viernes, 1 de agosto de 2014
CAPITULO 68
La habitación de Pedro estaba al lado de la principal, con vista a la piscina y a la bahía de Mecox tenía el techo artesonado como el resto de las estancias de la mansión y la decoración era sobria en tonos Azules y cremas, los muebles oscuros de estilo inglés combinaban muy bien el arte del viejo mundo con la simplicidad de la modernidad de los sofás, con los almohadones y con los puff que había en la habitación.
Entre medio de dos ventanales que daban al lateral derecho de la casa, estaba dispuesta la cama de cabecero inglés.
Paula entró primero, luego lo hizo él y trabó la puerta, se quedó viéndola mientras ella se alejaba dirigiéndose hacia al baño, admiró una vez más su cuerpo envuelto en ese magnífico modelo que había elegido ponerse esa noche.
Cuando ella regresó traía el vestido colgado en el brazo y lo dejó acomodado sobre el sillón que estaba en la pared opuesta a la cama.
Pedro se había sacado la chaqueta y el chaleco y los había colgado en el solterón, no le quitaba el ojo de encima, la seguía con la vista mientras ella se contoneaba al vaivén de sus caderas, era tan sexy, Paula había ido hasta la mesa de noche y se había sacado el reloj y los pendientes.
- Ven acá, dame un beso — le extendió una mano.
Paula se acercó y se aferró a su cuello y le dio entrada a su boca con sabor a menta, pues recién acababa de lavarse los dientes con un cepillo que había encontrado en el baño.
Su lengua fresca se enredó en la de él y se perdió en todos los resquicios de su cavidad.
Sus labios siempre eran suaves y su lengua era ágil y húmeda, los besos que Pedro le daba eran simplemente perfectos, ella sentía que nunca se cansaría de besarlo.
Pedro por su lado, no podía saciar esa necesidad de poseerla con su boca, nunca iban a ser suficientes los besos para atiborrar su deseo por ella.
La tenía contra su cuerpo, sus manos le cubrían toda la espalda y la sujetaban con fuerza aprisionándola contra su pecho en medio de la habitación, bajó uno de sus brazos y le acarició los muslos, luego bajó el otro y llevó ambas manos a sus glúteos, enterró sus dedos en el trasero, apretándolo con fuerza, separándole las nalgas para saciar sus ganas, esas que habían quedado al pendiente el día que ella llegó a New York y él la vio llegar con esos leggings de jeans. Necesitaba oprimirla, necesitaba calmar esos sentimientos de posesión que surgían en él cuando estaba en contacto con su cuerpo después de haberlo deseado por tanto tiempo.
Paula desenredó sus manos del cuello de Pedro y comenzó a desabrocharle la camisa, las metió por la abertura y acarició su pecho, necesitaba desesperadamente sentir el contacto de la piel, ansiaba volver a apreciarlo.
Sus manos ardían sobre él, transportó sus labios hasta su piel y lo besó en sus pectorales mayores, lo olió embriagándose con su perfume, con Clive Christian Nº1, apoyó su rostro en él, lo había extrañado tanto a ese contacto, no había lugar en el mundo donde se sintiera más cobijada que en su pecho, pero entonces se sintió frágil y no pudiendo evitarlo y se puso a llorar.
- Ey, mi amor, no llores, hoy es un día muy feliz, estamos juntos otra vez — Pedro le besaba la coronilla de la cabeza mientras acariciaba su espalda, ahora era su turno debía consolarla.
- Lo sé, por eso lloro, porque estoy feliz, porque no hay mejor lugar que tu pecho para sentirme segura y buscar consuelo, y también porque tengo miedo que no sea siempre así, no quiero volver a sentir como cuando no te tuve.
- Nunca más nos vamos a separar, no llores por favor — Pedro le levantó la cara tomándola de la barbilla y le habló fijando sus ojos en los de ella, secó lentamente las lágrimas con sus dedos y la besó en los labios — ven.
Paula caminó a su lado, cuando llegaron al lado de la cama, ella corrió el edredón y las sábanas para abrirla.
Pedro estaba con un mando a distancia subiendo la temperatura del hogar a gas. Cuando concluyó, terminó de sacarse su camisa y la dejó sobre la banqueta que estaba en los pies de la cama.
Ella lo esperaba sentada pacientemente sobre el colchón, entonces él recorrió los pasos que lo separaban de ella y se agachó para sacarle los Louboutin.
- ¿Parece que hemos hecho una inversión acá?
- Me he dado un gusto.
- Te voy a comprar todos los que quieras, voy a hacerte muchos regalos.
- Vos sos mi regalo, no necesito nada más.
- Pero yo quiero hacerte muchos regalos — le besaba las piernas con panty — el tiempo que estuvimos separados me angustié mucho de saber que no te había obsequiado nada, nada que te recordase a mí.
- Te equivocás, me habías regalado tus caricias, todas se habían quedado en mi cuerpo y tus besos en mis labios.
Pedro se tendió sobre ella, le corrió el pelo y lo puso tras su oreja y la besó mientras bebía de su boca, bajó las manos hasta sus piernas y le desabrochó los ligueros.
- Estás hermosa con este bustier y estos ligueros — le dijo sobre su boca.
- Me los compré pensando en vos.
- Te voy a comprar muchos de estos, me gusta como te quedan.
Pedro sacó sus pechos por encima del bustier y se apoderó de ellos, los lamió, los sopló para que sus pezones asomaran y entonces los tomó entre sus dientes y luego los succionó.
Después de un rato de lamerlos y apretarlos con frenesí, abandonó sus pechos y le sacó la diminuta bombacha.
Ella entonces metió sus manos entre ellos dos y le desprendió la bragueta, para bajarle el pantalón junto con el bóxer.
- Quitate todo por favor.
Pedro rodó a su lado y se sentó junto a ella, se quitó los zapatos, las medias y se deshizo de su pantalón y su boxer. Ella se arrastró con sus codos hacia atrás y puso su cabeza sobre la almohada, luego se sentó ligeramente en la cama y se desabrochó el bustier, solo quedó en panty mientras veía como él se deshacía de todas su ropa. Pedro se arrodilló junto a Paula y le quitó las medias.
- Quiero sentir toda tu piel sobre mi piel — le explicó él.
- Quiero lo mismo mi amor.
Se fundieron en un abrazo y en un beso, entrelazaron las piernas, Pedro le besó el cuello, le mordió el hombro.
Luego ella lo apartó de encima de su cuerpo y le pidió que se ponga boca abajo, quería mimarlo mucho.
Le besó la espalda, mientras pasaba su lengua por los omóplatos, y luego recorriendo el centro de la columna vertebral, también se la pasó por los músculos dorsales, y se detuvo en la cresta ilíaca dorsal, le besó los glúteos, consideró que eran perfectos, luego bajó a los muslos, recorrió sus musculosas piernas y llegó a los gemelos. Lo recorrió de arriba a abajo y de abajo hacia arriba.
Pedro escondía sus ronquidos entre las almohadas, Paula estaba volviéndolo loco.
Luego lo hizo dar vuelta y comenzó un camino de besos por sus pectorales mayores, siguió con sus oblicuos, lo besó en el diafragma que subía y bajaba a un ritmo desacompasado por sus caricias, siguió recorriéndolo y bajó a sus crestas iliacas, él cuerpo de Pedro estaba tan marcado que con él, se podía dar una clase de anatomía.
Finalmente se apoderó de su pene, lo metió en su boca, ya estaba tieso, duro como una roca.
Cuando lo engulló, un gemido profundo salió de la garganta de él. Pedro bajó sus manos que descansaban bajo su nuca y enredó sus dedos en el cabello de ella.
- Paula, mi amor…
Ella levantó la cabeza sin dejar de saborearlo y lo miró maliciosamente, luego resbaló su lengua por la punta, rodeándole el glande y lo succionó otra vez, su ataque despiadado, estaba llevándolo al límite, se sentía muy sólido en su agarre y ella lo acariciaba con su mano y con su boca.
Paula lo extasiaba, su felación era perfecta, era abrumadora.
- Esperá mi amor, no quiero terminar en tu boca.
Paula se arrastró por encima de él y se apoderó de sus labios, Pedro la abrazó y la besó con desesperación, luego rodó para quedar encima de ella y apresarla con el peso de su cuerpo, mientras seguía apoderándose de su boca.
Se apartó y entonces fue él quien comenzó un sendero de besos, le pasó la lengua por la separación de sus senos hasta llegar a su abdomen, donde se entretuvo dejando dulces y húmedos besos, enterró su lengua en el ombligo y siguió bajando hasta llegar a su clítoris, lo lamió, lo rodeó con su lengua, lo sopló y finalmente lo mordió, estaba hinchado, listo para su boca, que despiadadamente repitió la caricia. Mientras la saboreaba, le metió dos dedos en la vagina, estaba tan mojada, que sus dedos salieron empapados, se los pasó por los pezones y se estiró para lamerlos, luego regresó al clítoris y siguió torturándola con su lengua y sus dientes, mientras sus dedos entraban y salían de la vagina acompasados, ella era exquisita, no se cansaba de lamerla, de tocarla.
- Por favor Pedro, por favor…
- ¿Por favor qué? ¿Qué querés?
- A vos, te quiero a vos,
- ¿Qué querés de mí?
- Te quiero adentro mío.
- Estoy adentro tuyo…
- No, pero no con tus dedos, dame tu pija.
- Decilo otra vez…
- Dame tu pija…
Pedro se arrastró sobre ella y la penetró, se enterró en Paula y ahí se quedó disfrutando de su profundidad, como era su costumbre cada vez que la penetraba se quedaba allí por unos momentos enterrado sin moverse y viéndola a los ojos.
Su vagina lo envolvía, lo acariciaba, lo perdía.
Se tomó su tiempo para que ella sienta lo profundo que él llegaba con su longitud.
Entonces Paula no pudo creer estar sintiendo esas sensaciones que solo él podía darle, y con desesperación se aferró a su espalda, luego bajó sus manos hasta su trasero, y lo aprisionó más, contra su pelvis, le apretó los glúteos.
- ¿Así mi amor?... ¿así me querés?
- Sí, así, todo para mí, todo adentro de mí.
- Sí, mi vida, todo adentro tuyo.
Él empezó a moverse, salía despacio y entraba fuerte, emergía lentamente e ingresaba con una estocada. Luego empezó a moverse más fuerte, después, paraba y cambiaba el ritmo, se miraron en todo momento, ella empezó a apretar su vagina.
- Esperá Paula, esperá… aún no quiero que termines.
Él se quedó quieto adentro de ella, luego salió y la dio vuelta, la puso en cuatro patas.
Su vagina quedó expuesta para él y su trasero también.
Le acarició la vulva, primero introdujo un dedo, luego otro y lo entró y lo sacó, luego quitó sus dedos mojados por los fluidos preseminales de Paula y los chupó.
- Hmm, sabes riquísima.
Paula se rebullía con sus caricias y sus palabras, volvió a meter sus dedos en la vagina y luego la sorprendió enterrando su dedo meñique en su ano.
- Pedro…
Ella contrajo los glúteos por instinto y dio vuelta su cabeza para verlo a los ojos.
- ¿Te duele?
- No.
- Relajate, solo esto haré hoy, tranquila, relajate y disfrutá de mi caricia… ¿te gusta?
- Sí Pedro, sí mi amor.
- Te quiero toda para mí, lo iremos preparando, quiero tu culo Paula, quiero hacerte el trasero, quiero metértela en el culo.
Pedro sacó su dedo luego de enterrarlo varias veces más en ella que gemía excitada por la intrusión, en ese momento, él tomó su pija como ella dijo y volvió a perderse en su vagina.
Paula estaba extraviada, parecía que nada le bastaba, Pedro la había enloquecido.
- Cogeme Pedro, cogeme fuerte, fuerte por favor.
Le pedía, le ordenaba, y se movía hacia atrás para encontrarlo cuando él se enterraba en ella, Pedro le hizo caso y empezó a moverse duramente, ella ahogaba sus gritos en la almohada, él en su espalda.
Terminaron juntos Pedro se movía con ferocidad mientras vaciaba todo su semen en ella y entonces se dejó caer en su espalda.
- Te amo Paula, te amo mi vida.
Sin salir de ella le corrió el pelo que estaba desparramado sobre su cara y la besó en la mejilla.
- También te amo mi amor — le dijo Paula sin aliento.
Se corrió de encima de ella, porque sabía que la estaba oprimiendo con su cuerpo, estiró la mano y juntó las mantas y los tapó a ambos, quedando de lado viéndola a los ojos.
Se acariciaron los rostros en silencio, se delimitaron los labios, la nariz, los ojos, se admiraron profundamente después de tanto tiempo, ella le acarició la frente.
- Quiero estar siempre acá, adentro de tus pensamientos — no había nada que Paula ansiase más.
- Y yo en los tuyos — Paula tomó aire y le preguntó.
- ¿Por qué mi amor, por qué no me gritaste la verdad de cualquier forma? — él cerró los ojos y tomó una profunda bocanada de aire.
- Porque me enojó mucho tu desconfianza, esos últimos días ya no sabía cómo hacerte entender que te quería, no sabía de qué forma demostrártelo y porque creí…
Él se quedó callado y volvió a cerrar los ojos.
- ¿Qué creíste Pedro? decime todo, todo… es el momento — Paula le acarició los labios y él le besó los dedos que delimitaban su boca.
- Creí que ese era mi castigo, que vos no creyeras en mí era mi castigo.
- Castigo ¿por qué? No te entiendo mi amor.
- Porque yo le hice mucho daño a Julieta, yo no la amé, no la hice feliz y ella se murió sin serlo. Lo único que hice por ella fue casarme en una cama de hospital tres meses antes que muriera, ya sé que sabes que murió de cáncer.
- Si lo sé… pero entonces, ella murió feliz siendo tu esposa, Pedro mi amor, me decís que no la amabas, ¿te parece que hiciste poco? la acompañaste y estuviste hasta lo último a su lado.
- Es lo que me dicen todos… pero no fue suficiente.
Fue espantoso verla morir cada día, cuando empezó a despedirse porque se daba cuenta que se moría, se me desgarraba el alma.
- Pero no lo podés cambiar, vos estás vivo mi amor, vivo para sentir cuanto te amo.
No quiero sonar egoísta, pero te necesito, necesito de tu amor, de tus caricias, necesito tu paciencia, tu sonrisa, necesito todo de vos.
- Y yo te necesito a vos, y te amo tanto… que ahora me doy cuenta que a ella nunca la amé, sé que la quise, que por ella sentí un cariño producto de tantos años de conocernos, pero nunca la amé con la desesperación que te amo a vos y por eso estoy intentando entender que no pude darle más porque uno solo le da más a la persona que ama.
A vos quiero darte todo, todo… el cielo, las estrellas, lo que me pidas mi amor, quiero poner el universo a tus pies.
- A vos, solo te necesito a vos, vos sos mi cielo, mi estrella, mi universo.
- Y vos sos el mío, nunca pensé que se podía extrañar tanto a una persona… ¡como te extrañé Paula! no te das una idea lo mucho que me hiciste falta.
Se besaron.
- Reconozco que tuve mucha culpa también para que reaccionaras así, te cansé con mi desconfianza, lo entiendo y te prometo que nunca más voy a desconfiar de vos.
Los dos no quisimos ver más allá de nuestro dolor.
Yo debí haberte creído, tendría que haberme dado cuenta que eras sincero, pero me cegué y te comparé con Guillermo.
Quiero decirte algo, quiero que lo sepas… cuando te dije eso fue porque estaba muy enojada, después me di cuenta que vos no sos igual a él, aún antes de saber la verdad lo supe.
Como también supe que por él nunca sentí un amor verdadero, creo que él en mi vida era el pasaje a la familia que yo siempre había soñado formar, pero cuando pasó lo que pasó solo sentía enojo, humillación, vergüenza, y después fastidio, odio, rencor me sentía traicionada.
Por vos mi amor, nunca sentí eso.
Sentía desesperación, angustia, vacío, dolor, sabía que nadie me podría besar como me besas vos, que nadie me iba a hacer vibrar como me haces sentir vos, y eso es lo que me enojaba, que a pesar de saber que eras casado yo seguía amándote, y no podía odiarte, solo podía amarte y desearte.
Voy a confesarte algo que me da mucha vergüenza, pero… cerrá los ojos, no me veas, me da timidez si me mirás.
- Está bien… — Pedro cerró los ojos, ella se los besó.
- Me masturbaba pensando en vos — Paula se tapó la cara con la mano — ya está ya te lo dije.
- No te tapes la cara…
- Sí… seguro que te estás riendo.
- No me río — ella lo espió por entre los dedos.
- Ves que te estás riendo, con esa cara de vanidoso que tenés.
- No me rió mirá que serio estoy — pero no podía, su sonrisa se escapaba, se rieron ambos…
- Yo también lo hice, también lo hice en tu honor, me imaginaba que estaba dentro de ti y se sentía tan bien… después también me enojaba, porque quería olvidarte y no podía. ¿No estuviste con nadie Paula?
- Con nadie, no hubiese podido, solo quería estar con vos… — ella hizo una pausa…
- ¿Qué?
- No quiero mentirte — él se puso alerta — espero que no te enojes pero… en realidad… le di un beso a alguien.
La cara de Pedro se transfiguró y sin darse cuenta la aprisionó contra su cuerpo, ella era de él de nadie más.
- No me digas que al idiota ese del Broker.
- Como sabés que es un Broker.
Pedro se sentó enfurruñado en la cama y se pasó la mano por el pelo.
- Porque saqué sus datos por la chapa del auto ¿Le diste un beso Paula? ¿Cuándo le diste un beso? ¿De dónde lo conocés? — su tono era rudo.
- Éramos compañeros de colegio, en las vacaciones nos encontramos en Mendoza, él fue a ver a sus padres, pero en realidad no fue un beso, fue un medio beso.
- Los medios besos no existen… no me vengas con eso.
- No te enojes, ves yo quiero ser sincera y mirá como te ponés…
- Y como querés que me ponga si sé que mi novia se anda besuqueando con otro.
- No me anduve besuqueando, podés escucharme — ella le tomó la cara y lo obligó a mirarla — él me besó y yo lo dejé que avanzara.
- ¿Y decís que no fue un beso?… — Pedro gritó y abrió los ojos bien grande.
- Esperá no te imagines que fue como los besos que nos damos nosotros.
- ¿Ah no y cómo fue?
- Fue un beso casto, cuando él quiso buscar mi lengua — Pedro la miraba odiándola — no me mires así, dejame terminar, cuando él quiso buscar mi lengua yo primero la corrí, después…
- ¿Después qué?
- Ves vos lo hacés difícil si me mirás así.
- Y que querés que esté contento mientras me contás como fue el beso con otro.
- Sí, porque cuando le di mi lengua me dio asco, y lo aparté. Yo solo quería saber si podía besar a otro y sentir como siento con vos, pero me di cuenta que no, que nunca sería así. Vos sos él único que me besa, el único que me tiene en cuerpo y alma.
¿Estás conforme ahora?
- Un poco — tardó en contestarle — pero igual lo besaste.
Prometeme que no lo vas a ver nunca más.
- Te lo prometo, nunca más.
- Mirá que si me entero que lo volviste a ver no te lo voy a perdonar.
- No lo voy a ver más, te lo juro por nuestro amor.
Paula se sentó a horcajadas sobre él y Pedro la abrazó y le cubrió la espalda con la manta, la temperatura había bajado, por más que la calefacción estaba al máximo.
La besó y le mordió el labio hasta que le hizo doler.
- Esta boca es mía me oíste.
- Sí mi amor es tuya.
Se quedaron viéndose en silencio, hasta que Paula lo rompió.
- ¿Y vos? ¿no estuviste con nadie?
- Con nadie…
- ¿Seguro? ¿Ni un beso? –— Paula lo miró calculando su respuesta.
- Seguro… — pensó que no podía decirle de Rachel, ellas trabajarían juntas era mejor que no supiera.
- ¿Puedo preguntarte algo?
- Por supuesto…
- ¿Por qué llegaste con Rachel? Me cae mal, y presiento que yo a ella también, siempre me mira con desprecio.
- Porque no le arrancaba el auto y mi tío que no es mi tío, pero es como si lo fuese, me llamó y como yo estaba saliendo recién para acá me pidió si la podía traer y le hice un favor a él y a ella que es como si fuese mi prima, nos criamos juntos Paula, Rachel es como una prima para mí.
- Pero no lo es…
- Pero yo así lo siento — mierda las mujeres tienen siempre un sexto sentido pensó.
Pedro la engatusó con otro beso y volvieron a hacer el amor…
Paula se durmió antes que él, que estaba destruido, pero aún tenía que hacer algo más antes de dormirse.
Cuando ella se recogió en el sueño se levantó a hurtadillas y buscó en su bolso.
Sacó un estuche color turquesa de Tiffany & Co, lo abrió y volvió a admirarlo, dentro de él había un anillo de compromiso.
Pedro pretendía ponérselo a Paula mientras ella dormía para que cuando se despierte se encuentre con él en su dedo, entonces le pediría matrimonio, quizá la forma parecía un poco estúpida, pero no quería caer en nada trillado, ni cena a la luz de la velas, ni pasacalle, ni esconderlo en ningún alimento, esa le pareció una bonita forma, sorprenderla con el anillo en su mano como por arte de magia y ver su expresión de asombro cuando lo descubra.
Tomó suavemente su mano que descansaba sobre la almohada y le colocó el anillo, lo admiró, se veía tan bien en ella, era perfecto y cuando se lo vean puesto, todos sabrían que ella tenía dueño, que era de él.
Se acurrucó a su lado y se obligó a dormir además lo necesitaba.
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Wow buenisimos los capitulos!!! Ojala sigan asi!!!
ResponderEliminarEspectaculares los 3 caps!!!!
ResponderEliminarque hermosos capitulos.por fin se reconciliaron
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