libre, porque no quería deshacerse de la mano de Paula, luego se quitó el bóxer y lo deslizó por sus piernas, dejando libre su maravillosa erección.
Se metió bajo el chorro de agua y la invitó a entrar en el cubículo de la ducha, cerró la puerta y la abrazó con fuerza mientras caía sobre ellos el chorro de agua.
Paula aferró el rostro de Pedro entre sus manos y se apropió de sus labios, los mordió con impaciencia, estaba muy excitada y eso fue suficiente para desatar los más bajos instintos que habitan en Pedro, la arrinconó contra la pared tomándole los brazos, se los sostuvo por las muñecas sobre su cabeza, al mismo tiempo que ella arqueaba su torso exponiendo sus pechos para que él se los mordisquee, Pedro con su otra mano le atrapó los glúteos, se los estrujó con tanto desasosiego que sus dedos se pusieron blancos por la presión que ejercía, se apartó por un momento y quedó viéndola, entonces, soltó sus muñecas y llevó su mano a su vagina, ella estaba tan mojada, tan lista, le hundió un dedo y Paula dejó escapar un chillido, mientras se bullía contra su caricia, él no dejaba de penetrarla con su dedo, lo movía buscando el famoso punto G.


- ¿Te gusta Paula, te gusta que te toque así?
- Sí mi amor, seguí por favor.


Pedro metió otro dedo dentro, ella levantaba su pierna a la altura de la cadera de él para darle más entrada y se movía para encontrar con fuerza sus dedos cuando entraban y salían.
Seguidamente retiró los dedos y se los metió en la boca, para que se los sorbiera, el también metió su lengua en su boca junto a sus dedos y ambos saborearon los fluidos de ella.
La dio vuelta, la hizo parar con las piernas abiertas y se agachó y le pasó la lengua por la entrada del ano, luego al igual que había hecho la noche anterior metió un dedo, pero esta vez no utilizó su meñique, optó por el dedo medio.



- Relájate Paula, dame entrada, no te contraigas.



Ella obedientemente intentó serenarse ante la intrusión, cuando él lo tuvo todo dentro de su orificio, comenzó a moverlo.


- ¿Duele? — él le preguntó con voz oscura.
- No — contestó y su respiración se escuchaba entrecortada.
- Bien, vamos a probar con otro más, relájate como recién.



Pedro metió primero sus dedos en su sexo para que se mojen con su fluido vaginal, luego lentamente los introdujo en su ano.
Los dejó dentro para que ella se acostumbre, y finalmente los empezó a mover pausadamente.


- ¿Duele ahora? — él no quería hacerle daño deseaba que ella disfrute tanto como lo estaba disfrutando él.
- No mi amor seguí, yo te aviso si me duele — ella dio vuelta su cabeza y Pedro la besó.


Sin demora dejó sus labios y se acomodó detrás de ella y con su mano libre dirigió su pene a su vagina, mientras seguía con sus dedos en el recto.
Se movió unas cuantas veces y luego ella empezó a encontrarlo con sus movimientos, entonces él paró. Sacó su sexo del de ella, quitó sus dedos también del orificio y metió en su lugar el pene, introdujo la punta del glande y esperó a que ella se acostumbrara, al principio Paula se tensó.


- Tranquila, si duele paramos, relájate no te contraigas, no voy a hacerte daño, solo quiero que ambos disfrutemos, prometo cuidarte, te amo demasiado para lastimarte.


Sus palabras al oído le daban confianza, ella confiaba en él y lo deseaba, deseaba ser suya de todas las formas que él quisiera.
Respiró hondo y se aflojó, entonces él entró un poco más en ella probando su resistencia, volvió a sacar el pene lo volvió a lubricar en la vagina y volvió a meterlo en el ano, pero esta vez un poco más y más y entonces cuando ya estuvo casi todo dentro, empezó a moverse dulcemente.
Ella gemía y temblaba en sus brazos y aunque él quería perder todos los estribos y enterrarse en ella, se contenía y moviéndose lentamente para no hacerle daño, tal cual como le había prometido, quería amarla, quería adorarla.
Pero entonces ella lo sorprendió.


- Movete Pedro, movete por favor, no me duele.



Pedro probó moverse un poco más fuerte y ella se inclinó un poco más y abrió sus piernas para darle más paso.
A ese punto ya los dos estaban perdidos…


- Nena, sos exquisita, tu culo está tan apretado, me estás volviendo loco, y es que… lo deseaba tanto.
- Me gusta Pedro, creo que voy a acabar no aguanto más.
- Sí nena, terminemos juntos.



Pedro se olvidó de que era la primera vez y se perdió por completo dentro de ella la embistió varias veces más hasta que evacuó todo su esperma dentro de su orificio, absorto, emitió un ronco clamor, Paula aullaba, estaba desordenada, nunca había exclamado de esa forma cuando tenía un orgasmo.
Quedó extenuada, él salió lentamente de su cuerpo sintió que le temblaban las piernas, Paula sentía que las fuerzas le fallaban.
Pedro la rodeó con sus brazos, la recostó sobre su pecho y la guió junto a él bajo el chorro de agua mientras besaba su cuello.


- ¿Estás bien mi amor?


Ella solo asintió con la cabeza no le quedaban fuerzas para contestar.


- Te amo Paula.
- Yo también mi vida.


Pedro tomó el frasco de shampoo del estante puso un poco en su palma y comenzó a lavarle la cabeza gentilmente, luego la dirigió bajo el chorro para enjuagarla, cuando lo consiguió, tomó el jabón de ducha y se puso en la mano para asearle el cuerpo, le masajeó los hombros, ella estaba entregada, se sentía exhausta, agotada por completo, la limpió y luego tomó el acondicionador para el pelo para ponerle en los largos de su cabello, pero entonces ella le dijo.


- Yo lo hago, duchate vos — le dio un beso en los labios y le quitó el frasco de la mano, Pedro le sonrió deslumbrante y le devolvió el beso en los labios.


Terminaron de asearse y Pedro salió primero, rápidamente tomó una toalla que se envolvió en la cintura y entonces Paula cerró el grifo para alcanzar la toalla que él le proveía, se envolvió el cabello, Pedro tenía en sus manos un toallón para envolverla, la secó como se hace con un niño, le depositó tiernos besos en la frente y la cobijó en su pecho, luego le alcanzó una bata de él que le quedaba enorme, pero no importaba Paula se veía preciosa aunque esté envuelta en harapos entonces, después de haberle proporcionado abrigo, se ocupó de secarse él.



- ¿Los bolsos quedaron en la entrada verdad?
- Sí mi amor…


Se dirigió hasta el lobby del loft para buscar las pertenencias de ambos.
Cuando regresó a la habitación Pedro ya se había calzado también una bata.
Paula abrió su bolso y rebuscó en él un pomo de crema que usó para humectar sus piernas y el resto de su cuerpo, olía a lavanda, manzanilla y almendra, entonces fue cuando Pedro descubrió el olor tan característico que tenía siempre en su piel y que la identificaba.
Tomó el pomo entre sus manos y leyó la inscripción del envase.


- Hay que comprar muchos de estos quiero que siempre huelas así — ella se rió mientras se seguía encremando.
- No te preocupes, estoy segura que acá se consigue — le contestó sentada desde la cama.


Ambos rieron, entonces Pedro se echó encima de ella y la besó, no podía detenerse, su cuerpo era insaciable y su boca permanecía ambiciosa por conseguir nuevamente sus besos. Paula tenía la bata abierta y él no pudo resistir la tentación de acariciar sus pechos, estaba nuevamente erecto, sólido como el concreto, bajó su mano y acarició su vulva y comprobó la humedad de su vagina, ella también estaba preparada nuevamente.


- No puedo parar Paula, te deseo otra vez.
- No pares, yo también te deseo.


Mientras que devoraba su boca, le acariciaba el hueco de los labios mayores de su vagina alrededor del capuchón, luego destinó su pulgar de una manera muy sutil para rodear el clítoris, le dio toquecitos muy suaves como si se tratase de una pompa de jabón sin que explotara. Paula se arqueaba entre sus manos había levantado sus piernas y estaba expuesta con su vagina a sus caricias.
Entonces Pedro tomó el clítoris entres sus dedos pulgar e índice, como si tocara un pétalo de flor y empezó a darle tenues pellizcos, ella le suplicaba más rápido y suave, pero él mantenía el ritmo, sabía que estaba en el camino justo Paula estaba retorciéndose en sus manos.


Mientras él seguía con los pellizcos introdujo su dedo medio en la vagina, y comenzó a moverlo en círculos, sin poder evitarlo ella comenzó a contraerse y a convulsionar con su caricia, emitía pequeños grititos que Pedro ahogaba con sus besos.
Una rigidez que él conocía muy bien comenzó a producírsele en las extremidades y en aquel momento él observó atentamente su rostro, y la forma en que tensaba las piernas, no quería perderse ninguna sensación de ella, Paula retorció la bata con los dedos de sus manos y un aumento de la temperatura corporal, se le produjo al momento del orgasmo, un súbito acaloramiento que terminó con sus mejillas, sus senos, y el abdomen sonrojados.
Sintió la necesidad de arquear su espalda, y erguir su cuello, mientras experimentaba una serie de contracciones musculares involuntarias en la vagina, en el útero y en el recto, las cuales le resultaron únicas por la intensidad.



- Me encanta verte perdida en mis manos — ella asintió con la cabeza, le faltaba la respiración.



Sin más espera Pedro se subió sobre ella y enterró su pene en su vagina. Comenzó a moverse cruelmente, de repente cambiaba el ritmo y se movía lento y profundo, luego reanudaba los movimientos rápidos de su pelvis, enterrándose en ella un poco más, cuando volvió a advertir todos los síntomas en el cuerpo de Paula, su respiración, pulso y presión arterial llegaron también a su máxima aceleración.
Sentía los músculos tensos al igual que los de ella, estaba en su punto más alto, lo invadían reflejos musculares en las manos y en los pies y en aquel preciso momento se vació en ella. Se dejó ir, perdiéndose en un halo de placer mientras su esperma brotaba como un torrente bañando las paredes de la vagina de Paula.
Se dejó caer sobre ella, y así quedaron en silencio, unidos y abrazados por algunos momentos.
Ambos estaban consumidos por el instante.
Sus cuerpos permanecían inertes a tanto placer experimentado. Comenzó a sentir la humedad de las lágrimas de Paula en su mejilla, esas que se le habían escapado en el momento del orgasmo y que él había visto correr en el segundo en que los dos se perdieron.



- ¿Por qué lloras mi amor?
- De placer Pedro, me saltaron la lágrimas de tanto placer, nunca en mi vida sentí lo que sentí hoy — le explicó ella asombrada por sus sensaciones.
- ¿Fue mejor que en la ducha? — él estaba realmente interesado.
- Diferente mi amor, pero hermoso las dos veces.
- Quiero darte todo el placer inimaginable Paula, quiero ser yo y solo yo el que te lleve a esos lugares que tu cuerpo no conocía. Quiero que descubramos nuevas sensaciones juntos — le corrió el pelo de la cara mientras le hablaba — un día de estos voy a morir en tus brazos, a veces siento que el corazón me deja de latir, no sos consiente de lo que me hacés sentir.
- ¿Tanto placer te doy?
- No lo dudes nunca, tu cuerpo me lleva a estremecimientos que nunca antes sentí.
- No creo hacer nada realmente extraordinario — dijo ella un poco incrédula de sus habilidades.
- Nena sos una serpiente en la cama, te movés de una manera que a veces creo que voy a perder el control como si fuera un adolescente inexperto.



Ambos se carcajearon.


- Te amo mucho, mucho, mucho, mucho, mucho… — le decía él mientras alternaba con besos en sus labios.
- Yo más, yo más, yo más, yo más, yo más…— le contestaba ella entre beso y beso.