jueves, 17 de julio de 2014

CAPITULO 19




Al llegar al séptimo piso el ascensor emitió un pitido y luego de una leve sacudida se abrieron las puertas, salí de él caminando por el corredor hasta la puerta de la habitación, dejé mi maletín apoyado en el suelo para poder tocar y
cuando fui a hacerlo, la puerta se abrió.


- Hola, pasá — me dijo Pedro — volví a agacharme para tomar el portafolio, pero él se apuró y lo hizo por mí.


- Gracias. — entré vacilante.


- Creí que no vendrías, como no me contestaste el email — cerró la puerta, caminó hasta uno de los sillones y apoyó mi maletín.


- Como me decidí a venir, consideré que no era necesario una respuesta, lo siento.


- Te decidiste a venir… ¿acaso pensaste en no hacerlo?


Yo estaba parada al lado de la silla que estaba en la cabecera de la mesa, con mi cartera colgando del hombro.


 Tenía los labios secos, me los humedecí para contestarle, él apresuradamente recorrió los pasos que nos separaban y se afianzó de mi cintura y sin dejarme hablar me encajó un besazo.


Tomó mi boca por asalto, sin permitir que pensara en más nada, bebió de ella todo lo que quiso, metió su lengua por todos los resquicios, mientras me levantada de la cintura y me apretaba contra su cuerpo, mis pies no tocaban el suelo, finalmente, me mordió el labio y se apartó de mi boca para volver a dejarme en el piso, entonces con su mano tomó mi bolso y lo dejó caer.


Me aferró de la mano y quiso caminar hacia la escalera, sabía a donde quería ir, quería llevarme a la habitación.


- No Pedro, ¡no! vine porque me dijiste que hablaríamos — le dije soltándome de su agarre. Necesitaba que lo hiciéramos y que aclarásemos de una buena vez todo, aunque en verdad no soné muy convencida.


Se corrió el pelo de la cara, se lo echó hacia atrás pasándose la mano, la otra mano la puso en su cintura, estaba con el pantalón del traje que tenía puesto esta mañana y la camisa desabrochada en el primer botón, uff, se veía malhumorado. Me clavó la mirada resopló y me dijo…


- Bien, querés hablar, hablemos — había apoyado su mano en la silla haciendo repiquetear sus dedos en ella.


Me quedé callada, ambos nos sosteníamos la mirada,Pedro apretaba la mandíbula.


- Por Dios Paula, si no querés hablar, ¿por que hacés esto tan difícil?


- Si quiero hablar — le dije poniendo mis dos manos en la cintura.


Dio un paso hacia donde yo estaba pero no me moví ni siquiera parpadeé, se volvió a mover rápidamente y me agarró de la coleta y muy cerca de la boca me dijo…


- Nena lo que quiero es cogerte, no quiero hablar, me calentaste todo el día moviendo el culo cuando caminabas.


Volvió a besarme, intenté impedirle la entrada en mi boca, realmente me estaba tirando fuerte del pelo, forcejeamos pero ese forcejeo en vez de enojarme me excitaba, quería apartarlo, con la mano que tenía libre me tomó por la muñeca y me retorció el brazo atrás de mi espalda, yo intentaba zafar del agarre de mi pelo con la mano que aún tenía libre, pero él tenía mucha fuerza y seguía intentando meter su lengua en mi boca, estaba determinado a hacerlo.


Finalmente me sentí tan excitada que la abrí y me besó, primero con su lengua tensa, luego la aflojó, al ver que ya no le mezquinaba más la mía y me devoró.


Pedro abría tan grande su boca para besarme que me succionaba los labios, me los sorbía por completo, mi boca se había perdido en la suya. Que beso más caliente, pensé… me soltó el pelo y la muñeca y se aferró a mis nalgas, todo estaba realmente descontrolado, parecíamos dos niños ardientes e inexpertos por la urgencia que sentíamos, me empezó a levantar la pollera y mientras me masajeaba los glúteos, me los apretaba a la vez que apoyaba su erección en mi pelvis para que la sintiera. 


Hábilmente corrió mi bombacha y metió un dedo en mi vagina, se apartó de mi boca sin dejar de invadirme con su dedo y me dijo…


- ¿Por qué te vestiste así tan sexy esta mañana? Eh, ¿por qué? — yo no le contestaba — hundió el dedo con fuerza en mi sexo — contestame Paula, ¿Por qué?


- Porque quería verme elegante y presentable — le dije sin aliento.


- No Paula, te ves caliente vestida así, ¿Para quién te vestiste así? ¿A quien querías calentar? — Me preguntaba mientras lamía mi boca y movía sus dedos en mi vagina.


Como no le contestaba, me envestía con fuerza con los dedos, había metido otro más.


- Aún no te escucho nena, ¿Para quién te vestiste así? Quiero una respuesta.


- Para mi jefe… porque venía mi jefe y quería impresionar — mi voz salió entre cortada.


- Pero vos no sabías que yo era tu jefe — me dijo apartándose y riéndose irónicamente — o sea que debo entender que no te vestiste así para mí —– frunció su ceño mientras seguía hurgando en mi interior con sus dedos.


- No… no sabía P.e.d.r.o...


Mi voz apenas era audible, estaba tan excitada que contestaba entre jadeos.


Pedro seguía moviendo despiadadamente los dedos en mi sexo con cada pregunta, con la otra mano, me tenía agarrada de la nuca tironeando de mi pelo.


- ¿Y entonces? contestame Paula, ¿por qué lo hiciste? me estás volviendo loco nena.


- No sé… no sé…


- Yo si se nena… querías que tu jefe esté así, como estuve yo todo el día — me dijo soltando mi nuca y tomando mi mano para que agarre su bulto.


- Tocame, ¿ves Paula? ¿ves como me tuviste todo el día nena?…


- Si…


Yo me retorcía en sus brazos, estaba tan mojada, que mis fluidos chorreaban por mi pierna, me dio vueltas, me hizo apoyar el pecho sobre la mesa y abrió su bragueta.


- Mierda, no tengo preservativos acá.


- Tomo anticonceptivos Pedro… no hay problema. — estábamos demasiado calientes para parar además aunque era una imprudencia intuía que Pedro era un hombre sano y yo también lo era — sé que ambos estamos sanos.


- Bien, preciosa… bien…


Sacó su pene, lo apoyó en la entrada de mi vagina y me penetró, soltó un gemido abrupto y empezó a embestirme.


- Me desencajás Paula, todo el día te deseé, todo el día bonita, todo el día me imaginé sacándote esa blusa y levantándote la pollera, cuando entraste en la sala de juntas, después del estupor, te imaginé sobre la mesa desnuda, para mí, así quería tenerte, solo para mí.


Dios me excitaba tanto lo que me decía… Se movía despiadadamente, su pene me llegaba muy profundo él era tan grande y me llenaba toda.


Estaba tomando mi cuerpo y mi sexo como él quería y yo se lo permitía, era imposible resistirme a él, me gustaba tanto, sentía su sexo caliente en mi vagina, rozando intempestivamente piel con piel y era maravilloso el contacto con la carne.


Sus embestidas fueron por largo rato, paraba y volvía a empezar, cambiaba el ritmo y otra vez con fuerza...


Pedro, no aguanto más, voy a acabar.


- Si nena, dame tu orgasmo para mi — siguió envistiéndome y me perdí gritando su nombre, Pedro al escucharme perdió todo su autocontrol y también se perdió dentro mío esgrimiendo un ronco gemido, a la vez que llenaba toda mi vagina con sus fluidos.


Dejó caer su torso sobre mi espalda, me acarició las piernas, creo que porque sintió el temblor de ellas y me dio un beso en la nuca.


Estábamos demasiado agitados, pero me levantó en sus brazos y me llevó al sofá donde se desplomó conmigo.

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