viernes, 29 de agosto de 2014
CAPITULO 158
Habían salido de la consulta.
Todo iba bien y el embarazo avanzaba a la perfección.
Paula y Pedro caminaron hacia el aparcamiento, mirando obnubilados las imágenes de sus hijos; la ginecóloga había hecho unas capturas de sus rostros y se las había impreso.
Subieron al coche y se pusieron en camino hacia Great
Neck.— No puedo creerlo, Pedro, este embarazo no deja de
sorprendernos.
—Aunque abrigaba esperanzas de que fuera una parejita, te juro que pensaba que no sería posible. ¿Estás feliz?
—Muy feliz, llamaré al decorador para definir ya el empapelado de las habitaciones.
Pedro le acarició el vientre, mientras estaban parados en un
semáforo. Paula no dejaba de mirar las imágenes.
—Aunque sólo son ecografías, se nota que son muy bonitos. ¡Me está entrando una ansiedad, Paula!
—¡Qué papá tan baboso...! Tendrías que haberte visto la cara cuando descubriste a tu niña.
—Presiento que me pondré muy celoso con ella.
—Creo que el niño tiene tus labios. Por cierto, ahora que ya
sabemos su sexo, no podemos seguir diciéndoles bebés,
deberíamos decidir ya sus nombres.
—Yo tengo un nombre de niña que me gusta mucho, me gustaría que nuestra hija se llamase como vos.
—No, Pedro, si querés de segundo nombre, como vos llevás
el de tu padre, pero elijámosle otro.
Quiero que ellos tengan su propia identidad. —Se estiró y le acarició la nuca—. ¿Te parece bien?
—Pero tu nombre me encanta.
—Pensemos otro, por favor, ¿o vos querés que el niño se llame Pedro?
—No me molestaría, aunque... pensándolo bien, tenés razón.
Llegaron a la casa y Paula se sentía bastante fatigada, así que se quitó la ropa y se recostó en el sofá del salón. Pedro trajo unas almohadas para que estuviera más
cómoda y, mientras se las colocaba, entró la señora Doreen.
—Permiso, señor. Señora Paula, ¿cómo la han encontrado?
—Todo está muy bien, gracias.
—Ya sabemos el sexo de ambos bebés —intervino Pedro
mostrándose muy entusiasmado.
—¿Se han dejado ver?
—Sí, Doreen, por fin, ¡son un niño y una niña!
—¡Ah, señor, señora, felicidades! Ahora podrán definir
los colores de las habitaciones de los niños.
—¡Uf, cómo te conocen, mi amor! Es de lo que vino hablando todo el camino, Doreen.
—¡Pobre Doreen! Es que esta semana la volví loca pidiéndole su opinión.
—A mí me encanta cuidarla, señora, conversar con usted me fascina.
—Sí, pero reconozco que estuve bastante obsesiva y
preocupada por no poder definir los colores de los dormitorios y sé que te aburrí en más de una oportunidad.
—Usted sabe que no es así. — Paula extendió su mano y la señora Doreen se la estrechó—. ¿Desean que les prepare la comida ya?
—Yo ya me voy, prepare únicamente la de la señora —dijo
Pedro y Paula hizo un puchero—. Sabés que tengo una reunión, bonita, no me pongas esa cara.
—Lo sé, pero pensé que quizá tendríamos tiempo para comer juntos. ¿A qué hora es la reunión?
Pedro miró la hora en su Tourbillon Saphir, levantó la vista
y le dijo a la señora Doreen:
—Si hay algo rápido para comer, me quedo.
—Sí, señor, en seguida les cocino algo rapidito. —La
empleada se retiró y los dejó solos.
—Gracias, mi amor. ¿Puedo pedirte algo más? No me mires así, no es nada descabellado. Ya sé que últimamente estoy insufrible, pero esta vez sólo se trata de que me alcances el Mac, quiero conectarme con Ana y con mamá para
contarles lo de los bebés y enviarles las fotos.
Pedro se inclinó, le dio un beso y fue en busca del ordenador.
Ambas abuelas, vía Skype, se enteraron de la noticia a la vez.
Estaban superemocionadas. Ale, de paso, les confirmó que viajaría la semana siguiente y les pasó el día y la hora en que llegaba para que fueran a esperarla. Después de almorzar, y de consentirla un poco más con besos, masajes y muchos mimos,Pedro se fue.
—¿Vas a extrañarnos?
—Por supuesto. Regresaré en cuanto me desocupe.
—De acuerdo. Yo intentaré contactar con los decoradores por lo del empapelado, y luego intentaré trabajar un poco desde acá.
Se besaron y se despidieron.
Pedro partió en su Alfa.
Desde que Paula estaba en casa, Oscar se quedaba siempre allí, por si ella se sentía mal y había que trasladarla a la clínica.
Al llegar a la Interestatal, le dio la sensación que un Chevrolet Cruze negro con los vidrios tintados lo había acompañado durante todo el camino y le pareció extraño.
Aminoró la marcha y dejó que lo adelantara, pero entonces el vehículo se perdió de su vista. Más tranquilo, siguió su camino hacia la reunión de negocios que tenía.
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