lunes, 4 de agosto de 2014

CAPITULO 76


En la calle el viento frio de la noche de New York los atrapó, Paula se quedó esperando al lado del auto levantando las solapas de su tapado de lana natural, mientras que Pedro cerraba la puerta de entrada al edificio.


- ¿Paula? ¿Sos vos? decime que no estoy soñando.


- ¡Gabriel!… — ella respondió tímidamente. Pedro había terminado con la puerta y estaba acercándose.


- ¿Qué haces acá? te hacía en Buenos Aires, ¿por qué no me llamaste? no sabía que habías vuelto — él la había tomado de un brazo.


- Buenas noches — interrumpió Pedro mientras se aferraba a la cintura de Paula, entonces ella se apresuró a presentarlos y Gabriel lentamente la soltó.


Pedro te presento a un amigo, Gabriel Iturbe. — Pedro extendió su mano.


Pedro Alfonso, encantado.


- Igualmente. — dijo Gabriel respondiendo al saludo con un fuerte apretón.


- ¿Qué hacés por acá?


- Vivo muy cerca, a cuatro cuadras, acabo de dejar mi automóvil en el garaje.


- Ah.


- ¿Y tú, qué haces por acá? disculpa no quiero parecer entrometido — le dijo a Pedro mirándolo a los ojos, es obvio
que se había dado cuenta que estaban juntos, él la había pegado a su cuerpo y no parecía tener intención de soltarla, finalmente Pedro asintió levemente con la cabeza sin hacer ningún comentario, estaba muy serio, Paula sentía que su cuerpo estaba en tensión.


- Vivo acá Gaby, Gabriel — se corrigió, no quería ofender a Pedro tratándolo familiarmente a su amigo y señaló con la cabeza el edificio.


- Jamás lo hubiese imaginado. — De pronto Gabriel fijó la vista en la mano de Paula, la que sostenía la solapa del tapado y vio el anillo de compromiso, pero él no hizo ninguna referencia, Pedro lo notó, se reía por dentro, se sentía triunfante.


“Es mía idiota, no tienes posibilidades con ella.” — pensó mientras disfrutaba al ver la expresión de Gabriel cuando descubrió la sortija. Se sintió bien, en realidad se sintió muy bien que los papeles hayan cambiado, pues cuando Pedro los vio juntos en el aeropuerto se había sentido un extraño en la vida de Paula, ahora las cosas eran diferentes, el ajeno era él.


- Bueno, los dejo, estaban de salida y los he interrumpido.
Adiós.


Pedro extendió la mano y Gabriel también, luego se acercó y besó en la mejilla a Paula.


- Adiós Gabriel, ha sido un gusto encontrarte.


- El gusto ha sido mío. Que tengan una buena noche.


Gabriel siguió caminando y Pedro le abrió la puerta a Paula para que entrase en el auto, luego dio la vuelta y entró él también, se colocó el cinturón de seguridad, puso el Alfa en marcha y salieron de ahí.


Estaban a mitad de camino y ninguno de los dos había expresado palabra, Pedro permanecía muy callado y ella no sabía que decir, se sentía incómoda, aunque no tenía por qué sentirse así en realidad, Gabriel había sido muy correcto y ella también, no le habían faltado el respeto a Pedro en ningún momento, finalmente él rompió el silencio.


- ¿Por qué no le dijiste que yo era tu prometido y que nos vamos a casar? — Ella dio vuelta la cara bruscamente y se lo quedó viendo ante el reproche.


- Fue todo muy rápido, cruzamos unas pocas palabras, lo siento, no creí que te molestaría que no lo hiciera.


- Igual se dio cuenta, te miró la mano con el anillo.


- Sí lo noté también. — Paula volvió la vista a la ventanilla.


- Me hubiese gustado que le dijeras quien era yo en tu vida.


- Lo siento Pedro, no pensé que fuera tan importante que se lo diga. — ella de pronto se dio cuenta lo que acababa de decir y es que había contestado sin pensar, en realidad quería dejar el tema de lado — lo siento mi amor, no quise decir eso — ella le tomó la mano que él tenía sobre la palanca de cambio.


- Pero lo dijiste.


Pedro por favor, quería que nos vayamos rápido, por eso no entablé conversación con él, no quería molestarte, ni ofenderte eso es todo, por eso no lo hice, si querés le envío un texto diciéndole quien sos y que voy a casarme con vos.
- Aún conservas su número.


Qué bien. — Pedro estaba ofuscado, hizo una mueca de asombro exagerada.


Pedro mi amor, — se quedó viéndolo, pero él no la miraba — por favor…

- Por favor ¿qué?


- No quiero que peleemos, ¿querés que borre su número? lo borro, — ella comenzó a hurgar en su cartera hasta dar con el iPhone.


- Basta Paula, no es necesario.


- Sí, sí lo es, para vos lo es, no quiero hacer nada que te ofenda ni que te incomode. — Pedro le sacó el celular de la mano.


- No es necesario, me estoy comportando como un estúpido, perdoname.


- No vos perdoname a mí, no quise faltarte el respeto en ningún momento, lo juro.


- Lo sé, me puse celoso, lo siento. — a Paula le dio ternura su confesión, él no la miraba.


- No tenés por que ponerte celoso, soy tuya, — le dijo mientras le acariciaba la nuca, él seguía con la vista fija en el camino, no la había mirado — siempre lo he sido desde que te conocí.


- Pero permitiste que él te diera un beso en Mendoza.


- Te lo expliqué Pedro, si te deja más tranquilo, ni recuerdo como fue el beso, solo sé que cuando lo hizo pensé en vos y me aparté, quizá hubiese sido mejor que no te lo contara, no quiero sentir esta desconfianza, no la merezco. — Pedro estaba aferrado al volante con fuerza, sus nudillos se habían puesto blancos, Paula dejó de acariciarlo y se volvió hacia la ventanilla mientras apoyaba su codo en el apoya brazo, y con sus dedos índice y pulgar se pellizcaba el labio superior.


Él entonces ladeó su cara y la fulminó con la mirada, luego al detenerse en un semáforo la tomó de la barbilla y la obligó que lo mirase.


- Ni se te ocurra nunca ocultarme nada — el tono que usó fue de una total advertencia, sonó pretencioso y enojado.


- Jamás lo haría, de hecho siempre, siempre te he hablado con la verdad, desde un comienzo no he tenido secretos para con vos, en cambio tú… — sin dejar de verlo a los ojos le estampó un gran reproche en su cara, pero no quiso seguir y que todo termine en una gran discusión, así que le sacó la mano con bronca y volvió la vista al paisaje, los ojos se le llenaron de lágrimas, quiso retenerlas por todos los medios pero una se escurrió por sus mejillas, la recogió rápidamente con el anverso de la mano y se mantuvo inmutable, Pedro también.


Cuando llegaron al Belaire él introdujo el automóvil en el estacionamiento correspondiente a los Alfonso.


Ni bien detuvo la marcha, ella se bajó sin esperar a que Pedro le abriese la puerta como lo hacía siempre, caminó y se quedó junto al ascensor sosteniendo las manijas de su cartera con ambas manos y viendo la punta de sus botines, cavilando, angustiada y con cierta decepción.


El elevador llegó, y Pedro le apoyó la mano en la parte baja de la cintura invitándola a entrar, ella caminó y se acomodó al final del ascensor, Pedro ingresó tras ella y tocó el botón del penthouse pero se quedó con las manos en los bolsillos, casi dándole la espalda. Un profundo e incómodo silencio se apoderó del lugar y del momento, era casi hiriente la frialdad entre ellos.


Al fin el ascensor paró, él salió primero pero se detuvo y le extendió la mano para ayudarla a salir, Paula le aceptó la mano pero no lo miró. Con su juego de llave Pedro abrió y entraron en el vestíbulo del penthouse donde dejaron sus abrigos, la ayudó a quitarse el suyo, se lo deslizó por los hombros y lo colgó en un armario que había ahí en la entrada, luego se quitó el de él y también lo colgó, finalmente tomó su mano y entraron en la sala de los Alfonso.


- Aww ¡¡llegaron!! — Luciana se levantó del sofá y fue a recibirlos. Primero abrazó a Paula y le dio dos besos uno en cada mejilla, luego abrazó a su hermano y lo miró frunciendo el ceño, Luciana se dio cuenta que algo pasaba entre ellos, así que Pedro intentó disimular, la tomó del hombro a Paula y le besó el cabello, ella como una cachorra desprotegida se acurrucó en sus abrazo.


- ¿Dónde están todos? — Preguntó Pedro, pero cuando Luciana estaba por contestarle Ruben se acercó donde ellos estaban trayendo un cocktail, pues prepararlos era su especialidad.

- Hola cuñado — Ruben y Pedro cruzaron un apretón de manos mientras le alcanzaba una mimosa a su mujer y saludaba a Paula con un beso en la mejilla — ¿les preparo un trago?


- Por favor dijo Pedro ¿Qué quieres Paula?


- ¿Es una mimosa eso? dijo señalando al trago de Luciana.


- Sí contestó Ruben.


- Voy con una mimosa entonces.


- Cuñado vos ¿lo de siempre?


- Sí por favor. Dame tu cartera Paula — se la quitó de las manos y la dejó sobre el sofá.


- Estás hermosa - dijo Luciana, me encantan tus botines.
- Te gustan, son de Michael Kors hay unas en Rojo con unos flecos y el mismo taco que están de muerte. — ellas no podían disimular la debilidad que tenían por el calzado.


- Me encantan, voy a ver si paso por la tienda a verlas.


- ¿Mamá y papá? — Pedro volvió a preguntar.


- Mamá está en la cocina y papá está en el despacho con Federico y Rachel.


Pedro dio un respingo que nadie lo notó salvo Luciana. “¿A qué mierda vino?” — se preguntó por lo bajo.


“Lo que me faltaba tener que aguantarla acá también” — pensó Paula y una mueca de disgusto se instaló en su cara.
Se sentó en uno de los sillones y Pedro la acompañó sentándose a su lado, de pronto abrigó un sentimiento de pánico imaginando para que estaba ahí Rachel, y entonces se sintió una verdadera mierda reclamándole cosas sin sentido a Paula y haciéndola sentir mal.


Ella tenía razón, siempre había sido sincera y transparente con él, mientras que él se la pasaba metiendo la pata y ocultándole cosas. La abrazó y le besó el cabello nuevamente y le dijo en el oído.


- Perdón mi amor… te amo. — volvió a besarla detrás del oído sobre el pelo, ella se estremeció ante el contacto de su aliento en su oreja y un escalofrío le recorrió el cuerpo, lo miró a los ojos y le dio un casto beso en los labios, que él devolvió con una franca sonrisa.




Mientras tanto en el despacho de Horacio. Rachel les terminaba de comunicar su alejamiento de la empresa.


- ¿Estás segura Rachel? te extrañaremos. — le dijo Federico mirándola a los ojos cuando ella les comunicó que se iba de Mindland.


- Sí lo estoy Federico, aunque reconozco que me apena mucho dejarlos, ustedes confiaron en mí apenas terminé mi carrera y eso es impagable, pero es una muy buena oportunidad la que me ofrecieron en Bradley & Asociados es para lo que estudié, necesito acción y no es que menosprecie el lugar que tenía en Mindland.


- Tranquila, lo entendemos y te deseamos muchos éxitos. Eres brillante Rachel, no me extraña que te hayan buscado y te hayan tentado. Me alegro por ti y te deseo de corazón una carrera exitosa, tu paso por Mindland fue muy bueno, pero siempre supimos que era temporal pues como abogada civil no es justo que tus labores solo se resuman a contratos que encajen en la legalidad, es imprescindible que crezcas profesionalmente y estoy seguro que tu carrera irá en un ascenso seguro — Horacio fue muy sincero la estrechó en sus brazos como se estrecha a una hija, su afecto por ella era muy veraz, se trataba de la hija de su mejor amigo y además era su padrino.


Federico también la abrazó y la besó en el pelo.


- Los dejo, tengo cosas que hacer — dijo Rachel despidiéndose y excusándose.


- Nos vemos mañana en el ensayo y en la cena pre-boda
¿verdad?


- Por supuesto, soy una de las damas de honor… — Alison y ella tenían una muy buena amistad desde adolescentes, Federico había conocido a Alison cuando comenzó a trabajar en la empresa y Rachel fue quien la recomendó para el puesto de secretaria de Pedro.


Salieron a la sala donde estaban Ofelia, Luciana y Ana abrazando a Paula, parecía que festejaban algo.


Una punzada en el pecho le atravesó el corazón y sintió envidia y frustración, también sintió odio, muchísimo odio.


- Shh por favor ahí viene Federico no hablemos más de nuestra boda, esperemos a que pase la de él. — Paula le pidió a las tres mujeres, pues Luciana acababa de revelarle a su madre que el civil de Pedro y ella se haría en los Hamptons y Ana estaba derrapando de alegría, ya quería comenzar a planearlo todo.


Pedro permanecía sentado en el sofá junto al piano charlando con Ruben cuando advirtió que su hermano, su padre y Rachel salian del despacho, sorbió de su bloody mary y la miró por encima del vaso luego e inmediatamente dirigió su mirada a Paula que también había advertido la presencia de Rachel.


- Hijo no sabía que habían llegado — dijo Horacio acercándose para saludar a Pedro.


Él se puso de pie y abrazó a su padre, luego se trasladó hasta donde estaba Federico y le estrechó la mano a su hermano y saludó a Rachel con un beso en la mejilla.


Mientras tanto Horacio se había acercado a saludar a Paula.


- Ha llegado mi nuera favorita y la mejor negociadora de nuestro equipo. — dijo él llenándola de halagos.


- Adulador, terminaré por creer que eres un interesado. — Paula se puso de pie mientras hablaba en son de broma y abrazaba a su futuro suegro — Creo que en realidad me dices eso porque soy la única que está acá.


Todos sonrieron Horacio mantenía a Paula en un abrazo y le besaba la sien.


- Hola Rachel — dijo Paula desde la distancia, ella no le contestó solo movió la cabeza, tampoco esperaba que lo hiciera pero su educación era superior a su fastidio por ella.
Cada palabra, cada gesto de halago era una daga que se clavaba en el pecho de Rachel, sus ojos destilaban veneno y no podía evitar sentirse como se sentía, todos parecían fascinados con esa trepadora oportunista y no se daban cuenta que ella solo quería atrapar a su Pedro.


Apretó los dientes y la miró con sorna de arriba abajo como lo hacía siempre “Resulta que ahora la zorra se viste de marca” — consideró al ver las vestimentas de Paula.
“Pronto se te va a acabar todo eso putita” — se dijo para sus adentros.


Luciana que advirtió la forma despectiva con que Rachel veía a Paula no dudó en intervenir.


- ¿Ya vieron que linda que está Paula? creo definitivamente que debes adoptar la moda de Michael Kors lucirás radiante en tu auto nuevo. —Pedro elevó los ojos al cielo, sabía de sobra lo que intentaba hacer Luciana, pero también sabía de sobra lo incómoda que Paula se sentiría.


- ¿Auto nuevo? — Preguntó Ana.


Luciana se trasladó hasta donde Pedro estaba y lo rescató del lado de Rachel donde había quedado parado al saludar.


- Ay sí, mi hermanito le regaló un auto a Paula que raja la tierra, un Maserati Granturismo con el interior de diseño exclusivo.


- No me extraña que haya elegido ese automóvil para ti — dijo Bárbara con mucha naturalidad — mi hijo adora los autos italianos — Paula se rebulló en el abrazo de Horacio y se sonrojó mientras fulminaba a Luciana con la vista. — sin duda que te debe quedar muy bien un auto así, felicidades corazón que lo disfrutes mucho!!


- Gracias Ana, pero considero un regalo demasiado ostentoso, no era necesario, Pedro sabe lo que opino. — lo miró suplicándole que todo termine pronto.


- Si mi hijo consideró que es lo que mereces ten por seguro que no se equivocó — le dijo Horacio.


- Por supuesto niña, cambia esa cara de ternero degollado, sabes cuantas quisieran conseguirse un jovenazo como este que las llene de regalos. — intervino Ofelia mientras con una mano señalaba de pies a cabeza a Pedro — goza, después de todo pronto será tu esposo, días más días menos para disfrutar de su dinero es lo mismo.


- ¿Ves? — Pedro ladeó la cabeza mientras le hablaba — Ofelia es muy inteligente deberías escucharla ya que a mí no lo haces.— dijo Pedro.


Pedro por favor — le rogó con la vista.


- Lo sé, lo sé, cambiemos de tema, no la abrumemos.


- Me voy — dijo Rachel a Federico y a Ruben que se había acercado a ellos y estaban conversando en la otra punta de la sala.


- Mamá, papá Rachel se va — dijo Federico.


- Ay tesoro, ¿no quieres quedarte a cenar con nosotros? — le preguntó Ana mientras se acercaba hasta ella, Rachel en otro momento ni hubiese dudado en aceptar pero pensar en compartir la mesa con Paula y viendo como Pedro se desvivía por ella, era algo que no podía ni quería soportar, no era bueno para su plan mostrar sus emociones pensó.
- Quédate, ya que nos abandonas en la empresa, al menos hoy cena con nosotros — Horacio intentó convencerla, Pedro frunció el ceño al escuchar a su padre, no sabía si había entendido bien.


- Les agradezco pero, he quedado con una amiga.


- Qué pena — se lamentó Ana — pero como es eso que dejas la empresa, o ¿acaso oí mal?


- No mi amor — le explicó Horacio — no entendiste mal, Rachel ha tenido una oferta de un estudio de abogados muy importante, es una gran oportunidad en su carrera.


Paula y Luciana se miraron y a Paula casi se le escapa una sonrisa en complicidad con su futura cuñada, luego buscó la mirada de Pedro, pero él en ese momento se dirigió a Rachel.


- Que noticia Rachel, te auguro muchos éxitos.


- Gracias bomb… — paró la palabra a la mitad y se rectificó — Pedro — Rachel estaba por llamarlo bombón pero se contuvo.


Pedro se sintió aliviado con la noticia, parecía que Rachel finalmente había entendido que entre ellos no podía existir nada.


A los pocos minutos que ella se había marchado, llegaron Hernan, Lorena y los mellizos. Ambos niños venían dorminos en sus sillas de viaje, así que las mujeres acompañaron a Lorena hacia el dormitorio de invitados para acostar a los niños, pues Ana había comprado cunas especialmente para cuando sus nietos venían y pensaba acondicionar uno de los cuartos exclusivamente para ellos, después de todo aunque ahora pensaban mudarse a los Hamptons también vendría a la ciudad algunos días.


Luciana y Paula no habían podido hacer ningún comentario acerca de la partida de Rachel, y es que no habían tenido oportunidad de estar a solas, por eso cuando Luciana la tuvo a tiro tomó la mano de Paula y se la apretó, ella la miró y se rió disimuladamente, se fijó de no ser advertida por nadie más, y gesticulando le dijo “estoy feliz” ambas dejaron escapar una risita sostenida que nadie notó.


Salieron de ahí después de adorar por un largo rato a los pequeños que estaban cada día más bellos, se los veía muy sanos.


Se unieron a los hombres en la sala. Federico había puesto música de los años 80, él era un adorador de esa época.
Ofelia y Soledad entraron desde la cocina con unas bandejas que dejaron en la mesa baja de la sala con pinchos de tomates con mozzarela marinada, bocaditos de paté de marisco, canapés de queso y uvas y de salmón, montaditos de arenque con olivas y la infaltable guacamole de Ofelia con nachos, como entremés antes de servir la cena y mientras disfrutaban de unos aperitivos.


La cena fue encantadora, los hermanos se gastaron algunas bromas y por supuesto el blanco perfecto esa noche fue Federico a quien torturaron por su inminente abandono de la soltería.


Ana lógicamente sin dudarlo salió en su defensa, aunque a esta altura del partido ya estaba acostumbrada a las tomadas de pelos entre ellos.


Los jóvenes como siempre que se reunían habían acaparado la velada.


Horacio desde la cabecera de la mesa, y Ana sentada a su lado, permanecían tomados de la mano mientras miraban con orgullo a sus cuatro hijos, que esa noche se veían muy felices, solo faltaba Alison a la mesa para estar completa, pero esa falta era temporal y de seguro sería la última vez que suceda.


Sus nueras y su yerno, también tenían todo su cariño, los consideraban personas de bien y si sus hijos sonreían plenamente estando a su lado, no importaba si eran recolectores de basura o de la high society de U.S.
Para ellos los méritos de la gente pasaban por otro lado, por los valores morales, eso era lo único que importaba realmente y gracias a Dios todos sus hijos tenían a su lado a personas sin malas intenciones y con muy buenos sentimientos.


Lorena no solo era una buena esposa y dulce nuera, sino que también era una madre excelente y amorosa y la única capaz de soportar el mal genio de Hernan.


Ruben era la cordura y la mesura que Luciana necesitaba a su lado, increíblemente reservado y atento se había ganado el cariño enorme de sus suegros.


Alison representaba la frescura personificada, tierna, siempre atenta, muy correcta, era quien había echado la soga al cuello a su hijo mayor cuando increíblemente él decía que jamás se casaría, que sería un eterno soltero para gozar de la vida.


Y por último Paula, era un ángel caído del cielo que había llegado a la vida de Pedro para mostrarle que la verdadera felicidad existe y que era posible para él.
Solo bastaba con ver como lo miraba para darse cuenta el profundo amor que sentía por el menor de sus hijos.


Ofelia como de costumbre permanecía atenta y estaba embelesada observando al matrimonio como disfrutaban de la felicidad de sus hijos.


Se acercó por encima de la mesa.


- Han hecho cuatro hermosos muchachos, dejen de babearse, sin el profundo amor que ustedes se tienen no hubiera sido posible.


Horacio le acarició la mano a esa fiel mujer entrada en años que sabía de sobra cuanto ellos se querían porque los había acompañado desde que su historia había comenzado.


- Ay Ofelia querida, tú también eres parte de este cuento y participe de la educación de nuestros hijos, criar cuatro niños no ha sido fácil, pero tú nos has ayudado siempre, eres parte de esta gran familia vieja charlatana.


- Tú eres el viejo, mira todas las canas que tienes, busca a ver si me encuentras una. — se carcajearon, Ofelia siempre ponía el toque de humor en todo, parecía que jamás estaba de malas.


Luego de la cena se sentaron en la sala a beber café y Horacio aprovechó para tomar algunos retratos familiares, él era un aficionado a la fotografía y le encantaba plasmar siempre en imágenes a su familia.


Sin decir agua va Pedro se levantó del sofá y pescó su móvil que vibraba en el bolsillo de su pantalón, pero cuando lo sacó se dio cuenta que no era el suyo sino el de Paula pues cuando se lo había quitado en el auto había quedado en su poder y luego se le olvidó devolvérselo.


Lo que vio en la pantalla le puso los pelos de puntas y el humor se le agrió, acababa de recibir un mensaje de Gabriel Iturbe.


Lo lógico y más sensato hubiera sido restituirle el móvil pero los celos incontenibles no lo dejaban pensar y en ese momento solo consideraba leer lo que tenía que decirle ese idiota a su mujer.


Se apartó, pero como todos estaban bromeando y charlando, a Paula no le extrañó en lo más mínimo que lo hiciera para tomar un llamado.


- Me extrañó mucho verte en New York y no saber que aún estabas acá, en realidad me dolió que no me lo hayas dicho, espero no haber hecho nada que te haya molestado la última vez que nos vimos y por eso tu decisión de ignorarme, me encantaría que tomásemos un café o quizá podríamos cenar juntos. Te mando un beso grande, quiero verte pronto. Te llamo.


- Este hijo de puta está buscando que le rompa la cara — Pedro reflexionó en voz alta pues donde estaba nadie podía oírlo, se lo llevaba el viento, los mil demonios y satanás, Paula era suya, y este infeliz parecía no querer darse cuenta.


Volvió a dejar el teléfono en su bolsillo y se acercó donde todos estaban, tomó de una mano a Paula y la hizo levantar.


- Vamos — todos se quedaron viendo la actitud hostil de Pedro, tenía el cejo fruncido y no se mosqueaba en disimularlo. Paula realmente no entendía porque ese cambio de humor repentino.


- Ey tan temprano van a irse!! — protestó Luciana.


- Sí estoy cansado.


- Déjalo Luciana — Ana al observar que su hijo estaba contrariado frenó a su hija, pues cuando Pedro se ponía así era mejor darle espacio. — Hijo espera, hoy retiré los trajes de los padrinos llévate el tuyo.


- Sí claro mamá.


- Ven Paula acompáñame a buscarlo y te doy tu cartera también.


Paula y Bárbara desaparecieron de la sala, mientras tanto Pedro fue en busca de los abrigos de ambos que estaban en el closet del recibidor.


- ¿Y a éste que bicho le picó? — preguntó Horacio.


- Sabemos lo ciclotímico que es Pedro, no va a cambiar de un día para el otro porque ahora está con Paula — Federico fue muy concluyente.


- Bueno, bueno, dejen en paz a su hermano — Horacio no quería que Pedro se vaya enojado con ellos por estar hablando de él a sus espaldas — tendrá sus razones, respetémoslo.


Pedro regresó con su abrigo ya puesto y el de Paula en la mano, para acelerar la despedida él fue despidiéndose mientras ella volvía.


Paula finalmente regresó con Ana y Ofelia, traían el traje en una funda.


Pedro desplegó el abrigo para que Paula se introduzca en él, se lo deslizó por los brazos hasta los hombros y entonces le tomó de la mano la percha a su madre y se despidió.


Ana le sostuvo la cara con ambas manos y lo besó en la frente, él cerró los ojos para recibir el beso de su madre, y emitió un suspiro mientras descansaba su frente en sus labios, luego le besó la cabeza a Ofelia para despedirse.


- ¿Nos vemos mañana a las diez en el ensayo Pedro?


- Por supuesto, ahí estaré — le aseguró a su hermano.
Paula se apuró a despedirse de todos, Pedro la guió de la parte baja de la cintura hacia fuera, y entraron en el ascensor que los llevó directo a la cochera.


En el trayecto desde el penthouse hasta ahí él se cruzó de brazos mientras ella se mantenía abrazada de su cintura.


Paula lo notó frio pero si estaba de mal humor no creía que sea con ella, ya que finalmente durante toda la noche se había mostrado muy amoroso y en varias oportunidades, así que el enfado por el encuentro con Gabriel era obvio que había desaparecido, lo dejó que se tranquilice, mientras, seguía abrazándolo, pero después de unos instantes no se aguantó más.


- ¿Pasó algo mi amor? — Pedro ladeó la cabeza y se la quedó viendo, sin demora y parcamente le contestó


- No. — y eso fue todo lo que dijo, ella le acarició la mejilla a contra pelo se acercó y lo besó castamente en los labios, pero el permaneció impasible.


- Quiero llegar a casa y que me hagas el amor con música — le habló sobre sus labios — quiero elegir una bonita canción y que nos perdamos en la letra mientras nos amamos.


La puerta del ascensor se abrió en ese momento, así que a ella no le extrañó que Pedro no le haya contestado nada, la tomó de la mano y la llevó hasta donde había quedado el automóvil, pero la arrastraba casi como bandera.


Pedro, por favor, no puedo caminar tan rápido con estos botines. —en vez de detener el paso optó simplemente por soltarle la mano y la dejó atrás caminando sola, fue entonces cuando Paula empezó a sospechar que el enfado era con ella, recapituló los últimos momentos antes que él decida irse y nada parecía indicar la razón de su enfado, es más, en el momento que se paró del sofá estaban abrazados riendo sin parar mientras él le besaba el pelo.


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