jueves, 14 de agosto de 2014
CAPITULO 110
Era viernes por la noche y Chloé estaba tendida en la cama de su apartamento pensando en Pedro.
Ese hombre se estaba convirtiendo en una obsesión y, además, lo había conocido en un momento de su vida en que se sentía débil emocionalmente; necesitaba que la
cuidaran y que la hicieran encontrarse bien. La caballerosidad de Pedro la cautivaba, le parecía un hombre enigmático y quería conocerlo más íntimamente.
El teléfono la sacó de sus pensamientos, miró la pantalla y era Damien. Lo atendió a desgana.
—Allô?
—¡Por fin te dignas a atenderme!
—Damien, por favor, ¿para qué me llamas?
—Hoy te he visto, ibas muy bien acompañada en tu coche.
¿Quién es ese tipo? ¿Es tu nueva conquista?
—No tengo por qué darte explicaciones, tú decidiste terminar con nuestra relación.
—¿Tan pronto me has encontrado un reemplazo? ¿Ése es
el amor que decías tenerme?
—Piensa lo que quieras, realmente me tiene sin cuidado.
Después de todo, tú también vives tu vida, ¿no?
—Chloé, te echo de menos. Hoy cuando te he visto
acompañada, me he dado cuenta de que ese tiempo que te pedí no tiene sentido.
—Lo siento, ahora la que necesita un poco de tiempo soy yo.
—¿Me estás hablando en serio?
—Muy en serio.
—Voy para tu casa.
—No, no vengas, no quiero verte.
—Chloé, estoy diciéndote que te echo de menos.
—No, Damien, tú echas de menos que yo viva desesperada por ti, mientras te dedicas a ignorarme.
Le cortó, pero estaba segura de que Damien ya estaba en camino, así que después de colgar, Chloé se levantó de la cama con ímpetu y se metió en el vestidor. Se quitó el pijama rápidamente y se puso un vestido de punto que resaltaba sus sinuosas curvas, se subió la cremallera a toda prisa y buscó un calzado adecuado. Fue hasta el baño, donde cepilló su cabello, se maquilló sutilmente para resaltar la luminosidad de sus profundos ojos azules, aplicó bastante brillo para destacar sus labios y salió. Después
de coger su bolso, bajó al aparcamiento. Vivía en la avenida
Foche y Trocadéro. Ya en el coche, se desvió hacia la Rue du Courson, donde aparcó un momento frente a Nicolas para comprar una botella de La Grande Dame Rosé.
Nunca había hecho lo que estaba a punto de hacer, pero la
empujaba una sensación de asfixia, de placer y de mareo; no le importaba saltarse todas las reglas, sabía que estaba actuando a ciegas, pero confiaba en sus encantos.
Pedro había terminado de cenar en su habitación.
El hotel tenía piscina y sauna, así que con esas comodidades a su alcance, se dispuso a disfrutarlas.
Subió a la azotea para dar unas brazadas, cansarse un poco y así poder conciliar mejor el sueño.
Después de nadar durante unos treinta minutos, salió de la piscina y regresó a la habitación. Le había llegado un whatsapp de Paula:
—Hola, mi amor... ¿qué estás haciendo?
—Tuvimos el mismo pensamiento, estaba por enviarte un whats, recién regreso de la piscina del hotel. ¿Qué hacías vos?
—Estoy esperando a Liliam; vamos a ir de compras y luego nos encontramos con Jacob,Luciana y Ruben para cenar en Per Se.
—¡Qué buen plan!
—Ah, no creas que tenía demasiadas ganas, me tuvieron que insistir bastante para que aceptara.
— Disfrutá, es un bonito lugar, apuesto a que cenarás muy bien. Te recomiendo que pruebes la degustación de verduras, estoy seguro de que te encantará. Cuando voy a ese lugar es lo que pido siempre.
—De acuerdo, lo pediré por vos. Pedro, necesito contarte algo, esperá que te llamo.
Paula respiró hondo y marcó el número de Pedro.
—Hola, bonita, ¿qué pasa?
—Hola, mi amor, nada, no te alarmes. Sólo quería comentarte algo que, por un motivo u otro no hice hasta ahora, pero no quiero dejar pasar otro día sin hacerlo. No
tiene importancia, pero quiero que lo sepas.
—¿Qué es Paula?
Ella cerró los ojos e intentó utilizar un tono despreocupado.
—El día que viajaste, cuando estaba a punto de salir del
aeropuerto, me encontré con Gabriel Iturbe que llegaba en un vuelo desde Mendoza.
Con sólo oír ese nombre, las alarmas y los celos de Pedro se pusieron a flor de piel, aunque quiso disimularlo.
—Y...
—Y nada, se había encontrado con mi hermano en San Rafael y Gonzalito le contó lo que me había pasado, estaba preocupado.
—Le dijiste que estabas bien y te fuiste, supongo.
De los ojos de Pedro salían chispazos y apretaba con fuerza su puño.
—Insistió en que tomáramos un café y fuimos al Starbucks del aeropuerto.
—¡Vaya, qué bien! ¿Te divertiste? —comentó él con
socarronería.
—Pedro, no pienses nada raro.
Sólo estaba interesado en mi estado y, además, me contó que su padre no estaba bien, que por eso había viajado. Se limitó sólo a eso, además Oscar nos acompañó, podés preguntarle, si querés, porque él lo presenció todo.
—¡Me importa una mierda! Tardaste dos días en decírmelo,
¡andá a otro con el cuento de que te habías olvidado! —le gritó Pedro.
—Me estás gritando, no te comportes como un estúpido
irracional.
—No, ya sé que soy un estúpido, no hace falta que me lo
digas. Yo, en París, trabajando y la señorita tomando un café con su examante.
—¡Pedro, sos un grosero! Sabés de sobra que Gabriel no fue mi amante y, si aún tenés esos pensamientos a pesar de que te dije hasta el cansancio que entre nosotros no pasó nada, bueno, en ese caso... no sé qué mierda hacés a mi lado si no confiás en mí.
—Ahora comprendo todo, ya entiendo por qué me lo contás,
porque estaba Oscar, si no hubiera sido así, te habrías hecho la despistada, ¿verdad?
—¿Pensás eso de mí? Claro,lo que pasa es que el señor
Alfonso mide a todos con su misma vara. Eso es lo que vos
hubieras hecho, ¿verdad? Contame, ¿no fuiste a comer ni a cenar aún con Chloé? Porque esa francesa, a pesar de que asegures que tu relación con ella es sólo profesional, tiene ganas de hincarte el diente. ¿O me vas a decir otra vez que estoy equivocada? Porque esa postura tuya la reconozco muy bien, la aprendí con Rachel. — Paula también gritaba y hablaba sin parar—. Y a mí también me importa una mierda lo que me digas, no soy estúpida, sé darme cuenta de los
signos que lanza una mujer cuando está interesada en un hombre. Pero ¿sabés qué? ¡Creo en tu amor y creo en vos por encima de todo! ¡Y andate a cagar, Pedro, me hartás con tu desconfianza! Me están tocando el timbre. Ciao.
Paula cortó y lo dejó con la palabra en la boca. Pedro estaba furioso; si hubiese estado en Nueva York habría ido hasta la casa de Gabriel Iturbe para dejarle bien claro que se alejara de Paula. Tenía ganas de molerlo a palos porque parecía no entender que con ella no podía tener nada.
—¡Maldición, cuando llegue a Nueva York, ese bróquer de mierda me va a escuchar!
Marcó el número de Paula, pero ella no le atendió. Le envió un whatsapp.
—Atendeme, Paula, porque me estás cabreando mucho.
—Ja, ja, ja, yo también estoy enfadada y no quiero escucharte. Andá a hacerte otros largos a la piscina, así se te pasa la calentura,chulito.
Llamaron a la puerta de la habitación de Pedro. «¿Quién mierda será? No he pedido nada...», pensó.
Abrió la puerta con tanto ímpetu que casi la arrancó del
marco. Al abrirla, se encontró allí con quien menos esperaba: Chloé estaba allí, de pie, de manera provocativa con una botella de champán en la mano; entró sin permiso, caminó hasta la sala y dejó apoyada la botella de La Grande Dame Rosé en la mesita baja, junto a su bolso. Se dio la
vuelta y se quedó quieta mirándolo.
Pedro se pasó la mano por el cabello, pero no dijo nada.
Ella, con un rápido movimiento, llevó sus manos a su espalda y se bajó la cremallera del vestido, que cayó al
suelo. Salió de dentro con habilidad y lanzó ligeramente la prenda en dirección a Pedro.
Había quedado desnuda frente a él; no llevaba ropa interior. Sus senos redondos y turgentes quedaron apuntando hacia
Pedro. Decidida a conseguir lo que había ido a buscar, se agachó con elegancia y cogió la botella que descansaba en la mesita, caminó hacia Pedro y le habló muy de cerca.
—¿Lo destapamos antes o después? —le dijo con una voz muy seductora, casi hablándole sobre sus labios.
Pedro le quitó la botella de la mano y después caminó hacia donde había quedado su vestido; se agachó y lo cogió. Chloé permanecía expectante de espaldas a él, con los ojos cerrados; lo esperaba ansiosa. Lo oyó aproximarse tras ella, pero Pedro la sorprendió colocándole el vestido sobre los hombros y hablándole al oído.
—Eres hermosa —le dijo mientras le pasaba su mano por el
brazo y la hacía estremecer—. En otro momento, ni siquiera hubieras tenido que venir de esta forma y desnudarte tomando la iniciativa, porque lo hubiera hecho yo; y créeme que lo hubiera hecho hace tiempo. Me siento muy halagado, de verdad, pero estoy enamorado de Paula y voy a casarme con ella en unos pocos meses.
Ella cerró sus ojos con fuerza y frunció sus labios. Jamás hubiera creído que Pedro la rechazaría teniéndola desnuda frente a él, expuesta y entregada. Se dio la vuelta y lo miró fijamente a los ojos; posó su mano en uno de los hombros de Pedro y con el dedo índice de la otra le recorrió el puente de la nariz, bajó a sus labios y le robó un beso sutil, apoyando sus carnosos labios en él. Pero no obtuvo respuesta, él se apartó y enarcó una ceja; luego, sin hablar,
frunció su boca, entrecerró los ojos y negó con la cabeza.
—Si quieres podemos tomarnos el champán —le propuso
Pedro mientras la recorría con la mirada de arriba abajo; Chloé tenía un cuerpo armonioso imposible de no admirar—. Es todo lo que podemos disfrutar juntos.
—No conozco a Paula, pero siento envidia de ella —suspiró con desánimo—. ¡Ay, Pedro, nos hubiéramos podido divertir mucho!
Chloé cogió el vestido que él tenía aún en sus manos y se lo puso.
Después le dio la espalda y le pidió ayuda con la cremallera;
caballerosamente, Pedro cogió el cierre intentando no tocarla y lo subió con prontitud.
—Me siento triste.
—No pienses mal, Chloé. Eres una mujer muy bella, es mi
responsabilidad, no la tuya.
—Creo que es mejor que me vaya, Pedro. Es una pena porque podríamos haberlo pasado muy bien sin que Paula se enterase: hubiera sido nuestro secreto.
Cogió su bolso y salió de la habitación. Estaba contrariada y
rabiosa, aunque no quería demostrarlo frente a él. No podía
creer que Pedro la hubiera rechazado después de que ella se le ofreciera en bandeja.
En el pasillo, sacó una foto de la puerta de la habitación con su móvil y se marchó
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Wowwwwwww, se viene la tormenta!!!!!
ResponderEliminarhay no que no se pelee con pau!!!!!!!!!
ResponderEliminarAyyy nooo,estaban tan bien!!!! Porque se tienen que pelear!!! Va a durar mucho la pelea que viene?
ResponderEliminarWow! lo q se viene!!! Me encanta esta novela! Pobre Pau! las q se tiene q bancar siempre!
ResponderEliminarNo quiero q se peleennnnnn ! Dsp de todo lo q pasaron juntos
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