sábado, 16 de agosto de 2014
CAPITULO 115
Pedro no permitió que ella se levantara, se colocó una bata y fue hasta la cocina a preparar algo de comer. Antes de regresar a la habitación, caminó hasta la entrada del apartamento donde habían quedado sus maletas y buscó el
estuche con el regalo que le había comprado en París. Lo metió en el amplio bolsillo de su bata y fue al dormitorio. Paula estaba sentada en la cama con las piernas cruzadas y hablaba por teléfono con Mati.
—Sí, cabezón, te digo que estoy bien. Lamento no haberte
contestado los mensajes, pero tuve unos días muy intensos y desconecté el móvil. —No quería contarle nada de lo ocurrido en Francia. Pedro se sentó frente a ella imitando su postura y puso la bandeja en medio de ambos.
—Te llamaba porque tengo algo que contarte —le dijo Mati.
—¿No me digas que rompiste con Daiana?
—No, todo lo contrario, nos fuimos a vivir juntos. —Paula pegó un grito y Pedro se sobresaltó. La miró con el cejo fruncido—. ¡Me acabás de dejar sordo!
—Lo siento, es que me cogiste por sorpresa. Acá,Pedro está
haciendo un montoncito con los dedos porque no entiende mi efusividad. —Le contó rápidamente a Pedro qué pasaba para incluirlo en la conversación.
—¡Hacele saber que los felicito!
—Ya oí, muchas gracias; estoy un poco asustado, porque ya tuvimos nuestra primera pelea de convivencia.
—Tranquilo, Mati, al principio es normal. No es lo mismo que verse de vez en cuando para compartir alguna que otra noche
— Sí, eso espero, aunque me parece que vamos a chocar por todo.
—Te digo que es normal.
Ahora comparten más horas al día juntos, sus caracteres y costumbres deben amoldarse.
—Tengo miedo de que nos hayamos apresurado y de que lo que teníamos se vaya al garete.
—No seas gallina, Mati, no te rindas ante la primera dificultad.
—¡No soy gallina, pero no quiero perderla!
—Sí la perdés es porque el amor entre ustedes no es verdadero. —Paula extendió su mano para buscar la de Pedro y entrelazar sus dedos con los de él—. Pero, antes de llegar a eso, tenés que luchar.
No debe de haber sido tan grave la pelea, Mati, estoy segura de que se trata de algo que pueden superar.
—Bueno, pero ¡tampoco está bien que crea que puede manejar mi vida porque estamos viviendo juntos!
—De eso se trata la convivencia, de ceder un cincuenta y un cincuenta, sin perder la esencia de uno mismo, con equilibrio. — Mientras hablaba, Paula fijó sus ojos en Pedro y él levantó su mano para besarle los nudillos.
—Te amo —le dijo él gesticulando y mordiéndole un
dedo; ella le sonrió.
—Ya veo que estás de su lado —protestó Mati.
—Escuchame, chiquito, yo no estoy del lado de nadie, sólo te estoy aconsejando, pero si no te sirve y estás enojado con Daiana, podés decirme, simplemente:
«Paula, quiero que me digas esto y esto», ¡y así puedo repetirte, como un loro, lo que deseás escuchar!
—Bueno, bueno.
—¿Y por qué fue la discusión?
—Porque después del trabajo me fui de copas y no la avisé.
—¿Y qué cuernos querías? ¿Que te aplaudiera por irte de picos pardos?
—Pero ¡no me fui de picos pardos!
—Bueno, Mati, es una manera de hablar... Pero tendrías que haberla avisado, ahora ya no vivís solo.
—Pero me fui a tomar una cerveza, sólo eso, y no llegué tan
tarde como para que me montara el escándalo que me montó.
—¡Estás cegado! Cuando estás así, no pensás y no escuchás.
—Cuando ella salió del gimnasio, también se fue con sus
amigas a tomar algo y no vino directamente. Además, cuando llegó, yo ya estaba en la cama.
—¿Eso fue antes o después de que vos lo hicieras? —Mati no respondía—. ¡Hey! ¿Reformulo la pregunta?
—Después.
—Entonces no te quejes, te pagó con tu propia medicina.
—Lo sé, lo sé.
—¿Entonces?
—Nada, que si lo hablo con vos me cuesta menos reconocer que Daiana tenía razón.
Paula se rió en silencio para que su amigo no se cabreara.
—Ay, yo también extraño nuestras charlas... Podés llamarme cuando lo necesites, Mati. Sabés que estaré siempre ahí.
—Boba.
—Bobo.
—Gracias por escucharme.
—Gracias por llamarme y seguir considerándome tu amiga.
—Sabés que siempre será así.
Terminó de hablar con su amigo y volvió a centrar toda su
atención en su amor.
—Lo siento. Mati necesitaba que habláramos.
—No te preocupes. Él es tu amigo y yo... yo sé que tengo toda tu atención —le dijo clavando sus ojos azules en los de ella y utilizando una voz muy dulce.
—Vos tenés más que mi atención, Pedro. Tenés todo mi amor,mi alma y mi vida —le aseguró Paula mientras se estiraba sobre la bandeja para acariciarle la mejilla y apoderarse de sus labios. Metió la otra mano dentro de la abertura de la bata y lo cogió por la cintura.
En ese momento, sintió algo duro sobre la mano y se alejó con curiosidad—. ¿Qué tenés ahí?
—Hum, algo que compré para vos. ¿Recordás que te envié una foto en el obelisco? Estaba yendo a buscar esto.
—Quiero mi obsequio. —Ella quiso sacarlo de su bolsillo pero él no la dejó.
—Primero comamos. —La esquivó Pedro mientras mordía su sándwich—. ¡Estoy hambriento!
—¡Pedro! ¡Sabés que soy muy ansiosa!
—Chis, comamos, luego te daré el obsequio, porque tengo una fantasía en mi cabeza y creo que es mejor que nos alimentemos.
—¿Fantasía?
—Ajá. —Asintió con la cabeza—. Comé y después te
cuento. Necesito que recuperes tus fuerzas.
Paula frunció el entrecejo mientras masticaba un bocado.
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