miércoles, 16 de julio de 2014

CAPITULO 12




Me terminé de secar y me puse la ropa que tenía puesta ayer no tenía otra, busqué un peine en mi bolso y me desenredé el cabello, en mi neceser llevaba un cepillo de dientes así que me los lavé, me puse desodorante, un poco de rubor y máscara de pestañas y me rocié con J’adore y bajé a la sala.


Acababa de llegar el desayuno, una mucama estaba poniendo la mesa.


- Buenos días señora — me encantó que me llamara así.


Le devolví el saludo, apoyé mi bolso en el sofá y me senté a la mesa para disponerme a desayunar.


Pedro estaba sentado en la cabecera, se había puesto unos jeans azules y una remera negra ajustada con escote en forma de v que le quedaba infartante. En los pies llevaba unas Nike, permanecía concentrado revisando su teléfono celular.


La mucama terminó de prepararnos la mesa y preguntó si necesitábamos algo más, Pedro levantó la vista, dio una ojeada me miró y negué con la cabeza y entonces le dijo.


- No muchas gracias.


La mujer se retiró saludándonos amablemente y nos dejó solos.


Vi que había una cafetera con café entonces le pregunté.


- ¿Te sirvo café?


- Por favor, gracias — seguía ensimismado en su teléfono.


- ¿Azúcar ó edulcorante?


Levantó la cabeza y me dijo.


- Edulcorante dos sobres.


Se los eché y le revolví el café y se lo dejé en su sitio.


Luego le agregué edulcorante a mi latte. Tomé un sorbo y ataqué las medias lunas. Él permanecía absorto en su celular, terminó de contestar, no se que sería y dejó el teléfono a un costado.


- Ya está — me dijo — ya estoy con vos — suspiró me tomó de la mano.


- No te preocupes atendé tus cosas.


- Trabajo — se disculpó me sonrió y le sonreí.


- Ni me hagas acordar del trabajo… ahora llego y me tengo que poner a hacer unos informes que me traje de la oficina — le dije recordando las planillas que tenia que terminar.


- ¿En que trabajás?


- Soy una de las administradoras de una empresa de indumentaria. ¿Vos, a que te dedicás?


- Dirijo las empresas que mi padre tiene en el exterior — me contó mientras comía de su omelet — ¿vivís con tus padres?


- No… mi papá falleció hace ya hace varios años y mi mamá vive en Mendoza con mi hermano, su esposa y sus dos hijos. Mi familia tiene viñedos en Mendoza y es dueña de las Bodegas Saint Paule, continué explicando. Mi hermano se encarga del negocio familiar, él tomó las riendas luego que muriera mi padre. Teníamos un administrador que cuando mi papá enfermó hizo leña del árbol caído y casi nos lleva a la ruina, mi madre no entendía ni jota del negocio y yo era chica y entonces mi hermano tuvo que madurar antes de tiempo, con dieciocho años se puso la empresa encima y la sacó a flote.


- Interesante. Te soy sincero no conozco muchas marcas de vinos de tu país, se que hay buenas sepas ¿son buenos vinos los que fabrican ustedes?


- Desde 1999 mi hermano introdujo en el país unas uvas provenientes del sur de Francia y ha logrado muy buenas cosechas, hemos ganado por cinco años consecutivos premios nacionales y algunos internacionales. También fabricamos uno de los mejores Malbec reservado del país.


- ¿Y que hacés trabajando en una empresa de indumentaria?


Me encogí de hombros…


- De la bodega se encarga mi hermano y lo hace muy bien, él tiene una maestría en ciencias económicas, pero en la actualidad se encomienda más que nada a controlar la producción, además… yo prefiero la ciudad, cuando me vine a estudiar la carrera a Buenos Aires, me di cuenta que de acá no me iría más, a Mendoza solo voy en vacaciones y de visita.


Terminé de beber el jugo de naranja y de comerme las frutas y miré la pantalla de mi celular porque vibró, era un whatsapp de una amiga invitándome a su casa de fin de semana con otras amigas, pero rechacé la invitación aduciendo que tenía trabajo por terminar para el lunes. Miré la hora y vi que ya eran pasadas las once y media.


- Bueno, Pedro me voy — le dije.


- Ok


Él se limpió la boca con la servilleta, la dejó sobre la mesa, tomó un último sorbo de café y nos pusimos de pie, me acerqué al sofá, donde reposaba mi cartera y me calcé los zapatos que habían quedado junto a la mesa baja.


- Lo pasé muy bien Pedro.


- Yo también — me tomó una mano, me acercó a él y con la otra mano me tomó la barbilla y depositó tiernos besos en mis labios — permítame que mi chofer te lleve — me pidió.


- No es necesario Pedro, en conserjería puedo pedir un taxi.


- Dame el gusto de que Oscar te lleve — me dijo una vez más insistiendo.


Lo pensé un instante y considerando la manera en que me lo pidió me sentí desarmada, finalmente no pude negarme.


- Está bien gracias por ser tan considerado.


Me sonrió y me dio un sonoro beso en los labios, buscó su teléfono y le explicó al chofer que en cinco minutos yo bajaba y que me llevase donde le indicara.


Me volvió a abrazar pero esta vez me besó intenso, atormentó una vez más mi lengua con la suya hasta que finalmente paró, me tomó de la nuca y apoyó su frente en la mía.


- by nena…


Me tomó de la mano y empezó a caminar, tenía la esperanza aún que me pidiera el teléfono pero no lo hizo dando por terminada mi ensoñación, ese corto saludo fue lo último que me dijo, ya está Paula mejor así pensé, quedate con el buen recuerdo de esta noche que fue magnífica.


Salimos al corredor y me acompañó hasta el ascensor, lo llamó y esperamos a que viniera en absoluto silencio. 


Cuando llegó entré y antes que cerrara la puerta le dije…


- Adiós ojitos y le tiré un beso.


La puerta se cerró y tras ella Pedro desapareció de mi vida para siempre.

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