lunes, 11 de agosto de 2014

CAPITULO 99



Por la noche, con Mikel como guía, que conocía Miami de cabo a rabo, se fueron todos a cenar, aunque Paula y Pedro prefirieron quedarse, pues ella estaba cansada.


Cenaron en el comedor diario y luego Pedro se fue al despacho a trabajar un rato. Paula, después de comer, se acostó, agotada.


Durante la madrugada, ella se despertó sobresaltada, otra vez con pesadillas. Pedro dormía a su lado y, como no quería despertarlo, se levantó en silencio y fue hasta el
salón. Allí se apoyó contra el cristal del ventanal y lloró
amargamente, aterrada, sin paz.


Sintió que una mano se posaba sobre su hombro y se sobresaltó.
Dio un respingo y se dio la vuelta. Allí encontró a su querido amigo, Mati, que se había levantado a tomar agua y la había descubierto llorando. En ese instante y sin pensarlo, Paula se abrazó a él y abrió las compuertas de su llanto, sin contención.


—¿Qué pasa, Paula? ¿Discutiste con Pedro?


—No —negó con la cabeza sin dejar de llorar.


—Entonces, ¿por qué estás así?


—No aguanto más.


—Chis, vamos a sentarnos y me contás, pero tranquilizate un poco. —Paula se recostó en el sillón, con la cabeza apoyada en las piernas de Mati, y lloró hasta que
finalmente pareció que se calmaba


—. Bueno, ¿me vas a contar o vamos a amanecer acá? Te aviso de que tengo todo el pijama mojado con tantas lágrimas.


—Lo siento, no fue mi intención mojarte. Tengo pesadillas, en mis sueños ella me apunta con una pistola; el de hoy fue
horrible, me disparaba más de una vez.


—¿Y por qué estabas acá sola?


—Porque Pedro ya no tiene vida por mi culpa. No trabaja, no duerme, vive pendiente de mí y no quiero seguir angustiándolo, pero desde que el abogado me dijo que
podrían alojarla en un psiquiátrico, no encuentro la paz, tengo mucho miedo, Mati.


—Bueno, veamos. Para empezar, no está dicha la última
palabra.


—Eso mismo me dijo Pedro.


—Es que estás muy fatalista, Paula. Yo entiendo que lo que estás pasando no es fácil, pero no tenés que estar tan negativa. Además, estoy seguro de que Pedro hará todo
lo posible para que no salga de la cárcel.


-Todo eso lo sé, Mati, por eso es que no quiero seguir angustiándolo con mis miedos,porque él ya no sabe qué hacer. De todas formas, y aunque lo intento, no puedo evitarlo, siento terror. Los sueños parecen tan reales... Tengo el ruido del disparo grabado en mi mente. Cuando yo caí al suelo, ella se reía y lo disfrutaba tanto... Me miró con tanto odio que tuve miedo de que siguiera acribillándome a balazos. No sabés la suerte que tuve de que no lo hiciera, hasta me quitó el anillo y se lo puso.


—Un momento, un momento, me estás mareando. ¿Lo que me estás contando es lo que pasó o lo que soñás?


—Ambas cosas, porque sueño con lo que pasó, todas las horas del día. Si me quedo dormida, me despierto de la misma manera. Mi cerebro no deja de repasar, una y otra vez, lo que pasó. Voy a volverme loca, Mati, no puedo
superarlo, quiero olvidarlo pero las pesadillas no me dejan. No puedo parar de pensar que ella podría salir en libertad bajo tratamiento psiquiátrico.


—Dejame decirte algo, aunque sé que te va a entrar por un oído y te va a salir por el otro, pero necesito que me expliques algo: Paula, ¿por qué tenés la bendita costumbre de creer que siempre sos una carga para los que te quieren? No es así; estoy seguro de que Pedro lo hace con gusto. Todo ese sacrificio para él no es tal, porque el cariño que siente por vos hace que le salga de forma natural. —
Ella asintió de manera imperceptible con la cabeza—. En
segundo lugar, estuvimos hablando con Ezequiel y él me contó que, preocupado por tu causa, comentó tu caso con algunos colegas que tienen amigos abogados acá en
Estados Unidos. Precisamente, para que le averiguasen cuán diferentes eran las leyes a nuestro país. Ellos
estuvieron investigando y, en conclusión, me dijo que, por más deterioro que demuestren las personas con enfermedades mentales, no significa que no sean
responsables de sus actos; su deterioro mental debería ser muy grave. En la mayoría de los casos,sus enfermedades pueden afectar a sus comportamientos, pero rara vez
eliminan toda capacidad para elegir lo que hacen o dicen. Los abogados de esa mujer tendrán que demostrar que ella realmente no era consciente de sus actos, y tu abogado y el fiscal del distrito no se quedarán de manos cruzadas,
buscarán pruebas que demuestren lo contrario. Quizá estaría bien que mañana nos sentáramos con Ezequiel y, tal vez, con María Paz un rato; estoy seguro de que ellos podrán aclararte esto mejor que yo.En tercer lugar, en cuanto a tus pesadillas, ¿no pensaste en hacer terapia? —Ella lo había escuchado hasta ese momento en absoluto
silencio.


—No quiero angustiar más a Pedro, Mati.


—Pero no podés seguir así, de esta manera lo estás angustiando mucho más, porque él no sabe cómo ayudarte. Me acabás de decir que se desvive por vos, y me consta,
pero parece no ser suficiente, y por eso se preocupa tanto. Paula, necesitás ayuda profesional para afrontar esto, para aliviarte vos y para descargarlo a él del peso emocional que lleva encima.


—Siempre tenés razón, amigo, por eso me gusta hablar con vos.
No sé cómo hacés, pero siempre me obligás a ver lo necesario, lo verdadero; siempre das con la palabra justa, con la que necesito escuchar. Prometeme que nunca
vamos a dejar de ser amigos.


—¡Ah, bueno, creo que a vos el balazo no te tocó el hígado, sino el cerebro! ¿No será que tenés una bala ahí y no se dieron cuenta? — bromeó mientras le daba un golpecito en la cabeza—. Sos pelotuda, Paula, ¿qué me estás haciendo prometer? Creo que necesitás una vacuna contra la
pelotudez.


Pedro apareció por el pasillo con el cabello revuelto y pinta de asustado. Paula y Mati estaban sentados en uno de los sofás y él le secaba las últimas lágrimas que
habían rodado por su cara.


—¿Qué pasa? ¿Te sentís mal?


—No. —Paula sacudió la cabeza.

— Me voy a buscar mi vaso de agua y me voy a dormir. Paula te contará. —Le hizo un guiño de ojo que ella no advirtió porque estaba mirando al suelo.


—Gracias, amigo.


—No, gracias no. Está desvelada. Esto te va a costar caro,
pienso aprovecharme y pedirte un aumento en Mindland.


—Idiota.


—¡Ja! ¿Yo soy idiota y vos qué sos?


Mati los dejó solos.


—¿Qué pasa, mi amor, estuviste llorando? —Pedro se
pasó la mano por el pelo, nervioso. Se frotó la barbilla y cogió las manos de Paula, mientras se acuclillaba frente a ella.


—Tuve una pesadilla y, como no quería despertarte para que no te angustiases, me vine para acá y Mati me encontró llorando.


—¿Por qué no me despertaste?


—Porque necesitás descansar y últimamente no lo hacés, tampoco trabajás, sólo vivís pendiente de mí.


—Y si fuera al revés, Paula, ¿vos no lo harías por mí?


—Por vos daría mi vida.


—¿Y vos creés que yo por vos no? Me enoja que actúes así. Se supone que tenemos que compartirlo todo y, en ese sentido, que aún no estemos casados no significa nada para mí. ¿Querés que te recite mis votos de matrimonio ahora? Porque no me interesa hacerlo acá o frente a un sacerdote,
lo que de verdad me importa es que vos lo tengas claro. Prometo cuidarte en la salud y en la enfermedad, en los buenos y en los malos momentos, prometo amarte y
respetarte siempre...


—Chis, no hace falta, ya lo sé.


—Pues no lo parece. Sólo quiero que nos casemos para
afirmar estos votos que ya siento, porque yo ya te considero mi mujer aunque no existan papeles. La palabra «novia» o «prometida» son formalismos para los extraños,Paula.


Bueno, ésta es la segunda regañina de la noche.


—Ah, ¿Mati te ha regañado?


—Más o menos por lo mismo, pero además cree que debo
conseguir ayuda de un terapeuta para enfrentar mis miedos. Él cree que, de esa manera, nos aliviaremos los dos de esta mierda por la que estamos pasando.


Pedro asintió.


—¿Qué pensás hacer?


—Nunca fui a terapia. ¿Vos fuiste alguna vez?


—No, la verdad que no, aunque varias veces la necesité,
nunca acepté ir. Pero, ahora, en verdad, creo que nos ayudaría.
Incluso si yo también debo ir, estoy dispuesto a hacerlo. Podríamos pedirle a Hernan que nos recomiende a alguien, ¿te parece? Porque creo que con él no querrás.
¿Te parece que le pregunte por un colega suyo o querés hacer terapia con mi hermano?


—Sí, me parece bien preguntarle a tu hermano por algún
colega, porque con él me da vergüenza.


—Muy bien, ahora vayamos a dormir.


Se cogieron de la mano y subieron en el ascensor hasta la
planta donde estaba su dormitorio.


Cuando entraron en la habitación, las tonalidades rojizas teñían el ambiente. Paula, tentada, abrió uno de los cortinajes.Pedro la ayudó y la abrazó por detrás; se quedaron mirando en silencio la salida del sol: era una extraordinaria postal sobre el mar.


—Esto a tu lado es simplemente sublime, quiero ver
muchos amaneceres junto a vos.


—Hum, sin duda así será. — Pedro sonó muy seguro.


Le dio la vuelta y la besó, probó su boca, saboreó su lengua, hurgó cada espacio con la suya rozando sus dientes, buscando,mordiendo sus labios que, a ratos,
asomaban y, a ratos, se perdían en el interior de su fuego, silencioso y ávido. Hincó sus manos en los mechones de su cabello, le sostuvo la nuca y se afirmó sosteniéndola contra su pecho. Movió su boca con vivacidad y siguió palpándola con su lengua hasta que la recorrió por completo, aunque sólo pensaba en volver al principio, en volver a saborearla una y otra y otra vez.
Se alejó un poco, la miró a los ojos y le tocó los labios con los dedos, los acarició al verlos enrojecidos por el fragor de su beso, pero, aun así, tuvo el instinto de poseerlos nuevamente y volvió a tomarlos sin permiso. No lo
necesitaba porque eran suyos, volvió a degustarlos, a mezclarse con su sabor, a acariciar su lengua, a mezclar su respiración con la de ella, a absorber su aliento y a beberla íntegra.
Les faltaba el aire, Paula fue la que se apartó esta vez y clavó sus pupilas en las de él, lo traspasó con la mirada.
Intentaron serenarse;abrazados y en silencio, volvieron la vista al sol saliente; el mar, en conjunción perfecta con el astro rey, los había vuelto ambiciosos, avaros, había transformado sus sentidos y los había arrojado al abismo de sus sensaciones.
Cerraron los cortinajes de nuevo, se cogieron de la mano y caminaron hacia la cama, donde se recostaron.
Entonces, Pedro la abrazó por detrás y, en la misma perfecta armonía que el mar y el sol, ajustó su cuerpo al
de ella.

No hay comentarios:

Publicar un comentario