sábado, 23 de agosto de 2014
CAPITULO 138
Al día siguiente, fueron a practicar surf. Se habían levantado
muy temprano para trasladarse hasta El Anclote, un paraje frente a los condominios de Punta Mita que le habían recomendado a Pedro como el sitio ideal para un principiante, teniendo en cuenta que Paula jamás se había subido a una tabla. El oleaje allí era suave, lento y largo.
Llegaron a las playas y se vistieron con los trajes de
neopreno. Pedro le ató la cuerda al tobillo y, con paciencia, comenzó a explicarle. Tras indicarle varias veces cómo moverse, se internaron en el mar. Sin embargo, para Paula fue muy frustrante al principio, pues hasta le resultaba difícil mantenerse sentada sobre la tabla. Después de un rato, lograron remar hasta el lugar donde rompían las olas
—No lo conseguiré, mi vida, creo que esto no es para mí.
—Vamos, Paula, sí lo lograrás. Prestá atención a cómo
coloco mis manos para ponerme de pie. Debés situarlas muy planas y sin cogerte de los bordes, así. — Pedro lo hacía parecer muy fácil, pero cuando ella lo intentaba, no le salía y terminaba tumbándose y, por consiguiente, cayéndose al agua; el esfuerzo estaba resultando agotador
—. Mirá mis piernas. Te parás y apoyás ambos pies en la tabla. ¿Ves cómo flexiono las rodillas y tiro ligeramente el torso hacia adelante? Venga, intentalo ahora.
—No voy a poder, mi amor.
—Vamos, bonita, sí podrás, juntos lograremos todo.
Descansemos un rato y volvamos a intentarlo después.
Pedro la tenía asida por la cintura y flotaba por los dos. Luego la ayudó a trepar a la tabla para que se recostara y descansar un poco más. Al final, con mucha paciencia y tesón, Paula lo logró y pudo alcanzar su primera ola de pie. El ejercicio de compartir ese deporte era fascinante, pero Pedro se había quedado con ganas de coger una buena ola, así que hizo unas rápidas averiguaciones y se trasladaron hasta Sayulita, a sólo veinte minutos de donde se encontraban. Allí llegaban con fuerza y parecía un lugar muy divertido, con un ambiente excelente.
Paula se quedó en la playa haciendo fotos y grabando en vídeo las habilidades de su hombre.
Después de haber pasado todo el día en la playa, por la tarde, regresaron al hotel exhaustos.
Allí, por más que el día hubiera sido muy intenso, hicieron
el amor en el jacuzzi y, luego, por la mañana, antes de partir, volvieron a repetir en la ducha, de donde salieron empapados para llegar al éxtasis final en la cama.
—Lo estamos mojando todo.
—No importa, Paula, nada importa. Sólo quiero saciar esta sed que tu cuerpo me provoca.
Pedro estaba perdido en el cuerpo de su hermosa esposa. La había colocado en todas las posiciones posibles. Primero en el baño, donde habían conseguido un orgasmo increíble, y cuando estaban a punto de secarse, un casto beso desembocó en otro desmedido y la pasión volvió a aflorar en
ellos. Se perdieron el uno en el otro, de forma incansable. Pedro volvió a enterrarse en Paula, hasta que ella lo tendió de espaldas en la cama y, mientras trepaba hasta su sexo y se apoderaba de su boca, lo hizo llegar a un éxtasis que lo hizo enloquecer.Pedro gritó y rugió como nunca, con el último aliento expelió su nombre y eyaculó temblando, consumido y aferrado a sus nalgas.
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