domingo, 31 de agosto de 2014
CAPITULO 164
Pedro cortó sin más explicaciones y condujo a ciegas por las calles de Manhattan. Llegó al aparcamiento y dejó el coche en la entrada. El empleado del lugar empezó a gritarle que lo apartara, pero él no escuchaba nada. Las sirenas de la policía se estaban acercando y Pedro corría desesperado por las rampas sin poder dar con Paula ni con la señora Doreen. Finalmente las encontró; Paula estaba en el suelo, recostada contra el cuerpo de la empleada, con la cabeza ensangrentada y llorando sin parar.
Había vuelto en sí hacía un instante.
Pedro se desplomó a su lado para contenerla.
—¡Se lo ha llevado, se ha llevado a mi bebé!
La pequeña Olivia lloraba en los brazos de Doreen, que intentaba calmarla en vano. De pronto, llegó Federico con la policía y, tras ellos, una ambulancia, cuyos doctores querían llevar a Paula, a toda costa, al hospital para hacerle pruebas
Sin embargo, ella sólo permitió que le suturasen la herida y se negó rotundamente a que la trasladaran. Pedro la abrazó contra su pecho y ella empezó a relatarles lo ocurrido.
—¿Cómo mierda es posible que esa perra esté en la calle? ¿Con qué te golpeó?
—No sé con qué fue. Yo estaba de espaldas, dejando a
Benjamin en su silla, cuando me pegó. ¡Aaaaaah! —gritó
desconsolada—. ¡Por favor! — rogaba y lloraba Paula—. ¡Quiero a mi bebé, Pedro, lo quiero acá conmigo! ¡Por favor, encuéntrenlo!
—Chis, mi amor, calmate, te prometo que lo vamos a encontrar.
—¡Por favor, Pedro! ¡Por favor, mi amor! ¡Voy a morirme si le pasa algo! —Paula estaba fuera de sí y hablaba de forma inconexa—. Se ha cambiado el color del cabello, lo tiene oscuro —recordó de repente —. Llevaba una camiseta negra y unas mallas negras o grises, no recuerdo. —Paula se puso de pie y lo cogió de la camisa—. ¡Buscalo,Pedro, buscalo y traelo de vuelta con nosotros! —De pronto, estalló en un ataque de nervios y le pegó una bofetada a Pedro, mientras le gritaba descontrolada—: ¡Es culpa tuya! ¡Todo esto es culpa tuya! ¡Vos la enloqueciste y ahora se ha llevado a mi hijo!
Pedro la abrazó con fuerza contra su pecho intentando darle
contención; sabía que Paula no pensaba eso, pero era tanta su desesperación que él también estaba empezando a creerlo.
Tuvieron que dejar la camioneta en el estacionamiento para que la policía hiciera las pruebas periciales, en busca de huellas que verificasen que, efectivamente, la autora del rapto había sido Rachel; aunque ya se sabía que no estaba en la clínica.
Todos los Alfonso se reunieron en la casa de Great Neck
para hacerles compañía. Horacio y Ana habían venido desde Los Hamptons en cuanto se enteraron de lo ocurrido.
La familia, tanto en Nueva York como en Mendoza, estaba consternada; su vivienda había sido invadida por detectives y personal policial, que se habían instalado en la villa para intervenir todos los teléfonos.
Pedro los insultaba a todos sin distinción: a Parker, que le había garantizado que les informaría de cualquier cambio; a los jueces, al hospital psiquiátrico y a la vida misma. El detective que estaba a cargo de la investigación hizo su
entrada en escena en ese momento.
—¡Parece que se estan burlando de nosotros, detective
Miller! ¿Cómo es posible que esa mujer, con lo peligrosa que es, haya logrado salir de donde se suponía que estaba confinada en régimen de aislamiento?
—Lo sé, señor Alfonso, créame que el responsable lo va a
pagar caro.
—No se trata de eso, sino de que se suponía que mi familia
estaba segura con ella encerrada, ¡y mire lo que ha ocurrido hoy! Mi mujer está viva de milagro, ¡es la segunda vez que ella atenta contra su vida y, por si fuera poco, se ha
llevado a nuestro hijo!
—Lo comprendo perfectamente y le aseguro que mis hombres están moviéndose de manera incansable para encontrarlo.
Están todos los agentes en la calle, rastreando Nueva York, para dar con el paradero de Rachel Evans.
—Tranquilo, Pedro, la policía está actuando para encontrar a tu hijo.
—¡Papá! ¡Cómo puedes decirme que me quede tranquilo!
¡Mierda! ¡No sé dónde está mi hijo! ¡Y lo único que tengo claro es que está en manos de una loca!
—¿Qué explicación han dado en el Columbia Psychiatry? —le preguntó Federico al detective Noah Miller.
—¡No hay mucho que explicar, lo que puedan decir no justifica que ella esté en la calle cuando no debería ser así —contestó Pedro con furia!
—La clínica está intervenida,señor Alfonso, y mi personal está investigando. Nos enteraremos de quién es el responsable de facilitarle las salidas a Rachel Evans, pero no podemos garantizarle que eso nos indique el lugar adonde iba cuando lo hacía.
—¡Dios, esto es una pesadilla! —Pedro extendió los brazos al cielo y luego se cogió la cabeza—. Mi casa está invadida de gente, nos atosigan a preguntas hasta el punto de agobiar a mi esposa y poner en duda sus afirmaciones; ¡hasta han sugerido que ella le entregó nuestro hijo a alguien! ¡Ya han pasado seis horas desde que Benjamin desapareció y usted no puede darnos ni una respuesta!
—Créame, señor Alfonso, tengo a todo mi personal buscando a su hijo; le garantizo que la ciudad está cerrada, no hay manera de que pueda sacarlo de Nueva York. Lo encontraremos, sólo es cuestión de tiempo. Lamento las molestias que podamos causar a su familia, pero es inevitable, debemos descartar todas las posibilidades.
—¡Sí y pierden tiempo interrogando a mi esposa, en vez de
buscar a esa zorra!
—Entiendo su nerviosismo, pero no es exactamente así; la
búsqueda no se ha detenido en ningún momento. Le pido un poco de tiempo y que se tranquilice.
—Tiempo... tiempo... ¡Mierda! ¡Mi hijo no tiene tiempo
en manos de esa loca!
—¿Dónde están buscando eneste momento? —quiso saber
Hernan, mientras se arremangaba las mangas de la camisa y se desabrochaba uno de los botones del cuello.
—Mi personal está analizando las cámaras que hay repartidas por la ciudad para ver si logramos dar con ella. Muy pronto daremos con el paradero de esa mujer. Además, hay que considerar que no cuenta con medios suficientes como para moverse por la ciudad con soltura.
La encontraremos, se lo prometo. Les doy mi palabra de que para mí este caso es prioritario, como pide el señor Alfonso. —El detective Miller miró fijamente a Pedro a los ojos y prosiguió—: La ciudad tiene una deuda con ustedes, esto no debió ocurrir nunca. Yo me comprometo a hacer todo lo que esté en mi mano para volver a poner a su hijo en los brazos de su esposa, le pido que confíe en mí.
La información reunida a priori indicaba que Rachel
sobornaba a los empleados de la clínica y lograba salir durante algunas horas de allí. Sin embargo, Pedro sabía que era el dinero de Bob Evans el que conseguía esas salidas. El detective, antes de ir hacia la casa de Great Neck, se había presentado personalmente en casa de los Evans para interrogarlos, pero no había obtenido nada.
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