lunes, 28 de julio de 2014

CAPITULO 54




Después de pasar parte de la mañana y de la tarde ultimando cosas con Noelia en Mindland, Paula se regresó a su casa donde se dispuso a tomar yogurth con cereales no había almorzado nada, aunque de todas formas no tenía apetito, así que con ese alimento era más que suficiente para su anudado estómago.


Estaba pensando seriamente en adelantar su viaje a Mendoza, para que su familia pueda cuidar de ella durante su convalecencia, además en Buenos Aires sería una continua molestia para sus amigos y estaba harta de importunarlos con sus problemas.


Entró a su estudio donde encendió su Mac, para cambiar el pasaje que tenía con fecha 23 de diciembre para cuanto antes, si era posible para hoy mismo. Finalmente, consiguió cambiarlo para el día veinte.


Acababa de hacer la confirmación del pasaje cuando sonó su teléfono.


Se quedó inmóvil viendo la pantalla, había saltado la foto de Pedro identificando la llamada.


Su corazón latía desbocado, le faltaba el aliento, se sentía inerme y las lágrimas empezaron a caerle por el rostro, pero se mantuvo impertérrita, no claudicó y dejó ir el llamado al contestador.


- ¿Para qué me llamás Pedro? dejame en paz… — pensó mientras se tapaba la boca.


El celular volvió a sonar, era él nuevamente, pero tampoco lo atendió, aunque él siguió insistiendo.


Tras los cinco llamados perdidos llegó un whatsapp — era tortuosa su insistencia.


Lo abrió sabiendo que era Pedro por el ringtone de Reik.


- Atendeme Paula, necesito hablar con vos.


Sin duda se daría cuenta que ella lo había leído, pero decidió no contestarle, no pensaba ceder, todo había terminado, era mejor interrumpir todo contacto con él, así sería más fácil olvidarlo.


Pedro volvió a llamarla pero ella no declinó ante su obstinación. Volvió a recibir otro whatsapp


- Terca, atendeme necesito saber cómo estás.


Ese mensaje la hizo estallar y no pudo contenerse de contestarle.


- Que mierda te importa como estoy, olvidate que existo, yo voy a hacer lo mismo con vos, ocupate de tu mujer y preocupate por ella. Dejame en paz.


-Perfecto si es lo que querés, no pienso rogarte más para que me escuches, solo te digo que tarde o temprano te vas a arrepentir de no haber querido hablar conmigo. Que tengas mucha SUERTE


- HIJO DE PUTA encima te atreves a advertirme, vos no tenés vergüenza


- Estoy harto de tus insultos y de tu necedad pero hasta acá llegué. ADIOS


Paula se echó sobre su cama a llorar desconsoladamente, no era de Dios sentirse tan angustiada, que pretendía Pedro, no se daba cuenta cuanto la lastimaba… finalmente el agotamiento se apoderó de su cuerpo.


Cuando consiguió calmarse llamó a su madre para decirle que adelantaba su viaje y que llegaba mañana a las 14:58 a San Rafael en un vuelo de Aerolíneas Argentinas operado por Austral.


Su madre estaba gozosa de contenta, por supuesto, Paula había obviado decirle del accidente, cuando llegase le contaría, no quería preocuparla desde ahora.




Pedro estaba furioso por la obstinación de Paula, tiró su teléfono sobre el escritorio se quitó la corbata de un tirón y se dejó caer sobre el respaldo de su sillón donde levantó sus manos y se apretó la cabeza mientras la dejaba caer hacia atrás.


En milésimas de segundo y como torbellino se levantó del asiento, tomó su iPhone depositándolo en el fondo del bolsillo de su pantalón, y seguidamente se hizo de su sobretodo de cachemir gris del perchero, asió su maletín y salió de su oficina para irse de Mindland, cuando pasó por el escritorio de Alison le indicó que se iba, que transfiera los llamados a su teléfono.


- Mierda Paula necesito retomar mi vida, necesito sacarte de mi cabeza — dijo en voz alta, dentro del ascensor en el que descendía hacia el lobby principal del edificio.


Buscó en la cochera su Alfa-Romeo 8C competizione y se trasladó por la ciudad, hasta llegar a THE BELAIRE, en el 524 East de la 72nd Street, de Upper East Side, donde estaba el penthouse en que residía la familia Alfonso.


Entró con sus llaves, aún las conservaba.


Ingresó en el recibidor del departamento y se dirigió hacia la sala donde encontró a su madre sentada leyendo un libro.


- ¡¡Mamá!!


Ana Alfonso pegó un grito y se puso de pie cuando vio a su hijo menor entrar en la sala.
Se echó en sus brazos, se aferró a su cuello y lo llenó de besos, sin poder contener las lágrimas por la emoción.
Lo había echado de menos durante el tiempo que Pedro no había estado en el país.


- Mi amor, mi cielo, cuanto te extrañé… hace casi dos meses que te fuiste, se me hizo interminable este tiempo.


Pedro abrazaba y besaba a su madre mientras la giraba en el aire.


- También te extrañé mummy.


- ¡Hijo querido! déjame verte, hmm, tienes un exquisito bronceado que resalta el azul de tus ojos, quítate el sobretodo, déjame ver si no estás más delgado.


- No mamá, te juro que me alimenté bien. — Paula cocinaba como los dioses hubiese querido contarle y nuevamente ella estaba apoderándose de sus pensamientos, nuevamente lo invadió la tristeza al pensar que hasta hace unos días atrás, él imaginaba cuando ellas se conociesen.
Con su madre siempre hablaba en español era una regla de oro e inquebrantable…


- Ay pero si traes una tonada muy porteña.


- No exagerés Ana — miró hacia el techo poniendo sus ojos en blanco.


- No, si no exagero, estás acentuando las palabras, ese el tuteo porteño — Pedro se rió — y no me llames Ana, sabes que lo odio, no seas maleducado con tu madre que te extrañó más que a nada en este mundo — le dio otro beso en el carrillo y le sostuvo el rostro entre sus dos manos, mientras admiraba la belleza de su hijo más pequeño, estaba embobada y regalándole una mirada sincera, pura y de admiración — cuéntame, ¿cómo está Buenos Aires?


Se sentaron en el sofá de la sala junto al piano, quedando a sus espaldas el Queensboro Bridge.


Ana no podía dejar de tocarlo.


- No me acuerdo mucho de los otros viajes para comparar, éramos chicos cuando íbamos a visitar a la abuela, de lo que pude ver ahora te diré, que me gustó mucho.
Anduve cerca de San Isidro, fuimos con Mikel a la casa de fin de semana de su primo que queda por ahí cerca — recordó las explicaciones de Paula y el fin de semana vivido con ella, sacudió ligeramente la cabeza al darse cuenta que estaba otra vez evocándola.


- Ay en serio… como añoro mi barrio, algún día regresaré y caminaré por sus calles nuevamente, solo para darme el gusto, solo para eso — Pedro se acercó y besó a su madre en la frente, le dio verdadera ternura su añoranza — dime, ¿no conociste ninguna porteña?


El rostro de Pedro de pronto se endureció.


- Fui por negocios, no fui en plan de conquista — explicó tajante.


Ana tomó del mentón a Pedro que esquivaba su mirada y estudió el gesto de su hijo, negó con la cabeza.


- Está bien, si no quieres contarme… cambiemos de tema — Pedro no acotó nada, le pareció bien que su madre dejara el asunto de lado y se dedicase a otra cosa — creo que necesitas descansar, tienes unas ojeras horrendas hijo, presumo que el vuelo fue largo. — él asintió con la cabeza y la besó acariciándole la mano que sostenía su barbilla, su madre pasaba de un tema a otro como torbellino, así era ella, no tenía pausa cuando hablaba — almorzamos juntos ¿verdad?


- Por supuesto.


- ¿Qué quieres comer tesoro mío?


- Consiénteme con ñoquis mami.


- Ah perfecto, enseguida te preparo, déjame llamar a Ofelia para que me allane el camino mientras tú y yo conversamos. Ofelia… Ofelia... Por Dios, esta mujer está cada día más sorda, se encierra en el cuarto de planchado con la televisión y no escucha nada.


- Pobre Ofelia, está un poco mayor, tenele paciencia.


- Si supieras la paciencia que le tengo, tú mismo me darías un premio.


- Ofelia… — se asomó por la puerta que daba a la cocina para vociferar una vez más el nombre.


- Que pasa Ana porque que gritas como loca desaforada ya te escuché, estaba ocupada.


- Que vas a escuchar, si hace un buen rato que te estoy llamando, estoy casi sin voz de tanto gritar, seguro te avisó Soledad, por eso vienes.


Pedro no podía dejar de reírse, siempre era así entre su madre y el ama de llaves. Ofelia estaba con ellos desde que sus padres se habían casado, ella era más que un ama de llaves, era una integrante más de la familia, hasta comía con ellos en la mesa, también era la dama de compañía de su madre, su amiga, su confidente y también algo así como su segunda madre.


Cuando Ofelia salió tras la puerta que llevaba a la cocina e ingresó a la sala, de inmediato vio a Pedro sentado en el sofá.


- Ay pero miren quien está acá el consentido de la casa… — la mujer seguía tratando a Pedro como si aún fuese un niño, él se levantó y fue a su encuentro.


- Hola Ofelia ven acá, dame un beso.


- No tú dámelo, los niños siempre tienen que besar a sus mayores.


- Pero ya no soy un niño… — Pedro se rió.


- No importa, es una excusa, cuando tú me besas yo imagino como besas a tus novias, es la única oportunidad de recibir un beso de un Adonis como tú, así que dame un beso acá — dijo señalando su cachete — y no rezongues — le palmeó el hombro.


- Ok te lo doy, pero ahí no beso a mis novias — le guiñó un ojo— te aseguro que es en el lugar en que menos las beso — lo último se lo dijo en el oído.


- No seas atrevido muchachote, yo no te pedí que me contaras intimidades, tampoco pretendo que me des un beso de lengua, estoy vieja para eso. Aunque te digo que en mis años de juventud, varios me han dicho que besaba muy bien — Bárbara miraba al techo.


Pedro estaba desternillado con las ocurrencias de Ofelia ella siempre era así podía cambiarle el humor a cualquiera. El ama de llaves también hablaba en español, ella era de origen mexicano y había venido a USA de muy joven.


- Vieja asquerosa, como si a nosotros nos importase saber de tus correrías de juventud — dijo Ana intentando parecer ofendida. Se rieron los tres, él las tenía abrazadas a ambas — Pedro quiere comer ñoquis, saca la salsa del refrigerador y dile a Soledad que ponga a hervir unas patatas por favor, que ahí voy a prepararlos.


- Como usted mande mi “Sra.”


- Qué suerte que regresaste querido, esta mujer estaba insoportable lo que no te veía — le guiñó un ojo exageradamente y se marchó.


Durante el almuerzo y la tarde Pedro estuvo tan divertido con Ofelia y su madre que logró quitarse de la cabeza por un rato a Paula.


Se quedó también para la cena, necesitaba una sobredosis de su familia, precisaba sentirse querido y mimado, y por otra parte su madre ya había avisado a todos sin consultarlo, para que en la noche se reúnan para darle la bienvenida a él.




Paula pasó la tarde preparando el equipaje, cosa que le llevó más tiempo de lo normal, puesto que solo contaba con una mano para manejarse. Por suerte la que tenía sana era la derecha, sino se habría complicado aún más.


Lo primero que guardó fue la remera de Pedro, y se sintió contrariada por no poder resistirse y desecharla.


Llamó a Matias y a Ezequiel para contarles, que se iba antes de tiempo a Mendoza dadas las circunstancias de su estado físico. Como en el horario en que su vuelo partía Mati estaba en el trabajo, Ezequiel  que tenía horarios más flexibles, se comprometió a llevarla al aeroparque.


- No es necesario solo llamé para despedirme, no quiero seguir siendo una molestia para ustedes, puedo tomar un taxi, estoy harta que carguen con mis problemas, y ustedes deben estarlo mucho más.


- De ninguna manera, yo te llevo — Ezequiel  no le dio oportunidad de discusión.




Para la cena en casa de los Alfonso todos los hijos se congregaron en el penthouse familiar, con motivo del regreso al país de Pedro.


Alison y Federico estuvieron antes que nadie ya que luego de la oficina fueron directamente hacia allá.


Durante la mañana, cuando su hermano estuvo en la empresa Federico no lo había visto y cuando llegó en la tarde al piso, se encontró con que él estaba tomando una siesta, en el dormitorio que ocupaba cuando aún vivía en la casa familiar.


Finalmente el cansancio había terminado por hacerlo rendir a sus pensamientos y Ezequiel  había podido descansar un rato.


Después de una merecida siesta, se despertó en la cama que ocupaba cuando allí vivía, miró a su alrededor y estudió el entorno hasta que finalmente cayó en cuenta de donde se encontraba, encendió la luz de la mesa de noche y mientras se acostumbraba a la luz artificial, consultó la hora en su Vacheron Constantine, donde pudo ver que eran pasadas las diecinueve horas, inconscientemente calculó la hora que era en Buenos Aires y no pudo dejar de dedicarle un pensamiento a Paula, repasando lo que a esa hora normalmente hacían en los días que habían compartido juntos.


Bufó recriminándose por dejar que su mente se trasladara a esos días e intentó alejar las escenas vividas con ella, se obligó a levantarse de la cama, estiró su musculatura y se metió en el baño donde tomó una ducha.


En el closet de esa habitación, siempre dejaba ropa para poder cambiarse cuando allí se quedaba, así que se aprestó a alistarse para la cena, se puso unos jeans claros, una remera ceñida al cuerpo en color gris y de abrigo una chaqueta de lana jaspeada en tonos ocres, mientras que en los pies se calzó unas zapatillas Nike. Luego de perfumarse, salió a la sala donde se encontró con sus hermanos.


Luciana y Federico se acercaron a saludarlo y se fundieron en un abrazo con él, ellos se mostraban muy felices que Ezequiel  haya regresado a USA.


Como a Alison ya la había visto en la oficina solo se saludaron desde lejos.


Llegó el turno de su cuñado, que se encontraba preparando unos tragos, mientras esperaban que esté lista la cena.


Ruben McCarthy lo abrazó y lo palmeó en la espalda dándole también la bienvenida por supuesto que no tardó en ofrecerle un Bloody Mary, sabiendo que ese era su trago preferido.


- Hermanito querido, te extrañé tanto… — dijo Luciana mientras se aferraba a la cintura de su hermano mellizo y bebía un sorbo de su Martini — que buen bronceado traes, nosotros parecemos todos muertos a tu lado — Pedro sonrió ante la ingeniosidad de su hermana y la besó en la frente.


- También te extrañé nena.


- Caíste desmayado en la cama — acotó Federico —fui a verte cuando llegue de la oficina, pero ni te enteraste.


- Estaba cansado, fue un vuelo muy largo y dormí muy poco durante el viaje.


- Sí, papá me dijo que no tenías buena cara esta mañana.


- ¿Qué he dicho yo? — preguntó Horacio Alfonso mientras se acercaba a sus hijos cuando escuchó que lo nombraban. 


Federico repitió sus dichos y Horacio ratificó lo expresado por él. — Ah pero ya tienes mejor semblante, nada que unas horas de sueño no puedan mejorar — Pedro sonrió deslucidamente, sabiendo que en realidad nadie conocía su verdadero mal estar, pero asintió para dejarlos a todos conformes.


El ascensor que estaba junto al vestíbulo se escuchó, y pronto ingresaron en la sala Hernan Alfonso y su esposa Lorena Wall que cargaban a los mellizos hijos de la pareja.


Luciana se apresuró y quitó de los brazos de Hernan al pequeño Noah, Pedro, mientras saludaba a su cuñada, aprovechó y la alivió del peso del pequeño Lucas, a quien llenó de besos en el cachete regordete.


- Vaya, como han crecido estos niños… — Pedro se mostró muy asombrado por lo bien criados que estaban.


La familia Alfonso estaba completa, ya nadie faltaba llegar y todos lucían exuberantes de contentos, festejando el regreso de Pedro.


Ana y Ofelia se encontraban terminando de poner la mesa, los demás presentes se encontraban congregados en la sala, mientras interrogaban sin parar a Pedro a cerca de su viaje.


Federico era quien más recordaba Buenos Aires de cuando iban a visitar a su abuela materna por ser él el mayor.


En cuando quedaron solos en un aparte, Luciana no desaprovechó la oportunidad de interrogar a su hermano, mientras se aferraba a su cuello para hacer la conversación más íntima aún.


- Me tienes que contar de la mujer que me atendió en tu teléfono.


- No empieces Luciana, no hay nada que contar — Pedro utilizó un tono de advertencia.


- Mentiroso, viendo como te pones a la defensiva apuesto que si lo hay ¿cómo se llama?


Miró fijamente a los ojos a su hermana melliza, la estudió, la conocía y sabía que no desistiría, hasta que no le dé un poco de información que la dejase conforme.


- Es una empleada de la empresa con quien confundimos los móviles durante una reunión de trabajo.


-Pedro ¿vos me crees estúpida? uno no confunde móviles si no tiene cercanía con dicha persona.


- Sos insufrible… es como te dije y punto.


- Y punto nada, ¿cómo se llama? Te conozco cuando pretendes evitar un tema.


Pedro clavó sus ojos azules en los azules de su hermana…


- Se llama Paula, pero se terminó, no lo comentes con nadie si no querés que me enoje con vos, menos con papá y mamá te lo prohíbo me escuchaste, no hagas que me arrepienta de haberte dicho su nombre.


- Ok, ok, pero viendo como te pones sé que no se terminó — lo tomó de la barbilla y le dio un beso en el la punta de la nariz.


- No sé porque te soporto Luciana, si no te quisiera tanto…


- En la semana nos juntamos y me terminas el cuento, no te vas a salvar hermanito. Esa cara de traste me preocupa y estás ojeroso y disperso, no creo que sea por el viaje, ese cuento a otro, a mí no ¿me escuchaste lindo?…


- Ni lo sueñes…


- ¡Ja! como si tuvieras opción…


Pedro le dio una mirada con sorna y agitó su cabeza sabiendo que no podría escapar al interrogatorio.


Ana invitó a todos a acercarse a la mesa, Soledad la doméstica estaba trayendo en un carrito los platos ya servidos.

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