miércoles, 30 de julio de 2014

CAPITULO 58



Había llegado la Navidad, como un clásico cada año, el punto de reunión era la casa familiar de los Alfonso.


Los hijos del matrimonio, con sus respectivas parejas y los nietos habían ocupado la casa esa noche en torno a la mesa familiar, para festejar en familia.


Pedro había sido el último en llegar.


Estaba circunspecto, Ana desde hacía unos años veía a su hijo menor, apagado, parsimonioso, pero él siempre los había mantenido a raya con su vida personal y no permitía que se acercaran, levantaba una gran muralla por la que no se podía acercar desde ningún flanco.


Sabía que con quien más se comunicaba era con Luciana eso más o menos la dejaba tranquila, saber que al menos su hijo se abría con su hermana le daba cierta calma, pero igual no le gustaba verlo así, Pedro era un hombre exitoso en todo lo que emprendía pero en su vida personal era desdichado.



- Hijo, querido ¿estás bien?
Me preocupas Pedro, sé que no te gusta que te diga esto, pero te noto apagado.


Pedro estaba parado en una de las esquinas del departamento, con las manos en los bolsillos y la frente pegada al ventanal. Abrazó a su madre fuertemente y le dijo al oído.


- Estoy cansado, solo es eso, no te preocupes, no veas fantasmas donde no los hay, te juro que estoy bien aunque mi cara hoy no lo demuestre.
Me siento feliz de la maravillosa familia que tengo, de lo felices que son todos mis hermanos, me siento orgulloso de sus logros, tengo dos sobrinos maravillosos, qué más puedo pedir.


- Hijo querido, hubiese preferido que tu frase concluyese con los fantasmas que yo veo, pero con el resto de la explicación que me has dado, solo me demuestras que únicamente disfrutas de la vida de los demás y ¿qué de la tuya?
Quiero verte realizado como hombre, abrí tu corazón y busca una buena chica que te complemente y te acompañe, ya va siendo hora de que sientes cabeza Pedro — él consideró los dichos de su madre, la besó en la frente, en la mejilla y farfulló para sí, ya la he encontrado madre, pero la dejé ir, por cobarde, por orgulloso, en cambio dijo.
- Ey, que no se diga ¿tan acabado me veo?


- No mi amor, pero quiero que seas feliz, no pido más de lo que toda madre desea para cualquiera de sus hijos.




Habían pasado los días…


Paula esa tarde estaba tomando el sol a la orilla de la piscina, el silencio del lugar parecía inquebrantable, solo se oía el piar de los pájaros y el murmullo de los trabajadores que venía de la plantación y de la procesadora.


Tanta tranquilidad, hacía mella en su ánimo que ese día estaba por el piso.


Los médicos le habían dicho que mantuviese el cabestrillo por tres semanas, pero ella no aguantaba más y había decidido sacárselo antes de tiempo, decisión que había desembocado en una discusión sin razón esa mañana con su madre, que sumado al desánimo que la aquejaba la había sumido en un derrotero sin sentido ni retorno.


Escuchaba su iPod, cuando empezó a sonar Sabes y entonces su barrera de contención estalló y se quebró notoriamente ahogándose en sollozos sin rumbo.


Pedro, necesito olvidarte, necesito sacarte de mi cabeza y de mi alma”


Su hermano que llegaba del recorrido de la plantación la encontró llorando sin consuelo, hecha un bollo en la reposera, se aproximó a ella, le acarició la coronilla de la cabeza y depositó un beso en su frente.


- ¿Qué te ocurre Paula? Me tienes verdaderamente preocupado, no te veo bien.


- Abrazame — alcanzó ella a pedirle y se hundió en su cuello. Cuando hubo sosegado su llanto, se apartó de él y lo miró fijamente a los ojos — volví a enamorarme de la persona equivocada.


- Mierda Paula ¿con quién te metiste ahora?


- Con un hombre casado.


- Carajo… — masculló su hermano en voz alta sin poder creer la desdicha de su hermana — ¿cómo te enredaste con un hombre que no es libre? ¿no sabes que en una relación así nunca saldrás bien parada? — Gonzalo estaba considerablemente ofuscado no podía creer que Paula sea tan tonta.


- No te enojes, yo no lo supe de inmediato, él me engañó, me mintió y me enamoré, pero cuando lo supe lo dejé, solo que no puedo olvidarlo.


- Pendeja tenés una habilidad increíble para cruzarte con gente de mierda.


- Creo lo mismo — sonó su celular, miró la pantalla y vio que era Gabriel Iturbe.


Había pasado una semana desde el encuentro de Paula con su compañero de colegio en el restó del San Martín.


- Es Gabriel, mi compañero — le dijo a su hermano.


- Atendelo — la animó él — parece un buen chico— sorbió su nariz, respiró hondo y contestó.


- Hola…


- Paula, habla Gabriel.


- Sí, ¿cómo estás? creí que te ibas a ir sin llamarme.


- No, como crees, solo que anduve de acá para allá visitando amigos y parientes, hacía dos años que no andaba por acá así que te imaginarás como me reclamaban todos.


- Sí, puedo imaginarme.


- ¿Te parece bien que nos veamos hoy?


- Me parece perfecto.


- Ok, ¿quieres que pase a buscarte o prefieres que nos encontremos en algún lado?


- Si no te es mucha molestia y me puedes pasar a buscar, es que no estoy repuesta del todo de mi brazo, y aún no manejo.


- Te pido disculpas Paula, después que me retiré el otro día de tu mesa, me sentí mal por no preguntarte que te había sucedido, me lo reproché mil veces, quedé como un desconsiderado.


- No te aflijas, no es nada… ¿a qué hora me vienes a buscar?


- Dime tú y ahí estaré.


- ¿Te parece a las ocho? ¿o es muy tarde?


- Me parece perfecto, así damos una vuelta por el pueblo y luego cenamos juntos.


- Dale Gabriel, te espero.


A las ocho en punto Gabriel pasó por Paula, llegó en una Amarok doble cabina 4x4 propiedad de sus padres y partieron hacia el pueblo.


- ¡Qué bueno! ya no tienes el cabestrillo.


- Ah un fastidio estar con él, me lo quité antes de tiempo.


- ¿¡Cómo hiciste eso!?


- No Gabriel, vos no, por favor, suficiente con los retos de mi madre, juro que estoy bien, no me duele, iré usándolo de a poco, pero no aguantaba ni un solo día más con el cabestro.


Llegaron al pueblo, caminaron por el Kilómetro Cero, lugar donde se concentran locales y boutiques de conocidas marcas.


- La verdad Paula que de no haber estado con mis padres y de no haber reparado en la conversación que tenían los de al lado de mi mesa el otro día en el restó, jamás te hubiese reconocido, aún te recuerdo con tus dos colitas, tímida y desgarbada — ella se rió elocuentemente.


- Vos también estás muy cambiado, tu pelo se oscureció aunque tu mirada chispeante sigue siendo la misma.


Recordaron anécdotas, rieron, carcajearon, hablaron de sus carreras, de sus trabajos y terminaron comiendo en Tienda del Sol, se sentaron fuera en unas banquetas bajas informales, disfrutando de la brisa estival de la noche Sanrafaelina.


Gabriel llevó de regreso a Paula y prometieron volverse a ver antes que él se vaya, pues habían disfrutado mucho de la salida.


Los encuentros entre ellos se siguieron dando, hablaban a diario por teléfono y en las tardes se encontraban en la Villa Saint Paule, donde Gabriel acudía ya sin aviso.


Tomaban sol junto a la piscina, compartían aperitivos y recorrían la plantación y la acequia.


A Paula le gustaba disfrutar de su compañía, su conversación era siempre agradable y Gabriel se mostraba solícito con ella, a veces más de la cuenta, lo que la llevó a pensar, qué el empezaba a esconder otras intenciones tras la amistad que en esos días se había suscitado entre ellos.


Estaban en la piscina haciendo algunas brazadas luego de regresar de un paseo por la champagnera.


Paula había pegado un salto y se había tirado de espaldas en el borde de la pileta a esperar que el sol secase las gotas de agua que invadían su cuerpo luego del chapuzón.


Sintió que Gabriel se acercaba y cuando abrió los ojos lo encontró apoyado con sus codos en el desborde finlandés, su proximidad la puso nerviosa y no intentó ocultarlo.
Ensayó una sonrisa inquieta, una que desembocó en una sonrisa lujuriosa de él.


- Me gustás Paula — le dijo probando su encanto, con una voz muy seductora, que nunca le había escuchado, ella no le contestó, solo se dedicó a estudiarlo.


Gabriel con delicadeza le corrió un mechón de pelo mojado que se había pegado en su frente. Se acercó a sus labios y los besó con dulzura, con mucho mimo, su boca carnosa y experimentada dominó los labios de Paula, su lengua intentó hacerse paso entre los dientes de ella y la lamió tentándola, ella primero le negó la intrusión y luego se relajó y la abrió tentativamente para darle paso, la lengua de Gabriel buscó la de ella, y sintió que al chocarse con la suya le quemaba, que la hastiaba, que no la satisfacía, y lamentó sentirse de esa forma porque consideraba que se trataba de un buen hombre, eso sin decir que también era uno muy atractivo, del que cualquier mujer podía enamorarse.
Sentía como la respiración de él cambiaba, se tornaba entrecortaba a medida que le permitía avanzar en el beso y decidió terminarlo para no seguir confundiéndolo.


De pronto ella apoyó sus codos contra la grava y se incorporó ligeramente. Se sentó con las piernas sumergidas en el agua y enrolló su pelo en un nudo para disimular los nervios del momento, necesitaba hacer algo con sus manos.


Él se quedó en el lugar y ensayó una mueca de desánimo, de frustración, al ver que para ella ese beso no había significado lo mismo que para él.


- Lo siento, Gaby, no es un buen momento para mí.


- Lo sé me contaste que estabas saliendo de una relación complicada.
Pero no tengo tiempo Paula, mañana estoy yéndome para NY y no quería irme sin que supieras lo que siento.


- Gracias, me honra saber que no te soy indiferente.


- ¿Yo a vos, te soy totalmente indiferente?


- Me encanta tu compañía, me encanta estar con vos.


- Pero… no te gusto como hombre.


- No, no es eso, me pareces muy atractivo, de hecho sos muy atractivo, deberías saberlo — le pasó la mano por el pelo mojado intentando una caricia torpe — pero en este momento… aún estoy haciendo mi duelo — y era la primera vez que lo admitía.


- ¿Aún no lo olvidas?


- No quiero mentirte, la verdad es que no.


- Bien, aun así ¿puedo seguir llamándote?


- Por supuesto, no te lo perdonaría si así no lo hicieses — ambos rieron, ella se sumergió en el agua y lo abrazó.


- Estaré esperando que tu corazón se libere, me gustás mucho, voy a esperarte — le dio un casto beso muy corto sobre los labios.




Había pasado más de un mes desde su llegada a Mendoza.
El vuelo salió a horario.


A las 19:55 el Embraer Jet E90 de Austral comenzó su carreteo y luego se elevó en el cielo.


En la cabina del avión, Paula recordaba los últimos minutos en el aeropuerto de San Rafael mientras se despedía de su madre.


- No llores mamá, me voy angustiada si te dejo así, debo regresar a Buenos Aires, mañana debo ocupar mi nuevo puesto de trabajo en Mindland.


- Lo sé hija, lo sé, pero las despedidas son difíciles, te he tenido por tantos días acá conmigo, que aunque suene egoísta no quiero que te vayas, además, sé que no estás bien, en todos los días que estuviste en casa te he observado, me he hecho la tonta, pero te vi llorar varias veces cuando creías que nadie te veía y ni una vez mencionaste a ese chico, al lindo de ojos azules, que yo no te haya preguntado nada Paula, no significa que no me haya dado cuenta de tu tristeza, solo que no quise abrumarte, no me cuentes si no querés, pero dime por lo menos que puedo quedarme tranquila que estarás bien.


- Ay mamá sos única, quedate tranquila,Pedro solo fue un mal trago, que ya pasó, el amor de ustedes, el de mi familia me ha sanado el corazón, puedes estar calmada que estaré muy bien— Paula mintió y esperó sonar y mostrarse convincente.


- Abuelita no llores, la tía nos llamará por teléfono ¿no es verdad tía? — la niña intentó consolarla y robó una sonrisa a todos.


- Por supuesto mi princesa, los llamaré, les enviaré fotos y por ahí para las vacaciones de invierno vuelva a visitarlos.


Paula se despidió de Mariana y llenó de besos a Clara y a Francisco.


- Hermanito estaré esperando los informes mensuales de Insaurralde o los próximos cheques que me deposites te los giraré de nuevo.


- Seguro cabeza dura, ya me quedó claro ese tema, cuidate mucho — la abrazó hasta casi sacarle el aliento y en su oído le dijo — trata de caminar en dirección opuesta a los hijos de puta que siempre se cruzan en tu vida, por favor.


Ella sonrió ante el comentario cómplice de su hermano, dio media vuelta para no seguir posponiendo la despedida y porque además tenía un nudo en la garganta y no creía aguantar mucho más sin ponerse a llorar, cosa que dejaría a su madre destrozada.


21:30 Hs. el tren de aterrizaje tocó la pista del aeropuerto Jorge Newbery de Buenos Aires, retiró sus valijas de la cinta y se encaminó a la calle en busca de un taxi.


Entró en su departamento y una ola de nostalgia la invadió de lleno, y sintió erizársele la piel, miró el sofá y recordó los momentos que transcurrieron ella y Pedro amándose hasta quedar extenuados de placer sobre él.


Resopló y se fue hacia su dormitorio, donde los recuerdos no fueron menores, esa cama, su cama había sido testigo de besos, lenguas, fluidos, gemidos y orgasmos aplastadores que muchas veces terminaban y le daban paso a nuevos, que los hacían sentir que nunca era suficiente lo que pudiesen obtener del otro.


Cerraba los ojos y veía los ojos azules de Pedro perdidos en los de ella, entregados al placer que solo ella le daba, que solo ella saciaba.


Como podía ser que aún tenga esas caricias tan grabadas en su cuerpo se preguntó.


Su casa lucía extraña, tenía esa sensación luego de no haberla habitado por un mes, pero ahí estaba, plagada de recuerdos y de fantasmas y de unos ojos azules que la torturaban.


En el avión le habían dado un sándwich que aceptó de buena gana, así que como no tenía hambre y estaba agotada, se metió en la cama a dormir.


Antes de entregarse al descanso miró la hora, no era tan tarde, entonces fue que decidió enviar un mensaje a Ezequiel y a Matias avisándoles que estaba de regreso en Buenos Aires.


- Qué bueno nena, ya te estaba extrañando. — fue la contestación que le dio Ezequiel — mañana paso por tu casa después del trabajo.


- Te veo mañana en la oficina, te extrañé. — le contestó Matias.


Estaba nerviosa, era su primer día a cargo de la gerencia general de Midland Argentina, el día finalmente había llegado, sería un gran desafío en su carrera que esperaba sortear con mucho ímpetu y talento.


Llegó a la empresa muy temprano, aún no eran las 9 AM. Esperó el ascensor y subió al piso dieciséis…


Todos estaban sonrientes, la recibieron con cálidos saludos y buenos deseos.


Pasó por el que había sido su box, se paró frente a él y se sonrió al ver su escritorio que permanecería vacío hasta que encontrasen un nuevo prospecto para incorporar a la empresa.


Carolina la esperaba con una sonrisa de oreja a oreja, frente a la oficina que había sido la de su ex jefa, y que ahora era la suya.


- Bienvenida Paula ¿cómo estuvieron tus vacaciones?


- Muchas gracias Caro, estuvieron perfectas, fue tiempo de calidad con la familia, sinceramente lo pasé genial.
Dejame acomodarme y en un rato estoy con vos para que me pongas al corriente de lo que más urge.


- Por supuesto.


Entró en el despacho y sobre su escritorio había dos enormes ramos de flores, en la mesa baja del estar de la oficina otro más grande aún.


Tomó la tarjeta del ramo que estaba compuesto por flores surtidas.



¡¡¡Felicidades amiga querida!!! Que esta nueva etapa en tu carrera sea el comienzo de cosas muy buenas “Te queremos”
Matias, Ezequiel, Carla y Daiana


Olió las flores mientras se secó una lágrima que asomó por sus ojos. Sus amigos siempre estaban en las buenas y en las malas comprobó.


Tomó la otra tarjeta la que descansaba en un arreglo muy elegante de rosas amarillas.



Infinitas Felicidades…
¡¡Sos nuestro orgullo!!
Te amamos.
Clara – Fran - Mariana - Gonzalo y mamá


Sus lágrimas rodaron por la mejilla, sin encontrar contención, las secó con el anverso de la mano.
Volvió a releer la tarjeta y se sonrió al sentirse tan querida, los amó más aún por consentirla tanto.


Dejó apoyada su cartera en el escritorio que ante el estupor por la sorpresa, aún seguía colgada de su brazo.


Se dirigió hasta la mesa baja para ver quien le había mandado ese enorme ramo de rosas rojas, calculó que estaban compuestas por sesenta flores aproximadamente, lucía descomunal avasallante a la vista.



Confiamos en tu talento y en tu competitividad En nuestra empresa siempre apelamos a la excelencia.
Y sabemos que nos demostrarás que eres la mejor para el puesto que desde hoy ocupas.
Bienvenida a nuestro staff directivo Mindland International - Mindland Central Bureau
Familia Alfonso


- ¿Quién habrá ordenado enviar estas flores? — Se preguntó y necesitó de un hondo suspiro para deshacerse de sus pensamientos.


“Dejá de soñar Paula, él ya ni se debe acodar de vos, además tiene en quien pensar, en su esposa”


Acarició con el índice el apellido Alfonso y elevó los ojos al cielo dejándolos en blanco. Pero no terminaba de entender porque habían firmado Familia Alfonso.


Pedro llegó a las oficinas de Mindland Central, emergió del ascensor en el piso veintinueve y recorrió a grandes trancos el pasillo hasta llegar a la puerta acristalada donde colocó una tarjeta para que esta le diera paso al lobby, saludó a la recepcionista y dio la vuelta para entrar en la recepción donde se encontraba la puerta de su despacho, Alison ya estaba esperándolo al pie del cañón con un sin fin de pendientes para ese día, también tenía que lidiar con dos juntas, un almuerzo de trabajo y mañana viajaba a Italia.


- Te pido CINCO minutos. Tráeme un café, un crumble y comenzamos el día.


Se internó en su oficina y de uno de los cajones de su escritorio sacó una fotografía de Paula que guardaba con recelo y que sacaba cuando sentía que sus fuerzas por encontrar paz y sensatez le fallaban.


“Mi amor… ¿cómo te estará yendo en tu primer día en la Gerencia, te habrán gustado las flores que te envié?”


Alison golpeó a su puerta, se apuró a guardar la fotografía, carraspeó la garganta para acomodar su voz y le ordenó que pasara.


El día fue largo y caótico, firmó una pila de papeles ya que mañana partía para Europa. Por suerte el almuerzo de trabajo se se había suspendido, había llamado la secretaria de la persona con la que debía reunirse avisando que estaba enfermo y que no podría asistir.


No tenía ganas de salir del despacho, estaba enfrascado preparando su viaje, así que le pidió a Alison si por favor le conseguía en la cafetería de la empresa un bagel de salmón, espinacas y queso Brie, para seguir de largo y dejar todo en orden antes de su viaje.


Partía mañana hacia Milán, Italia en un vuelo directo de American Airlines que salía a las 17:55 PM desde el aeropuerto JFK de NYC.


Ya en la noche…


Habían terminado de cenar en casa de sus padres pues había ido a despedirse de Ana pues no estaría en el país por una semana.


Ofelia y su madre se encargaron de consentirlo preparándole su comida favorita chuletas de cerdo con papas crocantes.


Luego de cenar, Pedro se sentó en el living con su padre para hablar un poco del viaje.


- Tengo todo preparado y minuciosamente chequeado, Federico revisó los contratos de las locaciones, los de las concesiones y también los de las franquicias y dijo que estaba todo ok.
En realidad lo que más quiero es ver cómo están quedando las instalaciones, aunque no creo encontrarme con nada extraño, solo decir Galería Vittorio Emanuele II ya es sinónimo de vanguardia, arte clásico y glamour.
Estamos entrando en Italia por la puerta grande papá — afirmó Pedro con cierto orgullo y la voz no le flaqueó al aseverarlo.


- Así es hijo estoy muy feliz, la tienda de la 5th Avenue, y ahora la de Vittorio son mi mayor orgullo — Horacio palmeaba la espalda de su hijo mientras sorbía de su copa de brandy — Europa es el mercado que siempre quise conquistar, y lo conseguiste tú, me siento muy orgulloso.


- Estaremos en el salón de Milán donde están los más afamados diseñadores y luego aspiro a conquistar Roma y por qué no soñar con Francia.


- Cuando te pones así, tempestuosamente ambicioso, me recuerdas a mí cuando tenía tus años, bah ya estoy viejo, por eso creo que… — se acercó para hablarle casi en un susurro, su esposa andaba revoloteando por ahí y no quería que escuchase — va siendo tiempo que deje todo en tus manos y en las de Federico, no quiero que escuche tu madre, a tu regreso hablaremos de eso.


- ¿De verdad papá quieres retirarte? No considero que estés viejo como dices — a Pedro le extrañó lo que su padre le dijo, consideraba que Horacio aún estaba en muy buena forma, que a sus sesenta representaba cinco años menos.


- Uff, los años comienzan a pesar querido hijo y aunque todavía esté en mis cabales y con todas mis facultades aún intactas y en muy buena forma, también es cierto lo que dice tu madre, Ana tiene razón, necesitamos tiempo de calidad ella y yo, para disfrutar los últimos años que nos quedan.Shh ahí viene tu mamá, aún no le digo nada.


- ¿Qué están cuchicheando ustedes?


- Nada querida, ven siéntate entre medio de ambos para que te podamos mimar como corresponde — Pedro movió la cabeza y sonrió levemente.


- Ah Horacio Alfonso, sí que eres un viejo adulador, pero esos trucos ya no me distraen — dijo Ana sentándose de todos modos donde su esposo le indicaba y dándole un beso en la mejilla a su hijo y otro en los labios a él.



Ofelia trajo el café, dejó la bandeja en la mesa baja y se despidió, se iba a ver televisión desde la cama.
Le dio un gran beso y un fuerte abrazo a Pedro y le deseó un muy buen viaje.


Ana sirvió café para los tres.


- Y tú eres un cara dura, podrías ocultar un poco tu complicidad con este viejo ladino, nada bueno deben estar tejiendo para que no quieran que me entere o ¿acaso están hablando de una enamorada tuya? — le dijo mientras le entregaba una taza de café a su hijo.


- Mamá… no empieces.


- Uff, Pedro… ¿cuándo nos traerás una novia a casa? No quiero morirme sin verte formar una familia. Deja de andar de correrías, ya tienes veintisiete años.


- Déjalo al chico, que disfrute la vida es joven aún. Además, se casará el día que encuentre a la persona indicada y no cuando tú se lo pidas — Horacio puso los ojos en blanco, Pedro estaba pensativo.


- No estás tan vieja mamá para hablar de ese modo.


- No por supuesto que no estoy vieja, apenas el mes que viene cumplo cincuenta y cinco, pero quiero disfrutar de todos mis nietos y si te sigues esperando, para ese entonces andaré con bastón y no podré alzarlos siquiera.


Los tres se quedaron en silencio. Hasta que Pedro finalmente lo rompió.


- En Buenos Aires conocí a alguien.


Lo dijo con tanta naturalidad, que a ciencia cierta no se podría decir si habló o si pensó en voz alta.
Ana se ahogó con el café ante la inesperada revelación de su hijo menor.
Horacio le palmeó la espalda y Pedro le levantó los brazos para que se abra el diafragma y su madre pueda respirar mejor.


- ¿Estás bien mamá?


- Sí, ya pasó, sigue contando de esa chica por favor — Ana se mostró ansiosa, pero no quería cohibir a su hijo, que se había atrevido a hablar con ellos contándoles que mostraba interés en alguien, luego de dos años que había muerto su esposa.


- Nada, conocí una chica, que se podría decir que reúne las condiciones para novia y más también — se encogió de hombros.


-Pedro, estás hablando como si solo se tratase de una fusión de negocios, porque tanta frialdad.


- Porque todo se terminó madre.


Horacio que hasta el momento había permanecido callado, se recostó de lado contra el respaldar del sofá, cruzó una pierna y mientras lo hacía buscó la mirada de su hijo y le dijo...


- Creo que voy entendiendo de que se trata el mal humor de todos estos días Pedro — se atrevió a aseverar.


Pedro hizo una mueca con la boca que no evidenció demasiado.


- ¿Y porque se terminó? — preguntó Ana.


- Porque no confía en mí, o porque sencillamente por mí no siente nada.


- Una cosa es que no confíe en vos y otra muy diferente es que no tenga sentimientos por ti, decídete hijo ¿cuál es el motivo?


- Quizá sean los dos. Quizá no tenga confianza en mí porque no siente nada. Bah que se yo, — volvió a encogerse de hombros — es historia, seguramente como dijo papá no era la indicada.— terminó de beber el café se puso de pie y anunció que se iba a su casa.


Se despidió de sus padres, su madre le dio miles de recomendaciones como si en verdad aún fuese un adolescente que estaba por emprender su primer viaje solo. 


Luego de la pila de consejos que Pedro soportó pacientemente y con una sonrisa y asintiendo con la cabeza, lo llenó de arrumacos.


En el estacionamiento, se trepó a su deportivo Italiano y salió del garage del Belaire rumbo al Soho.


Cuando llegó al aparcamiento donde guardaba su auto, una figura femenina que salía de entre las sombras de la calle, se descubrió ante él.


Le golpeó el vidrio y Pedro reconoció enseguida, aún tras el tinte de los cristales que la que estaba ahí parada era Rachel, entonces bajó el vidrio.


- Rachel ¿qué haces a esta hora en la calle? Puede ser peligroso.


- Estaba esperándote.


- ¿Pasa algo? Sube al auto, no te quedes ahí fuera, además hace frío.


Ella se trepó en el Alfa-Competizione, se acomodó en el habitáculo, le dio un beso cuando subió y Pedro metió el automóvil en el garaje, por último cuando lo ubicó en su espacio detuvo la marcha del auto y se quitó el cinturón poniéndose de lado para verla.


- ¿Estás bien?


- Sí, muy bien, de pronto me sentí sola y salí de casa sin rumbo en mi auto… terminé acá muy cerca y vine, se me ocurrió que por ahí podíamos tomar un café — se quedó mirándolo — ¿no me invitas a tu casa? — Pedro se quedó tieso, no sabía que contestarle, no le gustaba que nadie sin ser invitado venga a su casa y menos una mujer, ahí solo entraba su familia, no quería ofenderla, se dijo para sí…


“Un café y luego pongo alguna excusa y que se vaya”.


- Por supuesto vamos. — asintió.


Pedro luego de dejar su automóvil se cambió al de ella y fueron la cuadra y media en él hasta su departamento, al llegar, ella estacionó frente al loft de la calle Greene. Él bajó del auto, dio la vuelta y le abrió la puerta para que bajase ofreciéndole su mano, él era ante todo un gentil hombre.
Entraron al edificio y caminaron hacia el ascensor, ella mantuvo su mano aferrada a la de él, mientras esperaban que llegase el elevador, cuando entraron en él,Pedro aprovechó con un ademán dirigiéndola de la cintura para soltarse de su agarre.


- Vengo de la casa de mis padres, fui a despedirme — le explicó intentando mantener una conversación.


- Ah claro, mañana viajas.


Llegaron al cuarto piso donde estaba el apartamento y Pedro le cedió el paso para que Rachel ingrese primero, él se quitó su campera y la colgó en un perchero que estaba en el recibidor, luego la ayudó a despojarse de su abrigo y también lo dejó ahí.


- Pasa, ponte cómoda, siéntate donde quieras — hizo un ademán con su mano señalando los sillones, mientras tanto se dirigió hacia la cocina.


- Me agrada tu loft ¿puedo curiosear?


- Sí por supuesto — Pedro puso la máquina para preparar café.


Rachel estaba escudriñando en su departamento, había entrado en su estudio y estaba viendo las fotografías que reposaban en la repisa.


- Desde que te mudaste acá, nunca me habías invitado — se expresó a modo de reproche cuando lo vio apoyado en la doble puerta de vidrio que dividía el estar del despacho.


- No acostumbro a invitar a nadie acá — le dijo en tono cortante, sin querer parecer grosero, pero realmente no se sentía cómodo con ella ahí, además no la había invitado obvio.


- O sea que ¿me hiciste subir por compromiso?


- Algo así… — Pedro se sonrió, para poner un manto de piedad a sus palabras y no ser tan duro en sus dichos. Ella se acercó provocativamente y en ese momento la máquina de café empezó a emitir un sonido — creo que ya está el café — dijo él mientras se daba la vuelta y se disponía a ir a la cocina.


Rachel se sentó en el sofá frente al leño, después que Pedro preparara todo en una bandeja que apoyó en la mesa baja, en ella traía dos tazas de café y una cafetera humeante.


Luego de liberar sus manos, se acercó al leño artificial y lo encendió al máximo, era una noche fría de febrero y el sistema de calderas parecía no ser suficiente. Tras volver sobre sus pasos, se sentó al lado de ella que ya había servido el café y se lo había dejado ahí.


- ¿A qué hora sale tu vuelo?


- Mañana a las seis de la tarde.


- Muero por ver el logo de Mindland en la Galleria Vittorio Emanuele II, — Pedro sonrió… — imagina, Mindland en la misma galería donde están las tiendas de alto standing. Ahí está la tienda estandarte de Prada, por Dios, esta Gucci, Louis Vuitton y también estaremos ¡¡nosotros!!


- Sí, es un sueño hecho realidad, al igual que la tienda de la 5th Avenue.


- ¡Wow Pedro! y tú lo conseguiste, eres increíblemente talentoso en todo lo que emprendes — ella se mostró realmente admiradora de él.


Rachel se acercó con desenfado y se aferró a su cuello depositándole un beso en la mejilla mucho más largo de lo normal, y no escatimó en aprisionarlo con su abrazo.


Intimidado por la situación se sintió extraño pues no era normal en él actuar así ante una mujer que solo intentaba seducirlo a cada momento. Se sintió incómodo, sonrió y probó apoyar la taza en la mesa para salir de su agarre.
Volvió a recostar su cuerpo contra el sillón y entonces, ella se volvió más audaz y se acercó a él, lo besó en la boca, Pedro tenía los brazos apoyados en forma de cruz contra el respaldo del sofá, no se movía, cerró sus ojos y se dejó llevar por el contacto de sus bocas.


Rachel lo lamió, le succionó el labio inferior, y entonces Pedro abrió su boca y le dio paso en ella, a cuenta gotas le entregó su lengua, ella hacía todo el trabajo, la suya estaba ávida por encontrar la de él y se lo demostraba, pero Rachel estaba dispuesta esa noche a pasar todas las barreras que existían entre ellos, él aunque no estaba muy dispuesto se dejó llevar, hacía un mes y medio que no estaba con nadie y las alarmas de su excitación se dispararon.


Había intentado evadir esta situación por todos los medios, pero ella no corría el dedo del renglón estaba dispuesta a tenerlo sea como sea.


Pedro la recostó sobre el sillón y comenzó a desabrocharle la camisa, metió su mano lujuriosa dentro de la abertura y acarició sus pechos sobre el encaje del corpiño, no iba a demorarse mucho, se decía mientras la acariciaba y la besaba frenéticamente.


Se apoderó de la cremallera del pantalón de Rachel y se la bajó, metió su mano en la bombacha y le acarició los labios de la vagina, estaba pringosa, ella lo deseaba, siguió con su clítoris hasta que ella se retorció por sus caricias. Entonces, se separó de su boca, la miró y le preguntó con la voz entre cortada.



- ¿Estás segura que quieres que continúe?


- Sí Pedro no pares por favor.


- Quítate todo — le ordenó.


Él hábilmente se sacó la ropa, ella hizo lo mismo. Pedro quedó en boxer, se paró mientras ella terminaba de desvestirse y fue al baño en busca de condones.


Volvió y se quitó el boxer, para colocarse el condón y se tendió sobre ella.


La penetró de una vez y comenzó a moverse.


Sí bien, solo quería satisfacer sus deseos sexuales, nunca había dejado a ninguna mujer a mitad de camino, así que intentó serenarse, la dio vuelta y la hizo poner en cuatro patas y la penetró desde atrás, le masajeó el clítoris con su dedo pulgar mientras la tenía aferrada de las caderas, siguió penetrándola con fuertes embestidas, ella gritaba estaba descontrolada, le tapó la boca con su mano cuando la sintió que se ponía rígida y constricta, pues sus gritos retumbaban en el departamento. Luego de advertir que ella llegara al alivio, se dejó ir con tres fuertes embestidas más, vació su simiente en el condón y se retiró de inmediato.


En el momento en que se corrió, se arrepintió de haber cedido a la seducción de Rachel, entonces se dijo ¿qué otra cosa podía hacer? tampoco iba a seguir quedando como un estúpido, y por otro lado necesitaba un polvo.


Ella se incorporó e intentó acurrucarse en su pecho, él no movió ni uno de sus brazos para cobijarla, para él solo había sido sexo.


Se puso de pie dejándola en el sillón, recogió su ropa del piso y fue al baño a lavarse, cuando salió de allí estaba vestido, ella todavía permanecía desnuda en el sillón.


Le dedicó una mirada furtiva y fue hacia el refrigerador, de allí sacó un agua Evian, que tomó de una vez.


Cuando levantó la mirada, clavó sus ojos en ella y le ofreció una botella de agua, pero ella lo rechazó.


Regresó al sofá se pasó la mano por el pelo y de inmediato comenzó a hablar.


- Lo siento Rachel, no quiero que te confundas, ni quiero parecer grosero, pero esto no volverá a repetirse.


- No te preocupes cariño, somos adultos, lo que sucedió fue porque yo quise que sucediera.


- Perfecto, me alegra que estemos en la misma sintonía y que dejemos todo claro. — le sonrió deslucidamente — Ok, ahora me gustaría irme a dormir — le dijo mientras levantaba su ropa y se la entregaba — lo siento Rachel pero mañana tengo una mañana complicada y luego quiero descansar para el viaje, no siempre consigo dormir durante un vuelo.


Aunque quiso parecer superada, ella le clavó una mirada que lo traspasó, nada estaba yendo como esperaba que suceda, Pedro no había sucumbido después de tener su cuerpo, solo había saciado sus deseos carnales.


Le quitó la ropa de la mano y comenzó a vestirse, cuando terminó de hacerlo, él le ofreció acompañarla hasta el auto.


- No es necesario.


- Por supuesto que sí, es tarde y tú auto está en la calle.
Bajaron en el ascensor.


Después de tocar el botón de bajada él se puso las manos en los bolsillos y se mantuvo en su postura apoyado contra el fondo del elevador. Cuando llegaron a la planta baja, las puertas se abrieron y ella salió por delante.


Ganó rápidamente la calle, Pedro la seguía de cerca, por detrás, muy callado.


Rachel antes de subir al auto se dirigió a Pedro dándose la vuelta y le estampó un beso en la boca que Pedro respondió a modo de despedida.


Luego se apartó mientras sostenía su rostro en sus manos.


- Lo pasé bien Pedro, de todas formas creo que no era necesario que seas tan grosero para despedirme, no pensaba quedarme.


- Lo siento, no quise serlo, todo fue muy extraño de todas formas. También lo pasé bien. — fue un buen revolcón pensó, pero eso no lo dijo.


- Adiós ¿mañana vas a la oficina?


- No.


- Ok, que tengas buen viaje.


- Gracias.


Ella se trepó en el auto, bajó la ventanilla y se estiró para qué él la besara por última vez, Pedro se acercó y le dio un deslucido beso, Rachel luego se acomodó en el auto abrochó el cinturón y luego que lo hiciera, tocó la bocina, él bajó su cabeza a modo de saludo y se volvió a su departamento.


Cuando entró, empezó a quitarse la ropa, a paso decidido fue al lugar donde estaba el canasto donde generalmente deja la ropa sucia para que la Sra. Doreen la recoja para lavarla, quería sacarse el perfume de Rachel de su cuerpo, así que depositó todas sus prendas ahí y luego se fue a su dormitorio para internarse en el baño incorporado a su habitación, sin titubear puso a llenar la bañera, de un manotazo tomó el mando a distancia y prendió el sistema de sonido, donde comenzó a sonar un clásico de Richard Marx.
Se metió en el agua y esperó sentirse aliviado, sentía sus músculos entumecidos.
Cerró los ojos y con los índices y pulgares se masajeó las sienes. Se sintió vacío.
Cuando reflexionó lo que había pasado con Rachel y a pesar que jamás pagó por sexo, tuvo la plena y total seguridad que así se hubiese sentido con una prostituta, un polvo rápido, lo mismo que si se hubiese satisfecho él mismo.
Entonces vinieron a su mente los momentos vividos con Paula, que diferente era todo con ella.
Esos orgasmos aplastantes que tenían cuando estaban juntos no los tendría con nadie más se dijo.
Con ella nunca saciaba sus deseos, lo que obtenía de Paula nunca era bastante, siempre quería más, siempre quería estar dentro de su cuerpo y aunque no estuviera dentro de ella con tan solo abrazarla, tocarla, olerla o sentirla, se convertía en un momento mágico.
Era sublime cada cosa que podía tener o hacer con ella, por más que ella solo se dedicase a sonreírle o a regalarle una leve caída de ojos, para él era suficiente para extasiarse viéndola.
Extrañaba su risa, su voz, sus besos… esos besos que lo perdían que lo volvían loco, extrañaba las cosas que hacían juntos, la lista era interminable, en realidad extrañaba todo de ella.


- Shit!! I’m lost, I’m patient… I Love Paula… I love you my love.


Se quedó escuchando la canción que estaba sonando.



Oceans apart day after day, And I slowly go insane, I hear your voice on the line
But it doesn't stop the pain, If I see you next to never, How can we say forever
Wherever you go, Whatever you do I will be right here waiting for you,
Whatever it takes, or how my heart break.
I will be right here waiting for you I took for granted, all the times That I thought would last somehow I hear the laughter, I taste the tears But I can't get near you now Oh, can't you see it baby you’ve got me goin’ crazy Wherever you go whatever you do I will be right here waiting for
you whatever it takes
Or how my heart breaks I will be right here waiting for you I wonder how we can survive
This romance
But in the end if I'm with you I'll take the chance Oh can't you see it baby You've got me goin’ crazy
Wherever you go Whatever you do I will be right here waiting for you
Whatever it takes Or how my heart breaks I will be right here waiting for you
Waiting for you


Los acordes de la canción y la letra terminaron con su ánimo desvencijado y se tapó la cara con las dos manos para ocultar sus lágrimas en el momento que comenzó a llorar desconsoladamente con roncos clamores.


Su pecho se insuflaba pero el aire que entraba parecía no ser suficiente estaba ahogado de decepción e impotencia, resoplaba sin sentido.


Luego de un rato, cuando sintió que nada cambiaría aunque siguiese llorando, se incorporó con ímpetu, hasta diría que con bronca, tomó una toalla y con fuerte pasadas se secó el cuerpo. Se paró frente al espejo, sus ojos estaban enrojecidos de tanto llorar, así que se pasó enérgicamente las manos por la cara como queriendo borrar la imagen que veía reflejada, dejó de verse y se lavó los dientes, luego fue al closet y buscó entre sus ropas de cama un pijama que se puso con movimientos hoscos, había pasado del clamor a la ira y no paraba de preguntarse qué le estaba pasando, él no era así, sus inseguridades hacía tiempo que las había superado, solo recordaba sentirse desbastado con la muerte de Julieta, pero en realidad ese era más un sentimiento de culpa, este en cambio se parecía mucho a un gran desconcierto.


Inmerso en un sentimiento extraño, pero más sosegado, aunque de todos modos continuaba con el ánimo maltrecho, abrió la cama de una vez y se metió en ella, apagó la luz y deseó dormirse y no despertarse con ese dolor en el pecho que lo aquejaba desde que no estaba con Paula.


Cerró los ojos apretándolos con fuerza para conseguir adormilarse y que al menos por unas horas ella no estuviese en sus pensamientos.

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