miércoles, 13 de agosto de 2014

CAPITULO 104



Era su última noche en Miami y Pedro había planeado una gran despedida: quería que todos se fueran con un muy buen recuerdo del viaje. Había hecho una reserva para cenar en Scarpetta, un lujoso y sofisticado restaurante italiano dentro del Fontainebleau. El lugar tenía un diseño interior inspirado en la náutica, con mosaicos de mármol, aunque el cuero, el acero y los cordeles eran los materiales que predominaban. Las ventanas, que iban del techo al suelo, ofrecían una maravillosa vista panorámica del mar. Desde ahí podía accederse a una hermosa terraza que lo rodeaba.


En cuanto llegaron, pasaron a un salón de cócteles, mientras les preparaban la mesa que Pedro había reservado. Después de cenar, se trasladaron al nightclub más famoso de Miami, LIV, un lounge exclusivo donde a diario presentaban sus remezclas
diferentes disc-jockeis famosos.


Esa noche el local estaba a tope, pues el invitado era David Guetta.


Pedro había reservado un lugar único en uno de los palcos
privados, donde iban a tener una perspectiva privilegiada del
espectáculo. Paula estaba y se sentía muy sensual; se había puesto uno de los vestidos de Hervé Léger que había comprado por la tarde. El modelo de franjas en negro se
amoldaba a su cuerpo, pues estaba confeccionado en lycra y se adhería a la perfección; donde se cruzaban las tiras del escote halter se formaba una lágrima que dejaba al descubierto la sinuosidad de sus senos. Por atrás, la exquisita desnudez de su espalda quedaba al descubierto hasta la cintura. Para completar su atuendo había elegido
unos zapatos de tiras cruzadas y plataformas adornadas con cristales Swarovski. Estaba despampanante.


Pedro permaneció aferrado a su cintura en todo momento, se lo veía muy feliz. Él también estaba impecable, fiel a su estilo, vestido íntegramente de negro, majestuoso y atractivo.


—¿Qué les parece el lugar? — preguntó Mikel mientras los
acomodaban a la mesa.


—¡Fabuloso! —exclamó Mati mientras miraba hacia el techo y se fijaba en todos los detalles. Todos estuvieron de acuerdo con él.


Se sentaron en el palco que Pedro había reservado, Paula se asomó al balcón para inspeccionar ella también la distinguida discoteca.


—¡Vaya, qué buen local! Ahora entiendo su fama, este sitio
obnubila —afirmó mientras se volvía para sentarse en uno de los sillones de tapicería dorada.


Pedro la miraba embobado; esa mujer despertaba en él sentimientos que jamás había creído poder sentir. Cuando había aparecido en la sala del ático, con ese vestido,creyó que había vuelto a enamorarse, porque tuvo la misma
sensación que cuando la había visto por primera vez en el Faena.


Entonces supo, a ciencia cierta, que había sido en ese preciso instante cuando habían comenzado a despertarse sus sentimientos por ella.


Una camarera, que parecía conocer muy bien a Mikel y Pedrose acercó muy pronto a tomarles nota. Al aproximarse, la chica los había saludado a ambos con un
beso en la mejilla.


—¿Qué quieren tomar? — preguntó Pedro haciendo extensiva su pregunta a los demás.


María Paz, Carla y Daiana pidieron Red Bull y Vodka
Belvedere; Mikel animó a Mati y a Ezequiel para que probaran el «Presidencial», una poderosa mezcla de ginebra, zumo de limón y cerveza; él, por su parte, se pidió
un Thirty Two, con tequila, pomelo y néctar de agave, y Pedro además, pidió dos botellas del exclusivísimo champán Armand de Brignac Rosé, para que pudieran seguir bebiendo cuando terminaran los cócteles que habían pedido.


—Preciosa, pedite un «Little Pink Pearl»; es un cóctel sin
alcohol de zumo de pomelo rojo, lima y sirope de almendra.


Paula asintió y, en cuanto la pelirroja se hubo retirado, lo
interrogó.


—Esa camarera parecía conocerlos muy bien.


—Sí, eso me pareció a mí también —agregó María Paz.


—Hace años que venimos a este lugar —explicó Mikel.


—Igualmente, me pareció demasiada confianza —se quejó
Mapi y, sin poder evitarlo, Mikel se carcajeó; ellos se sentían cada vez más cercanos y habían empezado a surgir sentimientos de posesión.


En ese momento, sonaba S&M, de Rihanna, pero, a lo largo de la noche, se oyeron diferentes temas de rhythm & blues, pop y electrónica y, como a las tres de la mañana, la fiesta se encendió. Al vibrar el tema Titanium, con el que David Guetta arrancó el concierto,la euforia de la gente se desbordó.


En medio de múltiples luces robóticas, mucho humo artificial y multitud de bailarinas con vestuarios vanguardistas. Todos se sacudieron enloquecidos durante las siguientes dos horas al ritmo de:
Love is gone, One love, I can only imagine, Memories y Without you, entre otras canciones que el famoso disc-jockey francés mezcló en su presentación.


—¡Ah, no puedo creer que esté así, con esta movilidad tan
reducida, tenga frente a mí a David Guetta y no pueda bailar como quisiera hacerlo! —se quejó Paula tratando de imponerse a la estridencia de la música.
Pedro la tenía abrazada por detrás y, aunque lo hacían despacio, intentaban moverse al ritmo de la música.


—¿Te gusta? ¿Estás pasándolo bien?—le preguntó él al oído y su aliento le acarició el lóbulo de la oreja.


Mi amor, ¿que si lo estoy disfrutando? ¡Estoy flipando, Pedro!
No puedo creer que esté viéndolo en vivo y que, además, lo tenga tan cerca.


— Disfrutá, mi amor, me encanta verte feliz. —La besó.
Los demás estaban bailando descontrolados. Les habían
repartido gafas con logotipos en los cristales con el nombre de la disco y el de Guetta, y también unas varas luminosas que agitaban en sus manos al ritmo de la música. En el
punto álgido de la noche, empezaron a caer papelitos
plateados y la gente, emocionadísima, sólo quería seguir
danzando, sin parar, al ritmo del discjockey.

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