sábado, 26 de julio de 2014

CAPITULO 47




Ese día no regresamos a la oficina, decidimos quedarnos en casa, así que cociné para ambos, almorzamos en el desayunador, una ligera ensalada Cesar.


Luego estuvimos trabajando desde casa, yo en mi estudio y Pedro en la sala con su Mac sobre la mesa baja, donde también estuvo atendiendo unas llamadas telefónicas.


Por la tarde, fuimos hasta su hotel para cambiarse de ropa y también para buscar un cambio para mañana ya que habíamos acordado que se quedaría en casa a dormir esa noche.


Cuando salimos del Faena pasamos por el mercado para hacer algunas compras.


Lo llevé a Jumbo, ya que allí se consiguen productos importados y Pedro me había manifestado que estaba extrañando ciertos sabores de su cocina.


Conseguimos una diversidad de salsas, estaba entusiasmado porque había conseguido jarabe de arce, guisantes y bagels.


También nos surtimos con hortalizas, verduras, pescados, mariscos y carne entre otras cosas. En realidad me urgía hacer una compra, mi heladera estaba casi desplumada y Pedro estaba muy entusiasta acompañándome, me encantaba la faceta de Pedro hogareño.


Infaltable el paso por la Winnery donde Pedro se surtió de vino cerveza y champagne.


Fue una salida muy doméstica y muy interesante.


Andar con él abrazada o de la mano por las calles de Bayres me hizo hacer a un lado todos los fantasmas de ayer.


Pedro había estado muy atento, me mantuvo pegada a su lado y besándome en todo momento el pelo, el cuello, la mejilla y los labios.


Por la noche, se ofreció a preparar la cena, pero como se suponía que era una sorpresa lo que me cocinaría, me obligó a encerrarme en la habitación hasta que todo estuvo listo. Desde allí podía oír el ruido de los trastos en la cocina… me sentía exaltada y conmovida por tantas atenciones.


Me buscó en la habitación, entró en mi vestidor y buscó un pañuelo para cubrirme los ojos, lo anudó y me besó antes de guiarme hacia el estar del departamento.


Pedro estaba risueño sus ojos azules estaban chispeantes se lo veía muy entusiasmado con el momento.


Caminé guiada por él hasta el comedor, los aromas de la cocina me habían invadido.


Hmm, esperaba que todo esté tan sabroso como olía.


Me dejó parada en medio de la sala y me quitó el vendaje.


- La cena está servida! Ta ta ta tan — hizo una onomatopeya resaltando la sorpresa.


Entonces ante mí quedó expuesta la mesa del comedor que estaba tendida muy especialmente.


En una esquina había dispuesto nuestros platos, que estaban apoyados sobre los platos de sitio, esos que nunca había podido estrenar, porque nunca había tenido una cena romántica desde que me mudé acá.


Había prendido las velas de los candelabros que normalmente están sobre la mesa, pero que jamás se habían usado, trajo también el florero que habitualmente está en la mesilla junto a los sillones y lo transformó en un centro de mesa.


Dispuso las copas de agua y las de vino, que ya estaban llenas, había cuidado de cada detalle, todo estaba increíble e inmejorable, creo que ni yo lo habría podido hacer tan bien.


- ¡¡¡¡Pedro!!!! — no pude esconder mi asombro.


- ¿Te gusta? Nuestra primera cena romántica.


No encontraba las palabras, me había quedado sin ellas.


- Todo está… precioso…. Vos sos precioso — le dije y me aferré a su cuello mientras lo besé — Me sorprendiste gracias.


Nunca me habían tratado así, nunca nadie había hecho esto por mí. Pedro era único. Era un hombre sorprendente en todos los aspectos.


- Pasemos a la mesa Mademoiselle… — me sonreí y me dejé guiar. Pedro me llevaba de la cintura.


Corrió la silla y esperó a que me sentara para arrimarla, luego se sentó en su lugar y levantó la copa de vino para que brindemos. Bebí un sorbo…


- Exquisito, aunque no sé si es buena idea que beba vino blanco, se me sube a la cabeza fácilmente.


- Lo recuerdo… cuando nos conocimos — afirmó.


Nos reímos.


Saqué mi servilleta del plato, para ponerla en mi regazo y abajo había una esquela escrita de su puño y letra.



Vivamos cada día como si fuera el último
Tuyo… Pedro.


Me levanté y lo besé.


- Gracias Pedro… sos muy especial…


- Vos sos especial, por eso lo intento… — por más intenciones y por más palabras bellas, todas me hacían suponer que cada día era una despedida que Pedro había comenzado a planear…


- Sentate, que voy por la comida. — me sonreí y volví a mi lugar.


Mientras servía nuestros platos, leí y releí la tarjeta, con mi dedo índice acaricié su letra, era sin duda un detalle simple pero increíblemente romántico.


Había cocinado Atún en salsa de limón y unos vegetales al wok, estaba exquisito.


Charlamos durante todas la comida.


Entre otras cosas, me contó que había aprendido a cocinar, porque siempre estaba ayudando a su madre en la cocina, ya que sus hermanos mayores siempre lo echaban cuando estaban con sus amigos, y es que era el típico hermano menor que a todos les molestaba, lo que sucede es que él se lleva mucha diferencia de edad con ellos.


Igualmente me refirió que a medida que fueron creciendo esas diferencias se fueron salvando y que ahora son muy unidos los cuatro.


También me explicó que a pesar que en su casa siempre contaron con personal doméstico, su madre persistentemente se había encargado de la alimentación de la familia.


Hablamos de tantas cosas… hasta me contó anécdotas de su paso por la preparatoria.


Pedro estaba distendido, cómodo y se notaba, estaba en un estado de embriaguez hogareña.


Sí, creo que esa era la definición más adecuada.


Terminamos de comer y juntamos la mesa. Introdujimos todo en la pileta de la cocina ya que mañana venía la Sra. que me ayuda con la limpieza, mientras que estábamos recogiendo los trastos sonó el timbre.


Me extrañé, primero por la hora y luego porque no esperaba a nadie. Entonces Pedro prontamente dedujo…


- Debe ser el delivery pedí Crema helada de arándanos y cheesecake con frambuesas — Me guiño un ojo y me dió un beso mientras dejaba apoyada sobre la encimera las copas que había recogido, se fue a atender el timbre.


Pedro tomá las llaves, la puerta del departamento se cierra a las diez, vas a tener que bajar para atender, o ¿preferís que vaya yo?


- No nena, voy yo, vos encargate de terminar de juntar todo.


Terminé de levantar la mesa, y comencé a preparar los platos para servir el postre que acababa de llegar con el servicio de delivery, de igual forma propicie el ambiente y decidí apagar todas las luces y dejar encendidas solamente las de la lámpara de la sala.


Favoreciendo aún más el momento cerré las cortinas de los ventanales para tener más privacidad y así sentarnos a comer allí.


Cuando Pedro volvió con el pedido, yo estaba en el estudio cargando en el sistema de sonido una selección de temas.


Inmediatamente regresé a la cocina y me ocupé de servir el postre, él estaba sacando del freezer una botella de La grande Dame que había puesto a enfriar y entonces le alcancé dos copas del armario.


- Me gusta Diana Krall — me dijo — creo que es una de las mejores cantantes de jazz actuales.


- A mi me encanta, sus versiones de clásicos son magníficas — le aseguré… — cuando necesito un momento para mí, siempre la escucho — Me tomó en sus brazos y nos pusimos a bailar Fly me to the moon.


- Es muy sensual esta música… — afirmó, nos besamos por millonésima vez.


Finalmente nos sentamos en la sala con todo preparado para comer el postre, en realidad de seguir demorándolo iba a empezar a derretirse.


Pedro descorchó la botella y sirvió champagne. Lleno las copas y me pasó una, se había sentado en una de las esquina del sofá y yo estaba ligeramente recostada en la otra con mis piernas en su regazo.


Luego que terminó de comer el cheesecake, dejó el plato sobre la mesa y sorbió del champagne, me estaba contando de los problemas financieros que tenía la sede de Chile, que no se lograba posicionar en el mercado y que iba de mal en peor.


Me ofrecí a mirar los libros quizá podía encontrar algo… Pedro tenía un Máster in Business Administration en Harvard, era muy inteligente, intuitivo y muy sagaz con los negocios, raramente se le pasaba algo por alto, en esta semana lo había podido comprobar, me indicó que después lo veíamos juntos en algún tiempo que nos hagamos y me agradeció el interés.


Mientras conversábamos me quitó los tacones y comenzó a masajearme los pies.


- ¿Como aguantás todo el día con estos zapatos? — me sonreí.


- Creo que ya forman parte de mí, cuando me pongo zapatos planos o zapatillas me duele la espalda.


- ¿Querés más postre?


- No, estoy que exploto, comí demasiado, de seguro me costará dormirme — le dije mientras desabrochaba el botón de mis jeans.


- Por eso no hay problema podemos buscar como entretenernos si no podés dormir — me hizo un guiñó, se llevó mi pie a su boca y me lo mordió.


Me senté y me trasladé encima de él a horcajadas, me sostenía de la cintura, mientras le acariciaba su rostro y corría su pelo de la cara. Me acurruqué en su cuello y le comenté…


- Fue un día magnífico, me consentiste mucho todo el día.


- Yo también me sentí muy consentido.


Le estaba acariciando el cuello, mientras jugaba con el pelo de su nuca cuando sentí en mi muslo la vibración de su teléfono que estaba en el bolsillo de su pantalón. Me aparté para que pudiera atender Vió en la pantalla y contestó.


- Mummy — le di un beso en la mejilla mientras hablaba y lo dejé para darle un poco de privacidad.


Entré en el vestidor y comencé a preparar la ropa para mañana ir al trabajo, me encantó ver en mi closet el traje que Pedro se pondría al día siguiente, también le había hecho lugar para que pusiera otras mudas de ropa que había traído. Se veía fabulosa su ropa mezclada entre la mía.


Para mi atuendo, separé una camisa clásica blanca, una falda ajustada color natural, y un cinto, sandalias y mi bolso color suela.


Pedro entró en ese momento y me sorprendió acariciando su ropa, pero no dijo nada.


- Tenemos una pequeña inversión en zapatos y carteras en tu closet.


- son mi debilidad Pedro — largué una risotada — Paso por una tienda los veo y me llaman. — Bromeé y me abrazó.


- Te llevarías muy bien con mi hermana, tienen muchas similitudes.


- ¿Ah sí?


- Sí… — me dio un sonoro beso — ¿vamos a dormir?


- Junto lo que quedó en el living y vengo.


- Ok — depositó otro sonoro beso en mis labios.


Cuando entré en el dormitorio no había señales de Pedro en él, pero se sentía el ruido de la ducha, así que fui al closet y me quité la ropa, para ponerme uno de mis baby dolls, Pedro seguía en el baño pero el ruido de la ducha había cesado.


Me asomé en él sanitario y estaba lavándose los dientes, había terminado de ducharse y estaba en pijama.


- Permiso…


- Adelante, como si estuvieras en tu baño… — bromeó conmigo mientras se hacía gárgaras para enjuagar la pasta dental de su boca. — me reí y me acerqué para darle un beso en el hombro.


Luego de esa demostración de cariño me situé frente al otro lavatorio, en el que yo usaba a diario, tomé mi cepillo y me lavé los dientes también, cuando terminé me fui a hacer pis y luego me higienicé con el duchador, pues temprano mientras Pedro cocinaba me había dado un baño.


Ahora Pedro que estaba frente al espejo, dedicaba su tiempo a peinarse el cabello con los dedos, aún lo tenía húmedo, luego se echó desodorante.


Me encantó la forma tan natural en la actuábamos y por un momento fantaseé que estábamos en nuestro hogar terminando el día.


Concluí con mi higiene íntima y volví a acercarme al lavatorio, para tomar una toalla desmaquillante, él ya estaba saliendo del baño.


Me quité el make up de mi rostro y me puse un poco de crema para humectarlo, mi rutina diaria pero en otro marco.


Al regresar al dormitorio, me encantó la imagen de Pedro dentro de mi cama, estaba sentado apoyado contra el respaldar revisando su celular.


Se veía tan soberbiamente masculino, estaba concentrado en la pantalla de su teléfono… pero muy sereno.


También me metí en la cama, por suerte no había problema con el lado que ocupábamos, pues era el que con normalidad usábamos cada uno por separado.


Revisé también rápidamente mi celular y luego de eso sincronizamos las alarmas para despertarnos al otro día.


Nos escurrimos entre las sábanas y entonces él pasó sus fuertes brazos y los envolvió a mi torso mientras me tenía aprisionada contra su pecho nos veíamos frente a frente, sus piernas también se enlazaron a las mías, Pedro soltó una mano de su agarre y me corrió el pelo de la cara y lo usó como excusa para acariciarme, estábamos tan cerca que sus palabras soplaban en mi rostro.


- Es maravilloso tenerte así tan cerca y saber que podré dormirme con tu olor.


- Es maravilloso poder tenerte acá en mi camita.


Empezó a darme besos recorriéndome toda la cara, hasta apoderarse de mi boca, me dejaba sin aliento, luego me puso de espaldas y recorrió todo mi cuerpo con suaves besos, que hicieron estremecerme, me había levantado el camisolín por encima de mis pechos para dejarlos al descubierto.


Mientras tanto los había empuñado en sus manos e iba dejando besos por mi vientre.


Seguidamente me quitó el baby doll y me puso boca abajo para ahora ocuparse de besar toda la longitud de mi espalda. Comenzó desde la nuca y terminó en mi sexo, allí se perdió un buen rato, inclusive era tanto el desenfreno, que llegó a morderme las nalgas.


Terminamos perdidos el uno en el otro, danzando con nuestros cuerpos, que se ondulaban y se estrellaban fundidos, en un embriagante placer que parecía no querer apagarse.


Exhaustos y saciados nos dormimos…


Durante la semana compartimos varias noches más en mi departamento, parecíamos estar hechos el uno para el otro, nos llenábamos de atenciones y de mimos, inclusive en la oficina, a veces Pedro me llamaba con alguna excusa y nos encerrábamos para besarnos, al parecer era imposible estar sin tocarnos.


En los medio días, empezamos a ir a comer a un lugar más alejado, él había descubierto cerca de ahí a Kansas, un restaurante Americano, así que era el elegido para alejarnos de las miradas acosadoras del personal de la oficina, a veces nos acompañaba Matias, quien obviamente estaba al tanto de todo.


Fue una semana verdaderamente muy intensa que se pasó volando, el tiempo parecía sencillamente no alcanzar.


Llegó el sábado e iríamos a cenar a Chila un selecto restaurante de Puerto Madero donde Pedro había hecho reservaciones, Oscar era el encargado de llevarnos esa noche oficiando como chofer.


Pedro pasó a buscarme por casa, se empecinó en hacerlo, yo quería ir para su hotel, pues el restaurante quedaba muy cerca de ahí, pero rotundamente se negó.


Era temprano aún, así que cuando tocó el timbre yo estaba terminando con mi maquillaje.


Por la mañana había salido de compras, me regalé todo lo que llevaba puesto, sabía que donde íbamos era un lugar muy elegante, y no quería usar nada de lo que tenía, quería deslumbrar a Pedro cuando me vea vestida.


Le dejé la puerta abierta para que entrase, mientras, en el baño me daba los últimos retoques.


Desde el dormitorio le grité que no entrara, quería sorprenderlo.


Se quedó sentado en la sala pacientemente esperándome, igualmente no es que me demoré tanto, fueron tan solo diez minutos los que tuvo que esperar.


Finalmente estuve lista y salí.


En ese preciso instante, Pedro se había puesto de pie y estaba sirviéndose un vaso de agua en la cocina, que dejó a medio tomar, cuando me vió venir.


- ¡¡¡Wow!!! Estás hermosa, deslumbrante.


La espera valió realmente la pena nena. — me dijo mientras dejaba apoyado el vaso sobre el desayunador y se daba la vuelta para salir en mi encuentro.


Se aferró a mi cintura y hundió sus labios en mi cuello, fue el lugar que eligió para besarme, para no arruinarme el maquillaje. Él siempre estaba atento a todos los detalles.


- Nena creo que verdaderamente serán muchos los que hoy se den vuelta a verte. Estás preciosa, más preciosa que de costumbre — Afirmó con entusiasmo.


Lucía un vestido negro muy adherido al cuerpo a mitad de pierna, era el largo perfecto ni muy corto, ni muy largo.
Estaba totalmente drapeado y tenía un escote irregular con un hombro al descubierto.
Todo el borde del escote estaba adornado en una franja de color plata y bordado en piedras negras. La franja bordada continuaba por todo el costado de mi cuerpo delimitando mis curvas y a simple vista le daba una estrechez más notoria a mi cintura por el recorte que contorneaba mi figura.
Lo combiné con unos zapatos de capellada en glitters color plata y tacones en charol negro.
De bijouterie llevaba unos aros muy largos que formaban un ramillete de piedras en las mismas tonalidades que el vestido y den el brazo donde mi hombro no tenía tirante me había puesto dos pulseras en piedras del mismo color.
Había elegido un sobre de glitters plateado.
El cabello me lo había dejado suelto pero había marcado ondas en él.
Finalmente completé mi atuendo con un make up que profundizaba mi mirada, la sombra negra y el delineado que había utilizado resaltaba aún más el verde de mis ojos.


- Vos también estás muy guapo.


Hmm, como me gusta tu perfume Pedro… — le dije hundiendo mi nariz en su cuello.


Pedro llevaba puesto un traje de Gucci entallado en color negro de dos botones y de solapa levantada.
Tanto la solapa de la chaqueta, como la de los bolsillos estaban ribeteadas en satén.
Los pantalones que eran de cintura ajustada y raya definida con un pespunte, también tenían los bolsillos traseros ribeteados.
Por debajo de la chaqueta podía verse una camisa de popelina de algodón blanco y cuello italiano, no llevaba corbata, echo que para nada lo hacía verse menos elegante, pues estaba impecable enfundado en ese traje de diseñador.
Su vestuario se completaba con zapatos de piel acharolada negra con logo Gucci caligrafiado y suela de cuero, sin duda estaba tan perfecto que no pude evitar pensar lo bien que se veía mi hombre y lo que me encantaba lucir con el a mi lado.


- ¿Te gusta más el perfume o quien lo lleva puesto?


- Verdaderamente… quien lo lleva, pero ese perfume te identifica Pedro, me embriaga cuando lo siento — se quedó pensando… — no digas lo que estás pensando, me lo imagino.


- Ah sí, a ver sabelotodo, que estaba pensando.


- Seguramente en que no es la primera vez que te lo dicen…


Frunció la boca y cerró los ojos pero no contestó nada.


- Blue eyes, no te atrevas a ser tan engreído, mirá que tengo un buen revés — bromeé con él ya que estaba dando por sentada mi respuesta con su silencio. Nos reímos.


- Hoy es una noche especial, tengo una sorpresa para vos.


- ¿Una sorpresa?


- Así es, cuando lleguemos al restaurante te vas a enterar. 


Vámonos ya nena, porque lo único que tengo ganas en este momento es de sacarte ese vestido y si hago eso, perderemos nuestras reservaciones.


Nos reímos una vez más parecíamos tontos con tanta risita, apagué las luces y salimos del departamento.


Al ganar la calle, Oscar nos esperaba junto al automóvil y cuando vió que estábamos llegando se ocupó en abrir la puerta trasera para que subiese, me acomodé en el habitáculo y luego Pedro cerró la puerta y se dió la vuelta para subir del otro lado.


En el camino, estuve intentando indagar acerca de la sorpresa, pero Pedro se mostraba hermético y solo me decía que al llegar me diría


- Cuanta impaciencia, no sabía que eras tan curiosa… al llegar te enterarás.


Aun así, aunque no me haya revelado nada me dijo que podía estar segura que era algo muy bueno, él se mostraba divertido con mi curiosidad y jugaba con eso.


Por más que pensaba, nada se venía a mi mente, no tenía ni la menor idea de que podría ser, y en realidad no quería fantasear más de la cuenta, pero realmente estaba muy intrigada.


Durante el viaje, Pedro mantuvo su mano aferrada a la mía, incluso en más de una oportunidad la llevó hacia sus labios para besarla.


Llegamos al restaurante, que por su fama internacional y por su exquisita cocina de autor era de los más elegidos a la hora de querer disfrutar de una excelente degustación gourmet.


El automóvil se detuvo frente al local de comidas, entonces Oscar se bajó, y abrió la puerta para que Pedro baje.


Él se dio la vuelta y abrió la puerta de mi lado y me extendió su mano para ayudarme a bajar.


- Te llamo cuando estemos por salir Oscar.


- Por supuesto Señor, que disfruten de una hermosa cena.


- Muchas gracias — Contestamos los dos al unísono.


Alisé mi vestido y entonces Pedro aferró su palma extendida sobre mi cadera invitándome a caminar. Su agarre era más que perfecto, el contacto de su mano en mi cuerpo despertaba todos mis sentidos en cualquier momento y en cualquier lugar.


Abrió la puerta, dándome lugar para que ingresara primero.


La primera impresión del lugar era la de un sitio con detalles de diseño, que creaban un espacio cálido, íntimo y elegante.
En el interior abundaba la madera y el acero y la decoración combinaba vanguardia, sofisticación y refinamiento, con mucha calidez, un muy buen jazz se oía como telón de fondo.


Nos recibió una simpática señorita con acento caribeño que nos dió la bienvenida muy sonriente. Pedro le indicó su nombre y le dijo que teníamos reservaciones.


La joven recepcionista checo las reservas y luego nos preguntó si queríamos pasar a un living exclusivo para tomar una copa antes.


- ¿Te gustaría un aperitivo antes de la cena Paula?


- Sí me parece bien.

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