miércoles, 30 de julio de 2014
CAPITULO 60
Los días siguientes Paula dejó todo listo en la oficina para que tanto Matias y Claudio se hicieran cargo de Mindland Argentina, por supuesto que había cosas que surgiesen que luego a su regreso las atendería, Carolina era la encargada de organizarle todos los pendientes de su agenda para su regreso.
El jueves a las 18:30 estuvo en Ezeiza para hacer el check-in correspondiente, Matias al salir del trabajo la pasó a buscar por su departamento y la llevó a la terminal aeroportuaria, no quiso por nada del mundo que se fuera en taxi.
Paula estaba nerviosa, Mati la abrazaba y le sobaba la espalda.
- Tranquila, todo irá bien — le decía en plan de tranquilizarla.
- Es que si me tiemblan así las piernas acá, no quiero imaginarme lo tonta que me pondré cuando lo vea allá. Hace dos meses y medio y aún tengo un dolor tan grande Mati.
- Lo sé amiga, pero vos sos fuerte y le demostrarás además lo profesional que eres.
Ese mismo jueves cuando se retiraba de la oficina, Pedro se encontró con Federico y con Alison en el ascensor.
Le costó muchísimo pedir el favor, pero finalmente se decidió y lo hizo.
- Alison sería mucho pedirte que recojas a Paula mañana en el JFK, su vuelo llega 6:10 AM te lo pido a vos porque ella te conoce.
- No te preocupes iremos juntos — dijo Federico en solidaridad con su hermano.
- Perfecto gracias, te paso el teléfono así le avisas que la estarás esperando.
- Dale pásame — ambos sacaron sus teléfonos, Alison marcó el número de Paula y espero a que ella contestara.
- Dile que te manda mi padre no me menciones.
- Ok… Hola Paula habla Alison la secretaria de…
- Sí sé quién eres, ¿cómo estás? — la interrumpió Paula.
- Bien gracias, espero que tú también lo estés, te llamaba de parte del Sr. Horacio Alfonso — Pedro asintió con la vista — para avisarte que mañana te recogeré en el aeropuerto, siempre es bueno que a uno lo espere alguien conocido, por eso me pidió a mí ya que tú y yo nos conocimos en Buenos Aires, él pensó que era la indicada — Pedro le guiñó un ojo, Alison intentaba ser muy amigable.
- Millón de gracias Alison, pero me irá a buscar un amigo — Alison miró a Pedro.
- Ah… Ok ¿estás segura? mira que no me cuesta nada de verdad.
- Alison lo sé, no te preocupes, de todas formas te agradezco la atención, te corto porque me toca el turno en el mostrador del check-in, estoy en el aeropuerto, nos vemos el lunes.
- Ok, ok, que tengas buen viaje. Bye. Bye.
- Bye, Bye.
- ¿Qué te dijo? — preguntó Pedro ansioso — ¿no quiso qué vayas?
- En realidad me dijo que… — Alison dudó antes de decirlo
– Un amigo la iría a buscar.
- Ah… — el mutismo se apoderó del lugar, nadie hizo ningún otro comentario, permanecieron en silencio hasta despedirse en el estacionamiento.
Paula estaba en la cola del mostrador de First Class de American Airlines por suerte estaba casi vacío solo había unas pocas personas delante de ella, y como le había dicho a Alison ya era su turno, con toda la documentación en mano, después de recibir el boarding pass, Mati le ayudó para despachar las valijas y un agente de seguridad le puso una etiquetas en el equipaje de mano, pero aunque se suponía que era autoadhesiva parecía auto- despegable, no duró ni cinco minutos pegada. Paula luchó un poco para que se mantuviera en su lugar y no tener problemas al ingresar al avión.
- ¿Quién te llamó?
- Era Alison, ¿te acuerdas de ella?
- Sí la secretaria de Pedro. ¿Qué quería?
- Para decirme que el papá de Pedro le había pedido que me recogiera en el Aeropuerto.
- Ah, pero a vos te va a buscar Gaby.
- Sí eso le dije, que no hacía falta.
Paula y Matias se despidieron, ya ella tenía que pasar a la zona de pre embarque.
- Pendeja, que tengas muy buen viaje ¡y no vas a aflojarle al yanqui!<<Agua que no mueve molino, deja que siga su camino >> ¿me oíste? .
- Tranquilo Mati, no tienes de qué preocuparte, te voy a extrañar, la oficina queda en tus manos.
Paula se alejó y se dirigió al primer piso directamente a la librería para comprar un libro y leer durante el viaje si es que no conseguía dormir, luego pasó por el control y de ahí al área de seguridad, en ese lugar la cola daba varias vueltas, un verdadero fastidio, terminados los trámites en esa área, se dirigió a migraciones donde se demoró más de lo que esperaba, miró la hora, aún le quedaba tiempo de sobra para que empiecen a llamar a su vuelo.
Entonces como estaba viajando por primera clase en un vuelo de American Airlines gracias al clan Alfonso, decidió hacer uso del beneficio que le había indicado la empleada en el mostrador del check-in y se dirigió al lounge de AA, donde la recepcionista la recibió muy amablemente en el lugar, intentó relajarse.
Llamó a su madre y le dijo que estaba a punto de abordar, habló brevemente con Clara que se empeñó en sacarle el teléfono a su abuela y por último aprovechando que estaba cerca, su madre le pasó el teléfono a Gonzalo para que también pudiera despedirse.
- Que tengas buen viaje hermanita, mañana te deposito dinero para que puedas darte algunos gustos en tu viajecito.
- No Gonzalo, no es necesario, tengo dinero en mi cuenta, como si alcanzaría a gastar lo que me depositas mensualmente pretendes hacerme un depósito extra ¡ni se te ocurra!
- Ah, es un regalo, cómprate muchos zapatos que sé que te gustan, además ahí puedes conseguir los Louboutin acá me dice tu cuñada que le traigas unos.
- Ok, decile que le llevaré unos de regalo.
Se hizo la hora de abordar el avión, se trasladó hacia la puerta de embarque donde justo comenzaron a llamar en primer término a los pasajeros de first Class o sea ella.
Ya en la cabina guardó su equipaje de mano en el compartimento destinado para tal fin, sacó el libro que había comprado de la cartera y se acomodó en su asiento. Mientras se hacían los preparativos para el despegue, le trajeron el menú, y un aperitivo de bienvenida.
- Wow, viajar en primera clase sí que tiene sus beneficios — pensó y se atrevió a conjeturar que la tripulación parecía ser toda americana, solo pudo identificar a una chica argentina.
El capitán comenzó con el típico discurso de bienvenida, y dio los datos pertinentes del trayecto, clima, tiempo de vuelo y luego los conminaron a abrocharse los cinturones.
Finalmente, luego del "doors to automatic and cross-check", comenzó el push-back a las 20:25 en punto, el avión carreteó por la pista autorizada para el despegue y se elevó en el aire.
Las luces de la ciudad de Buenos Aires comenzaron a alejarse. Inmediatamente que el avión despegó le trajeron una variedad de nueces tibias acompañadas de la Coca- Cola Diet que ella había pedido.
La auxiliar le ayudó a desplegar la mesa.
Más tarde le sirvieron como entrada una pechuga de pollo envuelta en tocino, después siguió una ensalada y por último como plato principal filete de res acompañado por vegetales frescos que acompañó con una copa de vino Malbec.
Paula no podía salir de su asombro de lo bien atendida que estaba la primera clase y como en el avión también había Internet le mando por email unas fotos de todo lo que le sirvieron a Mati y a Ezequiel para que vean lo mal que lo estaba pasando.
Cuando ya creía que no le entraba un bocado más pusieron ante sus ojos una copa de helado que no pudo dejar de probar, estaba acompañada de una compota de frutas, salsa de chocolate y crema batida.
Luego de cenar se colocó los audífonos para aislar los ruidos y se puso a leer, pero entonces, como cada noche esté donde esté, sus pensamientos fueron destinados al recuerdo de Pedro.
Ya no se esforzó en quitarlos de su cabeza, después de más de dos meses sabía que era imposible y ya no se resistía, por el contrario los disfrutaba, porque recordaba momentos de felicidad y eran los únicos en el día.
Entrecerró los ojos e imaginó su sonrisa, esa que tanto le gustaba, sus labios perfectos… siguió pensándolo y entonces su mente se trasladó al recuerdo de sus manos, sus largos dedos, sus uñas bien arregladas y pulcras… pensó en lo mucho que añoraba sus caricias, en su toque mágico que la hacía vibrar.
Tuvo un pequeño intento por refrenarlos se preguntó ¿hasta cuándo sentiría así? Y entonces cayó en cuenta que lo vería muy pronto, el lunes se dijo.
- El lunes lo volveré a ver…
Se había quedado dormida, pero se despertó porque tenía frío, miró la hora, llevaba ocho horas y media de viaje, utilizó el cobertor que le habían provisto y se tapó para intentar dormir nuevamente pero fue imposible estaba a tan solo un poco más de cuatro horas de aterrizar en NYC, entonces sintió bronca de haber rechazado el ofrecimiento de Alison, quizá hubiese podido saber algo de Pedro.
Pensamiento del que intentó en vano deshacerse aun sabiendo que no era correcto, siguió haciéndolo e imaginó como sería el encuentro.
“¿Qué hará él cuando me vea? ¿Qué haré yo? de seguro que a mí las piernas me van a temblar y la boca se me va a secar”
Sus pensamientos fueron interrumpidos por la azafata que llegó con el desayuno, Paula se incorporó, rebatió la mesa, y le dedicó un cordial agradecimiento a la empleada, en aquel momento se preparó para comer el muy completo desayuno continental que le habían traído.
Volvió a mirar el reloj, lo había hecho cada media hora desde el momento en que se había despabilado.
Cuando concluyó el desayuno, fijó la vista nuevamente en las manecillas del reloj, en el que su madre le había regalado para navidad, un Bvlgari Serpenti en oro rosado bellísimo que había apreciado enormemente desde ese día porque al llevarlo consigo, al mirar la hora hacía recordarle a su madre constantemente.
Se levantó al baño para arreglar su maquillaje, no quería llegar con cara de muerta y espantar a Gabriel que seguro luciría inmaculado, consideró que realmente era necesario verse al espejo y recomponerse, luego regresó a su asiento y como todavía faltaba para aterrizar, sacó su Mac y se puso a chequear sus emails para matar el tiempo, cosa que de verdad sirvió porque se entretuvo bastante contestando algunos.
Cuando concluyó, apagó todo y al rato se percató que el avión comenzaba el descenso. Entonces el capitán no tardó en anunciar “cabin crew, 20 minutes for landing" y también se encendió la señal para abrocharse los cinturones, sintió que el corazón le latía desacompasado por fin iba aterrizar en New York en la tierra de su amor.
Descendieron a horario, cuando las señales lo indicaron empezó a prepararse para bajar.
De su equipaje de mano sacó un sweater negro extra que traía preparado y se lo colocó, luego se anudó un pañuelo amarillo con arabescos en el cuello que hacía juego con su cinturón y se puso una campera de cuero también amarilla. Por último de su cartera sacó sus anteojos Ray Ban Clipper y se los colgó en la abertura de la campera.
No tardaron en anunciar que los pasajeros de primera clase serían los primeros en descender, tal cual como había sido el ascenso.
Cuando estaba ya lista, una de las azafatas se acercó a ella.
- ¿Usted es la señorita Paula Chaves?
- Sí, — contestó algo extrañada. — ¿Ocurre algo?
- No, nada, no se preocupe, solo se nos indicó que sea usted quien descienda primero de la aeronave, la esperan en la puerta — le informó la aeromoza.
Paula realmente estaba extrañada, esto sí que era inusual, pero siguió a la auxiliar, cuando llegó a la salida, un hombre de metro ochenta le calculó, de ojos azules y cabello rubio le extendió la mano.
-Paula Chaves, encantado, mi nombre es Alan Alfonso, soy primo de Pedro — con solo escuchar su nombre las piernas le temblaron y consideró que sobre esos tacones se caería — soy funcionario de Port Authority of New York and New Jersey la empresa que opera este aeropuerto, tengo indicaciones expresas de agilizarle todos los trámites para ingresar al país, le pido por favor que me acompañe por acá.
Pedro le había pedido a su primo que se encargue de todo, y que le haga saber que él era quien se lo había solicitado.
Quería que piense en él, quería que sepa que él pensaba en ella y que se preocupaba.
Como si todo este despliegue fuera poco, no se
había aguantado la tentación y había ido al aeropuerto a esperar su vuelo, para verla aunque más no sea desde lejos, Pedro no viajaba hasta la tarde así que no iba a perderse de su presencia aunque más no fuera por unos instantes.
La noche anterior no había pegado un ojo desde que Alison llamó a Paula y ella le dijo que un amigo la iría a recoger al aeropuerto,su cabeza era un atabal. Temblaba pensando quien era y que lugar ocupaba en la vida de ella.
- No es necesario que se tome estas molestias Sr. Alfonso, puedo hacer los trámites pertinentes como cualquier otro pasajero — y eso se lo decía para que se lo diga a Pedro.
- Oh de todas formas permítame ayudarla señorita Chaves, le aseguro que mi primo cuando se entere que no lo he hecho, no le gustará nada saber, y pensará que no insistí lo suficiente, no querría estar en mis zapatos y para mí, realmente no es ninguna molestia.
- Se lo insistente que puede ser Pedro, muchísimas gracias, y por favor llámeme Paula — él era joven como de su edad.
- De acuerdo Paula, por acá por favor y para usted soy Alan.
En menos de diez minutos estaba saliendo de todos los trámites, se acercaron a la cinta y su equipaje también fue el primero en llegar, la acompañó a la puerta de arribos y Alan le dio una de sus tarjetas personales.
- No dude en llamarme en su próximo viaje — le dijo — lo mismo cuando parta, llámeme — hizo hincapié — será la primera en subir al avión.
- No es necesario de verdad, pero aprecio enormemente las molestias que se ha tomado, fue un placer.
Paula le extendió su mano y con las valijas en el carrito se dispuso a salir al sector de arribos.
Como el aeropuerto aún estaba vació ya que todos estaban haciendo los trámites que ella hizo antes que nadie, no le costó divisar a Gabriel que estaba sentado leyendo el periódico y que aún no la había visto, pues el movimiento en la terminal no indicaba que ella ya llegaría.
Pedro estaba atrás de una columna viéndola, se le caían las babas recorriéndola con su mirada, a su criterio esos jeans le quedaban como un guante.
- Por Dios que buen culo que tiene — pensó y añoró tenerlo entre sus manos. Se imaginó apretándolo con fuerza hasta que sus dedos se pusieran blancos.
Paula, estaba vestida tan atractiva y para él era más atractiva aún de lo que la recordaba.
Con esa campera amarilla que llevaba puesta, por supuesto que no pasaba desapercibida, tenía estilo, todos se daban vuelta a verla, sentía celos de los ojos lujuriosos que recorrían su cuerpo en la terminal, pero más celos sintió, al acordarse de que ella no se había vestido así para él, sino para su amigo, el que la iría a recoger.
Iba caminando con decisión en dirección a los asientos, entonces se paró junto a un tipo que leía el diario, cosa que dejó de lado ni bien ella le habló, se puso de pie y la abrazó.
- Mierda ¿quién es ese?
Gabriel no dejaba de abrazarla, ella sin embargo se notaba esquiva mantenía su mano aferrada a la cartera y con la otra sostenía su bolso de mano, hasta estaba arrepintiéndose de haberle avisado que llegaba.
Paula no intentaba levantar ninguno de sus brazos para devolverle el abrazo, Pedro lo notó.
- ¡Ya! soltala de una vez, no te das cuenta que le incomoda que la abraces — se dijo para sí y tuvo ganas de hacerse ver, de acercarse, de ser él quien le dé la bienvenida y la estrechase entre sus brazos para cobijarla en su pecho.
Pero él sabía que no era prudente hacerlo, apretó el puño hasta que los nudillos se le pusieron blancos y contuvo las ganas de salir a su encuentro.
Muy pronto, Paula y ese tipo se pusieron en movimiento, el idiota sin nombre se hizo cargo del equipaje de Paula ella lo seguía caminando a su lado, de a ratos él se retrasaba para mirarle el trasero, a Pedro le pareció que ella estaba más delgada.
Sí, a pesar que estaba con ropa de abrigo él la veía con menos peso.
Pedro individualizó en que auto guardaban el equipaje y por suerte no estaba lejos de ahí el suyo, así que entonces se apuró a ir a buscarlo, solo rogaba que la llevase al hotel y que la dejara sola.
Pedro los esperó y los siguió pacientemente, por suerte fueron directamente a The Península Hotel sobre la 5th Avenue y la 55th, él mismo había efectuado esa reserva, Paula tenía reservada la Grand Suite en el piso 20.
Cuando él hizo la reserva, supo que era excesiva la suite que le había reservado considerando que solo estaría por pocos días, pero no se contentaba si no le daba la mejor comodidad y eso que se contuvo de reservarle el penthouse.
Maldecía por tener que irse a Italia, no podría verla, no podría tenerla cerca.
- Maldita suerte — se dijo mientras golpeaba el volante de su deportivo.
El entrometido ese por suerte se fue enseguida, pero calculando lo que había tardado, si había subido a la habitación.
- Wow Paula, sí que tu jefe consiente a sus empleados, mirá la suite que te reservaron — dijo Gabriel y emitió un silbido al ver el lujo y las comodidades del lugar, Paula sacó unos dólares y le entregó al botones que había traído su equipaje
— ya cuando me dijiste en que hotel te hospedarías sabía que era un muy buen hotel, pero no creí que te darían una suite de este tamaño, sí que tu jefe te considera importante.
Paula no sabía que decir, ella estaba más atónita aún, desde que había bajado del avión las cosas fueron irreales.
Alan había dejado en claro que esa deferencia en lo trámites de migración había sido expreso pedido de Pedro, luego pensó en el llamado de Alison ¿la habría hecho llamar él también? y esta suite, símbolo de un gran derroche en ella.
Movió la cabeza mientras conjeturaba, y estaba casi segura que Pedro tenía que ver con todo esto. Se sintió halagada, pero también abrigó mucha bronca, ¿para que se tomaba el trabajo de tanta cortesía? quizá por culpa se dijo… no le encontraba otra explicación.
Gabriel le hablaba pero ella no lo escuchaba, estaba sumida en sus pensamientos, conjeturando, atando cabos, hilando todo minuciosamente.
- ¡Ey, Pau! — la zamarreó ligeramente para traerla a la realidad
— veo que estás cansada, mejor te dejo para que descanses y nos vemos en la noche, te llamo en la tarde para ver a dónde quieres ir.
- Dale Gaby, disculpame, estoy destruida, dormí muy poco en el avión me siento mal que te hayas tenido que levantar tan temprano por mí, pero te lo agradezco enormemente.
- Nada de sentirte afligida, lo disfruté mucho, me encantó que me llamases para avisarme que venías y más aún me encanta que estés en New York — Gabriel le dio un beso en la mejilla
y le masajeó los hombros, luego desapareció tras la puerta de entrada.
Se acercó a la ventana, desde allí observó el Central Park, comenzó a recorrer todas las estancias de la suite y se maravilló de las comodidades que Mindland había dispuesto que ella gozara durante su estancia en NYC.
Aunque no lo sabía a ciencia cierta estaba segura que la mano de Pedro tenía que ver en todo.
- Hoy envió a su primo, eso quiere decir que piensa en mí — afirmó y una estúpida sonrisa se le dibujó en la cara — Paula, no puedes alegrarte que un hombre casado que te mintió desde el primer día que te conoció te piense, nunca podría darte suficiente, nunca sería completamente tuyo, debes olvidarlo.
Por supuesto que lo dijo claro y en voz alta para obligarse de esa manera a escucharse y que le entrasen sus palabras por los oídos y por todos los resquicios de su piel, era una orden la que machacaba para sí.
Se quitó la campera, y la tiró sobre la cama, también se sacó los zapatos y miró la hora, eran un poco más de las 7:15 AM y lo que más deseaba era darse un buen baño, así que se fue hasta la bañera y abrió los grifos para que comenzara a llenarse, se deshizo del sweater y del pañuelo que llevaba al cuello y volvió hacia la habitación donde también se quitó el resto de las prendas hasta quedar en ropa interior.
Mientras se llenaba la tina comenzó a abrir las valijas que formaban parte de su equipaje, hizo lo mismo con los armarios, que olían a desinfectante con un suave olor a limón, concluyó, que los dejaría abiertos para que ventilasen.
Regresó al baño donde se despojó de su ropa interior, se estiró para asirse de una botellitas que descansaban en el borde interno de la bañera y que debían ser algún tipo de sales o de un baño de espuma, cuando lo hizo, no pudo dejar de recordar el día que muy audazmente se despojó de cada una de sus prendas ante la mirada inquisitoria de Pedro en el baño del Faena.
Se sonrió, echó un baño de espumas en la bañera y se metió en ella.
Al contacto con el agua caliente, su cuerpo se relajó inmediatamente y dejó caer su cabeza en la almohadilla de apoyo para disfrutar aún más. Las escenas de ese día siguieron apareciendo en su cabeza y recordó el torbellino de agua que se formó alrededor de sus cuerpos mientras ella cabalgaba sobre el duro pene de Pedro.
Inconscientemente y mientras recreaba la escena comenzó a tocar su cuerpo y de pronto se encontró dándose placer ella misma mientras evocaba la penetración y el orgasmo aplastante que Pedro le había hecho sentir ese día.
Luego de llegar al orgasmo que experimentó con sus propias manos, sus lágrimas empezaron a brotar sin poder contenerlas y así era siempre, así era cada noche y cada día cuando dedicaba unos minutos en pensar en él.
Pasado un rato, y después de sentir un leve desahogo, tiró del tapón para que el agua se escurra y se dispuso a salir de allí.
Secó resueltamente su cuerpo y se colocó una bata de las que el hotel le proveía.
De regresó al dormitorio empezó a acomodar su ropa en el closet, en menos de media hora tenía todo listo y en perfecto orden, también llamó a su madre y a Mati para avisar que había llegado bien y que ya estaba instalada.
Después de haber viajado casi por doce horas sin contar las tres que pasó en Ezeiza durante el check-in cualquier mortal se habría dado un baño y se hubiese metido en la cama para descansar un rato, pero ella estaba exaltada, desde que había puesto un pie en New York su corazón latía desbocado y el baño la había relajado muy poco.
Pensó que hacer y decidió que iría a recorrer los alrededores.
Se puso unos leggings simil cuero en color negro, una camiseta manga larga y arriba un jersey de cachemir negro, se calzó unas botas de caña alta de tacón, enroscó un pashmina de animal print en el cuello y tomó la cartera y sus lentes luego de ponerse una campera de lana y cuero negro que se cerraba sesgadamente con un cierre zipper.
Salió del hotel, un fuerte viento la golpeó en la cara pero no la detuvo, estaba abrigada, no sentía frío, pensaba recorrer la 5th Avenue, inspiró fuerte para llenar los pulmones de aire, miró al cielo neoyorkino, a los alrededores mientras se calzaba unos guantes de cuero y piel y empezó el recorrido.
Oscar que estaba apostado a unos metros de la puerta disimulado dentro de un automóvil de vidrios tintados, la reconoció de inmediato al verla salir.
Sin dilación marcó el número de teléfono de su jefe.
- Sr. acaba de salir del hotel camina por la 5th Avenue en dirección al distrito financiero, creo que anda turisteando, va con su celular en la mano, recién se paró en St. Patrick’s Cathedral a tomar fotos — Pedro sonreía silenciosamente al otro lado del teléfono y se preguntaba porque ella no estaba descansando.
- No cortes, ve diciéndome el recorrido que hace — se escuchaba la respiración de Oscar mientras caminaba — que no te vea.
- Sr. se desvió hacia el Rockefeller Center — silencio otra vez
— ya llegó.
- ¿Entró?
- No está parada enfrente tomando fotos. Ahora vuelve a la 5th Avenue regresa hacia el Hotel — solo se oía silencio y el murmullo de la calle.
- ¿Regresó al hotel?
- No siguió de largo, está viendo las tiendas de la 5th Avenue.
Pedro no había podido detenerse y mientras Oscarr le indicaba el trayecto que Paula recorría, se había subido a su deportivo y había salido a interceptarla.
Sabía que su padre lo iba a matar cuando se enterase, pero el solo saber que se iba a Italia esa tarde, lo desesperaba y los deseos habían sido más fuertes que la razón.
Encontró estacionamiento cercano, bajó despedido del auto y empezó a correr.
- ¿Por dónde está?
- Está casi llegando a Gucci Sr.
- Ok corta Oscar ya la veo.
Intentó serenarse y ahí la vio, había cruzado la calle y estaba llegando a la vidriera de Gucci.
Pedro sacó su teléfono y fingió estar hablando y por poco no la lleva por delante.
Oscar a pocos metros veía lo que su jefe acababa de hacer y se reía, no podía creer las estupideces que uno hace cuando se enamora.
Entonces Pedro guardó su teléfono y fingió un encuentro fortuito, más falso que Judas.
Se quedaron viendo por un instante, estudiándose, midiéndose, a Paula le temblaba el mentón y a él le causó ternura sus nervios, a Pedro le temblaba el alma, hubiese querido abrazarla, pero se tuvo que conformar con un saludo.
- Hola — contestó ella tímidamente.
- ¿Ya llegaste? — y fue lo más estúpido que se le ocurrió decir.
- Sí, sabías muy bien mi horario de llegada, enviaste a tu primo por mí — contestó tajante — por cierto, gracias. — Pedro contuvo una sonrisa, no demasiado bien, sí que realmente había sido estúpido lo que dijo.
- De nada, ¿qué haces por acá?
- Supongo que lo que todo turista hace, recorrer la 5th Avenue — no dejaban de verse a los ojos, lo de él bailoteaban incesantemente y los de ella aunque quería evitarlo se iban a su boca.
- Seguro.
- ¿Y tú?
“Bueno me siguió la conversación, al menos no me escupió la cara”
- Vine por unas camisas a Gucci, esta tarde viajo a Italia.
- Ah, claro, es la marca que vos usás.
“Sí mi amor, es la marca que uso, pero en realidad estoy acá para verte a vos” — eso es como él hubiese querido contestarle en realidad, pero como eso no podía decirlo tomó coraje y tentó un imposible.
- ¿Me acompañas? No tardaré, podríamos tomar un café luego, ¿qué dices? — ella se quedó viéndolo y él agregó — por favor Paula, es solo un café.
Me haría muy feliz pensó ella, pero se resistía.
- No creo que sea correcto — él quiso agarrarle la mano pero ella la levantó y se aferró a su cartera.
- Por favor Paula — se pasó la mano por el pelo — por favor — y esta vez fue casi una súplica.
Ella no contestó, pero deseaba casi tanto como él ese encuentro, entonces simplemente giró y entró en la tienda, Pedro emitió una respiración audible, cerró los ojos sin poder creerlo y la siguió.
- Sr. Alfonso — lo saludó el vendedor que siempre lo atiende y se mostró extrañado pues él había estado dos días atrás, Pedro solo deseó que Ettore no haga ningún comentario. Alcanzó a hacerle un gesto de silencio con su dedo índice por detrás de Paula — ¿En qué puedo ayudarlo, algo para usted o para la Sra. tal vez?
- Vengo por unas camisas Ettore.
- En ese caso, Sr. por acá por favor ¿algo en especial, quiere ver lo nuevo que entró?
- Muéstrame.
El vendedor entendió de inmediato a Pedro y no hizo ningún comentario fuera de la venta.
Le exhibió algunas camisas y Paula se interesó por una de rayas casi imperceptibles en color azul. Él la observaba mientras elegía algunas para probarse, y entonces sí que Ettore estaba extrañado, Pedro nunca se probaba nada, se las llevaba simplemente y luego si no le iban las devolvía.
- Me voy a probar éstas y la que tiene Paula también.
- Muy buena elección Sra. es la última que entró y me atrevo a decir que combinará con el color de ojos del Sr.
- Sí, claro, pensé lo mismo — dijo ella, tímidamente, vaya, sí que realmente era impensado todo cuanto estaba sucediendo.
Ettore los guió hasta la zona de probadores, ella primero insistió en esperarlo en el salón de ventas pero Pedro también insistió en que le dé su opinión y Paula ese día parecía estar bastante accesible, se sentó cómodamente en el estar de esa zona.
Pedro desfiló las camisas una a una para Paula, quien al principio tímidamente daba su opinión, luego parecía que había tomado confianza, hasta en una oportunidad le tocó la espalda para decirle que esa le quedaba chica, que le apretaba mucho y le formaba pliegues, para dilatar el momento se probó como ocho camisas, finalmente se decidió por la que Paula había elegido y tres de las que había seleccionado él.
Ettore solo se limitó a traerles una jarra con café y dos tazas.
En otro momento, lo hubiese apreciado, pero temió que si Paula de pronto tomaba café ahí, luego desista de su invitación.
Volvieron donde estaba el vendedor quien al verlos salió a su encuentro, pues los había dejado solos para que entre ella y él decidieran, solo se acercó de vez en cuando por si necesitaban algo.
- ¿La Sra. no quiere pasar al sector de damas para ver algo para ella? — Pedro la tentó con una mirada y una sonrisa, ella se sintió sucumbir ante su expresión lo estaba adorando con los ojos, solo esperaba que él no lo advirtiera.
- No, gracias — pero Pedro iba a tirar de la cuerda hasta donde pudiese y si de dilatar el momento se trataba lo iba a intentar todo.
- Veamos, seguro hay cosas que te quedaran muy bien.
- No.
- Vamos, no obstante no compres nada, miremos aunque sea, acaso no estabas haciendo eso cuando nos encontramos…
- No Pedro, prefiero irme. — Y fue cortante esta vez.
- Está bien, permíteme pagar.
Pedro no quería arruinar el momento, estaba feliz por cómo había salido el encuentro entonces dejó todo como estaba, no podía quitarle los ojos de encima, ella estaba tan sexy con esos leggings, la traspasaba con la mirada, aunque quería evitarlo no lo conseguía, hubiese querido arrastrarla al sector de damas y comprarle todo lo que ahí había, sin embargo resignado le entregó su tarjeta a Ettore, quien no se demoró demasiado en volver con la JP Morgan Palladium y con las compras, Pedro firmó los tickets y le entregó una sustanciosa propina al empleado que se mostró muy agradecido, finalmente él y Paula salieron de la tienda.
- Te conocía muy bien el empleado.
- Siempre me atiende él — le explicó muy tranquilamente.
- Es muy amable y muy discreto.
- Si Ettore me cae muy bien.
Pedro la guió hasta su automóvil, le abrió la puerta y Paula entró, después de cerrar su puerta dio la vuelta pero antes se detuvo en la cajuela para meter los paquetes y luego subió al automóvil.
Se colocó el cinturón y las gafas de sol y marchó rumbo a Ferrara, una Bakery & Coffe sobre Grand St, que quedaba a escasas cuadras de su casa, y no era caprichoso ir hacia allá, si todo salía como lo esperaba, terminarían en su apartamento.
Pedro no podía creer que ella iba sentada a su lado, intentaba aspirar su perfume, se había puesto J’adore, tuvo la sensación que nada había cambiado y se sintió confiado en que reconquistaría a Paula.
Después que pasó el cambio deseó apoyar su mano en la pierna de ella, pero sabía que eso aún no podía ser.
Paula estaba muy callada, no era bueno dejarla pensar, si lo hacía podía pedirle que la llevara de regreso al hotel y no era lo que él quería.
- Podríamos ir a un Starbucks pero quiero llevarte a que pruebes el mejor cheesecake de New York — él le regaló una sonrisa enorme, esa que a ella tanto le gusta y la miró por arriba de las gafas. Paula respondió con una, un poco tímida. Seguía callada
— ¿o prefieres un Starbucks? — creyó conveniente dejarla elegir, para que no se sienta presionada.
- No, está bien, vayamos donde decís vos.
- Perfecto.
Llegaron a Ferrara, por suerte por el horario que era no tuvieron que hacer cola afuera, pero igual estaba casi al tope de lleno, en realidad como de costumbre.
Subieron las escaleras, Pedro le apoyó ligeramente la palma de su mano en la cintura y la guió.
“Dios cuanto extrañaba ese contacto con ella” – pensó, y ella tuvo la misma sensación que cuando entraron la primera vez en Tequila, el contacto con él era exquisito, su cuerpo recibía las señales y no intentaba resistirse, nada había cambiado se dijo.
No había muchos lugares para elegir, así que se acomodaron en el más alejado del hueco de la escalera. Se sacaron los abrigos y los colgaron en el respaldar de la silla, Pedro se quedó de pié hasta que ella se sentó para acercarle la silla.
- Gracias.
Se acomodó frente a ella y desplegó la cartilla, acercándose por encima de la mesa lo más que podía, le indicó con el dedo la línea donde decía New York Cheesecake "The Original" smooth & creamy American style cheesecake, with Philadelphia cream cheese.
- ¿Pedimos la New York Cheesecake?
- Veamos qué tan rica es…
- Ah te aseguro que es la mejor… lo que sí, no hay helado de arándanos, podríamos pedirte de fresa.
- Con la cheesecake es suficiente — él aún se acuerda de mi raro gusto pensó.
- Ok ¿Probaste alguna vez los Cannoli?
- No.
- Apuesto a que te gustarán, yo pediré unos Cannoli para que puedas probarlos. ¿Qué quieres tomar? Te recomiendo el cappuccino lo sirven con doble espuma, de todas formas el latte es muy bueno también.
- Vamos con el cappuccino — ella luchaba con sus pensamientos.
“Pedro me estoy muriendo, no creía que recordarías mis gustos”
- Ok, yo pediré un expresso doble. La mesera se fue con la orden.
- ¿No vas a la oficina hoy?
- No, me tomé el día, a las 16:35 sale mi vuelo a Milán.
- Supongo que vas por el local de Vittorio Emanuele II.
- Sí, se inaugura este fin de semana. “Mi amor podríamos ir juntos si quisieras” — y se ilusionó, obviamente ella estaba al tanto de la apertura en Europa, por eso la pregunta.- ¡¡Mindland en el Salón de la moda!! entrar en el mercado europeo es realmente un gran logro, supongo que debés estar muy feliz.
- Sí, aunque no tanto como debería — y realmente era muy sincero, no lo estaba disfrutando tanto, porque todos sus pensamientos la mayor parte del día estaban destinados a ella y no lograba disfrutar sus triunfos laborales. No estar con Paula lo sumía en una profunda antipatía por todo lo que lo rodeaba.
- ¿Por qué? Deberías estar MUY FELIZ — y sonó casi como un llamado de atención.
- Bueno, estoy feliz, si me lo ordenas de esa forma — terminó aceptando él a desgano, pero con una sonrisa y en son de broma.
“Solo que lo estaría más si podría compartirlo con vos, no tenerte a mi lado hace que me sienta infeliz en todo” — pensó pero lo calló.
- Gracias por la suite en el hotel, es bellísima, muy espaciosa, en realidad creo que es demasiado, sé que tuviste que ver con eso — ella lo sorprendió, y en un principio él no le contestó solo se limitó a sonreírse tímidamente — no era necesario Pedro de verdad.
- Solo quiero que estés cómoda en tu estadía en New York, siempre deseo lo mejor para vos — ella bajó la cabeza y la enterró en el mantel, luego tímidamente volvió a hablar.
- Hoy fui bastante grosera cuando lo mencioné, pero dejame agradecerte como corresponde, muchas gracias por enviar a tu primo esta mañana para que me agilizara la entrada al país.
- No podía hacer otra cosa, teniendo las posibilidades de hacerte más fáciles los trámites, nada me costaba.
- ¿Te sentís culpable? — él le clavó la mirada azul en los ojos de ella — ¿por eso tantas atenciones?
“Por qué no podes darte cuenta cuanto te amo”… — pensó Pedro
- ¿Eso es lo que crees, qué debería sentirme culpable?
- Vos sabrás, es tu conciencia no la mía. — ella no le bajó la mirada, él tampoco, tomó una honda respiración y le contestó.
- No Paula… — agitó su cabeza — no me siento culpable por nada, no tengo porque sentirme culpable, solo me preocupo por vos, por tu comodidad, por tu bienestar — se expresó en un tono calmo, e intentó ser lo más sincero que pudo, tanto como su corazón lo era.
Pedro quería salir de esa conversación no estaba resultando como él pretendía.
Paula no podía evitar que la ira la invadiese, por más que deseaba echarse en sus brazos y que la contuviese, sus palabras le resultaban atemporales y hasta las consideraba vacías.
Lo tengo enfrente mío pensaba a la vez y mientras lo contemplaba no dejaba de luchar con sus demonios.
“Es tan hermoso, es realmente irresistible, como quisiera tocar su mentón a contra pelo, besar sus ojos, sostenerle la frente.”
Pero entonces tras esos deseos se preguntaba:
“¿Cómo puede ser que desee tanto a un hombre que solo se burló de mí?”
Llegó la orden, Pedro estaba expectante a que ella probase el cheesecake. Esperó que tragara para preguntarle.
- ¿Y, te gusta?
- Hmm Delicious!!! — ella estaba extasiada con el sabor de la tarta.
- Sabía que te gustaría.
Él disfrutaba su placer, aunque su gesto no se comparaba en nada al que tenía durante un orgasmo.
Dios, como deseaba verla otra vez así.
En sus brazos extasiada de esa forma… y que él sea el culpable de su placer, como deseaba hacerla vibrar pegada a su cuerpo unida a él y que le diga palabras sucias al oído para hacerlo estallar de placer.
Quiso tocarle la mano pero ella se la quitó.
Pedro se quedó viéndola fijamente a los ojos, necesitaba ese contacto con su piel y ella se lo negaba.
- Necesitamos hablar Paula, necesitamos discutir de lo que desencadenó que hoy estemos de esta forma, tan distantes.
- No quiero hablar de eso, creo que te confundiste cuando acepté venir a tomar un café. Solo lo hice porque sé que tarde o temprano vos y yo tendremos que trabajar juntos y quiero demostrarte que puedo ser tu amiga y que puedo ser cordial para conciliar un marco de trabajo ideal.
- No quiero ser tu amigo Paula, no hubo un día en que no pensara en vos, no te imaginas como me he sentido.
“Yo también te pensé todo el tiempo mi amor, pero lo nuestro sencillamente no puede ser, jamás aceptaré ser la otra”.
- Lo siento, vos y yo solo podemos ser, amigos — sus palabras le dolieron enormemente fue un puñal en el pecho, Pedro se sintió abatido.
- Yo quiero ser más que tu amigo — terció él.
- ¿Mi amante?
- Entre otras cosas, quiero ser tu pareja, tu novio, tu prometido, tu todo.
- No me hagas reír — se carcajeó — como si pudieras ser todo eso que decís — Pedro respiró hondo, intentando tranquilizarse, quiso volver a tomarla de la mano, pero ella volvió a quitársela.
- ¿Por qué me tratás así? ¿Por qué no confiás en mí? ¿Por qué para vos tiene más valor la palabra de una voz de alguien desconocido? ¿no te das cuenta que esa persona lo único que buscó desde que comenzó con los llamados fue esto? separarnos ¿Por qué no me crees a mí?
- ¿Qué me vas a decir Pedro que Julieta nunca existió, que historia me vas a inventar? — Pedro insistió en tomarle la mano, no le salían las palabras, era una sensación tan extraña
— No me toques. — sus palabras y el tono que utilizó hicieron que él estallara.
- Que no te toque, claro la señorita no quiere que la toque, ¿por qué no querés que te toque? porque ya tenés quien te toca ¿no? El moscardón ese, el que te fue a buscar al aeropuerto te toca y no decís nada, a él lo dejaste que te abrazara y que te besuqueara hasta el hartazgo.
- ¿Me mandaste a espiar? — ella se mostró ofuscada.
- No, yo estaba ahí, yo fui a buscarte — Paula estaba atónita jamás hubiese imaginado que Pedro estaba ahí cuando bajó del avión — como pensaste que no iba a hacerlo, por más que a Alison le dijiste que te irían a buscar supuse que por ahí solo la estabas rechazando y fui, y te vi con ese idiota.
- Bajá la voz, todos nos miran. Gabriel es solo un amigo.
- Cuantos amigos que tenés… ahora te surgen amigos de la nada y por todas partes — dijo con sorna — ese no te mira como un amigo, lo aprendí de Mati, él sí te mira como un amigo, ese idiota no, cuando caminabas no dejaba de verte el culo el muy hijo de puta.
- No me distraigas con estupideces, ni te pongas en ese plan de celoso. No me interesan tus celos, aunque creo que en realidad,
todo es una pantomima, de hecho sé que fingís muy bien. Mi trato con vos es solo de trabajo, solo eso. — Pedro estaba tan dolido, como no podía darse cuenta de su amor, y ese dolor hacía que estalle de bronca, los celos esa mañana lo habían consumido.
- Ah te distraigo, bueno, al menos algún sentimiento te provoco,
¿sabes qué Paula? terminá el cheesecake y el cappuccino que te llevo al hotel, tengo cosas que preparar para mi viaje y estoy acá perdiendo el tiempo con vos.
- Yo no te pedí que pierdas el tiempo conmigo, vos insististe.
¿Sabes que Pedro? — lo imitó a él — no te preocupes, andate a la mierda, me regreso en metro o en taxi o en lo que sea.
- Como gustes señorita mal hablada.
Pedro sacó su billetera dejó cien dólares porque rebuscó y no tenía cambio, sacó a tirones la campera de su silla y se fue dejándola sola.
Paula estaba roja de la vergüenza sentía que todas las miradas estaban sobre ella.
Tomó su abrigo se lo colocó, y comenzó a bajar las escaleras, mientras se ponía los guantes, al menos no estaba llorando pensó, eso hubiese sido más vergonzoso.
- ¿Y ahora como me voy? — pensó — no sé ni donde mierda estoy.
Bueno, sé la dirección del hotel, me tomaré un taxi.
Cuando salió a la calle, Pedro estaba esperándola cruzado de brazos apoyado contra el Alfa- Competizione, estaba para comérselo pensó ella, se veía tan sexy aunque estaba enfurruñado no perdía su encanto.
Fingió no verlo y siguió caminando, él hizo dos zancadas y la alcanzó y la tomó del brazo.
- ¿A dónde crees que vas? Vamos al auto que te llevo al hotel.
- ¿Perdón? ¿pero con qué derecho me hablás así? Acá no soy tu empleada para que te pongas en plan de autoridad. <<Además, no quiero quitarte más tiempo>> soy demasiado poca cosa para hacerlo Sr. Alfonso — remarcó sus palabras.
- No seamos infantiles Paula.
Ella se soltó de su agarre y siguió caminando.
Él sentía que no atinaba con las palabras, y solo conseguía enojarla más, ahora la había tratado de infantil.
Siguió caminando a su lado, se apuró y se apostó frente a ella, la tomó de los hombros, con la sola esperanza que Dios lo iluminase y ella comprendiera, que lo vea en sus ojos.
- No seas terca, vamos, dejemos de hacernos tanto daño.
- No Pedro, no, dejame.
El no pudo contenerse, estaban tan cerca y la tomó de prepo y la besó, ella le siguió el beso, también lo deseaba, sus lenguas se chocaban desenfrenadas, se golpeaban con fuerza, se hurgaron la boca presos de los deseos que cada uno venía sofrenando desde hace dos meses y medio.
Pero entonces, ella reaccionó apartándose, él quiso besarla otra vez y ella se tiró hacia atrás levantó la mano y le estampó un cachetazo en la cara.
Pedro estaba furioso, sí que estaba furioso.
Le dedicó una última mirada furibunda y se volvió a su auto, Paula siguió caminando en dirección contraria sin detenerse, le temblaban las piernas y estaba arrepentida de su arrebato pero aun así no se detuvo, ni intentó detenerlo.
Pedro subió a su automóvil y arrancó haciendo rechinar los neumáticos y Paula se quedó viendo como él se alejaba en la calle
Se tocó la boca y comenzó a llorar.
Buscó un kleenex en su cartera para secarse las lágrimas, acto que consideró en vano, pues no podía parar de moquear.
Pedro no lograba creer como se había arruinado todo. Lo de ellos no tenía solución pensó. Comenzó a chillar como cuando era crío y sus hermanos mayores se burlaban de él, eso hasta que pudo defenderse, luego nadie se atrevía a burlarse, porque él se les enfrentaba, pero ahora parecía ese chiquillo bobalicón que berreaba sin parar.
Lloraba y se secaba con el puño de la campera y sorbía su nariz. Llegó a su casa, fue a su dormitorio y se dejó caer en la cama abatido ya sin fuerzas.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario