miércoles, 6 de agosto de 2014

CAPITULO 84




Aunque la primavera estaba muy próxima, el frío en New York aún se hacía sentir, Paula se puso unos jeans de estilo pitillo una camisa en color verde, que acompañó con unas botas de caña alta de cuero, en color marrón chocolate y la cartera del mismo tono que el calzado, con errajes en dorado. De abrigo llevaba una chaqueta larga de cachemir blanco con doble abotonadura. Pedro por su parte lucía impecable también, llevaba puesto unos jeans azul oscuro y una camisa blanca que acompañó con una americana de color negro y una bufanda gris.


Salieron tomados de la mano del edificio de la calle Greene, Pedro se calzó sus Ray-ban wayfarer y Paula también se puso unos lentes oscuros, el sol estaba muy fuerte.


- Te llevaré a que disfrutes de la más exquisita comida italiana de New York, es un lugar que queda muy cerca, así que iremos caminando.


- Genial mi amor, el día está precioso para hacerlo.


Anduvieron el corto camino tomados de la mano ya que efectivamente Pedro tenía razón, el restaurante quedaba a solo cinco cuadras, Paula estaba feliz, ir de la mano con él paseando por las calles de Manhattan era un sueño hecho realidad.


Llegaron al 170 de la calle Thompson, donde se encontraba Lupa, un restaurante italiano que era una auténtica trattoria romana en Greenwich Village, con un ambiente romántico festivo donde se capturan perfectamente los sabores y la atmósfera de la Toscana.


- Pasa — Pedro abrió la puerta y la empujó ligeramente de la cintura para invitarla a entrar, el encargado de la recepción lo saludó de inmediato.


- Como anda Sr. Alfonso, Sra — la saludó con una reverencia de cabeza — buenos días, adelante, su mesa ya está preparada, acompáñenme por acá por favor.


Cuando Paula estaba terminando de arreglarse para salir, Pedro había llamado al lugar para ver si tenían mesas libres, como él era un cliente conocido por ellos y justo habían tenido una cancelación, le informaron que se la reservaban para él.


Ya dentro del lugar se acomodaron donde les indicaron.
- Verás lo bien que se come acá —Pedro le tomó la mano y se la besó — dólar por dólar, probablemente aunque no sea el más lujoso, este es uno de mis restaurantes favoritos en el país — le explicó Pedro mientras acariciaba su mano.


El sommelier se acercó con la cartilla de vinos pero él se la rechazó, sabía muy bien lo que iba a pedir, así que se decantó por una botella de Veltliner Manni Nossing 2010 y también un agua con gas por si Paula apetecía beberla.
Cuando les trajeron el menú, Pedro le cedió la cartilla a Paula para que eligiera.


- Ordená vos por favor, seguramente sabrás muy bien con que sabor sorprenderme.


- Ok preciosa, si lo prefieres — le regaló una sonrisa muy de Pedro.


- Me pongo es tu manos, confío en vos.


- Gracias. Es muy importante lo que acabás de decirme.


- Tonto…


Pedro pidió como entrante un antipasti de escarola, nueces, cebolla roja y queso pecorino acompañado de prosciutto Di Parma.


Ah, estaba llanamente exquisito y como no habían desayunado, se lo devoraron.


- Hmm creo que después de una mañana de sexo, esto es lo que necesitaba, una buena comida con mi amor.


- Se me ilumina el alma oyéndote hablar así, ¿te pusiste a pensar que hasta hace poco más de dos semanas nada parecía posible entre nosotros y ahora estamos planeando una boda?


- Una gran boda, una inolvidable boda y tan grande como nuestro amor.


Pedro, mi amor gracias por hacerme tan feliz.


- ¿Aunque sea un pelotudo que te hace llorar?…


- Shh, no recordemos eso, miremos para adelante, siempre hacia delante.


- Si es junto a ti, miraré siempre hacia delante.


El camarero los interrumpió trayéndoles el siguiente plato, unos spaghetti a la carbonara que estaban para chuparse los dedos.


Pedro siempre era de muy buen apetito, pero hoy estaba devorando todo y es que el esfuerzo en la ducha parecía notarse, necesitaba reponer energías.


Pedro ¿puedo preguntarte algo?


- ¿Qué pregunta es esa? obvio que puedes… — fue extrañó pues entre ellos, había tanta intimidad que no podía entender porque le pedía permiso para hacerle una simple pregunta, motivo por el cual se puso alerta, ¿qué querría saber Paula que no se atrevió a preguntarlo así sin más? dejó su tenedor y le prestó atención, ella estaba muy seria.
- Pudiste alguna vez averiguar —hizo una pausa — quién hacía los llamados a mi teléfono — Pedro le tomó una mano mientras volvió a llenar las copas de ambos con vino — ella estaba esperando una respuesta.


- No Paula, lo siento, y eso es algo que me lo debo, pero más a ti preciosa, nunca pude enterarme, fueron siempre llamados desde teléfonos celulares descartables y se hacían desde diferentes puntos de la ciudad, y las celdas que arrojaban los llamados nunca me resultaron lugares conocidos que pudiera relacionar con nadie.


- Después que nos separamos llamaron algunas veces más, pero le he dicho hasta el cansancio que no me molestasen que no tenía nada más contigo y luego cesaron.


- ¿Tenés los números?


- No Pedro ni en ese momento ni me preocupé en guardarlos, en ese tiempo quería que todo lo que se relacionaba con vos desapareciera.


El hizo una mueca lamentando esos momentos también.


- Nena tengo gente que aún está encargándose de eso, no lo he dejado de lado, a mí más que a ti me interesa saber quién era.


- ¿No pudo haber sido Rachel?


- No empieces con Rachel Paula, sé que no es santo de tu devoción pero no la veo haciendo eso… además, en ese momento entre ella y yo nunca había pasado nada.


- Está bien, está bien, no quiero detalles que me hagan imaginar cosas… no después de lo de esta mañana.


Los ojos de Pedro de pronto se oscurecieron con su comentario… y ese deseo entre ellos que hace que no puedan estar sin tocarse había vuelto…


Él volvió a atrapar su mano, ella nerviosa por sus pensamientos y los suyos y por el lugar en que estaban se bebió de un tirón el vino.


- Tranquila con el vino, te juro que con los pensamientos que tengo en este momento como menos te prefiero es enajenada.— ambos se sonrieron, y ahí estaba otra vez esa magia entre ellos que aleja cualquier nubarrón — recuerda que aún tenemos un pendiente en el baño de un restaurante, yo aún espero que te animes…


Pedro… —lo amonestó, y se sonrojó más que la cebolla morada que habían comido en el antipasti.


- ¿Qué? me lo debes, sabes que soy muy testarudo, no pararé hasta conseguirlo.


- ¿Lo hiciste alguna vez en lugar así?


- ¿Te contesto con la verdad o te digo lo que te gustaría escuchar?


- ¡¡La verdad siempre!! — Paula le contestó con total seguridad — anoche nos prometimos eso. — Pedro se la quedó viendo.


- En un restaurante nunca, pero algún que otro baño semi público se podría decir que he visitado. Mis relaciones nunca
han sido duraderas como para compartir una comida en un restaurante.


“Vaya que gran revelación” — pensó Paula y amó su sinceridad, no le molestaba su pasado, al contrario, consideraba que le había dado experiencia para amarla como la amaba y para hacerla gozar de mil y un maneras diferentes, su hombre era un gran amante, uno de esos que dices ¡¡Wow, que hombre!!!


Era de esos de los que puedes saber al instante que jamás olvidarás, entonces sin poder evitarlo, mientras revolvió en sus spaghettis pensó que quizá entre una de esas a las que él había hecho gozar extremadamente, debería estar quien la había acosado por teléfono, alguien que no lo olvidaba y no era extraño, Pedro Alfonso era inolvidable.


Intentó alejar sus pensamientos, no quería imaginarlo en la cama con nadie, solo con ella y aunque no pretendía que no tuviese un pasado, tampoco le apetecía fantasear con eso.
Se llevó el tenedor a la boca e intentó seguir comiendo y también cambiar de tema.


Preguntó por la fiesta de la noche y en terreno seguro Paula consiguió distenderse, terminaron hablando de la boda de ellos, Paula le contó que su hermana la estaba ayudando con lo del maquillaje y que le había pasado algunos lugares para ver vestidos de novia, y que antes de concertar una cita donde había visto unos que le gustaban quería ponerse de acuerdo con su madre y su cuñada esperando que puedan venir para acompañarla en la elección.


- Mi amor, te prometo que la semana que viene viajamos a Mendoza, no quiero esperar más para conocer a tu hermano, y además estoy muy intrigado por echar de ver esos viñedos.


- Ay Pedro, te aseguro que te encantará San Rafael.


- No lo dudo, y más si voy contigo.


Como plato principal Pedro pidió Pez espada a la Palermitana que consistía en pescado con albahaca, alcaparras, aceitunas negras, anchoas y tomate y para el postre saborearon una tarta de manzana y castañas que acompañaron con un espumante Barone Pizzini brut nv~Lombardia


Pasaron un magnífico almuerzo disfrutando de la charla y la comida en aquel ambiente sencillo y animado que emulaba con muchísima precisión las hosterías que se pueden disfrutar cuando se viaja a pequeños pueblos en Italia.


- ¿Quieres tomar un café? el Macchiato de acá no tiene desperdicio.


- No Pedro, por Dios, no me entra nada más, por suerte que iremos caminando a casa para que me baje toda esta comida.— una risotada se escapó de la boca de él.


- ¿Lo pasaste bien?


- Exquisitamente bien, el almuerzo de hoy me recordó mucho a los que compartíamos en Buenos Aires, me encanta este lugar tan sencillo.


- Y a mí me encantas tú.


- Adulador… — Pedro se estiró por encima de la mesa y pescó sus labios.


- ¿Ya te quieres ir?


- Sí aprovechemos el sol para caminar un poco, ¿tienes ganas?


- Contigo al fin del mundo…


- Ojitos… dices cada cosa.


- Tengo que reconocer que me pones cursi… pero me encanta ser cursi contigo — volvió a estirarse y tomándole ambas manos volvió a besarla.


- Voy al baño ya vuelvo.


- Ok, yo me quedo pagando, así cuando regresas nos vamos.


Paula entró al baño estaba muy pulcro, era un lugar muy coqueto, y no había nadie en él, se acercó al espejo y se arregló un poco el pelo, y se pasó los dedos por debajo de los ojos para prolijar su maquillaje, cuando estaba por entrar al sanitario casi da un brinco al ver por el espejo a Pedro que se colaba por la puerta.


- ¿Pedro que haces acá?


- Cumpliendo mis fantasías.


La tomó de la cintura y la metió en uno de los sanitarios, trabó inmediatamente la puerta, como era un lugar muy vistoso, las puertas por suerte eran normales y llegaban hasta el piso, nada podía verse de quien estaba dentro.


- ¿Estás loco?


- Sí, loco por vos y no puedo esperar a llegar a casa.


Pedro saboreó su boca mientras le desabotonaba el pantalón y le bajaba el cierre.


Cuando introdujo la mano bajo la tanga Paula ya estaba tan mojada que eso lo puso más duro aún.
La respiración de ambos ya se oía entrecortada, la excitación fue casi inmediata.
Le bajó los pantalones hasta la rodilla y la hizo girar para que quede mirando hacia la pared, le acarició las nalgas, se agachó y le pasó la lengua por ellas, corrió su bombacha y le pasó el dedo corazón de arriba hacia abajo recorriendo su sexo, finalmente lo perdió dentro de su vagina, ella emitió un gritito, él en su oído la amonestó con un leve susurro.


- Shh mi amor, puede entrar alguien.


Paula que hasta instantes atrás se sentía insegura de lo que estaban haciendo, ahora estaba tan encendida que nada le importaba, aunque la amonestación de Pedro le causó cierto pudor.


Pedro entró y sacó su dedo varias veces moviéndolo y tentando, la respiración de ambos estaba muy acelerada debido al momento y por sobre todo debido al lugar donde se encontraban.


Ella de espaldas sintió el ruido de cuando Pedro se bajó el zipper de su pantalón y entonces se dio vuelta para ver sus ojos azules que casi estaban negros pues el iris del ojo se había expandido por la excitación que tenía.


Duro y preparado y sin mucho tiempo para preámbulos amorosos Pedro tomó su pene y se lo introdujo dentro de la vagina, se enterró profundo, sosegado, extasiado, ella dobló su cuerpo para atrapar su boca y entonces él comenzó a moverse con mucha precisión, recorriendo con toda su extensión el interior de su sexo pringoso, mullido y caliente.


Era tal la pasión que sentían, que después de unas cuantas penetraciones ambos estaban preparados para culminar en un orgasmo conmovedor, Pedro desocupó en ella una vertiente de semen que no paraba de emanar y Paula recibió su elixir mansamente mientras sus interminables sensaciones la cubrían con una oleada indescriptible de placer.


Acaecida al ahora después de ese fuego indomable que los había envuelto, Paula se sintió tímida, sofocada, se limpiaron con papel rápidamente y se acomodaron la ropa.


- Tranquila, te aseguro que nadie se ha dado cuenta, confía en mí, jamás te expondría a que nadie piense indecentemente de ti. Todo ha sido muy rápido — ella asintió con la cabeza mientras terminaba de arreglarse la ropa — ahora sal tú y te fijas que nadie venga así puedo irme.


Paula hizo lo que él le pidió, se fijó con rapidez y por suerte el pasillo estaba despejado, Pedro entonces se escurrió por la puerta mientras se pasaba la mano por el pelo, le indicó que esperase unos momentos y luego salga ella.


Llegó al salón y retiró su tarjeta del mostrador, se puso su abrigo y tomó el de Paula esperándola pacientemente, cuando ella llegó le ayudó a colocárselo.


- Que tengan un muy buen día Sr. Alfonso, Sra. los esperamos muy pronto — el recepcionista se despidió de ellos y Pedro y Paula salieron del local.


Ya en la calle, tomados de la mano caminaron unos metros hasta alejarse y entonces empezaron a descostillarse de risa, él la abrazó en el medio de la calle Thompson y la besó.


¡¡Uff como la besó!!


Fue un beso tan cargado de sentimiento que todos lo que pasaban junto a ellos no pudieron dejar de verlos.


- No puedo creerlo Pedro — ella se tapó la cara.


- ¿No te gustó?


- Por Dios estamos locoooos.


- De remate — dijo él.

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