Paula desapareció otra vez con sus damas de honor, aunque en realidad había ido a cambiarse de atuendo nuevamente; ésa era su última transformación que había programado para la gran noche.
Muy pronto estuvo lista para volver al salón, con un innovador vestido de líneas muy simples en raso de seda nacarada y escote redondo de tirantes. La prenda estaba adornada con un bonito juego de encajes y una banda que se prolongaba desde el hombro hasta la cintura. La falda era de corte recto y definía sus exquisitas formas a la perfección. En la parte trasera, terminaba con unos graciosos volantes verticales que desembocaban en una elegante cola.
El escote de la espalda era redondo y también tenía transparencias de encajes.
Luciana, en complicidad con Paula, fue a buscar a Pedro,
interponiendo una excusa cualquiera para llevarlo a su
encuentro, pues su flamante cuñada quería sorprenderlo una vez más y que él fuera el primero en verla.
Paula lo esperaba a mitad de la escalera, de espaldas. Pedro, al verla, volvió a quedarse sin respiración, pues su esposa estaba tan sexy y majestuosa que parecía una divinidad. Subió los escalones, mientras ella giraba para ofrecerle una nueva perspectiva de su atuendo. Cuando la alcanzó, atrapó su boca con premura y se la bebió por completo, perdiéndose en un beso mágico que a ambos les robó la respiración.
—¡Dios! ¿No vas a dejar de asombrarme? ¿Tres vestidos?
—Tus deseos son órdenes para mí. Querías una boda
majestuosa y tenía que convertirme en una novia acorde a las circunstancias. Además, me fue imposible decidirme solamente por uno de ellos.
—¡Me encanta, estás fascinante! Vayamos a cumplir rápido con todo lo que nos queda de protocolo y metámonos en la suite nupcial. ¡Me muero por perderme en tu cuerpo!
El momento del brindis fue de los más emotivos de la noche, ya que Horacio, Gonzalo y Mikel les regalaron a los novios unos discursos cargados de sentimiento.
Paula y Pedro también tomaron la palabra para agradecer la asistencia a sus invitados y, al final, se dedicaron frases amorosas el uno al otro y partieron el pastel.
A lo largo de toda la noche se bailaron ritmos variados y para todos los gustos, pero, como broche de oro, las luces se apagaron y, de pronto, el escenario se iluminó y Pedro sorprendió a Paula cuando salió a cantar junto a la orquesta; el resto de los vocalistas le hacían los coros. El ambiente se inundó con las notas de Dime que me quieres, el tema que tan famoso había hecho Ricky Martin. Paula estaba embelesada, no podía creer lo que su esposo estaba haciendo por ella; se sintió increíblemente especial, mientras él le cantaba y le bailaba sobre el escenario. No podía parar de reírse y de aplaudirlo y, al verlo tan sensual, recordó su primer baile en Tequila. Luciana gritaba como loca, como si fuese la presidenta del club de fans de su hermano, y el resto de las mujeres que estaban allí, contagiadas, también chillaban como locas, como si se tratase de una gran figura del mundo del espectáculo. En determinado momento, él se inclinó y estiró su mano hacia Paula; entonces, desde abajo, Mati y Ezequiel la subieron al escenario.
Enciende tu motor, yo soy tu
dirección.
Las calles de mi amor
quitaron el stop.
Ven y ven y ven
y dime que me quieres en la
intimidad.
Sabes que me puedes
dominar.
No hay nadie como tú, eres mi
cara y cruz.
Mi corazón es para ti.
Pon más velocidad, no tardes
en llegar.
Las calles de mi amor
quitaron el stop.
Después de ese acto tan original, se fundieron en otro
escandaloso beso y decidieron que ya era hora de irse. Paula tiró el ramo, que fue atrapado por María Paz y, luego, con los acordes de Love is in the air, los invitados los despidieron arrojándoles pétalos de flores.
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