miércoles, 13 de agosto de 2014

CAPITULO 105



Después de esos días en Miami habían regresado a Nueva York. El ánimo de Paula estaba bastante afianzado. Sin duda, traer a sus amigos de Buenos Aires y terminar su recuperación en esa jubilosa ciudad había sido muy buena idea.


Como habían acordado de antemano con su cuñada, ese mismo día Paula y sus amigas quedaron con Luciana para ir a escoger los vestidos de las damas de honor.


Paula sólo les había pedido que todos fueran de color plata. En cuanto al modelo, que cada una eligiera el que le sentara mejor. La tienda se convirtió en un verdadero cotilleo de salón hasta que se pusieron de acuerdo. Finalmente
todas salieron de allí satisfechas por su elección. Paula se encargaría de recogerlos cuando los arreglos estuviesen listos.


El martes por la mañana, todos partían hacia Argentina; Alejandra también, así que Pedro y Paula fueron a despedirlos a todos al aeropuerto.


—Mamá, voy a extrañarte, me había acostumbrado a tenerte en casa.


—Yo también te voy a echar de menos, hija, pero regresaré
pronto, cuando vayas a elegir tu vestido de boda.


—Sí, en cuanto concrete la cita, te aviso y, por favor, decile a Mariana que también la quiero acá, conmigo, para ese momento.


—Estoy segura de que le encantará acompañarte y Clara, ¡uf!, estará encantada de venir a casa de su tía. —Estaban llamando para embarcar y Paula se abrazó incansablemente con cada uno de los viajeros.



—Pendeja, te vamos a extrañar.


—¿Lo pasaste bien, Eze?


—Excelente. —Ezequiel le agradeció mucho la estadía a Pedro y Mati, por su parte, hizo lo mismo.


—Todos nos llevamos un gran recuerdo de este viaje, son unos anfitriones excelentes tanto vos como Pedro —agregó Daiana y todos asintieron.


—¡Ah, lo bueno siempre se acaba! —le dijo María Paz a Mikel, que la cobijaba entre sus brazos, sin querer que se fuera de su lado.


—Cada vez se me hace más difícil separarme de vos, linda.


—¿Vas a extrañarme?


—No dudes que así será. ¿Qué estás haciendo conmigo, chiquilla? Me tenés estúpido, nena.


Pedro y Paula se abrazaron mientras despedían a sus amigos y a Alejandra con señas mientras ellos se alejaban. Les hacían ademanes sin parar y agitaban la mano
saludándolos. Mikel, cabizbajo y en silencio, con las manos metidas en los bolsillos del pantalón, se quedó observando cómo Mapi se distanciaba. Se lo notaba profundamente triste y le importó muy poco disimular. Al final, todos
desaparecieron tras la puerta de embarque.


Pedro notó la amargura de su amigo y le palmeó la espalda
para darle ánimos.


—¡Cuánta seriedad, Mikel Wissler, no te conocía ese gesto!
¡Vamos, levantá ese ánimo que tres semanas pasan pronto! Cuando quieras acordarte, Mapi y vos volverán a reencontrarse —intentó animarlo Paula también.


—Paula, debo reconocer que tu amiga me tiene totalmente
pelotudo —le dijo.


—Creo que, en realidad, te tiene enamorado. ¡Cómo les cuesta, a ustedes, los hombres, reconocer sus sentimientos!

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