miércoles, 20 de agosto de 2014
CAPITULO 127
Durante los días previos a la boda, había habido un gran sentido de la anticipación y de la coordinación entre todas las partes implicadas. En el ambiente, se intuía lo magnífico y suntuoso que iba a ser todo. En el hotel, los invitados habían sido dirigidos al lugar donde se llevaría a cabo el
cóctel de recepción y fueron recibidos por los padres de los
novios. Allí, donde debían retirar las tarjetas con sus ubicaciones en las mesas, los esperaba un arreglo exuberante de orquídeas, lirios, rosas y hortensias blancas a modo de bienvenida. Clásicos románticos
amenizaban el ambiente, mientras degustaban un tapeo acompañado de Veuve Clicquot y otros aperitivos.
Finalmente, las puertas del gran salón se abrieron y dieron
paso a los invitados, para que se situaran en los lugares asignados.
El lujo del espacio y la hedonista decoración que habían llevado a cabo los diseñadores de la boda conmovieron a todo el mundo. A petición especial de Paula, el salón de baile del hotel Plaza estaba lleno de hermosas flores blancas y candelabros personalizados. En cada mesa, habían colocado altos jarrones de cristal con ramas de orquídeas, lirios, rosas y hortensias blancas. En la base de los floreros, un ramo exuberante de rosas y otras flores, así como estilizados candelabros transparentes con velas centelleantes. Aquel romántico ambiente estaba teñido de azul y en el techo se proyectaban imágenes que recordaban a la Vía Láctea.
Sobre cada mesa, habían dispuesto unas estructuras de las que caían frondosas cortinas de cristal y velas colgantes. Para bailar, habían construido una pista de baile de espejos negros, donde se proyectaban los nombres de Paula y
Pedro y la fecha de la boda.
Alrededor del gran salón, colgaban pantallas de plasma donde se proyectaba ese mismo mensaje, y en uno de los balcones, podía admirarse el pastel de boda de cinco pisos, creación exclusiva de la talentosa Sylvia Weinstock, sobre una base de rosas y flores de azúcar idénticas a las de los centros de mesa.
De pronto, las luces se apagaron y sólo quedó iluminada la
entrada; empezaron a sonar los acordes de Reik cantando Sabes, y Pedro y Paula, radiantes, entraron de la mano al salón, caminaron hacia el centro de la pista, entre aplausos
y silbidos, y ejecutaron su primer baile.
—No puedo creerlo, soy la mujer más feliz del universo, estoy temblando como la primera vez que oí esta canción en la limusina.
—Cantame al oído, mi amor,cantala para mí como aquel día. — Paula le dio el gusto e hizo lo que Pedro le pedía. Él la aferró por la cintura y se perdió amorosamente en su cuello, mientras bailaba con ella extasiado, como si en aquel lugar tan sólo estuvieran ellos dos.
Cuando concluyó la canción se besaron y Pedro la levantó de la cintura y la dejó suspendida en el aire mientras la aprisionaba contra su cuerpo. Todos volvieron a aplaudirlos.
Después de ese primer baile, empezó a sonar la canción
Song for mama, de Boyz II Men, y entonces Pedro le guiñó un ojo a Paula. —Ya vuelvo —le dijo mientras le besaba la mano con ternura y se apartaba de ella, para caminar hasta donde estaba sentada su madre. La cogió de la mano, apoyó sus carnosos labios en ella y la invitó a bailar.
Ana se levantó emocionada, acunó el rostro de su hijo entre sus manos y lo besó para luego cobijarse orgullosa entre sus brazos.
—Gracias, mami, por estar siempre a mi lado —le dijo al oído.
—Te amo, hijo querido, hoy estás cumpliendo tu gran sueño y estoy totalmente segura de que serás muy feliz, porque la mujer que has elegido como compañera es maravillosa.
—Yo también lo creo así, mamá.Ana le guiñó un ojo,mientras Paula, a un lado, los miraba extasiada de amor.
Cuando terminó de bailar con su madre, la canción se enlazó con You raise me up, cantada por Westlife, y entonces las luces se dirigieron a Gonzalo. Él cerró los ojos y se puso de pie para ir al encuentro de su hermana, que
caminaba hacia donde él estaba sentado.
—¡Pendeja, cómo te quiero! Verte feliz es uno de mis más
profundos deseos.
—Podés estar tranquilo y dejar de preocuparte por mí, ahora, porque soy la mujer más feliz de la Tierra. Gracias por todo, hermanito, gracias por vivir pendiente de mí siempre. ¿Sabés? Papá debe de estar muy orgulloso
de vos, porque supiste cuidarnos a todos como él lo hubiera hecho. — Gonzalo le dio interminables besos en la mejilla y la hizo girar en la pista para que ella se luciera con su vestido de novia. El tema, de manera impredecible, enlazó con Blessed, en la voz de Elton John, y entonces fue el turno de Ale y de Horacio para bailar con Pedro y Paula.
— Gracias, Pedro, por hacer realidad los sueños de mi hija.
—Gracias a vos por haberle dado la vida para que hoy yo pueda tenerla. Amo a tu hija, Ale. Como te dije anoche, a veces el amor que siento por ella me asusta, porque si de Paula se trata no puedo pensar.
Tu niña me tiene loco. —Alejandra sonrió oronda y lo besó en la frente.
—Sos mi nuera preferida —le susurró Horacio a Paula—, pero ése es nuestro secreto, si no, mis demás nueras se pondrán celosas.
—Adulador, no te creo nada. A todas debés de decirnos lo
mismo.
Horacio se rió.
—Paula, sos un ángel que descendió del cielo para
demostrarle a mi hijo que el amor existe. Quiero muchos nietos, ¿me oíste? Aunque no tantos como para que tengas que desatender Mindland.
Paula se carcajeó.
—¡Ya decía yo que sos un interesado!
Friends will be friends, en la voz de Freddie Mercury, comenzó a sonar y, entonces, poniéndose frente a Luciana, Pedro hizo una reverencia con una mano detrás de su espalda y le extendió la otra para que se acercara. Su hermana, que estaba muy sensible por el embarazo, se puso a llorar y se acercó a él, que la esperaba en la pista.
Mientras tanto, la novia, con un ademán muy histriónico, se
acercó a Mati y lo agarró de la corbata para ponerlo de pie y
llevarlo hasta la pista, pero antes de retirarse del todo señaló a Ezequiel:
—Preparate, a mitad de la canción te quiero conmigo. —Le
guiñó un ojo.
—Ay, Pedro, en mi vida creí que lloraría tanto como estoy
llorando en tu boda, parezco boba, pero es que sé que sos muy feliz y lloro de felicidad. Espero que no te enojes por lo que te voy a decir pero, cuando vos te casaste con Julieta, yo lloré mucho de amargura, porque creí que nunca serías
dichoso a su lado. Y ahora que la vida te dio esta oportunidad, no puedo contenerme. Además, ¡adoro a Paula! ¡Cómo te quiero, hermano!
—Yo también te quiero, nena, y no llores más que estás
angustiando a mi sobrino. —Pedro se apartó y se inclinó para besarle la barriga.
—O sobrina, ¡ya hablás como Ruben! —lo regañó ella.
—Prefiero un niño, porque si es niña y sale con tu carácter creo que no lo podría soportar, con vos me basta y me sobra.
—¡Malo! Yo te dije cosas hermosas y vos sólo pensás en
hacerme enfadar. Pedro le habló al oído.
—Puse mi cuota de humor a tus palabras para no ponerme a llorar como un crío, si no, Ruben, Federico y Hernan se burlarán eternamente de mí. —Después de decirle eso la miró a los ojos—. Hermanita querida, hemos terminado siendo cómplices en esto también. —Pedro ladeó la cabeza y le guiñó un ojo.
—Como siempre. ¿Sabés qué, Pedro? No vas a poder librarte jamás de mí —afirmó Amanda.
—Paula —dijo Mati—, amiga de mi corazón, mi hermanita de la vida, estoy muy feliz, increíblemente feliz porque por fin tenés todo lo que te merecés.
—Mati, no puedo creer lo afortunada que soy, amigo. Siento
que estoy a punto de tocar el cielo con las manos.
—Te ayudaré a que lo logres, sabés que siempre podés contar conmigo en todo.
Mati la sorprendió y la levantó en el aire y ella extendió sus manos como si, en verdad, con la ayuda de su amigo pudiera tocar el cielo. Entonces miró a un lado y vio a Pedro.
—Lo siento, Mati, esta vez no lo lograré con tu ayuda, porque mi cielo está en la Tierra.
—Lo sé, pero eso no puedo dártelo porque ya lo tenés. Ese
hombre es tuyo, Paula, y no es un sueño. Ezequiel interrumpió su baile y Mati, gustoso, se apartó para ofrecerle su lugar, aunque antes de irse besó la mano de la novia.
—Una vez te dije que te esperaba una vida de ensueño y, al
lado de este hombre, la tendrás; y no lo digo por los lujos que pueda darte, sino porque el amor que te profesa es infinito.
—Gracias, Eze, por estar acá conmigo compartiendo este
momento.
—No me lo perdería por nada en el mundo. Además, es la única forma que tengo de confirmar que, por fin, nos hemos librado de ti.
—¡Maldito! ¿Ni en el día de mi boda vas a decirme cosas
lindas?
Ezequiel se carcajeó y la besó en la mejilla.
—Te quiero, Pau, sabés que eso es sólo una pose entre nosotros.
—Lo sé, amigo, por eso te lo permito; yo también te quiero.
La canción terminó y, para finalizar el baile, Pedro se acercó de nuevo a Paula. Entonces comenzó a sonar Amazed, de Lonestar, y empezaron a bailar de forma seductora, mientras Pedro se llevaba una mano de Paula a la nuca y la besaba apasionado.
—Señora Alfonso, ¿sabe usted una cosa?
—¿Qué, señor Alfonso?
—Sólo estoy deseando que esta fiesta termine, para por fin
poder hacerle el amor a mi esposa.
Paula echó la cabeza hacia atrás y sonrió.
—Señor Alfonso, es usted el único culpable de que tengamos que esperar a que termine este fiestón.
Le recuerdo que esta gran boda fue idea suya.
Pedro asintió con la cabeza.
Cuando terminaron de comer el primer plato, se dio inicio al
baile para el resto de los invitados.
Paula fue a cambiarse el vestido por el que se había puesto antes de la ceremonia. Se los veía exultantes y sus familiares y amigos estaban contagiados por su felicidad.
Entrada la madrugada, llegó el momento de cortar la tarta y hacer los brindis.
—Ya regreso, mi amor, voy a arreglarme el maquillaje para las fotos.
—Pero no tardes.
—Prometo que estaré aquí de nuevo en un abrir y cerrar de ojos.
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