domingo, 20 de julio de 2014

CAPITULO 27




La tarde se pasó volando, tanto como la mañana, había mucho trabajo en la oficina, así que sin tiempo para pensar en otras cosas que no sean planillas, informes, cálculos, porcentajes pues se acercaba fin de año y estábamos comenzando con los balances, se hizo la hora de salida y me marché a casa, manejé entre el tránsito de Buenos Aires conduciendo mi Scirocco hasta llegar a mi departamento.


Tenía un fuerte dolor de cabeza, se me estaba literalmente partiendo del dolor, cuando llegué me tomé un ibuprofeno me despojé de mis zapatos y me recosté en el sillón, me debo haber quedado dormida pues cuando me desperté la sala estaba a oscuras, por lo que comprendí que había dormido por un largo rato. Para mi alivio noté enseguida que mi dolor de cabeza había desaparecido, en penumbras camine hasta el interruptor de la luz y la encendí, el estómago me crujió y eso me hizo caer en cuenta que era tarde.


Fui a mi cartera y saqué mi celular para ver la hora, ya que no tenía el hábito de usar reloj.


¡¡Qué bárbaro… tanto dormí!! Eran las ocho y treinta de la noche. Revisé mi celular y tenía dos llamadas perdidas de Pedro pero ningún correo de voz ni tampoco ningún mensaje.


Wow, ojitos estuvo llamando, ¡ja!


Seguro porque no fui… me encogí de hombros y me alegré de no haberlo hecho, para que se de cuenta que soy la única persona que tiene mando sobre mí y que tampoco voy a salir corriendo cuando a él se le ocurra que lo haga.

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