sábado, 30 de agosto de 2014

CAPITULO 162




Esa mañana, le costó alejarse de la casa. Los pequeños acababan de cumplir tres meses y él debía retomar su actividad en la empresa, reintegrarse al trabajo allí, ya que durante todo ese tiempo lo había hecho desde casa.


—La jornada va a parecerme interminable, Paula.


—A mí también, pero acá estaremos esperando a que
regreses.


Paula estaba en la terraza con los niños, el verano estaba a punto de llegar y el día era diáfano e inmejorable. La brisa que llegaba de la costa acariciaba el rostro de los bebés, que permanecían en sus cochecitos mientras Pedro los
llenaba de besos para despedirse.


Benjamin se desternillaba de risa con los besuqueos que su padre le daba en el cuello. Eran dos niños muy alegres y sanos. Cuando fue el momento de decirle adiós a la pequeña Olivia, Pedro no pudo resistir la tentación de coger en brazos a su princesa y lanzarla, jugando, al aire.



—¡Pedro, acaban de comer! — protestó Paula, pero su advertencia llegó demasiado tarde. La pequeña ya le había vomitado en la chaqueta del traje, así que se la dio a Paula y volvió al dormitorio con urgencia, para cambiarse.


Paula dejó unos instantes a los pequeños con la niñera y acompañó a su esposo hasta el garaje.


Pedro ya se había montado en su deportivo y ella se inclinó para despedirse con un beso apasionado.


—Si me desocupo al mediodía, prometo venir a almorzar
con ustedes.


—No te preocupes, mi amor, conducí con cuidado. Llamame, eso sí, porque creo que te extrañaré mucho, ya me había acostumbrado a tenerte acá con nosotros.


—Yo también os echaré de menos, porque amo esta rutina, pero poco a poco debemos retomar nuestras actividades en Mindland.
De todos modos, quiero decirte que si prefirieras quedarte en casa para criar a nuestros hijos y abandonar toda actividad, juro que no me molestaría.


—Sabés que deseo ese plan de vida, Pedro. Me tomaré un par de meses más y regresaré a la empresa, me encanta mi carrera, Pedro.


—Está bien, ya lo hemos hablado mucho y lo he entendido,
no tenés que explicarme nada más.


—Quizá por la tarde vaya a hacer algunas compras; anoche te lo comenté, ¿te acordás? Y le pediré a la señora Doreen que me acompañe, porque Diana hoy se va temprano. Es que me apetece comprar ropa nueva para los bebés;
¡crecieron tanto que todo les está quedando pequeño! Te lo recuerdo por si no lo tenías en mente.


—Sí, me acordaba, mi amor.
Bueno, bonita, intentaré venir al mediodía.


Volvieron a besarse, Pedro puso el coche en marcha y
maniobró para salir.


Paula se quedó mirando cómo se iba. Pedro tocó el claxon y contempló por el retrovisor la imagen de su hermosa esposa, que poco a poco se alejaba de su campo visual.


En el trayecto hasta la Interestatal, un coche de vidrios
tintados siguió su recorrido muy de cerca y él entonces recordó al Chevrolet Cruze de aquella mañana lejana, en que también le había parecido que lo seguían. Intentó memorizar la matrícula para pasársela a Oscar y que averiguara.


Cuando estaba a punto de entrar en el túnel Queens
Mindtown, se dio cuenta de que el automóvil había desaparecido.


Con su reincorporación en la empresa, eran muchos los asuntos pendientes que se le habían acumulado y tenía la sensación de que lo solicitaban en todas las secciones; así que le fue imposible ir a almorzar a casa.


—No te preocupes, mi amor, ya me imaginé que estarías muy solicitado hoy y no me hice ilusiones de que vinieras.


—Estoy comiendo un bocata, Paula, esto es un caos.


—Me lo imagino. Mejor no me lo cuentes, porque ya empiezo a sospechar lo que será a mi regreso.
En un rato saldré para el centro con Doreen y los niños; quizá si no se me hace muy tarde, decida pasar por la empresa para visitarte, el día está hermoso.


—Hum, me encantaría, además si me traés a los niños, podría babearlos un ratito. ¡No te imaginás cómo los extraño a los tres! A ratos, me cuesta concentrarme porque me quedo embobado pensando en ustedes.


—Hum, me estás haciendo hinchar de orgullo, haré todo lo
posible, mi cielo, pero no quiero regresar tarde.


—Perfecto, te amo.




Después de almorzar, prepararon a los niños y salieron
con Doreen hacia el centro de la ciudad. Los bebés ya estaban acomodados en sus sillitas de transporte en la parte trasera y ellas ya estaban sentadas en el interior con los cinturones puestos. Heller les abrió el portón para que se fueran.


Paula decidió ir primero a Mindland, porque Pedro estaba
desesperado por ver a sus hijos; nunca creyó que le costaría tanto reintegrarse al trabajo y apartarse de su familia. En cuanto llegaron todos se abalanzaron sobre ellos para conocer a los mellizos.


Pedro, que estaba al teléfono, oyó el bullicio y se apresuró a
terminar la comunicación para salir a su encuentro. 


Embriagado de orgullo, le arrebató los niños a Alison y a Federico, que en ese momento los tenían en brazos.


Después de auparlos, apresó los labios de su esposa para saludarla.


—¡Qué hermosos están, Pedro—le dijo su hermano.


—¿Viste? Y mirá cómo reconocen mi voz y se ríen cuando
me oyen, ¿verdad que sí? ¿Verdad que saben que soy su papá?


—Cuñado, necesitás un babero gigante. Te veo así tan paternal y me cuesta creerlo.


—Está embobado, Ali, te aseguro que yo tampoco doy
crédito.


Los cuatro se metieron en la oficina de Pedro para tomarse un café, mientras le hablaban de manera ñoña a los niños. Pedro le besó la barriguita a Benjamin y el pequeñín empezó a carcajearse con sus mimos; Olivia, por el
contrario, estaba empezando a dormirse.


—Mi amor, me parece que Benjamin necesita un cambio de
pañal —sugirió Pedro.


—Doreen tiene el bolso, dejame ir a buscarlo.


Mientras Pedro cambiaba los pañales de su hijo, llamaron a la puerta; Mandy le traía unos formularios para que firmara, así que Paula terminó de vestir a Benjamin y él se ocupó de lo que su secretaria le pedía.


—Bueno, Pedro, nos vamos, así no llego tarde a casa.


—Está bien, mi amor, gracias por pasarte un ratito para que los viera.


— Dejame que les dé unos cuantos besos a mis sobrinos antes de que se vayan —le pidió Federico.


—Y ustedes, ¿para cuándo? — preguntó Paula.


—Queremos disfrutar solos de todo este año y para el próximo encargaremos un bebé, ¿verdad, mi amor? —explicó Alison.


—Sí, así es —corroboró Federico.


— No saben lo que les va a cambiar la vida. Les aseguro que tener un hijo es lo más sublime que a una persona le pueda pasar.


Federico le palmeó la mejilla a su hermano. Le encantaba verlo tan feliz.

3 comentarios:

  1. Hermosos los 3 caps!!!! Se viene un momento mmmmmmmmmmmm............

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  2. Q capítulos tan lindos! Y como dice Sil, q tb la leyó! lo q se viene... :(

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