martes, 26 de agosto de 2014

CAPITULO 146




Entre ambos, prepararon el desayuno y se lo comieron con
rapidez. Pedro no paraba de sonreír, de besarla y de acariciarle la barriga. Finalmente, fueron hacia la clínica. Subieron directamente al sexto piso y la secretaria de Luciana los atendió de inmediato.


—Hola, Grace, ¿está ocupada mi hermana?


—Buenos días, señor Pedro, la doctora Luciana está libre, aún no ha llegado su primera visita. ¿Desea que lo anuncie?


—No, muchas gracias,nosotros lo haremos. Por cierto, le
presento a mi esposa, Paula.


—¿Qué tal, señora? Ya nos conocíamos porque un día estuvo aquí con la señora Luciana.


—Así es Grace, ¿cómo está?


—Muy bien, muchas gracias, señora.


Pedro se asomó al consultorio de Luciana por una rendija de la puerta, con Paula cogida de la mano.— ¿Se puede, hermanita?


—¡Qué sorpresa, buen mozo, claro, entrá! —Pedro abrió la puerta del todo y entró risueño junto a Paula—. ¿Qué hacen ustedes dos acá tan temprano?


—¡Vinimos a verte!


Paula se acercó y le dio un beso en la mejilla y otro en la
barriga a su cuñada.


—¿Vinieron a verme? ¿Y para qué vinieron a verme? A esta hora,¿no deberían estar en la empresa? —los interrogó, mientras abrazaba a su hermano. Pedro sacó las dos pruebas de embarazo que traía en su bolsillo y las puso sobre el escritorio.


—Vinimos a verte para esto.


—Oh, my God! Oh, my God! Juro que lo supe en cuanto entraron.


—Luciana se levantó de su sillón y los abrazó a ambos; no paraba de gritar y de lloriquear: los tres estaban muy emocionados—. ¡Tendré un sobrino! ¡Pedro, serás papá! —Le besó el rostro a su hermano, acunándolo entre sus manos—. ¿Cómo te sentís, Paula?


—De maravilla, sólo que estamos un poco preocupados
porque esto ocurrió mientras tomaba anticonceptivos, ¿pueden hacerle daño al bebé, Luciana?


—Evidentemente no los tomaste muy bien; alguno o algunos debés de haberte salteado, pero eso no importa ahora. ¿Cuánto mal pueden hacerle al bebé? Eso depende del período en que lo hayas tomado hasta que te diste
cuenta del embarazo. Veo en el visor que estás de más de cuatro semanas, lo que es un tiempo bastante corto. Así que, a bote pronto, yo les diría que no se alarmasen. De todas formas, haremos algunas pruebas. El ginecólogo que te atendió la otra vez y te recetó los anticonceptivos no es obstetra, así que yo preferiría que te vea un obstetra ya para que te haga los exámenes de rutina del primer trimestre.


—Calmate, Luciana, me estás mareando. Es demasiada
información junta, aún estoy asimilando que Paula está
embarazada —exclamó Pedro.


—Siéntense y déjenme decirle a Grace que me comunique con la doctora que ya tengo en mente para vos.


—¿Dónde atiende?


—Acá, Paula, trabaja con nosotros, es una excelente obstetra y, además, habla español porque es madrileña. Creo que el hecho de que hable tu idioma te dará más confianza, puesto te podrás comunicar con más fluidez con ella.
Supongo que mi sobrino nacerá en mi clínica, ¿no?


—¿Por qué «sobrino»? Pedro está igual, ¡quizá sea una niña!


—Cierto, cierto, pero no sé por qué presiento que es un varón.


—Recién hablamos con Callinger. En realidad, tendríamos
que haber esperado diez meses para que Paula se quedara embarazada —le explicó Pedro.


—¡Error, empezamos mal!


—¡Ya sé, Luciana! No empieces a regañarnos ahora.
Sabemos que fue una imprudencia, pero el médico nos dijo que todo iría bien.


—¡Eso ya lo sé! Sé perfectamente que fue una imprudencia, pero ¿qué se puede hacer ahora? El bebé ya existe. A lo
que me refiero es a lo que dijiste antes, ¿cómo que «que Paula se quedara embarazada»? No es sólo ella la que está embarazada, ¡están embarazados los dos! —Pedro puso los ojos en blanco, pero el sonido del teléfono los interrumpió—. Esperá, voy a atender.


—Hola, Noelia, soy Luciana.
Quisiera saber si tenés un huequito en tu consulta para atender a mi cuñada y a mi hermano que están embarazados y están acá conmigo.


A Paula y a Pedro les gustó cómo lo dijo Luciana; se
arrebujaron en sus asientos y entrelazaron sus manos con fuerza.


—Pero ¿qué pregunta es ésa?
Si no tuviera un hueco, pues me lo hacía y los atendía de todas maneras. Vale, diles que suban ya que los espero. En seguida aviso a mi secretaria para que los haga pasar de inmediato.


—Gracias, Noelia, ahora subimos.
Luciana colgó.


—Vamos, la doctora nos espera.


Pero ¿no tenés pacientes? —le preguntó Paula.


—Tengo visitas a partir de las once, pero, en todo caso, que me esperen un rato. ¿O creen que voy a perderme la primera consulta?


Subieron hasta el piso diez, entraron en el consultorio y la
doctora los recibió con mucha amabilidad e infundiéndoles
muchísima confianza.


Pedro es mi hermano y Paula, mi cuñada. Les presento a la doctora Noelia Martín Toribio.


—Un placer... Adelante,poneos cómodos y relajados, que
aún no me he comido a nadie en mi consulta y nos quedan muchos meses por delante para vernos las caras. Luciana me ha explicado que estáis embarazados.


—Así es —confirmó Paula.


—Desde ya os digo que será un honor para mí traer al mundo a un Alfonso. Claro, eso siempre y cuando me elijáis a mí para hacerlo, pues ésta es vuestra primera consulta, así que si no os caigo en gracia estáis en todo
vuestro derecho de cambiar de obstetra.


—Luciana te recomendó — dijo Pedro—, además nos parece importante que hables español, ya que Paula se sentirá más cómoda en el parto si se puede comunicar en su idioma. —Paula asintió.


—Vale, eso es cierto, a mí también me lo parece. —La doctora sonrió—. Contadme, ¿qué tipo de prueba os habéis hecho para saber que estáis embarazados?


Pedro sacó rápidamente los dostest de embarazo que traía en el bolsillo.


—Veo que habéis hecho dos pruebas caseras.


—Estamos preocupados porque yo estaba tomando
anticonceptivos.


—Aquí dice que estás de más de cuatro semanas, así que no es mucho el tiempo durante el cual los has tomado. Por consiguiente, no debería ser un problema, pero será algo que tendremos en cuenta.
Controlaremos, por encima de todo, el crecimiento del bebé y te enviaré a hacer pruebas de laboratorio rutinarias. Si algo no va bien, lo sabremos por los valores.


—Hay algo más que debemos contarle —agregó Pedro—. Hace cinco meses, Paula recibió un balazo en el hígado en un intento de homicidio. Se suponía que debíamos esperar al menos diez meses para que ella se quedara embarazada, pero, bueno, ha sucedido ahora.


—Y es que seguramente te has saltado algunas píldoras, no creo que exista otra explicación — sentenció la doctora.


—Sí, asumo que fue así, porque todo el mundo me lo dice — contestó Paula mirando a Luciana, que le guiñó el ojo. Luego siguió hablando—: Lo comenté con mi cirujano y él cree que probablemente no exista riesgo.
Mañana nos espera para hacerme una ecografía del hígado y nos pidió que te lo comentásemos, sobre todo para que me diera hora para una consulta con un nutricionista y así poder seguir una dieta adecuada que no me permita aumentar demasiado de peso durante el primer trimestre. De ese modo, mi hígado tendrá unos meses más de margen para curarse


—Me parece perfecto, así lo haremos. Además, es lo primero que me ha venido en mente en cuanto me habéis contado lo de la herida. Ahora, Paula, te invito a que te quites la ropa tras el biombo y te pongas una bata para hacer algunas pruebas; quiero pesarte, tomarte la tensión sanguínea; te haré un test de Papanicolaou y te realizaremos una ecografía transvaginal para determinar con exactitud la edad gestacional del bebé y cerciorarnos de que todo está en orden. ¿Qué quiero decir con que «todo está en orden»? Me refiero a que el bebé esté dentro del útero, entre otras cosas.


— Bueno —contestó Paula bastante asustada.


—Mientras tanto, ¿Pedroverdad?


—Sí.


—Vale, Pedro, me ayudarás con algunos datos y lo que no sepamos, nos lo dices tú, Paula; así que mantente atenta a lo que pregunto, ¿de acuerdo?


—Bien —respondió ella.


—Pero ¡cambien esa cara, por Dios! ¡Parecen dos pollos mojados! —los regañó Luciana que, hasta el momento, se había mantenido en silencio—. Relajate, hermanito, y disfrutá del momento. ¡Y vos también, Pau! —Pedro sonrió y respiró hondo.


Paula salió cambiada y la doctora Martín Toribio, al verla
aparecer, se puso de pie y la llevó hasta la balanza para pesarla; luego la acompañó hasta la camilla e hizo que se recostara.


Pedro, ponte al otro lado de la camilla, junto a ella, y así los dos podéis mirar el monitor. ¿No habéis traído nada para sacar fotos o para filmar? —preguntó la ginecóloga.


—No —dijeron ambos afligidos mientras se miraban.


—No sabíamos que hoy mismo le harían una ecografía —contestó Pedro.


—Vale, no importa, seguro que tenéis un buen móvil, ¿no? Así que os aconsejo que lo utilicéis para que os quede un hermoso recuerdo de la primera ecografía. —Luciana le guiñó un ojo a su hermano—. ¿Luciana, tú quieres mirar en mi monitor?


—Será un gusto, Noelia, estoy superansiosa.
Todos sonrieron.


—Paula, relájate y pon los pies en los estribos, igual que
cuando te van a hacer un Papanicolaou. Así, el culo bien
adelante. ¿Te has hecho alguna vez una ecografía transvaginal?


—No.


—Vale, en ese caso te la explicaré. Te introduciré un
transductor, esta sonda con forma de huso. —Se la mostró—. Le pondré un preservativo y la meteré dentro de tu vagina. Esto lo presionaré contra las paredes vaginales próximas al útero y, entonces, se registrarán ondas de
sonido de alta frecuencia que se convertirán en imágenes. Es una prueba totalmente indolora.


—Perfecto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario