miércoles, 27 de agosto de 2014

CAPITULO 151




Volvieron a la casa. Los ánimos no estaban como para unirse al recorrido con los demás. Paula se dio un baño mientras Pedro le hacía compañía a Patricio, que estaba preparando un costillar en el asador. Habían decidido darse un espacio, para que a ambos se le pasara el enfado.


—Don Pedro, sé que recién vienen de ahí, pero ¿no me
acompañaría a la bodega? Me gustaría bajarle un vinito de la última cosecha de mi señor Chaves a la niña Paula; ella siempre toma ese Malbec cuando viene y la verdad es que están tan altos que yo no me animo ya a trepar hasta ellos.


—Con gusto lo acompaño, pero le voy a contar un secreto que aún no sabe nadie: Paula esta vez no va a beber vino.


—¿Ah, no? —Patricio se mostró apenado y no entendió
mucho lo que decía Pedro.


—Está embarazada.


—¡Oh, don Pedro, qué gran noticia! —El viejo le palmeó la
espalda y hasta lagrimeó un poquito —. Felicidades a usted también, quédese tranquilo que no voy a decir nada, tengo mi boca con siete candados, pero con más razón vayamos a por ese vino: la familia querrá brindar de manera especial
cuando sepa la noticia.


—Vayamos, entonces.


—¡Ahora entiendo por qué vinieron sin aviso! —Pedro le guiñó un ojo mientras subían a la camioneta—, en cuanto se entere mi mujer, se pondrá a tejer patucos.




A la hora de comer, todos habían regresado ya del recorrido y Pedro fue a buscar a Paula, que estaba con su sobrina en la habitación de Clara. Cuando entró, casi se desternilla de risa, porque estaban jugando a la peluquería y la niña había hecho estragos en el aspecto de su tía, que parecía el león de la Metro Goldwyn Mayer y estaba pintada como un payaso.


Pedro intentó contener su risa,pues como las relaciones con la niña no eran muy buenas no quiso que pensara que se burlaba de ella.


—Permiso, ¿les falta mucho? Porque ya vamos a comer. Mi amor, ¡qué hermosa estás! Creo que deberías dejar que Clara te maquillase y te peinase más seguido.


—¿Cierto que está hermosa, Pedro?


—Sí, Clari, realmente la dejaste más hermosa de lo que tu tía ya es. —Pedro le guiñó un ojo.


—Pero yo aún no pude verme al espejo, Clara no me deja hasta que no termine.


—Te juro que vas a quedar impactada cuando te veas.


—¿Estoy linda?


—Muy linda.


—¿Viste, tía? A Pedro le ha gustado. Te lo dije, tenés que
peinarte así para ir a la oficina.


—Sí, mi amor, creo que tenés que hacerle caso a Clara y adoptar ese look. —Paula se acercó a Pedro y le habló entre dientes.


—Suficiente, no la incites más que no me va a dejar sacar el
maquillaje ni el peinado y voy a tener que ir a comer así.


—¡Oh! Yo creo, Clara, que tu tía debe salir así y que todos vean lo bonita que la dejaste, ¿qué crees?


—Sí, tía, quiero que mi mamá te vea.


—Te mato. —Paula pellizcó la cintura de Pedro mientras le
hablaba en tono bajo.


—¡Ay, eso ha dolido!


En eso entró Mariana y fue la salvación para Paula.


—¡Ah, pero que le hiciste a tu tía! Parece el Joker de Batman.


—¿Verdad que está hermosa, mami? A Pedro le gustó cómo le queda.


 —Sí, hermosa, para suplir al payaso del circo del pueblo.
Vayamos a lavarte las manos y la cara, que ya vamos a comer.
Aprovechá, cuñada, y andá a hacer lo mismo.



Pedro y Paula fueron hasta la habitación que siempre ocupaba ella cuando vivía ahí.


—¿Se te pasó el enfado? —le preguntó él abrazándola por detrás, mientras ella, frente al espejo,intentaba sacarse con una toalla desmaquilladora el emplaste que Clara le había puesto en el rostro.
Paula lo miró a través del espejo,pero no le contestó. Siguió con su tarea mientras Pedro le besaba el cuello—. No me contestaste, ¿seguís enojada?


—Un poco.


—¿Y cuánto es «un poco»? —Le dio vuelta y la cogió por la
cintura.


Un poco es un poco.


—Depongamos esa actitud, Pau, no deseo seguir peleando.
¿Puedo decirte algo sin que te enojes aún más?


—Por supuesto.


—A ver, entiendo perfectamente lo que sentís por Chloé, porque siento lo mismo por Iturbe. —Ella quiso hablar—. Chis, en la cava yo te escuché y, cuando tuve que pedirte disculpas, lo hice. Ahora es mi turno. —Ella asintió
levemente con una bajada de ojos —. Nena, sé que estás haciendo un gran esfuerzo por tu mamá y por el negocio, y creeme que yo también, pues desde que ocurrió lo de París, no deseo tener ningún tipo de relación con Chloé. Vos estás por encima de todo para mí y quien se meta con vos también se mete conmigo. Cuando recuerdo que pudo ser la causa de nuestra separación, me encolerizo. Ahora, dame un motivo por el cual tenga yo que aguantar a Iturbe y te juro que lo hago. ¿Qué pasaría si un día llegamos a casa de mis padres y resulta que mi madre y Luciana están de lo más felices con una de mis ex? O, mejor, no digamos «una
de mis ex», porque el idiota ese nunca fue algo tuyo, ya lo sé —se corrigió antes de que ella lo hiciera —. Digamos, entonces, que llegamos a mi casa y está Audrey, ¿te gustaría encontrarla ahí sabiendo que me tiene ganas?
¿Cómo te sentirías si mi familia la tratase con pompa como si vos no existieras?


—Lo siento, pero mi familia no sabía que nosotros veníamos.


—No se trata de si veníamos o no. ¿Sabés qué? No soy estúpido, sé que tu hermano lo hubiera preferido a él a tu lado y no a mí, sé que no me perdona lo del disparo y me culpa por cada una de tus lágrimas y, en el fondo, lo entiendo.Pero lo que me da más rabia es que, en realidad, no sé si son sus propios pensamientos o los que Iturbe le mete en la cabeza.


—Paula, Pedro —Alejandra golpeó la puerta interrumpiendo la conversación.


—¿Sí, mamá?


—Permiso. —Asomó la cabeza por una rendija de la puerta
antes de entrar.


—Pasá, mami. —Ella entró y los abrazó por la cintura.


Pedro, no quiero que te sientas incómodo en mi casa por
ningún motivo. Me encanta que estén acá y ya le pedí a Gabriel que se fuera.


—No era necesario, Ale, no quiero que Gonzalo se disguste.


—Primero, sí era necesario;segundo, ésta es mi casa; y tercero, por más que mi hijo haya cargado a cuestas a esta familia, no puede arrogarse derechos que no le corresponden. Ahora, dejame decirte algo más: vos sos el esposo de mi hija y, por lo tanto, acá tenés los mismos derechos que Mariana.



Pedro besó en la cabeza a su suegra.— Gracias, Ale.


—No hay nada que agradecer.Ahora vamos a comer. Y vos —sentenció mientras miraba a Paula fijamente—, luego me vas a explicar por qué esa tirantez con Chloé, cosa que presiento desde que fuimos a París.


—No sé a qué te referís; será porque hemos tenido algunos
encontronazos en los negocios, mamá. Tuvimos un par de
intercambios de opiniones, pero, tranquila, nada que no pueda subsanarse. Me encanta que Luc esté acá, pero me pregunto una cosa, mami: ¿será que dentro de poco voy a tener que viajar a París cuando quiera verte?


—No sé, Paula, dicho así me da un poco de vergüenza, pero seguí tu consejo y lo estoy conociendo.


—¡Tonta! —Paula besó a su madre.



— Muy bien, suegra, déjeme decirle, como hombre, que usted todavía es muy apetecible. Ahora no se sonroje más y vayamos a comer ese costillar, que estoy muerto de hambre.


—Vayamos.


Salieron los tres abrazados.

No hay comentarios:

Publicar un comentario