jueves, 14 de agosto de 2014
CAPITULO 109
Una llamada telefónica lo despertó y, adormilado, cogió el
iPhone y atendió.
—Hola, mi amor, ¿te he despertado?
—Me había quedado dormido,aún tengo el horario cambiado.
—Lo siento, Ojitos.
—No lo sientas, no hay nada más maravilloso que despertarme con el sonido de tu voz.
—¡Adulador! Sabés bien cómo decir marrullerías.
—No son marrullerías, es lo que me provocás, entre otras cosas.—Paula lo escuchaba embobada—.¿Cómo te fue con el doctor?
—Me dio el alta a medias.
—¿Cómo es eso? —Pedro se acomodó en la cama, sentado contra el respaldo.
—Puedo hacer todo lo que quiera, mientras sienta que no estoy forzando la herida; eso significa que los límites los pondrá mi cuerpo.
— ¿Sexo? ¿Podemos tener sexo? —le preguntó ansioso.
—Casi me muero de vergüenza por preguntarle eso
delante de tu mamá. —Pedro se carcajeó—. Y no vas a creerme. Al ver lo que intentaba plantear, Ana se anticipó y formuló ella la pregunta. Casi me da un infarto,
creo que mi rostro en ese momento se puso carmesí.
—Dios, claro que te creo, con mi madre todo es posible.
—Incluso me regañó adelante del médico, y me dio un sermón, diciéndome que no me preocupase, que era lo más natural, que era obvio que tengo esa intimidad con vos... Hasta que le dije: «Ana, por favor, es suficiente, me estoy poniendo violeta de vergüenza, no aclares más», y ahí entonces paró.
—En el fondo tiene razón, Paula, es obvio que tenemos una
intimidad juntos, despreocupate por eso.
—No me apeno porque ella sea consciente, sino por el papelón que me hizo pasar frente al médico.
Ya sabés cómo es tu mamá: cuando empieza con un tema no para. Pero, en fin, el doctor dijo que lo intentásemos sin miedo, que mi cuerpo ya dirá lo que tolera. Y, escuchá bien, porque no vas a dar crédito a lo que voy a contarte. ¡Tu
madre le preguntó si sugería alguna postura que fuera menos brusca! — Pedro estaba desternillado al otro lado de la línea—. Dejá de reírte, te aseguro que para mí no fue nada gracioso, me sentí muy incómoda.
Te juro que yo, en ese momento, sólo quería que Callinger no volviera a hablar del tema, porque entonces tu madre sabría de qué forma lo hacemos. —Pedro seguía riéndose, pero intentó seguir averiguando.
—Bueno, dejando de lado la desfachatez de mi madre, ¿podemos o no?
—Sí, el médico me aseguró que podemos con total tranquilidad.
—Quiero tomarme un avión de regreso ya, Paula, mandar todo al demonio acá para llegar y hacerte el amor. Estos días van a ser una tortura, mientras espero para perderme en vos, mi amor.
—Yo también quiero que vuelvas, no puedo pensar en otra
cosa.
—No me digas eso nena, no seas cruel.
—No soy más cruel que vos, ¿acaso no oíste lo que acabás de decirme? ¿Cómo creés que reacciona mi cuerpo a tus palabras?
Mejor cambiemos de tema, Ojitos, me estoy poniendo colorada de nuevo. ¿Cómo te fue con los locales? Contame, ¿qué tal están?
—¡Perfectos! Hasta el de Lafayette lo es. Dentro del marco
imponente de esa galería pasan desapercibidas sus dimensiones. De todas formas, nos cambiaremos a otro más grande en cuanto se desocupe uno.
—¡Ah, qué ganas de estar ahí viendo todo con mis propios ojos!
—Para la inauguración, vendremos juntos. Mañana nos
reuniremos con los arquitectos y los diseñadores de interiores. El local de Faubourg Saint-Honoré, por su
tamaño, da para crear un proyecto bien pretencioso, como me dijiste que querías.
—Estoy superemocionada, Pedro, mañana, cuando salgas de la reunión, quiero que me lo mandes todo.
—Lo haré, preciosa, pero tomatelo con calma.
—Tranquilo, el doctor me dio permiso para trabajar media
jornada. Me sugirió que retomase, poco a poco, todas mis actividades para no someterme a tanta presión y que mis órganos no se estresaran.
Pero también valoramos que me vendría bien para despejar mi mente, pues le comenté que quería hacer terapia. Le expliqué que me costaba conciliar el sueño y me dio el nombre de un terapeuta, el doctor Kessel. Tengo acá su tarjeta, pero hoy hablé con Hernan y, ¡vas a ver qué coincidencia!, me recomendó el mismo que Callinger. Me dijo que es especialista en traumas posviolencia y que es un excelente profesional, que no dude en acudir a él. Me disculpé por no escogerlo a él como terapeuta y me dijo que
lo entendía, que, además, siendo mi cuñado, no era muy adecuado. Así que le pediré una cita, porque quiero que recobremos por completo nuestras vidas.
—Lo haremos, mi amor, claro que sí, todo pasará. Dentro de poco, sólo pensaremos en nosotros y en la felicidad que nos espera a lo largo de nuestra vida, porque seremos muy felices, Paula, de eso no me cabe la menor duda. Lo malo va a terminarse, vas a ver.
—Sí, Pedro, tiene que pasar esta fase, aunque aún nos queda afrontar el juicio. El doctor me dijo que la terapia me ayudaría también en eso.— Perfecto, pedí una cita cuanto antes.
—Lo haré, claro que lo haré.
Paula fue cobarde y no se atrevió a mencionarle nada sobre
Gabriel. Después de cortar, la invadió una culpa muy honda por no haberlo hecho. Temía que Pedro se comunicara con Oscar y terminara enterándose así de aquel desafortunado encuentro, que la había dejado con muy mal sabor de boca
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario