sábado, 2 de agosto de 2014

CAPITULO 70




En el viaje siguieron hablando de la boda, Pedro estaba muy ansioso, quería ir a ver hoteles cuanto antes, para poder fijar la fecha de la boda, deseaba con ímpetu definir eso.
Estaban cruzando al tunel Quenns Mindtown y entonces decidieron hacer un pequeño desvío hacia el Belaire, para que Paula pueda recoger ropa y también su Mac.
Finalmente llegaron al loft de la Greene St. Al cual se podía acceder tanto por escalera como por elevador.



Pedro nunca imaginé que vivías en este barrio, me parece un lugar tan misterioso...
- Misterioso... ¿por qué?
- Porque detrás de estas fachadas antiguas se esconde un lujo inimaginable.
- Es la parte más bohemia de New York, es un lugar muy tranquilo, espero que te guste mi casa y que te sientas cómoda.
- No podría no gustarme si ahí es donde vives, además donde quiera que estés ese es el único lugar donde quiero estar — él la abrazó muy fuerte antes de bajar del auto.


Pedro y Paula subieron por delante y Oscar se quedó bajando el equipaje de ambos que luego subió hasta el lobby del loft del 4to. piso.



- ¿Sr. lo vengo a buscar mañana para ir a la oficina?
- No, Oscar solo encárgate de traer mi automóvil.
- Muy bien Sr. que tengan buenas noches.



Pedro cerró la puerta y quedaron en la intimidad del apartamento, por fin la tenía donde deseaba tenerla, toda para él, sin tener que compartirla con nadie.
Paula ya estaba dentro escrutando el departamento. El lugar se encontraba sobre una de las calles más deseables del barrio del SoHo, el interior combinaba madera y diferentes texturas en las terminaciones, era un piso entero remodelado a los estándares de vida de los más exigentes.
Paula estaba parada frente a la biblioteca que oficiaba de escritorio, había abierto la puerta vidriada de doble hoja para entrar, se veía abstraída mirándolo todo.
Deslizó su mano sobre los sillones de cuero de la oficina que ahí estaba montada y que estaban frente a los dos escritorios en los cuales descansaban sendos ordenadores, la pared frontal se encontraba toda revestida por estanterías de libros y lugares de guardado. Se acercó hasta la extensa biblioteca para comprobar los títulos que allí se atesoraban, pasó su dedo acariciando el lomo de los libros, había algunos clásicos de la literatura, pero en su mayoría eran libros de finanzas y gestión empresarial.
Luego, se aproximó a ver las fotografías que descansaban sobre la repisa de la pared lateral, eran todas familiares, ninguna de Julieta.



“¿Las habrá quitado previendo que yo venía?”… — no quiso entrar en ese rumbo, si lo había hecho era un gran gesto para no incomodarla.



Pedro se aproximó sigilosamente por detrás, la abrazó y le dio un beso en el cuello.



- Es muy funcional tu departamento, veo que tenés montada una oficina.
- Sí mi amor, desde acá puedo manejar todo lo de la empresa, uno de los ordenadores es una terminal de Mindland y el otro es personal.
Ven que termino de mostrarte el loft.



La llevó a recorrer las otras estancias, primero entraron en un dormitorio en suite que contaba con un baño con vistas y acabados suntuosos, luego, la llevó a otro de menor tamaño, cuyos acabados recordaban el interior de un yate de lujo.
Por último, ingresaron al dormitorio principal en el que había un baño y un vestidor integrado.
El baño era una mezcla armoniosa de mármol y losa, con una ducha con mampara vidriada y una bañera empotrada en carpintería de nogal e instalaciones de grifería de primera.
El vestidor repetía los acabados en madera y combinaba con la perfección y el estilo de la ropa que en él había.



Paula halagó cada lugar y es que realmente el loft estaba diseñado y ambientado con un gusto exquisito y con todas las comodidades imaginables.




- ¿Nos damos una ducha? — él la tentó.
- Hmm, ¿solo una ducha?


Pedro la tenía abrazada, echó la cabeza hacia atrás y se sonrió.



- ¿Se te ocurre alguna otra cosa que podamos hacer en la ducha?
- En realidad se me ocurren muchas cosas, pero estoy segura que a vos se te ocurrirán muchas más…


Pedro la recorrió con una mirada muy oscura, el iris de sus ojos se había ennegrecido, sin mediar palabras le indicó con aquella mirada todo lo que tenía ganas de hacerle, sus instintos más oscuros se habían despertado y ambicionaba poseerla, con lujuria, con desesperación.


Se apoderó de sus labios, los poseyó con propiedad, con el solo deseo de pertenencia, ese del que no podía deshacerse aun cuando estaba lejos de ella.
Paula era suya, siempre la había sentido así, aún en los días en que se obligaba a olvidarla.
Mientras la besaba con sus manos abarcó toda su escápula y la aprisionó contra su pecho sin dejar de entrelazar su lengua a la suya, la bebió con su boca y la saboreó por completo, hasta hurgar en todos los intersticios de ella. Su beso imperioso era exigente y le reclamaba una entrega completa, desmedida.
Paula era bellamente exquisita y despertaba todos sus sentidos. Tenerla entre sus brazos se sentía maravilloso.
A su lado se consideraba íntegro, viril, pero a la vez se desintegraba, cuando estaba con ella, se sentía el ser más indefenso, porque ella se apoderaba de toda su razón.


Paula sucumbía a sus besos, eran el elixir perfecto que quería beber sin parar.
Eran húmedos, mullidos y experimentados, nadie la había besado nunca como él lo hacía.
Cuando él se acercaba, su cuerpo se estremecía al más simple roce, sus sentidos y sus deseos afloraban a flor de piel y una necesidad arrogante de ser suya la poseía.
Pedro la hacía sentir mujer, la hacía sentir deseada, viva, pero por sobre todo, con él se sentía amada y protegida.



Se desprendió el cinto que llevaba sobre el jersey y lo dejó caer en el suelo, luego levantó sus brazos para que Pedro le quitara el sweater, él prontamente se deshizo de la prenda y la dejó caer mientras admiraba la protuberancia y la sinuosidad de sus perfectos senos, se aferró a ellos mientras mordisqueaba sus hombros y corría los tirantes del corpiño.


Con sus manos ansiosas tomó el elástico del jersey de Pedro y él levantó sus brazos para que ella se lo quitara.
Al quedar su torso expuesto Paula no resistió la tentación y le acarició el bello, acercó sus labios y depositó suaves y pequeños besos, luego levantó la cabeza y se encontró con un Pedro de ojos cerrados entregado a sus caricias, y le encantó lo que vio, él parecía expuesto, se veía manso, confiado. Resolvió subir con besos por su cuello y se aferró a él, le mordisqueó el lóbulo de la oreja, y enredó sus dedos en la nuca acariciándole esa zona que a él tanto lo enloquecía, en aquel momento Pedro dejó escapar un gemido, Paula lo desarticulaba.


Intentando tomar el control y el equilibrio abrió los ojos y llevó sus manos a la abotonadura de los jeans de ella.
Desprendió el botón, y luego bajó el zipper, por último enganchando los pulgares en las presillas deslizó el pantalón por sus caderas, ella se meneó para ayudarlo, ya que se había atascado a la altura de su trasero.
Paula se sentó en la cama y él la ayudó con las botas y terminó de quitarle los jeans.
Mientras tanto ella permanecía sentada y tenerlo en frente era una tentación, así que llevó las manos a su cintura y le desabotonó el jean y se apoderó del cierre.
Cuando lo bajó metió su mano en la abertura y le acarició el pene sobre la tela del boxer, Pedro estaba duro como una roca, sólido, preparado para fundirse en su cuerpo, ella se sentía húmeda y preparada también.


Él se agachó y se desembarazó de sus Nike, se quitó las medias y terminó de sacarse el pantalón. La tomó de una mano y volvió a ponerla de pié.
Con su brazo izquierdo rodeó su cintura, y la sujetó contra él, le corrió el pelo despejándole la cara y volvió a apoderarse de sus labios, ellos eran una droga, Paula entera era una droga para él.
Bajó sus manos y dominó con su agarre el trasero de ella, lo estrujó entre sus dedos y le habló sobre los labios que por momentos besaba y por momentos mordisqueaba.



- Sos mía Paula, mía, te necesito como necesito el aire para respirar. Quiero poseerte toda, integra, quiero que tu cuerpo sea mío por completo.
- Es tuyo mi amor, podés hacer lo que quieras con él, te pertenece.


Pedro le quitó el corpiño y luego le deslizó la colaless por los muslos, la tomó de una mano y la llevó hacia la zona de la ducha, allí abrió la mampara y rápidamente giró el grifo para que comience a salir el agua, la templó tocándola con su mano libre, porque no quería deshacerse de la mano de Paula, luego se quitó el bóxer y lo deslizó por sus piernas, dejando libre su maravillosa erección.
Se metió bajo el chorro de agua y la invitó a entrar en el cubículo de la ducha, cerró la puerta y la abrazó con fuerza mientras caía sobre ellos el chorro de agua.
Paula aferró el rostro de Pedro entre sus manos y se apropió de sus labios, los mordió con impaciencia, estaba muy excitada y eso fue suficiente para desatar los más bajos instintos que habitan en Pedro, la arrinconó contra la pared tomándole los brazos, se los sostuvo por las muñecas sobre su cabeza, al mismo tiempo que ella arqueaba su torso exponiendo sus pechos para que él se los mordisquee, Pedro con su otra mano le atrapó los glúteos, se los estrujó con tanto desasosiego que sus dedos se pusieron blancos por la presión que ejercía, se apartó por un momento y quedó viéndola, entonces, soltó sus muñecas y llevó su mano a su vagina, ella estaba tan mojada, tan lista, le hundió un dedo y Paula dejó escapar un chillido, mientras se bullía contra su caricia, él no dejaba de penetrarla con su dedo, lo movía buscando el famoso punto G.


- ¿Te gusta Paula, te gusta que te toque así?
- Sí mi amor, seguí por favor.


Pedro metió otro dedo dentro, ella levantaba su pierna a la altura de la cadera de él para darle más entrada y se movía para encontrar con fuerza sus dedos cuando entraban y salían.
Seguidamente retiró los dedos y se los metió en la boca, para que se los sorbiera, el también metió su lengua en su boca junto a sus dedos y ambos saborearon los fluidos de ella.
La dio vuelta, la hizo parar con las piernas abiertas y se agachó y le pasó la lengua por la entrada del ano, luego al igual que había hecho la noche anterior metió un dedo, pero esta vez no utilizó su meñique, optó por el dedo medio.



- Relájate Paula, dame entrada, no te contraigas.



Ella obedientemente intentó serenarse ante la intrusión, cuando él lo tuvo todo dentro de su orificio, comenzó a moverlo.


- ¿Duele? — él le preguntó con voz oscura.
- No — contestó y su respiración se escuchaba entrecortada.
- Bien, vamos a probar con otro más, relájate como recién.



Pedro metió primero sus dedos en su sexo para que se mojen con su fluido vaginal, luego lentamente los introdujo en su ano.
Los dejó dentro para que ella se acostumbre, y finalmente los empezó a mover pausadamente.


- ¿Duele ahora? — él no quería hacerle daño deseaba que ella disfrute tanto como lo estaba disfrutando él.
- No mi amor seguí, yo te aviso si me duele — ella dio vuelta su cabeza y Pedro la besó.


Sin demora dejó sus labios y se acomodó detrás de ella y con su mano libre dirigió su pene a su vagina, mientras seguía con sus dedos en el recto.
Se movió unas cuantas veces y luego ella empezó a encontrarlo con sus movimientos, entonces él paró. Sacó su sexo del de ella, quitó sus dedos también del orificio y metió en su lugar el pene, introdujo la punta del glande y esperó a que ella se acostumbrara, al principio Paula se tensó.


- Tranquila, si duele paramos, relájate no te contraigas, no voy a hacerte daño, solo quiero que ambos disfrutemos, prometo cuidarte, te amo demasiado para lastimarte.


Sus palabras al oído le daban confianza, ella confiaba en él y lo deseaba, deseaba ser suya de todas las formas que él quisiera.
Respiró hondo y se aflojó, entonces él entró un poco más en ella probando su resistencia, volvió a sacar el pene lo volvió a lubricar en la vagina y volvió a meterlo en el ano, pero esta vez un poco más y más y entonces cuando ya estuvo casi todo dentro, empezó a moverse dulcemente.
Ella gemía y temblaba en sus brazos y aunque él quería perder todos los estribos y enterrarse en ella, se contenía y moviéndose lentamente para no hacerle daño, tal cual como le había prometido, quería amarla, quería adorarla.
Pero entonces ella lo sorprendió.


- Movete Pedro, movete por favor, no me duele.



Pedro probó moverse un poco más fuerte y ella se inclinó un poco más y abrió sus piernas para darle más paso.
A ese punto ya los dos estaban perdidos…


- Nena, sos exquisita, tu culo está tan apretado, me estás volviendo loco, y es que… lo deseaba tanto.
- Me gusta Pedro, creo que voy a acabar no aguanto más.
- Sí nena, terminemos juntos.



Pedro se olvidó de que era la primera vez y se perdió por completo dentro de ella la embistió varias veces más hasta que evacuó todo su esperma dentro de su orificio, absorto, emitió un ronco clamor, Paula aullaba, estaba desordenada, nunca había exclamado de esa forma cuando tenía un orgasmo.
Quedó extenuada, él salió lentamente de su cuerpo sintió que le temblaban las piernas, Paula sentía que las fuerzas le fallaban.
Pedro la rodeó con sus brazos, la recostó sobre su pecho y la guió junto a él bajo el chorro de agua mientras besaba su cuello.


- ¿Estás bien mi amor?


Ella solo asintió con la cabeza no le quedaban fuerzas para contestar.


- Te amo Paula.
- Yo también mi vida.


Pedro tomó el frasco de shampoo del estante puso un poco en su palma y comenzó a lavarle la cabeza gentilmente, luego la dirigió bajo el chorro para enjuagarla, cuando lo consiguió, tomó el jabón de ducha y se puso en la mano para asearle el cuerpo, le masajeó los hombros, ella estaba entregada, se sentía exhausta, agotada por completo, la limpió y luego tomó el acondicionador para el pelo para ponerle en los largos de su cabello, pero entonces ella le dijo.


- Yo lo hago, duchate vos — le dio un beso en los labios y le quitó el frasco de la mano, Pedro le sonrió deslumbrante y le devolvió el beso en los labios.


Terminaron de asearse y Pedro salió primero, rápidamente tomó una toalla que se envolvió en la cintura y entonces Paula cerró el grifo para alcanzar la toalla que él le proveía, se envolvió el cabello, Pedro tenía en sus manos un toallón para envolverla, la secó como se hace con un niño, le depositó tiernos besos en la frente y la cobijó en su pecho, luego le alcanzó una bata de él que le quedaba enorme, pero no importaba Paula se veía preciosa aunque esté envuelta en harapos entonces, después de haberle proporcionado abrigo, se ocupó de secarse él.



- ¿Los bolsos quedaron en la entrada verdad?
- Sí mi amor…


Se dirigió hasta el lobby del loft para buscar las pertenencias de ambos.
Cuando regresó a la habitación Pedro ya se había calzado también una bata.
Paula abrió su bolso y rebuscó en él un pomo de crema que usó para humectar sus piernas y el resto de su cuerpo, olía a lavanda, manzanilla y almendra, entonces fue cuando Pedro descubrió el olor tan característico que tenía siempre en su piel y que la identificaba.
Tomó el pomo entre sus manos y leyó la inscripción del envase.


- Hay que comprar muchos de estos quiero que siempre huelas así — ella se rió mientras se seguía encremando.
- No te preocupes, estoy segura que acá se consigue — le contestó sentada desde la cama.


Ambos rieron, entonces Pedro se echó encima de ella y la besó, no podía detenerse, su cuerpo era insaciable y su boca permanecía ambiciosa por conseguir nuevamente sus besos. Paula tenía la bata abierta y él no pudo resistir la tentación de acariciar sus pechos, estaba nuevamente erecto, sólido como el concreto, bajó su mano y acarició su vulva y comprobó la humedad de su vagina, ella también estaba preparada nuevamente.


- No puedo parar Paula, te deseo otra vez.
- No pares, yo también te deseo.


Mientras que devoraba su boca, le acariciaba el hueco de los labios mayores de su vagina alrededor del capuchón, luego destinó su pulgar de una manera muy sutil para rodear el clítoris, le dio toquecitos muy suaves como si se tratase de una pompa de jabón sin que explotara. Paula se arqueaba entre sus manos había levantado sus piernas y estaba expuesta con su vagina a sus caricias.
Entonces Pedro tomó el clítoris entres sus dedos pulgar e índice, como si tocara un pétalo de flor y empezó a darle tenues pellizcos, ella le suplicaba más rápido y suave, pero él mantenía el ritmo, sabía que estaba en el camino justo Paula estaba retorciéndose en sus manos.


Mientras él seguía con los pellizcos introdujo su dedo medio en la vagina, y comenzó a moverlo en círculos, sin poder evitarlo ella comenzó a contraerse y a convulsionar con su caricia, emitía pequeños grititos que Pedro ahogaba con sus besos.
Una rigidez que él conocía muy bien comenzó a producírsele en las extremidades y en aquel momento él observó atentamente su rostro, y la forma en que tensaba las piernas, no quería perderse ninguna sensación de ella, Paula retorció la bata con los dedos de sus manos y un aumento de la temperatura corporal, se le produjo al momento del orgasmo, un súbito acaloramiento que terminó con sus mejillas, sus senos, y el abdomen sonrojados.
Sintió la necesidad de arquear su espalda, y erguir su cuello, mientras experimentaba una serie de contracciones musculares involuntarias en la vagina, en el útero y en el recto, las cuales le resultaron únicas por la intensidad.



- Me encanta verte perdida en mis manos — ella asintió con la cabeza, le faltaba la respiración.



Sin más espera Pedro se subió sobre ella y enterró su pene en su vagina. Comenzó a moverse cruelmente, de repente cambiaba el ritmo y se movía lento y profundo, luego reanudaba los movimientos rápidos de su pelvis, enterrándose en ella un poco más, cuando volvió a advertir todos los síntomas en el cuerpo de Paula, su respiración, pulso y presión arterial llegaron también a su máxima aceleración.
Sentía los músculos tensos al igual que los de ella, estaba en su punto más alto, lo invadían reflejos musculares en las manos y en los pies y en aquel preciso momento se vació en ella. Se dejó ir, perdiéndose en un halo de placer mientras su esperma brotaba como un torrente bañando las paredes de la vagina de Paula.
Se dejó caer sobre ella, y así quedaron en silencio, unidos y abrazados por algunos momentos.
Ambos estaban consumidos por el instante.
Sus cuerpos permanecían inertes a tanto placer experimentado. Comenzó a sentir la humedad de las lágrimas de Paula en su mejilla, esas que se le habían escapado en el momento del orgasmo y que él había visto correr en el segundo en que los dos se perdieron.



- ¿Por qué lloras mi amor?
- De placer Pedro, me saltaron la lágrimas de tanto placer, nunca en mi vida sentí lo que sentí hoy — le explicó ella asombrada por sus sensaciones.
- ¿Fue mejor que en la ducha? — él estaba realmente interesado.
- Diferente mi amor, pero hermoso las dos veces.
- Quiero darte todo el placer inimaginable Paula, quiero ser yo y solo yo el que te lleve a esos lugares que tu cuerpo no conocía. Quiero que descubramos nuevas sensaciones juntos — le corrió el pelo de la cara mientras le hablaba — un día de estos voy a morir en tus brazos, a veces siento que el corazón me deja de latir, no sos consiente de lo que me hacés sentir.
- ¿Tanto placer te doy?
- No lo dudes nunca, tu cuerpo me lleva a estremecimientos que nunca antes sentí.
- No creo hacer nada realmente extraordinario — dijo ella un poco incrédula de sus habilidades.
- Nena sos una serpiente en la cama, te movés de una manera que a veces creo que voy a perder el control como si fuera un adolescente inexperto.



Ambos se carcajearon.


- Te amo mucho, mucho, mucho, mucho, mucho… — le decía él mientras alternaba con besos en sus labios.
- Yo más, yo más, yo más, yo más, yo más…— le contestaba ella entre beso y beso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario