jueves, 14 de agosto de 2014

CAPITULO 108




Pedro dio el visto bueno a todos los locales, aunque seguía sin estar demasiado convencido del de Lafayette Haussmann.


—¿Sabes si el contrato de algún local está a punto de vencerse a corto plazo en esas galerías? —le preguntó Pedro a Chloé.


Ella decidió llamar a un amigo, que era el agente
inmobiliario que había conseguido los locales. Él les respondió:
—Hay tres, pero lo más probable es que dos de ellos se
renueven; el tercero, que corresponde a un local más grande incluso que el de Faubourg Saint- Honoré, es del que no estoy seguro, pero aún faltan algunos meses para
que se acabe. Os aseguro que estaré atento y tendréis prioridad; os doy mi palabra de que si se desocupa será para vosotros.


—Perfecto, es importante que sus dimensiones sean mayores que las de éste —le contestó Pedro.


Finalmente, había decidido seguir el consejo de Paula y esperar a encontrar un mejor lugar una vez ya estuvieran situados dentro de la galería.


Chloé lo invitó a almorzar,había hecho una reserva en un
restaurante. Pedro estaba famélico y ni siquiera pensó en rechazar la invitación. Se trasladaron en el Porsche Panamera de ella hacia la zona de Champs Elysées, a
L’Atelier Étoile de Joël Robuchon.


Pedro se sorprendió de que el lugar no fuera un típico restaurante francés, sino un local emplazado en el sótano de una farmacia. Estaba decorado en tonalidades rojas y
negras, con una iluminación puntual y un tanto estrambótica, que le daba al ambiente un intenso dramatismo.


Aunque había mesas, lo mejor era la experiencia de vivir todo el proceso del arte culinario contemplando la preparación de los platillos, como en un bar de sushi.


El mejor emplazamiento, por tanto, era en la barra, así que el personal de recepción constató su reserva y, tras esperar unos breves instantes, los acomodaron en un lugar privilegiado.


Como atención de la casa por la espera, mientras decidían lo que iban a pedir, los invitaron a una copa de champán. Ambos se decidieron por el menú degustación y el sumiller les sugirió que lo acompañasen con un Touraine- Azay-le-Rideau 2009 Château de la Roche. Mientras les preparaban el pedido, Chloé levantó su copa para realizar un brindis.


Pedro, tú y yo nos llevaremos muy bien, presiento que haremos muchas cosas juntos. —Lo miró con picardía y una clara doble intención se desprendió de su comentario; luego agregó—: Haremos grandes negocios.


Él le sonrió y levantó su copa respondiendo al brindis que ella había formulado.


—Por el nacimiento de Mindland Francia —agregó Pedro—; conseguiremos que la marca se posicione en el primer puesto frente a la competencia que, sin duda, ya debe de estar enterada de que hemos desembarcado también en París. —Ambos se rieron satisfechos.


La seducción femenina es siempre un tema muy complejo,
pero Pedro era un experto en advertir las señales. Chloé le había dado signos, durante toda la mañana, de estar interesada en él más allá del ámbito de los negocios; su lenguaje corporal así se lo había demostrado. Se cruzaba
de piernas de manera provocativa e intentaba rozarlo cada vez que encontraba la oportunidad de hacerlo; cuando le hablaba, se inclinaba una y otra vez aproximándose a él y hasta se había atrevido a cogerlo de la mano en diversas ocasiones. Pero aunque a Pedro le parecía divertido, no estaba en sus planes sucumbir a sus intentos de conquista; sólo se mostraba agradable para tener un buen marco de negociación. En realidad, en esa situación, se sentía como pez en el agua. La conversación se centró mayormente
en los negocios, pero ella, en más de una ocasión, lo había llevado a un terreno más íntimo, deseosa de averiguar detalles sobre su vida personal. Pero Pedro encauzaba en seguida la conversación y la retornaba al campo laboral, sin resultar incorrecto ni descortés.


Chloé era una mujer realmente hermosa y muy seductora. Su agraciado rostro estaba rodeado de un bonito cabello castaño oscuro; su boca tenía unos labios carnosos perfectos y más que apetecibles y su mirada era de un azul profundo muy sugerente. Tenía todas las
características físicas de una supermodelo de Vogue. Se
mostraba segura de su cuerpo; era consciente de que sus curvas exquisitas eran irresistibles para cualquier hombre; llevaba la blusa desabrochada hasta el nacimiento de sus senos y, en más de una ocasión, se arregló el escote
esperando que los ojos de Pedro se centraran en él. Además, le hablaba paseando su vista por sus labios de
forma sensual; sin embargo, por más que la seducción de Chloé fuera más que evidente, él mismo se desconocía. En otros tiempos, no hubiese dudado en llevarla hasta la
habitación del hotel para enterrarse en ella, sólo por el hecho de descargar su poderío de macho alfa.


No obstante, en ese momento, sólo deseaba que existiera una mayor distancia entre ellos, le hubiera gustado estar comiendo en un restaurante más tradicional, para poner una mesa, al menos, de por medio. Pensó en su chica y la
diversión que había sentido en un primer momento por la abierta entrega de Chloé se esfumó de inmediato. Paula había intuido que esa mujer tenía otras intenciones con él y se asombró de su sagacidad. Por otra parte, Chloé era
perseverante y estaba decidida a obtener lo que más anhelaba de Pedro. Se sentía muy atraída por ese hombre y no iba a desaprovechar la oportunidad de desplegar, a su
lado, todas sus armas de seducción.


—¿Tienes planes para esta noche? Quizá podríamos ir a cenar y luego a alguna disco; me encantaría enseñarte el ambiente nocturno de mi ciudad.


—Quizá otro día Chloé, estoy cansado. Creo que estoy empezando a notar el jet lag. Desde que bajé del avión, no he descansado nada y he dormido muy poco durante el
vuelo.


— Jure-moi... qu’avant que tu ne partes, nous sortirons.


Pedro sólo sonrió, porque,aunque su francés no era muy
bueno, la había entendido perfectamente. No le contestó.


Después de comer, ella se ofreció a llevarlo a su hotel, pero él adujo que necesitaba despejarse con un poco de aire fresco y que prefería caminar las pocas manzanas que lo separaban de Le Bristol. A ella no le hicieron mucha gracia sus continuos desplantes, pero tuvo que acceder. Se
despidieron en la entrada de L’Atelier Étoile. Chloé se montó en su vehículo y partió. Cuando ella se hubo alejado, él comenzó a caminar por los Champs Elysées hasta que se encontró, de pronto, frente a la Place de la Concorde. Sacó su móvil, estiró su mano y se sacó una foto con el obelisco al fondo y mandando un beso. Abrió el whatsapp y le envió la foto y un mensaje a Paula.


—La próxima vez vendremos juntos. Te amo.


—Hermoso, te tomo la palabra. Te extraño, mi vida, me encanta esa foto. Estoy con Ana de camino al médico, cuando salga de la consulta te llamo.


Siguió por la Rue de Rivoli, pasó la Terrasse des Feuillants y
llegó hasta la Rue Castiglione que lo llevaba hasta la Place de Vendôme, donde estaban las más prestigiosas joyerías y la emblemática columna napoleónica.


En cuanto Pedro mandó esa foto, supo lo que quería hacer; no podía irse de Francia sin llevarle un obsequio para compensarla por haberse alejado de su lado. En la plaza, entró en la famosa boutique de Frédéric Boucheron, un elegante local con paredes revestidas de nogal, arañas de caireles y orlas. El diseño interior era una exquisitez y
conjuntaba a la perfección con las joyas que allí se exhibían. 


Se acercó a las vitrinas donde las alhajas se exponían sobre paños de color púrpura y quedó fascinado. El solícito vendedor le enseñó las piezas de orfebrería y Pedrodespués de imaginarlos puestos en Paula, sin preguntar siquiera el precio sacó su Morgan Palladium y
le indicó que se llevaba unos pendientes largos y también un brazalete con numerosos diamantes redondos.


—Por favor, preferiría que me los enviaran al hotel Le Bristol, no quisiera andar por la calle con esto encima.


—Por supuesto, monsieur Alfonso, se lo haremos llegar.


—Parfait, merci beaucoup.


La distancia que lo separaba del hotel no era demasiada pero, debido al cambio horario, su cuerpo comenzaba a sentir el cansancio, así que prefirió coger un taxi. En el camino, sintió que los párpados le pesaban y hasta le
pareció dar un par de cabezaditas mientras esperaban en un atasco.


Llegó al hotel y se acercó a conserjería para avisar al gerente de que le llegaría un envío de Boucheron; luego, subió a la habitación, se quitó la chaqueta, la corbata y los zapatos y se dejó caer,rendido, en la espaciosa cama.

No hay comentarios:

Publicar un comentario