viernes, 8 de agosto de 2014
CAPITULO 89
Habían llegado al apartamento de la calle Greene y Pedro estaba terminando de arropar a Paula,después de ayudarla a que se acostara. Tras siete días en el hospital, por fin le habían dado el alta, pero debía seguir guardando reposo para recuperarse completamente; aún era todo muy reciente.
—Al fin en casa, preciosa.
Ahora, poco a poco, retomaremos la normalidad y todo pasará a ser un mal recuerdo.
—Sí, mi amor, no veía la hora de salir de ese hospital. Además, yano soportaba verte un día más durmiendo mal e incómodo:primero en la silla de la UVI y luego en el sillón de la habitación.
—Hey, nunca duermo mal si estoy a tu lado.
—Dame un beso, pero de los que me gustan a mí, no de los que me das cuando hay gente.
Pedro poseyó sus labios con ternura pero con intensidad. Cuando entraba en su boca sentía que tocaba el cielo con las manos. El contacto de sus lenguas iba más allá de un momento erótico; se necesitaban como el aire para respirar.
Alejandra aún estaba en Nueva York e, instalada en una de las habitaciones libres del apartamento, pensaba quedarse hasta que Paula estuviera repuesta.
—Perdón, no quise interrumpirlos. —Ale se apenó por
entrar mientras estaban en pleno beso. Ambos se rieron.
—Tranquila, Ale, nos encanta tenerte acá. Además, tu compañía me permitirá trabajar un rato. El chico de los recados me trajo un cúmulo de papeles de la oficina; con Alison de luna de miel, está todo descontrolado.
—Amor, sólo soy un problema.
—¡Ah, no! Paula Chaves, que sea la última vez que me decís eso —le advirtió con el cejo fruncido y le puso un dedo sobre los labios para hacerla callar—.Vos no sos un problema en mi vida, todo lo contrario. Sos mi bendición,
el problema soy yo en la tuya, sino mirá por todo lo que estás pasando por mi culpa. —Paula negó con la cabeza y le mordió el dedo con el que le acariciaba los labios.
Pedro las dejó un rato solas y aprovechó para atender algunos asuntos pendientes.Alejandra le había llevado a Paula una compota de frutas, pues necesitaba comer pequeñas cantidades, varias veces al día. —¿Estás cansada, hija?
—Un poquito. La verdad es que el viaje me cansó, pero no se lo digas a Pedro; está tan asustado que casi ni duerme.
—Lo sé. No te preocupes, que no se lo mencionaré. Yo también lo noto agotado, necesita imperiosamente serenarse y descansar. Esperemos que, ahora que ya estás acá, consiga hacerlo.
Ese hombre te quiere más que a su vida y te lo ha demostrado.
—Lo amo, mamá.
—Mi vida,Pedro es un amor. Estoy feliz de que lo hayas
conocido. A pesar de todo esto que está pasando, creo que es la persona adecuada en tu vida.
—Pedro es maravilloso. — Paula cambió de tema con
brusquedad—. ¿Avisaste a Mati y a Ezequiel de que ya salí del hospital?
—Sí, tranquila, anoche hablé con Mati y le dije que era muy
probable que hoy te dieran el alta.
Llamaron a Pedro o a mí a diario, querida, preguntando por vos.
—Lo sé. Pedro me pasó con ellos cada vez que lo llamaban,
hablé con ambos
Pedro estaba abriendo sus correos en el despacho cuando sonó su teléfono.
—¿Qué mierda tienen todos en la cabeza? —Era Federico—. ¿Por qué me entero de todo recién ahora?
—Tranquilo, ya pasó todo.
—Ya sé que ya pasó, papá me lo contó. No puedo creer que
hayamos estado todo este tiempo acá sin saber nada,¿cómo pudieron ocultarnos lo que estaba ocurriendo? ¡Parece que no perteneciéramos a la familia!
—Estás de luna de miel, Federico. Yo les pedí que fuera así.
Paula ya está bien, gracias a Dios.
—No es posible que nos hayan tenido al margen y ustedes pasando por todo eso. No puedo creer lo de Rachel. Alison está tanto o más atónita que yo.
—Pues créanlo. Es una jodida y ya sé, no me lo digas, tendría que haber mantenido mi bragueta cerrada.
—No te lo voy a decir, pero sí. Igualmente, no hay justificación para lo que hizo.
—Jamás le prometí nada. Fue sólo una vez y cuando estaba
separado de Paula. Se metió en mi casa, en fin... Aunque le he dado vueltas a esto, creo que, por más que no hubiese pasado algo entre ella y yo, este asunto hubiera terminado así de todas formas.
Rachel llegó a llamar a Paula a Buenos Aires, amenazándola, cuando todo lo nuestro comenzó.
—Nos hemos enterado, y Alison está muy apenada. Se siente muy culpable, porque fue ella la que cometió el error de contarle sobre Paula y vos.
—Decile que no se preocupe, sé que lo hizo sin maldad. ¿Sabés? Rachel no está bien, estoy casi seguro de que está desequilibrada mentalmente.
—Eso no es bueno para la causa.
—¿Cómo?
—De comprobarse que no está en su sano juicio, la sacarán de la cárcel y la enviarán a un psiquiátrico.
—¿Estás seguro?
—El derecho penal no es mi especialidad, pero eso lo sabe
cualquiera. Te enviaré el teléfono del mejor penalista de Nueva York.
Fue mi profesor, pero tiene un bufete particular. Mejor aún... lo llamaré, dejame hablar con él para intentar por todos los medios que lleve el caso de Paula y no lo delegue en nadie. Creeme, Pedro, si él no consigue que Rachel quede
presa, podés estar seguro de que nadie lo conseguirá. Es,
sencillamente, el mejor. ¿Paula ya declaró?
—No. Lo he estado alargando por su estado. Es que no tenía cabeza para pensar en otra cosa que no fuera verla bien, y ni siquiera tenemos abogado todavía, pero no creo que pueda dilatarlo más; ya está en casa.
—Sí, papá me dijo que le habían dado el alta, y me alegro de que esté reponiéndose; pero, escuchame bien, que no declare hasta haber hablado con un abogado. Necesitan guiarla en su declaración, una palabra de más o una de menos y Rachel saldrá en seguida.
—Así lo haré. ¿Sabés? Papá se peleó con Bob, quería que
retirásemos la demanda, decía que él la internaría.
—¿Cómo se atreve a usar su amistad de esa manera? ¿Te das cuenta de lo que te digo? Van a intentar probar que no está en su sano juicio, si ya el tío avanzó eso...
—Yo también me peleé con papá, Federico, está furioso conmigo, y yo con él. No me dejó explicarle, no me habla. Por supuesto, Paula no está enterada de eso, no quiero
angustiarla o empezará a tejer en su cabeza que, por su culpa, estoy distanciado de papá.
—No te preocupes, eso se arreglará. Debe de estar dolido por lo del tío Bob; ellos se conocían de toda la vida y terminó agarrándosela con vos. —Pedro hizo una mueca de disgusto.
—Gracias por llamar.
—Lo hubiera hecho mucho antes si no me lo hubieran ocultado.
—Ni loco podía arruinarte la luna de miel.
—Era necesario que estuviéramos allá, acompañándote
en lo que pudiésemos. ¡Podríamos haber reanudado el viaje en otro momento, hermano!
—Sé que es lo que hubieran hecho y, aunque no estaban, los sentí a mi lado en todo momento.
Pero ese viaje, en otra ocasión, no hubiera sido igual.
—¡Bah! Sos un pendejo testarudo. —Pedro se rió.
—Ya me conocés. ¿Cómo está Alison? ¿Qué tal la Polinesia?
—Un paraíso. Alison está acá, junto a mí. —Federico la abrazó mientras lo decía.
—¡Hola, cuñado! —saludó ella acercándose al teléfono.
—Saludala también de mi parte.
—También está muy enojada porque no nos avisaron.
—Decile que disfrute y no se preocupe más. Es un momento único en sus vidas que no debe empañarse por nada. Además, Paula ya está bien, en unos días le
quitarán los puntos.
—¿Por nada? ¿Que a Paula le hayan disparado y casi pierda su vida te parece nada? Me siento inútil a tantos kilómetros de distancia.
—Ya pusiste tu granito de arena, hermano. Aun en la distancia, me acabás de decir que vas a contactar con el mejor penalista, ¿te parece poco? No le des más vuelta
de miel, que me salió por un ojo de la cara.— ¡Maldito engreído! —se carcajearon y se despidieron.
Pedro trabajó un rato más, pero le costaba concentrarse después de lo que Federico le había dicho. Las alarmas habían empezado a sonar.
Durante todos aquellos días, sólo se había preocupado por la salud de Paula y había pensado muy poco en Rachel y en su condena, pero ahora no tenía su mente en paz. Estaba ansioso porque su hermano le enviara el teléfono del abogado.
Que Rachel pudiese salir de la cárcel no había estado nunca en sus planes. No la quería en un psiquiátrico, la necesitaba entre rejas, en un lugar bien seguro.
Dejó lo que estaba haciendo y se fue al dormitorio a ver a Paula.
Ella, ajena a todo el calvario que se había desatado en su cabeza, dormía con placidez. La admiró desde el resquicio de la puerta, luego sigilosamente se recostó a su lado, y así permaneció mirándola por unos instantes, adorándola.
Parecía tranquila y él no quería que nada la alterase. No le contaría nada sobre lo que Federico le había insinuado. Le apartó con suavidad un mechón de pelo que le cubría la
cara, para admirar mejor sus facciones. Desde que la habían atacado, le encantaba ponerse muy cerca de ella y sentir su respiración en el rostro; eso lo tranquilizaba,
era la forma que tenía de comprobar que ella seguía viva, un
hábito que había adquirido en el hospital, cuando le habían sacado el respirador.
Su teléfono vibró dentro del bolsillo del pantalón, se apresuró a cogerlo para no despertarla. Se levantó con prontitud y caminó hacia el salón. Era un número
desconocido, pero igualmente contestó.
—Hola.
—¿Pedro Alfonso?
—Sí, ¿quién habla?
—Buenas tardes, mi nombre es Jason Parker. Su hermano Federico me ha pasado su número, soy el abogado de quien le habló hace un rato.
—¡Oh, un placer, letrado!Muchas gracias por tomarse la
molestia de llamar.
—El placer es mutuo. Federico me ha explicado un poco la
situación y, como nuestra relación de profesor-alumno traspasó esa frontera, voy a aceptar el caso.
Estaría bien que nos viéramos cuanto antes: es necesario que pactemos un encuentro para que pueda hablar con la señorita...
—Paula. Es mi mujer.
—Sí, estaba buscando su nombre, lo tengo aquí apuntado,
Paula Chaves, ¿verdad?
—Ella misma, pero hay un problema. Paula aún no puede
trasladarse, hoy mismo ha salido del hospital y no creo que pueda postergarse mucho más su declaración. Mi hermano me aconsejó que, antes de que lo hiciera, consultara con un abogado.
—Por supuesto, eso es primordial. Hagamos una cosa,
mañana a las diez en punto iré a su casa para montar una estrategia y, por la tarde, haremos que Paula declare.
—Perfecto, señor Parker, le estoy muy agradecido por las
molestias. ¿Anota la dirección?
Después de concretar la cita con el abogado, Pedro estaba más preocupado que antes. Era evidente que no podría ocultarle a Paula lo que Federico le había insinuado, pero esperaría a que el doctor Parker se lo dijera, no iba a angustiarla antes.
Se quedó pensativo junto al ventanal que daba a la calle,
mientras se daba golpecitos con el móvil en sus labios, cavilando.
—¿Pasa algo, Pedro? Disculpame que te pregunte, no es
que quiera meterme, pero te veo preocupado. Y, además, fue inevitable oír que hablabas con un abogado. —Alejandra, que estaba en la cocina, no había podido resistirse; notaba que algo no iba bien y se lo hizo saber. Pedro se acercó a la encimera.
—Lo siento, Alejandra, no quiero preocuparte pero necesitaré tu apoyo. Presiento que Paula no va a tomarse esto bien cuando se entere.
—Me estás asustando.
Él la miró fijamente y, luego, intentando mostrarse calmado, le habló:— Es muy probable que intenten probar que Rachel es una enferma mental para evitar que vaya a una cárcel común, y presiento que lo lograrán, puesto que yo también creo que está perturbada.
—Dios, Pedro, ¿significa eso que no se quedará en la cárcel?
—No nos precipitemos, pero es una posibilidad.
—Pedro, por favor, mi hija seguirá en peligro si ella sale.
—Conseguí un muy buen abogado. Según mi hermano, es el mejor penalista.Alejandra, no voy a permitir que no pague por lo que ha hecho, tranquila —le dijo clavando sus ojos en los de ella y acompañando su afirmación con un movimiento de cabeza—. Confiá en mí, debemos tranquilizarnos, porque no quiero que Paula se altere ahora. Intentemos que, al
menos en esta primera noche en casa, permanezca serena, que disfrute de que salió del hospital, quiero que se sienta a gusto. —Ale secó las lágrimas que se le habían escapado.
—Tenés razón, somos sus pilares y no podemos permitirnos el lujo de ponernos mal: ella no necesita íntegros.
—Exacto, sé que es difícil. Y sé también lo que estás sintiendo, porque, a pesar de que quiero mostrarme íntegro, me paraliza el mismo temor que a vos. Pero poniéndonos nerviosos no solucionamos nada; las cosas no se pueden revertir, así que sólo debemos encontrarle una solución.
Tenemos que mirar hacia adelante.
Paula aún no está repuesta del todo y lo más importante de toda esta mierda que nos tocó vivir es que ella esté bien de salud. Además, mañana por la tarde tendrá que declarar frente a un detective, así que nos necesitará más que nunca.
Será muy duro recordar todo de nuevo y es muy probable que deba hacerlo con todo lujo de detalles.
—Lo sé, Pedro, sólo te ruego que no permitas que esa mujer salga en libertad.
—Es lo que menos deseo, Ale, yo también quiero que lo
tengas claro. —Pedro abrazó a su futura suegra ofreciéndole contención.
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