miércoles, 30 de julio de 2014
CAPITULO 62
Paula enderezó sus hombros para conseguir una postura adecuada y segura.
A paso firme se encaminó hacia el despacho, respiró profundo e ingresó en él. Quedó apabullada con el tamaño del lugar y la suntuosidad.
Horacio salió a su encuentro y la saludó con un apretón de mano y un beso en ambas mejillas.
- ¡Bienvenida a Mindland Central y a USA Paula! es un gran placer conocerte — dijo con ímpetu.
- El placer es todo mío Sr. Alfonso.
- Horacio por favor Paula, Horacio a secas. — Ella le sonrió asintiendo — pongámonos cómodos — con un ademán la invitó a sentarse en el estar de su oficina, desde donde había una vista imponente del Empire State Building.
- Hermosa vista Horacio.
- Inmejorable — corroboró él acordando con ella.
Ni bien la vio entrar, quedó apabullado con la elegancia y la belleza de Paula y entonces entendió porque su hijo menor estaba tan embobado con ella.
“Es perfecta conjeturó, inteligente, talentosa y hermosa también, Pedro no exageró cuando me dijo que ya iba a comprobarlo”.
Al principio hablaron del viaje, también del hotel donde se hospedaba, él se cercioró que estuviera cómoda. Luego hablaron de Argentina de la riqueza de sus tierras, de la economía del país y otras tantas banalidades, no quería intimidarla necesitaba que se relaje, que se sintiera a gusto con él.
Luego la llevó por el lado de Mindland Argentina, para entrar en clima de trabajo.
Entre charla y charla, Horacio se levantó y sirvió café para ambos de una cafetera expresso que había en su oficina.
Mientras más hablaba con ella y mientras más la estudiaba más se asombraba con su inteligencia, con su facilidad para pasar de un tema a otro y para explicarse, le gustaba sus conceptos, la consideró una mujer sumamente fascinante por sus pensamientos.
“Pedro, hijo querido, no la dejes escapar” — pensó Horacio que estaba totalmente seducido por Paula.
- ¿Lo tomas solo, o prefieres cortarlo con un poco de leche?
- Con un poco de leche por favor.
Paula mientras lo miraba, de a ratos creía ver en él la mirada de Pedro, estudió sus rasgos sus gestos, y llegó a la conclusión que sus ojos eran muy parecidos, solo que los de Pedro eran más azules aún.
- Bueno Paula, seguramente te preguntarás para que te he hecho venir, voy a contarte una historia muy larga, para la propuesta que quiero hacerte es necesario, e imposible de obviar. Así que prepara tus oídos porque tengo mucho para narrarte.
Ella se sonrió y se relajó en el sofá, dispuesta a escucharlo, le gustaba su voz, le pareció de entrada una persona muy amable y no tardó en sentirse muy cómoda.
Horacio comenzó a contarle la historia de Mindland desde sus comienzos hace treinta y tres años atrás.
Paula lo escuchaba atentamente, pero seguía sin entender nada.
- Bueno, a lo que quiero llegar es a que nuestra empresa siempre contó con gente de elite, y estos últimos años se sumaron a esa excelencia la confianza que tengo en mis hijos. Dado el tamaño
corporativo que tomó la empresa, Federico se encarga de todo el marco legal, cosa que es imprescindible dados los tiempos que corren y Pedro, a quien vos conoces — ni se imagina lo bien que lo conozco, pensó ella —se encarga de toda la parte internacional.
Y acá empieza el verdadero cuento, este año me quiero retirar.
- Pero usted es muy joven Horacio y se lo ve muy bien físicamente.
- Gracias a Dios de salud ando muy bien, eso es cierto, lo de joven te lo agradezco, pero ya tengo sesenta años y mi mente ya no tiene las mismas ideas que antes cuando era más joven.
- Pero ahora tiene la experiencia que antes no tenía.
- Muy buena observación, también es cierto, ahora tengo experiencia y cordura, quizá demasiada, y para que esto no se estanque se necesita de gente joven y además quiero disfrutar de tiempo de calidad con mi esposa, es hora que dé un paso al costado, ya no creo lograr más de lo que he logrado.
Es más, casi me atrevería a decir que los últimos logros son pura y exclusivamente de Pedro, yo solo he rubricado mi firma. Sé que te estarás preguntando a qué apunto diciéndote esto, y es que si yo me voy Pedro sería quien quede en mi lugar, ya que a Federico no le interesa, más que nada por su profesión, el prefiere quedarse abarcando el sector que ocupa, y salvaguardar las espaldas de su hermano, que sería de ahora en más quien se encargaría de todas las negociaciones.
Pero la estructura de Mindland en USA no acepta descuidos porque esto es lo que sostiene al resto de nuestra estructura internacional y eso significa que Pedro no podría seguir haciéndose cargo de Mindland International.
Como nuestra empresa solo cuenta con los mejores, he comenzado esa búsqueda, y en mi búsqueda de la excelencia para ese puesto creo haber encontrado a la persona adecuada.
— Paula cerró los ojos, casi sabía lo que ese hombre estaba a punto de decir, volvió a abrirlos y fijó sus ojos en los de él, tomó una gran bocanada de aire — Paula, sé que eres muy inteligente y que ya te has dado cuenta del final del cuento. Después de hacer un eximio y exhaustivo seguimiento, he llegado a la conclusión que vos sos la persona adecuada para tomar el mando de Mindland International.
- ¿Yo? Horacio si me disculpa, ¿está usted seguro de lo que dice?
- Sí, vos, no quiero que me contestes hoy, desde ya quiero decirte que tienes toda esta semana para pensarlo y no voy a aceptar una respuesta hoy sea cual fuere, ni tampoco antes de una semana, quiero que lo pienses bien, que te tomes tu tiempo, que analices todo. Sé que es un gran cambio de vida, lo que te ofrezco no es solo un puesto de trabajo, pero me encantaría que desmenuces bien todo antes de contestarme — Paula se quedó en silencio por un momento, estaba ordenando sus pensamientos — tómate el resto de la semana, para descansar, y para pensar a conciencia mi propuesta.
- Déjeme decirle que en primer lugar, le agradezco enormemente y me siento muy honrada con su apreciación de mi trabajo, en verdad no podría contestarle hoy aunque quisiera, no es mi estilo tomar decisiones a la ligera, aunque varias veces me dejo llevar por mi instinto, creo que su propuesta merece un análisis muy exhaustivo de mi parte, aceptar significaría un gran paso en mi carrera, creo que casi me siento tocando la cima con esta proposición, pero también significa dejar mi país, mi familia, que aunque no viven conmigo, están en mi tierra. También significaría cambiar de costumbres, hoy yo me siento una turista en New York, de hecho ayer recorrí la ciudad y tomé como trescientas fotos — Horacio largó una carcajada, ella también — y luego tendría que venir a trabajar acá… — hizo una pausa y dejó la frase inconclusa, pero Horacio la terminó.
- Con Federico y con Pedro codo a codo… con Pedro te entiendes muy bien, en Buenos Aires se entendieron de
maravillas, ustedes son muy parecidos, hasta me atrevería a decir que están en la misma sintonía, son negociadores agresivos, tienen talento, intuición y desenfreno, ese que da la juventud y la inexperiencia, porque para no estancarse también es buena la inexperiencia, a veces la experiencia hace que nos volvamos demasiado cautelosos, hasta miedosos de arriesgar. Paula, de todas formas, seguirán contando con mi conocimiento, no me iré del todo de un día para el otro, solo me iré el día que considere que el barco ya puede salir a navegar sin tripulación.
- ¿Pedro está de acuerdo?
- ¿Es importante para vos que él esté de acuerdo?
- Por supuesto, es su cargo el que ocuparé, y todo hablando en un supuesto que siempre y cuando yo acepte, sería con él con quien más de cerca trabajaré, para eso necesitamos mantener un ámbito de trabajo de plena cordialidad… — se quedó pensando en lo último que dijo, Horacio la estudiaba y ella solo pensaba en el último encuentro de ella y Pedro — de todas formas me gustaría saber también la opinión de su otro hijo.
- Mis dos hijos están de acuerdo que eres la indicada, pero te voy a confesar algo, Pedro me advirtió que no aceptarías, no sé porque tiene tanta convicción en sus dichos, pero espero, en realidad Paula, ansío que realmente mi hijo se haya equivocado.
“Idiota, que puede saber él, ahora se cree el dueño de mis pensamientos también.”
A Paula le molestó que Pedro pensara eso y hasta le dio ganas de decirle a Horacio que sí aceptaba, pero eso sí que realmente sería infantil.
La puerta se abrió y una hermosa, elegante e impecable mujer de pies a cabeza y de unos cincuenta años entró por el resquicio de la puerta, Paula al verla supo de inmediato quien era, la recordó por la foto que Pedro le había mostrado y además porque él era idéntico a ella, ahora que la veía en persona corroboraba que Pedro era un fiel retrato de la belleza de su madre.
- ¡¡¡Ana, que sorpresa!!!
- Espero no interrumpir nada.
- Tú nunca serías una interrupción, pasa querida mía.
Te presento a Paula Chaves. Ella es nuestra gerente en Argentina.
- ¡¡Oh, eres de Argentina!! yo soy argentina. — Ana le habló en perfecto español.
- Encantada Sra. Alfonso.
- Ana, dime Ana por favor. Ella se sentó en el estar junto a ellos.
- ¿Qué haces por acá querida? — Horacio interrogó a su esposa.
- Quedé en encontrarme para almorzar con Luciana, es que el sábado festejo mi cumpleaños — le explicó a Paula — y pensamos con tu hija en que nos podrías acompañar a almorzar, nosotros luego nos iremos de compras ¿Paula te gustaría venir con nosotros?
- Ah, me parece una excelente idea, por supuesto que Paula va con nosotros — Horacio no la dejó decir que no — déjenme reservar, le diré a Mandy.
Horacio llamó por el interphone pero nadie contestaba.
- Ya vuelvo — salió de la oficina dejando a ambas mujeres solas.
Ana no paró de hablar, ella era apabullante y parecía no quedarse nunca sin palabras, Paula la estudió a conciencia, le pareció una mujer encantadora y sumamente bella, se notaba que cuidaba mucho de su exterior, lucía pulcra y arreglada de pies a cabeza, estaba vestida con un traje hecho a medida que descubría que aún en sus años estaba en forma. Como era su costumbre Ana pasó de un tema a otro con gran histrionismo, después de unos minutos de hablar con ella, Paula llegó a la conclusión que la mamá de Pedro le agradaba.
Mientras la escuchaba también pensaba en todo lo que acababa de proponerle Horacio.
Él también le había agradado, le pareció un hombre muy inteligente y correcto, muy educado, y aunque estaba entrado en años, se notaba que había sido muy buen agraciado de joven, es un caballero igual que su hijo concluyó.
Necesitaba considerar la propuesta de él, entonces se puso a pensar si tenía sentido abandonar su vida en Buenos Aires por su carrera. Allá tampoco tengo nada, aseveró sin temor a equivocarse — “en realidad, donde vaya no tendré nada, mi vida está vacía, no tengo nada verdaderamente importante que me ate y que me impida tentar suerte en otra parte. Quizá si me radico en USA tenga la posibilidad de conocer mejor a Gabriel, él parece tan interesado en mí, a Gonzalo le cayó bien… pero a mí… a mí él no me produce nada, absolutamente nada, como puedo estar pensando en él si el otro día cuando intentó besarme en lo único que pensaba era en Pedro”.
“Pedro, mi amor, como voy a hacer para olvidarte, como voy a hacer si con solo pensarte siento que no podría estar con nadie más, aún me siento tan tuya”…
Cuando se separó de Guillermo, primero se sintió desdichada, pero luego la bronca se había instalado en ella y ese era el sentimiento que predominaba, sentía bronca del ridículo que había hecho suspendiendo su matrimonio, bronca de la fiesta armada que no se realizó, de tener que comunicar a los ciento cincuenta invitados que todo se suspendía, de haber perdido su empleo porque no tenía cara para regresar y que todos la señalen como la cornuda, de haber malgastado sus ahorros en un departamento del que él disponía para llevar a su amante, de haber permitido que la use como lo había hecho.
Pero para su asombro jamás se acordaba de sus besos de sus caricias, era como si nunca hubiesen existido.
Con Pedro eso era diferente, se instaba a odiarlo, pero ese era un sentimiento que solo surgía de a ratos cuando se lo imaginaba haciendo el amor con su mujer, esa que para ella no tenía rostro, pero que sabía que existía.
La mayor parte del tiempo que se acordaba de él solo pensaba en sus caricias, en cuanto las necesitaba, en cuanto las extrañaba y eso era lo que le producía bronca, sentir que a pesar de todo, ella seguía pensando en él como se piensa en su hombre, así lo sentía, para ella Pedro era su hombre, él único con derecho a tener sus besos, sus gemidos, el único que tenía su alma, y su cuerpo, porque a él le entregaría el alma… ella sentía que él era su vida y sin él no la tenía.
De pronto se dio cuenta que Ana le estaba hablando, le pareció una falta de respeto, no estar escuchándola, esperó que ella no se haya dado cuenta de su distracción.
- Paula, no me vas a creer, pero me haces acordar tanto a una amiga mía de la escuela secundaria, eres idéntica a ella.
- ¿De verdad? — a Paula le dio risa la ocurrencia de Ana.
- Sí, no puedo dejar de mirarte y acordarme de ella, solo para descartar, sé que es una locura, pero… ¿cómo se llama tu madre? — Paula rió divertida, la mamá de Pedro le caía muy bien tenía una forma de decir las cosas — de verdad niña, no te rías, sé que parece muy loco, pero no puedes ser tan igual a ella ¿Cómo se llama tu mamá? — volvió a terciar.
- Alejandra Terranova.
- Ah Dios mío, lo sabía, lo sabía — gritó y la tomó de los hombros — eres la hija de Ale — la abrazó y la besó, en ese momento entró Horacio que escuchó los gritos de Ana.
- ¿Pasó algo?
- ¡No puedo creerlo! Horacio cariño, desde que entré que no puedo apartar los ojos de esta preciosura porque me hacía acordar a una amiga de la secundaria y acaba de decirme el nombre de su madre y no me vas a creer, es la hija de Alejandra Terranova, de mi amiga de la adolescencia, la que perdí el rastro porque se fue de Buenos Aires cuando se casó.
- Cálmate Ana, creo que Paula no entiende nada.
- No, la verdad no entiendo nada, perdón, mi mamá vivía en Buenos Aires pero cuando se casó se fue a Mendoza donde aún vive.
- Dime ¿sabes a qué colegio fue tu madre? —Ana no quería que queden dudas.
- Al Cardenal Spínola de San Isidro, pero claro… —Paula se tocó la cabeza atando cabos — usted vivía en San Isidro… — Paula recordó de golpe.
- Sí, ¿cómo lo sabes?
- Se lo debe haber contado Pedro, ellos trabajaron juntos en Buenos Aires Ana.
- Ah… conoces a Pedro por supuesto, si él en diciembre anduvo por allá, no puedo creerlo, nuestros hijos juntos sin saber que nosotros fuimos mejores amigas
“¿Que loco no? pensó Paula, y si supiera lo juntos que estuvimos se asombraría aún más señora”… — en cambio dijo.
- Bueno, ahora que lo pienso, todo el mundo dice que me parezco a mi madre, pero nunca creí que el parecido era tanto.
- A mí me recordaste enseguida a ella, aunque tu mamá y si la memoria no me falla, tenía los ojos de un verde diferente, en cambio tú los tienes mezclados con marrón.
- Sí, tal cual, en realidad mis ojos se parecen a los de mi abuela paterna.
- ¿Dónde estás parando?
- En el Hotel Península.
- No, tesoro nada de hoteles, te vienes hoy mismo a mi casa.
- No Ana, ¿cómo cree? no es necesario estoy en una suite bellísima y muy cómoda, tan grande como mi casa, no se preocupe, estoy bien de verdad, además no podría incomodarlos.
- ¡¡¡Horacio!!! Paula es la hija de mi amiga y está de visita, tiene que venir a casa, dile por favor.
- Mi esposa puede ser muy insistente, no creo que puedas decirle que no, además Paula, nuestra casa es enorme y todos nuestros hijos se han ido, solo queda Federico con nosotros y Ofelia nuestra ama de llaves, para mí también sería un placer, además, me encanta consentir a mi esposa y ella así lo quiere, tengo debilidad por sus caprichos, considéralo así, como un capricho — Horacio le guiñó un ojo a Paula.
- Márcame a tu madre, quiero hablar con ella, no va a poder creerlo.
- Bueno — dijo resignada.
Paula llamó a su madre y le refirió la historia, Ale chillaba al otro lado del teléfono, tanto o más que Ana, así que le pasó el teléfono para que ellas se entiendan.
Mientras tanto Horacio sacó a Paula del despacho para ofrecerle una recorrida por las instalaciones, de paso también aprovechó y la llevó al despacho de Federico para que se conocieran.
Paula estaba azorada por la situación, no podía creer semejante coincidencia.
Horacio se asomó en el despacho de su hijo y le preguntó si estaba ocupado.
- Pasa papá.
- Quiero presentarte a alguien.
Por supuesto como todo caballero que es, Horacio le dio paso a Paula, cuando ella entró, el hermano de Pedro se puso de pie, y salió a su encuentro, pues estaba trabajando con la rubia que había salido del despacho de Horacio cuando ella llegó.
- Te presento a Paula Chaves hijo, nuestra gerente de Argentina.
- Encantado, bienvenida a New York, espero que tu estancia en mi país sea muy placentera, pasen, pasen — Federico le extendió su mano, y depositó un beso en ambas mejillas.
“El condenado de mi hermanito sí que tiene buen gusto pensó”.
- Muchas gracias, el placer es mío.
- Te presento a Rachel Evans, Paula ella es la segunda en el departamento de legales — prosiguió Horacio muy educadamente.
“Esta es la zorra que chatea con Pedro” — dedujo de inmediato Paula.
Ah ese nombre sí que lo guardaba muy bien en su memoria ¿habrá sido su amante también? Colega de trabajo había dicho él… Rachel le caía mal, y es que ella había sentido recelo de ella antes de conocerla, además su sexto sentido le decía que a Rachel ella tampoco le caía, sentía que la miraba con desprecio.
Rachel se acercó porque otra no le quedó, y le dio dos besos al aire, sin siguiera apoyar las mejillas en las suyas, a Paula le pareció de lo más falsa y además tenía un aire tan soberbio, que le producía rechazo y para colmo no disimuló en mirarla de arriba abajo.
“¡Ja! ¿Esta quién se cree? si se nota que es toda de plástico”
- Rachel es la estrecha colaboradora de Federico, ella también es abogada y la hija de mi mejor amigo.
- Encantada. — Paula en consideración a Horacio intentó parecer amable y le sonrió lo más sinceramente que pudo.
- Igual. — Dijo la rubia sin siquiera mirarla.
“Mujer más odiosa y pedante no he visto en mi vida”
- No sabes hijo, tu madre acaba de descubrir que Paula es hija de una compañera suya de la escuela secundaria, está al teléfono ahora con ella, no para de gritar, perece desquiciada — puso los ojos en blanco — vos sabés cuando de su terruño se trata como se pone, y no la culpo a los dieciocho años dejó todo y aún añora su patria — terminó explicándole a Paula para excusar a su esposa.
- Me imagino, como debe estar, tendremos una semana agitada, pero… ¡¡¡qué coincidencia Paula!!!
- Increíble — asintió ella y no podía salir de su asombro — él mundo últimamente me demuestra una y otra vez que es muy pequeño, aunque sea una frase muy cursi es así, créanme que es así — Horacio comprendió muy bien porque ella decía eso, Pedro le había contado como ellos se conocieron.
- Presumo que te vienes a casa, si algo conozco a mi madre no te dejará en un hotel.
- Bueno, creí que por ahí podía convencerla y que desista.
- Ni lo sueñes, con mi madre no hay quien pueda, no te aflijas, en casa hay lugar de sobra y ella estará chocha de tenerte ahí, nosotros también por supuesto.
“Y mi hermano mejor ni te cuento” — pensó Federico pero no se lo dijo claro que no.
- Por supuesto — dijo Horacio y Paula sonrió resignada.
Rachel luego de escuchar la conversación y sin participar en ella, se retiró del lugar, interpuso una excusa y se fue.
Paula, se sintió aliviada, esa mujer le causaba repugnancia.
- ¿Le pasa algo a Rachel? La noté extraña… — Horacio se interesó en saber.
- No, que yo sepa — dijo su hijo sin darle importancia.
Como habían quedado los tres solos Federico preguntó…
- ¿Ya hablaste con Paula?
- Sí, le di toda esta semana para que lo piense — dijo muy sonriente mientras la miraba — sin presiones — aclaró Horacio — todo esto que acaba de ocurrir, no cambia en nada tu decisión, eres dueña de tomar la que desees y es como quiero que te sientas — Paula sonrió asintiendo con la cabeza.
- Ojalá aceptes — intervino Federico — me gustaría que sepas que opino igual que mi padre, creo que eres la adecuada para el puesto, además aunque parezcamos una familia de locos, lo pasarás bien en New York.
- Gracias Federico, me parecen una familia muy agradable esa ha sido mi primera impresión.
- Hijo, nosotros nos vamos a almorzar, nos vemos más tarde en casa.
- Seguro, Bon appétit!!
Regresaron a la oficina de Horacio, Ana recién cortaba la comunicación telefónica con Ana.
- Todo arreglado, tu madre se viene para acá, viene para mi cumpleaños que lo festejo el sábado, tú también asistirás por supuesto, no sé cuándo tenías planeado irte pero ve sabiendo que tendrás que posponer tu viaje.
- ¿Cómo?
- Sí, surprise!! Tu madre ya se ponía a sacar su pasaje y en un rato nos llama para avisar cuando llega, estoy super feliz ven acá déjame darte otro abrazo.
Horacio puso los ojos en blanco.
- Tranquilízate mujer, pareces loca, y estás asustando a esta chica.
Paula estaba confundida, ahora también venía su madre, esto era un verdadero enredo, ella tenía que irse a la casa de los Alfonso, porque no había forma que la madre de Pedro desista de la idea, ellos no sabían que ella fue amante de su hijo y como si fuera poco Ana pretendía que vaya a su fiesta de cumpleaños donde sin duda se encontraría con Pedro y su esposa, era demasiado pensó, y para colmo el padre de Pedro que pretendía que ella se mudase a NYC y trabaje ahí a diario.
Su cabeza estaba por estallar y estaba por perder la poca razón que le quedaba. Tomó un profundo respiro.
El día no podía ir peor.
Todos eran muy agradables, eso tenía que reconocerlo, era una familia muy cálida, que la trataban con mucha sencillez, pero la situación que estaba viviendo era verdaderamente de locos, estaba por ponerse a llorar.
Ana había ido al baño y Horacio aprovechó para pedirle que no le dijese nada a su esposa de su retiro, le explicó que era una sorpresa que quería darle llegado el momento.
- Por supuesto cuenta con toda mi discreción.
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Ayyyyyyyyyyy, esta es la parte que más me gusta, es del 2do libro y casi todo lo que pasa es genial.
ResponderEliminarBuenisimo,falta mucho para que pepe y pau se reconcilien?
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