domingo, 27 de julio de 2014
CAPITULO 49
Llegó el camarero a retirar nuestros platos y luego regresó con el postre.
Habíamos pedido dos variedades para compartir.
Crocante de algarroba, crema y helado de maní, con cremoso de banana y gelée de ron, eso por un lado y por el otro, cítricos: crema fría, carpaccio, maracuyá y helado de lima y romero, para acompañarlo Pedro pidió Champagne.
Eran sabores exquisitos y sofisticados como su presentación y el hecho de que los estábamos compartiendo mientras nos dábamos de comer en la boca, creo que estaba subiendo la libido de ambos.
Decidí no tocar más ningún tema y disfrutar de Pedro el resto de la noche.
- Brindemos otra vez por tu ascenso.
- Gracias ojitos… estoy muy feliz.
- ¡¡Y yo estoy muy orgulloso!!
- ¿De verdad?
- Totalmente cierto preciosa.
- Nunca me dijeron eso… salvo mi mamá y mi hermano.
- ¡Qué bueno que sea el primero! — le hice un guiño — sos muy inteligente y talentosa.
- Me siento feliz a tu lado… siempre haces de cada momento uno especial… me alegra que nos hayamos conocido.
- También me siento muy feliz de haberte conocido, cambiaste mi vida Paula.
- Ojitos, eso suena muy lindo.
- Nunca antes me dijeron ojitos. Me encanta que me digas así, la primera vez que me lo dijiste, me tomaste por sorpresa y luego se cerró la puerta del ascensor y te fuiste y me dejaste tan loco pensando en vos.
- Me alegra ser la primera que te diga así, y que esa palabra tenga ese efecto.
Amo tus ojos Pedro…
- Y yo los tuyos… que tal si nos vamos.
- Hmm, me parece perfecto, quiero esos besos que me prometiste al principio de la cena.
- Estamos a tiempo de dárnoslos en el baño, si te animas no tendríamos que esperar tanto.
- ¡¡No Pedro!!… me muero de la vergüenza, podría entrar alguien cuando estamos ahí.
- Pero puede ser muy excitante…
- No lo dudo, pero mejor vayamos a casa… o al hotel si lo preferís, estamos cerca.
- Hmm… prefiero tu casa, es más íntimo.
- Perfecto.
Pedro llamó al camarero y le entregó su tarjeta sin pedirle la cuenta, obviamente límite tenía seguro, no había de que preocuparse, pero además creo que tenía prisa, las palabras que nos dijimos nos habían encendido, dejó una suculenta propina bajo el balde del champagne.
Mientras que esperábamos a que nos cobrasen, sacó su iPhone y llamó a Oscar indicándole que estábamos por salir.
Ya de pie, Pedro me dió un beso en el pelo cuando me tuvo a su lado y me tomó de la cintura guiándome hacia la calle.
“Me encanta cuando apoya su palma extendida en mi cadera” adoro sus manos. En realidad lo adoro a él.
Camino a casa, ambos afirmamos que habíamos comido muy bien en Chila, sus manos no se estaban quietas, me pasó un brazo sobre el hombro mientras me lo acariciaba y con su otra mano libre me acariciaba la pierna.
Se acercó a mi oído y me dijo.
- Te voy a hacer el amor toda la noche, no pienso dejarte dormir… — me reí — estás muy linda con ese vestido, no veo el momento de llegar y tener el privilegio de sacártelo — nos quedamos viendo. Luego depositó un tierno beso en mis labios.
- Lo compré especialmente para salir con vos.
- Hmm, gracias por ponerte tan bella para mis ojos, estás realmente irresistible hoy, bah, en realidad siempre sos irresistible para mí.
Llegamos…
Pedro despidió a Oscar y entramos.
En la sala de mi departamento, dejé la cartera en la mesa y me dediqué a encender las lámparas bajas.
Pedro había ido a poner música, comenzó a cantar Adele One and Only me encantaba verlo desplazarse por mi casa, con tanta familiaridad, su andar era tan sexy, no podía quitarle los ojos de encima.
Cuando volvió me tomó de la cintura y yo me aferré de la solapa de su saco, sus labios besaron mi boca profundamente, estábamos parados junto a los sillones del living.
- Hmm, como adelanto de los muchos besos que quiero no estuvo mal.
- Parece que tendré que trabajar hoy, solo quiero complacerte — volvió a besarme, llanamente no hizo otra cosa más que comerme la boca — ¿éste estuvo mejor?
- Mucho mejor, creo que quiero muchos más como éste.
Volvió a perder su lengua en mi boca, sus manos ya habían bajado de mi cintura a mi trasero, lo sostenía con firmeza, con propiedad, y tenía aprisionado mi cuerpo contra su sexo.
Su solidez, podía sentirse plenamente a través del fino pantalón.
Pedro estaba duro como una roca.
Cuando se apartó, deslicé mis manos a la abotonadura de su saco y luego las levanté hasta sus hombros para hundirlas en él y sacárselo.
Lo doblé con cuidado y lo apoyé en el sillón de estilo de la sala, en el más cercano a nosotros.
Llevaba una camisa muy ajustada, así que recorrí con mis manos su pecho sobre la tela, para descubrir bajo ella su musculatura, pasé a sus brazos, me aferré a ellos que ya estaban enlazados a mi cintura. Nuevamente, me acerqué y tomé su cuello, me apoderé de él, y dejé un camino de besos que terminaron en el lóbulo de su oreja, eso lo hizo gemir. Subí mis manos y lo tomé de la nuca, hundí mis dedos en su cabello, esa caricia lo enloquecía, lo sabía muy bien. Volví mis manos a su pecho y comencé a desabotonar su camisa, Pedro pacientemente me dejaba hacer, la saqué de adentro de sus pantalones, y la dejé abierta mientras me acercaba para dejar un sendero de besos en su pecho.
Me detuve a la altura del corazón, sus latidos resonaban en mis labios con intensidad, lo tenía desbocado, y eso me hacía sentir poderosa, porque eran mis caricias las que lo ponían de esa forma.
Levanté mi cabeza y le mordí la barbilla, eso lo hizo sonreír.
Tomé sus manos y le quité los gemelos que guardé en el interior del bolsillo de su pantalón, cuando lo hice aproveché la intromisión para tocar su pene por encima de la tela.
Pedro tenía sus ojos clavados en mí y cuando hice eso, los cerró para entregarse al placer que mi intrusa mano le proporcionó tomándolo por sorpresa.
- Paula…
- ¿Qué?
- Me vas a matar nena… odio ser reiterativo, y no hacer más que decir esto, pero es lo que siento.
Esa caricia era muy sexy, aún más que si tuviera su miembro desnudo en mi mano.
Apartó su pelvis, mientras se escapaba un gemido de su boca, que estaba como una << O >> mayúscula, creo que estaba perdiendo el control.
Me sonreí y entonces él movió su cabeza a modo de negación, con una media sonrisa esbozada, creo que sencillamente no podía creer lo que estaba sintiendo.
Saqué mi mano de su bolsillo, y la llevé a la botonadura de su bragueta, desabotoné el primer botón y pasé mi dedo por adentro del elástico de su bóxer, siempre que tenía oportunidad le hacía eso.
Luego subí mis manos recorriendo su camino feliz hasta sus pectorales, seguí ascendiendo con mis caricias y las detuve en sus hombros, las hundí ahí para deslizarle la camisa por sus brazos.
La apoyé en el sillón junto a su chaqueta.
Me tomó de una mano y me atrajo nuevamente hacia él.
Con su otra mano, me tomó de la barbilla, y dejó un tierno beso en mis labios.
Me dio la vuelta y apoyó su pecho en mi espalda, mientras se dedicó en besar mi cuello y mi hombro.
Finalmente se apartó y comenzó a bajar el cierre de mi vestido, pero no me lo quitó, mi espalda quedó semi desnuda por la abertura de la cremallera, pasó sus largos dedos por ella acariciándola, mi cuerpo se estremecía con su tacto, dejó de tocarme con su mano y comenzó a dejar un camino de besos desde mi nuca, hasta el nacimiento de mi trasero, lugar donde se terminaba la abertura del cierre.
Se puso de pie y volvió a abrazarme por detrás de mi espalda.
- Sos hermosa, tu piel es sublime, tu olor es embriagante… — me dijo con susurros al oído.
Abandonó su abrazó y comenzó a deslizar el vestido por mi cuerpo, se agachó pacientemente y esperó a que uno a uno levantara mis pies para quitármelo por completo, cuando se alzó, de pasada dejo un suave beso en mi trasero.
Se retiró por un instante de mi lado, para dejar el vestido junto a sus prendas en el sillón, giré mi cabeza sin darme vuelta por completo y ahí estaba parado observándome, escrutándome, escudriñando mi cuerpo con su mirada sombría, supongo que imaginando lo que iba a hacerme.
Después de unos instantes, se volvió a acercar, pasó su mano por mis nalgas, me acarició el trasero con mucho mimo y se aproximó a mi oído.
- Lo quiero Paula, quiero esto también. – Dijo, mientras pasaba su dedo por alrededor de mi orificio.
- Yo… nunca… — alcancé a balbucear, abrí mis ojos y apreté mi trasero y me sentí nerviosa.
- Tranquila, ahora no, lo haremos de a poco.
Empezó a besar mis hombros mientras desabrochaba mi corpiño y me lo escurría por los brazos.
Entonces la magia volvió.
Nuestros cuerpos estaban ardientes, preparados para recibir al otro. Dejó caer el soutien en el piso, acunó en sus manos mis pechos y se apoderó de mis pezones, los atormentó con sus dedos.
Mientras me besaba el cuello, podía sentir su respiración entrecortada producto de su excitación.
Pedro estaba muy excitado, al igual que yo, pero así era siempre que estábamos juntos y últimamente parecía ser lo único que queríamos, lo único que deseábamos. A veces tenía miedo que solo sea atracción física y que luego esta atractivo se disipara.
Cuando lo pensaba a Pedro lejos de mí, me desesperaba solo imaginarlo ausente de mi vida, y solo deseaba que el sintiera lo mismo.
Creo que estaba haciéndolo bien, al menos las revelaciones de esta noche me indicaban eso.
Me tomó en sus brazos y me llevó hasta el sofá, hizo que me recostara en él y terminó de sacarse la ropa que le quedaba puesta.
Se descansó encima de mí, aprisionando con su peso mi cuerpo, se sentía tan bien, no había otro lugar en el mundo donde me sintiese mejor.
Su boca se apoderó de mis pechos, los lamió, jugó con su lengua en mis pezones mientras sentía que su pene doliente de duro, se restregaba en mi pierna.
Hizo círculos alrededor de mis tetillas con su lengua, los chupó y los mordió, luego succionó su redondez y los apretó llenando sus manos que permanecían aferradas a ellos.
- Sos hermosa Paula, no puedo aguantar para tenerte.
Corrió mi diminuta bombacha a un costado se bajó un poco los pantalones y los boxer y se perdió en mí, se enterró y permaneció en mi profundidad, como lo hacía siempre, al principio disfrutaba de su primera intromisión, me miró a los ojos, su mirada estaba perdida, y reflejaba sus más oscuros pensamientos.
Me aferré a su trasero para indicarle que también disfrutaba de su hondura, entonces comenzó con un lento vaivén.
Un lento ataque con embestidas profundas, su movimiento desgarraba de placer mi hondonada, la llenaba por completo. Estaba con sus brazos rígidos al costado de mi cuerpo mientras me veía, sus maravillosos ojos azules, estaban clavados en mí, siguiendo todas las expresiones de mi rostro, disfrutaba viéndome perdida, extasiada en sus irrupciones, su sexo arremetía contra el mío y sus movimientos lentos se habían convertido en una tortura para mí, estaba tan perdida en el momento, que necesitaba más intensidad.
- Rápido y fuerte Pedro, por favor — le supliqué.
- Tranquila tenemos tiempo…
Salió de mí, dejándome más necesitada aún que hace un momento.
Descartó mi bombacha, levanté mis caderas ofreciéndole colaboración, y entonces me palmeó en el muslo y me indicó que me diese vuelta, obedientemente asentí a lo que me pedía, me encantaba que Pedro llevara el control, aunque a veces él me permitía hacerlo, su esencia era esa, era un verdadero macho alfa, dotado, seguro de sí mismo y con más aplomo que los hombres que por mi vida habían pasado.
Pedro me extasiaba en todos los sentidos.
Lo admiraba, por su belleza y por su personalidad, a la hora de hacer el amor, sabía como hacer definitivamente que una mujer gozara en sus brazos y a esta altura del partido, era conciente que con nadie podría sentir lo que con él sentía.
Hasta parecía que el aura protectora de Venus, la Diosa del Amor, lo envolviese y dirigiese en cada una de sus acciones.
Él siempre estaba relajado y bajo control, me tenía hipnotizada, por momentos, hasta mi cerebro dejaba de funcionar, mis pensamientos me abandonaban y mi voluntad no existía.
Solo deseaba complacerlo y que me complazca, solo deseaba tenerlo a él y que él me necesite tanto como yo.
Me acarició las nalgas, de una estocada introdujo su miembro tieso, nuevamente en mi vagina y volvió a moverse hirientemente contra mí, despacio, lento, disfrutando de mi abismo y de su longitud.
Su duro pene, me empujaba, me llenaba y me desesperaba, todo lo que me daba parecía no ser suficiente, siempre quería más de él, siempre necesitaba una dosis extra de adrenalina, y de lujuria.
Pedro empleaba en mí, un control silencioso de mi mente.
Es una verdad incontrolable pensé, los cuerpos no mienten y nuestros cuerpos enviaban señales constantemente, de lo mucho que nos necesitamos, de lo mucho que nos atraemos y de lo mucho que nos gustaba disfrutarnos.
- Pedro por favor, más rápido.
- También lo quiero, pero necesito más de ti, necesito que mi fuego se abrase con tu cuerpo.
No iba a convencerlo, no estaba en sus planes que las cosas fueran rápidas esa noche, Pedro quería perpetuar el momento.
Intenté controlar mis emociones, mis sensaciones y mi avidez de él. Concentré mis sentidos para sentir como él quería que sintiera, como él quería que gozara.
Pedro seguía arremetiendo en mi sexo, nunca había estado tanto tiempo dentro de mí, manteniendo la intensidad de su intromisión, pero hoy, su autocontrol era perfecto, hoy tenía otros planes.
Se detuvo en sus movimientos, descansó su cuerpo en mi espalda creo que casi se pierde en el momento.
Se sentó en el sofá y me pidió que me subiera a horcajadas de él. Lo consentí, me aferré a su cuello y mientras me sentaba sobre Pedro, se aferró a mis caderas guiándome, para que me hunda en él.
Me atravesó profundo y lento, llegó con su dureza hasta el fondo, llenó toda mi holgura, y excavó en ella morbosamente.
Entré y salí de él, pero al ritmo que él indicaba con sus manos que mantenía aferradas a mi cuerpo.
Nuestras miradas no se habían alejado ni por un momento, aún sin decir nada, nos decíamos lo que estábamos sintiendo.
Gemidos, soplidos, jadeos, gritos, besos, y lenguas nos invadieron, y marcaron el momento, llevándonos a cambiar la intensidad de nuestros movimientos, sentía que mi cuerpo estaba subiendo al pináculo y sabía que desde ahí caería inexorablemente en un éxtasis soñado y anhelado que solo Pedro podía hacerme sentir.
La cimentación de mi orgasmo, estaba latente, mi vagina apretaba su pene para no dejarlo ir y los espasmos empezaban a construirse.
- Dale Paula, dale… vayámonos juntos me suplicó con la voz entrecortada.
Sus palabras y el tono de su voz hicieron mella en mí, y entonces cedí a su ruego.
Pedro mi amor… así es como te quiero siempre, perdido en mi… me imaginé diciéndole en vez de hacerlo…
Grité su nombre y jadeé y se escaparon lágrimas de mis ojos por la intensidad del orgasmo, corrieron por mi mejilla y me hicieron saber que nunca antes nadie me había hecho sentir estas sensaciones.
Pedro por su parte también gritó, ronco, varonil con una voz oscura y secó mis lágrimas con sus labios.
En cuatro estocadas más se vació inmensamente en mí, y por la posición en que estábamos comenzó a chorrear por mi pierna sus fluidos.
Descansé en su hombro, me hundí en su cuello esperando que mi cuerpo se desacelerara, dejó mis nalgas para aferrarse a mi espalda, y enroscó sus brazos a mi alrededor, oprimiéndome contra su pecho, como si con su abrazo no quisiera dejarme ir nunca.
Adele estaba terminando de cantar, traduje en mi mente su frase y entonces dije casi sin aliento.
“Prometo que merezco estar entre tus brazos, así que vamos, dame una oportunidad”
Me llenó la frente de besos y permanecimos abrazados y en silencio exhaustos.
Luego salió de adentro de mí, se puso de pié conmigo en sus brazos y me llevó hacia el dormitorio, me dejó en la cama recostada y el volvió a salir para apagar las luces y la música, regresó y se recostó a mi lado, me abrazó y acarició mi mejilla con sus dedos.
- Fue grandioso Pedro.
- Aun tengo más intenciones para esta noche, te dije en el auto que no te dejaría dormir — me reí y tomándolo por sorpresa me subí a horcajadas sobre él y entrelazamos nuestras manos.
- ¿A sí? ¿y cómo sabes que no quedarás exhausto antes que yo?
- Porque tengo un buen estado físico.
- No lo dudo, pero también puedo consumirte, no me subestimes.
- No nena, créeme que no lo hago, a veces tengo miedo que mi corazón se detenga.
- Exagerado…
- No exagero, Paula.
Me agaché y lo besé
- Quiero estar siempre así con vos, no voy a soportar que te vayas de mi lado.
- No me iré, quizá transitoriamente lo haga, tengo obligaciones que cumplir, pero tampoco podré irme por demasiado tiempo, Paula tampoco quiero alejarme de tu lado, lo solucionaremos.
- ¿Me lo prometes?
- Lo prometo — dijo convincente, y entonces bajé y lo besé con sentido de la posesión, con sentido de la propiedad, necesitaba sentir que él era mío, que me pertenecía pero no solo en cuerpo sino también en alma.
Nos perdimos en el beso, nuestras lenguas se encontraron una vez más danzando dentro de nuestras bocas y la urgencia se apoderó de nosotros de inmediato.
Pedro estaba sólido nuevamente, preparado para entrar en mí y llenarme de placer.
Estábamos designados a estar unidos, la fusión de nuestros cuerpos era perfecta pensé.
Nos perdimos en nuestras caricias, en el momento, en la noche…
Fue un orgasmo rápido, pero intenso también.
Con Pedro desde un primer momento todo era intenso y rápido en realidad él no me dejaba pensar, las cosas sucedían y mis sentimientos por él crecían a cada momento.
Me levanté a tomar agua.
Cuando regresé, Pedro estaba con los ojos cerrados, creí que se había dormido, me acosté con cuidado a su lado y me tumbé ligeramente para darle un beso en la boca.
- Haaaaaaaaaaaa te atrapé — grité y luego me reí, él me tenía de la cintura y con un rápido movimiento estaba sobre mí cuerpo.
- Bobo me asustaste…
- Creíste que me había dormido, te dije que no lo haría, tenés que confiar más en lo que te digo, tenés que aprender a confiar en mí, Paula.
- Claro que confío…
- Mentirosa, sé que no es así.
- Sabelotodo, ¿cómo lo sabés?
- Porque cada vez que te digo cosas importantes, noto en tus ojos la incredulidad, a veces siento que clavas tus ojos en los míos y leo en ellos que me pedís que realmente sea cierto lo que te estoy diciendo.
Entiendo que te defraudaron y que te cuesta realmente volver a creer, pero soy sincero en todo lo que te digo siempre.
Sos transparente Paula, tu mirada es lo más transparente que tenés.
Me quedé callada, todo lo que me decía era cierto. Me sonreí tímidamente.
- Juro que quiero creerte, pero a veces, tengo tanto miedo de que todo entre nosotros se termine.
- No se va a terminar Paula, cuantas veces tengo que decírtelo para que te convenzas. Se que al principio no fue lo que dije, pero las cosas cambiaron sobre la marcha, mis sentimientos cambiaron.
- Es que Pedro… — hice una pausa, tragué saliva y continué — lo que me hace dudar es que hay cosas que yo sé que no me decís.
- Hoy en el restaurante, te dije todo lo que quisiste saber.
- No, todo no, solo contestaste las preguntas que quisiste — resopló — ves como ahora, que estamos hablando y no te gusta y te pones tenso y seguro que intentas cambiar de conversación.
- ¿Acaso hay algo más importante que lo que te digo que siento?
- Supongo que no — creo que en ese aspecto él tenía razón.
- ¿Entonces?
- Quizá tenés razón, debería confiar más en tus sentimientos.
- Eso me gusta más. Es agotador estar todo el tiempo intentando convencerte que lo que te digo es cierto.
- Perdón Pedro, te prometo que lo voy a intentar con más fuerza.
- Bien, eso está muy bien.
Había empezado a amanecer, la luz del día nos sorprendió conversando, me estuvo contando de su casa en Miami, de sus hermanos y sus profesiones, su hermano mayor es abogado, el del medio es psicólogo y su hermana es genetista.
Solo él y su hermano abogado trabajaban en la empresa con su padre, mientras que los otros por sus profesiones tenían una clínica. Me contó que al principio los diseños de Mindland eran de su madre y que así fue como surgió la idea de crear la marca de ropa, ella es diseñadora, pero nunca creyeron que se transformaría en una marca tan grande. Con el correr del tiempo, ella decidió que en realidad quería dedicarse a su familia, por lo que su padre contó con la ayuda de otros diseñadores que contrató y siguió adelante con el negocio y lo transformó en lo que hoy es.
De pronto nos quedamos callados, creo que el sueño empezó a apoderarse de mi, no quería dormirme, Pedro estaba muy comunicativo, pero ya los párpados se me cerraban y no es que no me interesaba lo que me contaba, al contrario, todo lo que me decía era lo que quería saber, yo simplemente quería saberlo todo de él.
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