martes, 29 de julio de 2014
CAPITULO 57
El sábado por la tarde tal cual como se había comprometido, Pedro pasó por el 254 de Park Avenue South a recoger con suficiente tiempo a Rachel Evans por su apartamento para ir a Jamesport y ver la propiedad que ella estaba interesada en adquirir.
La corredora de bienes raíces Dennis Holler los esperaba a las 6 PM para mostrarles la casa ubicada a orillas de Long Island Sound. Pedro estaba con los brazos cruzados apoyado ligeramente en el Alfa-Competizione, mientras descansaba su cuerpo en él, lucía muy atractivo enfundado en unos jeans oscuros y sweater cuello alto de pelo de camello, bajo una campera de cuero negra que lo hacía parecer un chico malo con cara de ángel.
Esperaba pacientemente a que ella bajase, ya le había avisado por teléfono que se encontraba ahí.
- ¡Hola Rachel! — ella como siempre le sonrió exultante y arrebatadoramente fiel a su estilo.
Él, expresó un cálido saludo cuando ella asomó por la entrada del edificio enfundada impecablemente en unos leggings negros que acompañó con botas bajas de caña alta color suela, sweater irregular de lanilla color natural y un pañuelo de seda de animal print enrollado al cuello, llevaba un poncho color marrón chocolate colgado de su brazo, para ponerse de abrigo más tarde.
Cuando finalmente se acercó, él se incorporó para abrir la puerta del acompañante y le permitió a la blonda y atractiva mujer que se acomodase en el habitáculo de su automóvil.
Antes de subir, Rachel le dio un beso muy cerca de la comisura de los labios, pero él le restó importancia pues se había acomodado raudamente en el asiento y bien podía haber sido por eso la proximidad.
Pedro rodeó el deportivo italiano, y se acomodó en el lugar del conductor, ajustó su cinturón de seguridad y partieron rumbo a la I- 495E hacia Riverhead.
Durante el viaje ella se mostró muy solícita y sumamente agradecida.
Le expresó incansablemente su agradecimiento por tomarse el tiempo en acompañarla.
En realidad hablaba tanto, que para Pedro escucharla era como una gotera en la cabeza.
- Nos conocemos hace mucho Rachel, no tienes que agradecerme nada, lo hago con gusto por la amistad que tenemos de tantos años.
- Así y todo hace falta agradecerte, me siento afligida por quitarle tiempo a tu fin de semana, pero no sabía a quién recurrir para que me acompañase, además sé que nadie tendrá una opinión tan objetiva como la tuya.
- En realidad no sé si será objetiva mi opinión, no entiendo nada de construcción y solo te podré dar mi punto de vista desde lo que puedan apreciar mis ojos, pero nada técnico.
- Yo ya vi la propiedad y me gustó, pero de pronto me sentí indecisa — le explicó Rachel — no esperes encontrarte con grandes lujos, es una construcción sencilla que apelo pagar con mis ahorros, no quiero la ayuda de papá, necesito empezar a independizarme y si hoy venía con él, me diría que no es una casa digna y querría comprar una con diez habitaciones y todos los lujos habidos y por haber — Pedro se sorprendió por el comentario, siempre había creído que Rachel era una mujer inescrupulosa y fría, esta actitud mostraba otra faceta que no le conocía — la casa está bien conservada y las vistas de Long Island Sound son inmejorables, creo que el agente nos dio este horario para visitarla por eso, para que podamos apreciar el ocaso del sol en la playa.
Como el camino estaba despejado en hora cuarenta llegaron al 66 Maidstone Ln en Jamesport.
El cielo había empezado a colorearse de tonalidades naranjas rojizas, y como el sol llegaba de manera tangente a la tierra, provocaba que hasta los rayos amarillos sean visibles, había comenzado el ocaso, y tan cerca de la ribera brindaba una vista perfecta que resaltaba el rojo del deportivo de Pedro.
Tomaron la salida 72 hacia NY-25 E, en dirección a Riverhead y pronto estaban frente al condominio en cuestión.
El agente de bienes raíces cuando los vio llegar juntos, imaginó que eran una pareja y como tal se refirió a ellos.
Ninguno de los dos se molestó en aclarar la situación, a Pedro en realidad lo tenía sin cuidado lo que esa desconocida mujer pensase, estaba ahí por compromiso, solo quería que les mostrasen rápidamente la propiedad y regresarse.
La vendedora enfundada en un traje negro impecable se presentó en el porche de la casa y con melosa amabilidad, Pedro conjeturó que excesiva, les estrechó la mano a ambos y luego abrió la puerta residencial para que pudiesen ingresar en el estar de la propiedad.
Hábilmente describió los materiales y los acabados de la casa, los llevó a recorrer las dos plantas que la conformaban y todas sus habitaciones, parecía que tenía los minutos controlados, porque en el momento perfecto los invitó a salir al porche para que observaran el instante justo en que el sol parecía que chocaba con el agua y se escondía tras la lejanía del horizonte, los dejó solos para que aprecien la vista y puedan conversar.
Pedro estaba parado cruzado de brazos, con la mirada perdida en ese maravilloso espectáculo, cuando sigilosamente Rachel por detrás se apoyó en sus hombros y le rodeó el cuello con uno de sus largos brazos, ubicándose muy cerca para hablarle en su oído.
- ¿Y… que te parece? Un maravilloso lugar ¿verdad? — ella le acarició el lóbulo de la oreja con su aliento al hablarle tan cerca.
- Creo que la ubicación es insuperable, me gusta mucho como casa de fin de semana. Creo que deberías comprarla me agrada, tenías razón está muy bien conservado el lugar.
- Ok creo que después de verla por segunda vez, también me he convencido. Pero tienes que prometerme algo — Rachel se posicionó muy cerca de él — vendremos a estrenarla juntos.
- Seguro, será muy agradable — le dijo él mientras giraba su cabeza y se encontraba con una proximidad de los labios de Rachel que lo incomodaron. Pedro pensaba en ella solo como en una amiga, sus padres eran mejores amigos y ellos se habían criado entre largos fines de semana compartidos entre ambas familias, pero hacía tiempo que sospechaba que ella quería algo más.
No pudo evitar pensar en Paula, sintió que tan próximo a esa mujer la estaba traicionando, si permitía que ella siguiera seduciéndolo, estaban a nada de rozar sus labios.
Se apartó lentamente simulando apoyarse en el cerco del porche para admirar más francamente el paisaje y movió su cabeza al considerar sus pensamientos. — “Si seré estúpido caviló, como puedo creer que engaño a alguien con quién no tengo nada”.
- Hmm, tengo frío Pedro, creo que mejor vamos adentro.
- Seguro…
Rachel lo tomó de la mano y entraron en la casa donde el agente los aguardaba.
Mientras Rachel hablaba con la vendedora, ultimando los detalles de la compra, él se acercó a la ventana, seguía incrédulo, paralizado por sus pensamientos de un momento atrás y recapitulando sobre ellos.
“¿Qué me hiciste Paula? en otra oportunidad no hubiese desaprovechado que una mujer se me regale como lo está haciendo Rachel”…
- Pedro… Pedro… Pedro cariño… — Rachel lo llamaba sin obtener respuesta, él estaba sumido en sus pensamientos y parecía no escucharla, le tocó el brazo —…vamos corazón.
- Sí, claro, discúlpame me abstraje en el paisaje, acá hay demasiada calma — le sonrió deslumbrante, cuando Pedro lo hacía su rostro se iluminaba, simuló su parsimonia pues no le costó trabajo, él era bueno encubriendo sus sentimientos.
Subieron al deportivo italiano y emprendieron el regreso.
Durante el viaje Pedro puso música para no tener que conversar, no tenía ganas de enfrascarse en una conversación con Rachel, pero ella elevando el tono de voz, se las ingenió para hacerlo.
Bromeó a cerca del mal entendido de la vendedora cuando creyó que eran pareja y hasta se podría decir que le causó satisfacción que lo creyera.
- Fue muy divertido, como a cada rato nos confundía como novios, ¿no crees? —Pedro le sonrió y movió su cabeza en negación, no le contestó de inmediato, estaba juntando las palabras justas.
- ¡Qué disparate! ¿verdad? — bromeó y largó una carcajada — si prácticamente nos hemos criado juntos, para mí tu padre es el tío Roberto y tu madre tía Sara, lo que significaría que vos y yo somos algo así como primos.
Rachel le ofreció una sonrisa incómoda… y no pudo evitar la desilusión por sus dichos, si bien se esmeró en ocultar su decepción, sus ojos lo demostraron de inmediato y la tensión de su cuerpo también.
Pedro se sintió satisfecho, había conseguido con suspicacia decirle que entre él y ella no podía existir nada más allá de lo que tenían.
Cuando llegaron al departamento que ella ocupaba en Park Avenue, Rachel lo invitó a que bajase para cenar en su casa, pero él adujo que tenía un compromiso pactado con antelación, se disculpó con mucha cordialidad y le prometió que combinarían para otro momento, obviamente no era cierto, pero no quería sonar desconsiderado, él era muy caballero siempre, era su esencia.
Pedro le abrió la puerta del convertible y ella se bajó, Rachel luego de darle un beso en cada mejilla se colgó de la abertura de su campera y desde una muy cercana distancia le habló.
- Qué pena bombón que no puedas, había pensado que podíamos pasarla muy bien cenando juntos, podíamos haber pedido algo para comer en Naya — ella hizo un mohín.
- No faltará oportunidad seguramente — Rachel le dio un beso en ambas mejillas y se demoró más de la cuenta en hacerlo.
En San Rafael en el pueblo, la noche estaba entrando.
Una zona de gran actividad nocturna en la ciudad era el Boulevard de la Rotonda del Mapa, que ofrece comercios de artesanías e indumentaria, una feria de artesanos en el parque frente al boulevard y decenas de restaurantes y bares preparados para los lugareños y los turistas.
El conjunto daban al pueblo una imagen muy pintoresca.
Finalmente Alejandra había convencido a Gonzalo, Mariana y Paula, para que saliesen a comer a algún restaurante y así distraerse y disfrutar de una noche magnífica, diáfana, ella se quedó al cuidado de los niños.
El lugar elegido fue La Massa Gourmet, un cálido y confortable restó que se ubica dentro del San Martín Hotel & Spa de San Rafael, y donde las especialidades de los Chefs del lugar son la pastas, las carnes a la olla y el abundante menú vegetariano.
En el lugar se propone un menú de categoría, acompañado del maridaje de los vinos más importantes de la región.
Llegaron al Restó en una de las camionetas de la bodega, los lugareños, que se caracterizaban por su calidez los reconocían por ser una de las familias más prestigiosas de la zona, dueños de los viñedos Saint Paule.
Muchos habitantes que los conocían desde hace muchos años, se acercaron a saludar a Paula, a quien no era común ver por el pueblo, ya que todos sabían que ella desde hace algunos años vivía en Buenos Aires.
Entraron en el restó donde también fueron reconocidos y el mètre del lugar se encargó de atenderlos con inusitada preferencia.
Los acomodó en una mesa del fondo junto a la pared de piedra que resaltaba la decoración temática con mesas oscuras y sillas de tapicería blanca.
Les trajeron la cartilla y los tres pidieron platos diferentes.
La mujeres se decidieron por las pastas, ordenaron unos Tagliatelle negros y camarones en reducción cítrica y Panzzotis rellenos de hongos de pino sobre crema púrpura, mientras que Gonzalo se decidió por una Trucha marinada en cítricos, sobre un puré rústico y manteca de hierbas, que acompañaron con un Malbec Gran Reserva de Saint Paule que tenían en el lugar.
Era un ambiente muy calmo y relajado y estaban disfrutando enormemente de la cena.
-Gonzalo, quiero empezar a ayudarte en la bodega con lo que sé hacer, no es justo que cada mes me deposites cheques en mi cuenta con utilidades, cuando no hago nada por ganarme ese dinero.
- No jodas hermanita, sabes que te corresponde, sos tan dueña como yo de la bodega, ¿o te olvidás que los abuelos testaron a favor nuestro cuando murieron?
- Sí Gonza, pero no me parece justo que solo vos trabajes en ella.Si lo que te preocupa es que me inmiscuya en las decisiones, por eso no te aflijas, no estoy interesada, no sabría como tomarlas por otra parte.
Pero sí podría hacerme cargo de darles una ojeada a los libros.
- Si ese es tu gusto, podría enviarte por correo las planillas, aunque es innecesario Paula, no seas pesada, tenemos gente que se ocupa de eso.
- Lo sé, lo sé, pero asumiendo que vos principalmente te ocupás de la parte de producción, bien yo podría dar una miradita a la contabilidad, creo que siempre es bueno controlar de cerca los activos, por más confianza que nuestros empleados nos brinden no hay como el ojo de uno y no es que desconfíe, sino que quiero sentirme útil.
- Perfecto, entendí y en el fondo me alegra que te intereses, le diré a Insaurralde que se ponga en contacto con vos y te envíe informes periódicos, ¿te parece?
- Sí, me parece, gracias hermanito.
- Creo que Paula tiene razón, a veces vos te confías mucho y por preocuparte por la calidad de la producción no podes abarcar otras áreas, te aliviaría sobremanera — dijo Mariana acariciando la mano de su esposo.
- Ok, ok, ya he dicho que sí, no me atosiguen más.
- Disculpen la interrupción — dijo un hombre joven, alto y robusto de pelo rubio oscuro y ojos color avellana verdes que vestía ropas de diseñador — ¿¿Paula Chaves verdad?
- Sí, la misma — ella lo miraba intrigada, no conseguía reconocerlo y le extrañó que la llamara por su nombre completo — disculpame, hace mucho que no vivo acá, no logro reconocerte — se sintió apenada.
- No te preocupes, también hace mucho que no vivo acá, te reconocí de casualidad y porque escuché una conversación de la mesa de al lado donde los identificaban como los dueños de la Bodega Saint Paule — el atractivo hombre que se había acercado, extendió la mano y se presentó como Gabriel Iturbe, haciendo el saludo extensivo a todos con una bajada de cabeza y una mirada generalizada — hicimos juntos la primaria y parte de la secundaria Paula, ¿no me recordás?— Gabriel siguió con la explicación, estaba interesado en que Paula lo recordase.
- Gabriel, ¿sos vos? estás tan cambiado — ella se levantó y le dio un beso en la mejilla, él la acurrucó en sus brazos — ¿estás solo? sentate con nosotros por favor.
Te presento a mi hermano Gonzalo y a su esposa Mariana.
- Gracias, solo un momento — retiró la silla que sobraba y se sentó — estoy con mis padres — explicó mientras señalaba hacia una mesa ubicada cerca de la barra, Paula giró la vista y levantó la mano saludando muy cortésmente, al matrimonio que miraba en dirección de su hijo.
- ¿Qué es de tu vida, contame?
- Hace unos años que no vivo en el país, estoy radicado en New York, soy corredor de bolsa.
- Vaya, que interesante, yo estoy viviendo en Buenos Aires.
¿Estás de visita?
- Sí, presumo que vos también, me quedo hasta el 10, podríamos salir a tomar algo, no sé hasta cuando estás en San Rafael.
- Sería genial, te paso mi teléfono, me llamás y arreglamos para vernos — Gabriel sacó su celular y con premura agendó el de Paula, en eso sonó el de ella.
- Soy yo le dijo él — ahí te quedó registrado el mío — Paula en ese momento recordó el día que Pedro en el Faena había hecho lo mismo, una clara melancolía le apretó el alma, pero decidió deshacerse rápidamente de ella. — ¿hasta cuándo te quedás?
- Estoy hasta el 14 tenemos tiempo de vernos.
- Ah, perfecto, te estoy llamando entonces.
- Sí por favor, así charlamos y nos contamos cosas.
- Seguro, ahora los dejo, creo que trajeron nuestra cena y además no quiero importunarlos más.
- No Gabriel al contrario, fue un gusto haberte encontrado.
- El gusto es mío de verdad.
- Llamame.
- Sí, sí, lo hago.
El educado hombre se despidió de todos y se retiró del lugar. Después de la interrupción retomaron la conversación mientras esperaban que les sirvieran el postre. Luego que lo consumieron decidieron irse.
- Vaya, tu amigo no te quitó el ojo de encima cuando saliste — dijo Mariana.
Paula sonrió y no contestó nada, se encogió de hombros, Pablo en cambio dijo…
- No sé por qué, pero me cayó bien.
Se subieron a la camioneta y regresaron a Saint Paule.
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Son los caps más feos los de esta parte, pero después se viene lo mejor.
ResponderEliminarAh leyendote Silvina me quedó mas tranquila jajajajajja !
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