domingo, 24 de agosto de 2014
CAPITULO 140
Al día siguiente visitaron la zona arqueológica y exploraron las maravillas del mundo maya que aún permanecían en pie allí.
Recorrieron la imponente y majestuosa pirámide del Kukulcán, descendieron por la pasarela, admiraron la belleza natural del Cenote Sagrado, se deleitaron con las leyendas referidas por el guía y escucharon con atención todas las explicaciones acerca de la intrigante construcción que se conoce como «el Caracol». La jornada siguiente la pasaron en Celestún. Salieron muy temprano para ver amanecer por el camino y poder apreciar los cientos de
flamencos que exponían sus plumajes rosados a orillas del río.
Era un espectáculo inolvidable que, sin duda, guardarían en sus retinas para siempre.
—¿Conocías todo esto, mi amor?
—Habíamos venido en un viaje familiar, pero Luciana y yo
éramos muy pequeños. Sólo recuerdo lo que he visto en las
fotografías que mamá guarda de ese viaje. De adulto, estuve en DF, en Cancún y en Playa del Carmen.
—O sea que sólo el último tramo de nuestro viaje será
conocido para vos.
—En cierta forma, porque ahora he planeado un itinerario
diferente. Sinceramente, cuando fui a Cancún me dediqué sobre todo a conocer la noche y el descontrol.
—Mejor no me cuentes más, prefiero no saberlo.
Pedro la besó.
Era su penúltimo día en Mérida y habían previsto un viaje
hasta la isla Holbox, donde realizarían un tour y se embarcarían en una lancha para bucear junto con tiburones ballena. Paula no estaba muy convencida de esta última parte y después de ver el tamaño de semejantes animales, mucho menos.
—No, no —decía con pavor —. Cariño, creo que no voy a
atreverme a bajar con semejante monstruo en el agua. Es demasiado grande, estoy asustada, Pedro.
—Vamos, Paula, no seas miedosa, es muy seguro. Viste los
vídeos que nos mostró Raúl —se refería al guía e instructor—. Además, él nos acompañará, ¿verdad?
—Por supuesto, yo estaré con ustedes en todo momento. Anímese, señora, le aseguro que será una experiencia inolvidable y que, cuando termine, sólo querrá volver a pasar por ella. El señor Pedro me dijo que estuvieron haciendo
snorkeling en Los Cabos y que le gustó mucho. Le aseguro que esto es mucho más emocionante; no dará crédito al subidón de adrenalina que notará.
Al fin, entre ambos lograron convencerla.
—Definitivamente, meterse en el agua con un tiburón ballena es de locos,Pedro.
—Chis, tranquila, si no te sentís segura regresaremos, no
quiero que hagas nada de lo que no vayas a disfrutar realmente, Paula.
Pero, mi amor, te aseguro que es un animal inofensivo y que les gusta la compañía humana como a los delfines. Sabés que jamás te pondría en peligro.
—Lo sé.
—¿Querés que volvamos a subir a la lancha?
—No, vamos, ya estamos acá, hagámoslo. Ya nos metimos en el agua, pero no me sueltes la mano, por favor.
—Tranquila, señora, sólo nos acercaremos hasta donde usted quiera. De todas formas, la distancia mínima es de dos metros.
—¡Oh, Dios! ¿Dos metros le parece una buena distancia? ¡Yo quiero estar a mil metros de ella! —Pedro y Raúl se carcajeaban.
—¿Confiás en mí, bonita?
—Siempre, mi amor, por eso estoy metida en el agua en este momento.
—Bien, entonces intentemos relajarnos y respiremos hondo.
Dame un beso, ¿creés que eso te calmará un poco?
—Seguramente.
Raúl tenía razón, Paula se había enloquecido con aquella
experiencia y sólo pensaba en volver a realizarla.
—¡Dios, Pedro! Gracias por animarme a hacerlo.
—A mí también me encantó, fue algo único. ¡Qué subidón, madre mía!
—Pedro, no puedo creer todas las cosas que has organizado para que hagamos juntos.
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